Phoenix, un tributo

jueves, 31 de marzo de 2011

viernes, 18 de marzo de 2011

Mensaje entregado

Puede que caigamos en un tópico, pero este es un día histórico: Por primera vez hemos colocado una sonda espacial en la órbita de Mercurio. Hemos tenido que esperar desde el 2004, cuando fue lanzada, hasta ahora, a que alcanzara su objetivo. Si señores y señoras, señoras y señores. MESSENGER orbita exitosamente el primera planeta del sistema solar, tras unos 6 años de dificilísima (e impecable) navegación alrededor del sistema solar interior.

Su lanzamiento estaba previsto para el 11 de mayo del 2004, pero a causa de algunos retrasos (que aún desconocemos por nuestra parte) fue trasladado al 2 de agosto de ese mismo año, provocando, como ya contamos, que su trayectoria cambiara completamente. Finalmente despegó el día tres, a causa del clima, y se colocó en ruta indirecta hacia Mercurio. Esa nueva ruta, dos años más larga, haría que MESSENGER sobrevolara tres planetas. Primero nos sobrevoló a nosotros, justo un año después de su lanzamiento, tomando magníficas imágenes del continente suramericano y del océano pacífico, y desviando su rumbo hacia Venus.

Fueron dos visitas a la reina del crepúsculo las que tuvo que realizar. El 24 de octubre del 2006 realizó su primera asistencia gravitatoria a Venus, aunque sin contacto con Tierra ya que el planeta estaba en conjunción, por lo que desde aquí no lo vimos. A causa de ello no hubo actividad, ya que sus instrumentos de a bordo fueron apagados. La maniobra la colocó en rumbo para regresar al nuboso y achicharrador planeta, y llegó puntual a su cita el 6 de junio del 2007, y esta vez sí, hubo actividad científica, a dúo con Venus Express. Lo importante fue que cogió el camino correctamente para alcanzar Mercurio y sobrevolarlo por primera vez al año siguiente.

Por fin el 15 de enero del 2008, tras 33 años de espera desde su antecesora, la aventurera Mariner 10MESSENGER cogió la antorcha de la exploración del primer planeta, y acercándose a 202 km. de la superficie, observó gran parte de la zona que había quedado vetada en 1974-75. incluyendo el resto de la inmensa cuenca de impacto Caloris. Pero lo más importante fue que perdió toda la velocidad necesaria y se puso en la ruta exacta para regresar ese mismo año. Y volvió el 6 de octubre, además de para asistirse gravitatoriamente, para ver otra nueva parte desconocida del planeta, devolviéndonos imágenes espectaculares. En esta ocasión pasó a 199 km. de la abrasada superficie mercuriana, y falló el punto previsto del sobrevuelo en el ridículo margen de 6 km. Gracias a esta pasada se volvió a poner en la ruta de vuelta, y regresó el 29 de septiembre del 2009, quizás el sobrevuelo más decepcionante, ya que, tras fotografiar en la fase de aproximación un nuevo retazo de Mercurio, entró en modo seguro, por lo que cuando apareció por el otro lado todos sus instrumentos estaban apagados, con sus paneles completamente apuntando al Sol y con su antena orientada a la Tierra. A pesar de esto, ya tenemos el primer mapa global, a falta de los polos, del planeta. Desde ese sobrevuelo, hasta hoy, no había vuelto.

Han sido 15 minutos de encendido del motor principal, y ha consumido el 31% del combustible total que llevaba en el momento del lanzamiento, para dejarse atrapar por la gravedad del planeta. Durante la maniobra, y hasta el día 23, su instrumental científico ha sido apagado, para centrar todos los sistemas en la entrada en órbita y para probar sus sistemas de a bordo (sistemas térmicos, ordenador, motor, sistema de control de actitud), y tras comprobar que todo funcione correctamente, encenderán sus instrumentos para ponerlos a punto para comenzar la tarea científica el 4 de abril. Por cierto, para los que esperan las imágenes desde la órbita, hasta el 29 de este mes no comienza a tomar nuevas instantáneas de la superficie mercuriana.

MESSENGER ha tenido que recorrer 7.900 millones de kilómetros para alcanzar su destino, más del doble de la distancia que tuvo que recorrer Cassini para llegar a Saturno. Aunque tras la paciente espera, por fin está allí, para ampliar y mejorar enormemente la perspectiva que tenemos de Mercurio. Estaremos atentos.

sábado, 12 de marzo de 2011

Cajón desastre

Los cataclismos son algo a lo que nos tenemos que habituar, pero claro, suceden tan de cuando en cuando que cada vez que ocurre alguno nos quedamos paralizados. En esta época, con la autopista de la información por todas partes, nos llegan las primeras noticias justo en el momento en el que se producen. Ahora os preguntaréis: ¿qué tiene que ver esto con la astronáutica? Pues bastante, salvando las distancias.

Desde que los primeros astronautas llegaron del espacio y empezaron a relatar las maravillas que habían observado, la siguiente obsesión fue lanzar satélites armados con cámaras de televisión y película a color. Obviamente se comprobó que tener satélites observando continuamente nuestro planeta era una grandísima ventaja: se podría predecir el tiempo, se podrían observar cambios superficiales, etc. Con el tiempo, también empezaron a servir para seguir los desastres.

Es quizás ahora cuando, con las mejores cámaras y satélites colocados en órbitas cercanas (incluso la ISS es una increíble atalaya para la observación terrestre), se pueden cuantificar quizás mejor que nunca los cataclismos que suceden por todo el globo. El año pasado fue un año bastante brutal en fenómenos de todo tipo. Repasando la lista de estos hechos en el 2009 tenemos varios sucesos: los terremotos de Haití y Chile, la erupción de un volcán en Islandia de nombre impronunciable, el hundimiento de una plataforma petrolífera en el golfo de México, que provocó una marea negra que puso en riesgo las costas de Luisiana, ya castigada por los huracanes de hace unos años, y unas enormes inundaciones en Pakistán. Si lo juntamos con los tradicionales huracanes y tifones de todos los años, tenemos un ámplio catálogo de calamidades.

Sin embargo, y recordando a ese desastre de Indonesia de hace unos años, un monstruoso terremoto de 8.9 ha sacudido al Japón, y si los daños causados por éste han sido pocos (salvo por los sufridos por las centrales nucleares de la zona), ha sido un tsunami el que ha destrozado todo lo que ha pillado a su paso. A este respecto, con toda nuestra tecnología, uno podría preguntarse si desde los satélites se podría haber hecho algo para avisar de lo que venía. La respuesta es sencilla: Nada. Nos consta que hay satélites encargados de estudiar los movimientos sísmicos, pero los estudian cuando éstos ya se han producido. Lo que se quiere intentar es que con los datos que se tomen con estos satélites se pueda por fin desarrollar un sistema de alerta antiterremotos. Para eso aún tardará. Eso sí, el terremoto de Haití del año pasado permitió que los satélites proporcionaran las primeras vistas para que los ojos expertos, con un solo golpe de vista pudieran identificar las zonas más dañadas de las ciudades del país. Son pocas las imágenes que nos han llegado de la zona cero del desastre en la ciudad japonesa de Sendai, aunque ya nos dejan claro que el agua ha invadido, alegremente, los primeros kilómetros de costa, introduciéndose incluso en la ciudad. El peligro ahora, junto con las réplicas, está en las centrales nucleares (nos gustaría saber quién fue el talentoso que ordenó instalar reactores atómicos en una zona tan geológicamente activa como esta), y es posible que si un satélite se orienta apropiadamente se pueda averiguar si está mandando su porquería al aire, como parece que está pasando.

Lo más interesante que nos ofrecen los satélites es que con sus imágenes se pueden evaluar las zonas de desastre (muy útiles ante las inundaciones que se han vivido hace poco en Australia). Contemplar el antes y el después resulta escepcionalmente útil, para así dirigir las ayudas a las zonas concretas que más han sufrido. Los huracanes y tifones, pese a ser un fenómeno anual, el seguimiento desde el espacio nos dejan imágenes alucinantes, y gracias a las previsiones de los satélites meteorológicos se pueden preveer las zonas que más sufrirán, y así se actua en consecuencia. Claro, a veces por mucho que se avise del camino a segir de estas colosales tormentas, se producen desastres, esta vez sí, evitables, como el caso del huracán Katrina y la ciudad de Nueva Orleans. Se avisó del camino a seguir, de la fuerza que tenía, aunque también se sabía que si ocurría un fenómeno como éste, los diques que protegen la ciudad (situada por debajo del nivel del mar) estaban en muy mal estado y no soportarían la fuerza de un huracán como el que acabó golpeando. El resultado fueron diques rotos y media ciudad inundada, visto perfectamente desde el espacio. Pero este es un tema en que no nos meteremos, en el de la incompetencia de los políticos.

El año pasado un volcán de nombre casi impronunciable entró en erupción y el tráfico aéreo europeo y el que tenía como destino este continente tuvo que paralizarse, a causa de la nube de ceniza, que alcanzó alturas tremendas, y que podría haber entrado en las turbinas de los motores de los aviones. Gracias a los satélites se pudo seguir en tiempo real la evolución de la nube de ceniza, y así pasado el tiempo, ir abriendo los espacios aéreos de los paises europeos. Han sido muchas las erupciones seguidas por los satélites, y uno de los que más veces ha ofrecido este espectáculo ha sido el Etna, situado en Sicilia. Como en el caso de los terremotos una erupción es imprevisible, pero una vez iniciada, gracias a la información enviada desde la órbita se puede predecir cuando parará la función.

Y por último hay otro factor cataclísmico en este mundo: nosotros. Somos tan burros que somos capaces de cargarnos un ecosistema, y quizás el mejor ejemplo es el del mar de Aral, que desde 1960 ha perdido casi el 90 y el 95% de su extensión, a causa de los vertidos residuales. Era una zona de veraneo, ahora es un tóxico erial. Otra especialidad es echar potingues en los mares, y el año pasado con el incendio de una plataforma petrolífera en el golfo de México, se volvió a derramar petróleo al mar. No ha sido la última, seguro. Luego los hay que el gusto por la cerilla ha provocado que enormes hectáreas de bosque se echen a perder, y el verlo desde arriba nos hace ver la extensión de estos actos vandálicos. Y otra cosa es la reducción de los hielos polares, provocada a medias por los gases que emiten las fábricas (y sobre las que nadie dice nada) que provocan un calentamiento atmosférico, y un nuevo ciclo de cambio climático estacional (recordemos que en toda la historia de la Tierra ha habido muchos cámbios climáticos, desde épocas enormemente tropicales, como el carbonífero, como las glaciaciones, la última durante la época de los neandertales), que desde luego es un hecho bastante serio.

Hay muchos satélites dedicados a observar y seguir estos fenómenos, y quizás los más importantes sean el Envisat europeo y TERRA. de la NASA, y por otro lado está la ISS. Hay otros satélites más especializados, pero ya son tantos que desconocemos la mayoría de ellos. Pero al menos sabemos que gracias a estos podremos ver, de una vez, lo ocurrido, y ayudar a tener una mejor perspectiva.

sábado, 5 de marzo de 2011

Gigantes de la exploración espacial: Lunar Orbiter

Las sondas de impacto del programa americano Ranger (es decir, las tres últimas) cumplieron su misión de fotografiar sus lugares de impacto antes de estrellarse en la Luna, mostrando una gran cantidad de pequeños cráteres y multitud de rocas. El alunizaje de Luna 9 y del programa Surveyor demostraron que las sondas de superficie no se hundirían en el regolito lunar. Todos estos proyectos mostraron que el alunizaje era posible, y si a los mandos de las cápsulas de descenso había pilotos expertos (y los cuerpos de astronautas y cosmonautas estaban plagados de ellos) era posible evitar las zonas más peligrosas. Pero faltaba un detalle: caracterizar la Luna, para tener un mapa lo más exacto posible, no solo para elegir los mejores lugares para alunizar, sino también los más seguros. Con estos objetivos nació el programa Lunar Orbiter de la NASA.

Para cumplir esta misión, se fabricaron 5 sondas, que funcionaron en órbita lunar entre 1966 y 1968. El diseño era idéntico en las cinco, con una forma como de cono, en cuyo interior estaban casi todos sus sistemas. Con un diámetro mayor de 1'5 metros, y 1'65 de altura, eran unas sondas menudas, pero potentes. Equipaban dos antenas, una de alta ganancia con una antena de 1 metro de diámetro (antena principal para comunicación inmediata), y otra de baja ganancia omnidireccional (secundaria, para emergencias), detectores de impactos de micrometeoritos, detectores de radiación, medidores para estudiar la gravedad selenita, y por supuesto, lo principal era su sistema de imágenes. Este sistema, fabricado por la empresa Eastman Kodak, estaba compuesto de dos modos de actuación. Para el sistema de imágenes de campo ancho utilizaba una lente f/2.8 de 80 mm., mientras que para las imágenes cercanas en alta resolución equipaba una lente f/5.6 de 610 mm. panorámico. También llevaba una película resistente al ambiente espacial y sistemas de escáner para digitalizar las imágenes y así enviarlas a Tierra, de una forma similar a la de la Luna 3. Para proporcionar energía, estaba dotada de cuatro paneles solares, dándole una envergadura de 3'72 metros.

Lunar Orbiter 1 fue lanzado desde Cabo Cañaveral el 10 de agosto de 1966, llegando a la órbita lunar en 92 horas. Durante su travesía tuvo un par de problemas: el primero fue que uno de los sensores estelares, usados para orientarse, fallo, problema solucionado cuando apuntaron a la Luna como nueva referencia de navegación, y el segundo fue un sobrecalentamiento de la sonda, que se mitigó cuando fue inclinada 36º para evitar que la luz solar de diera de pleno. La sonda solo tomó imágenes desde el 18 y el 29 de agosto, consiguiendo 42 imágenes en alta resolución y 187 de media resolución, cubriendo el 75% del territorio lunar. No se detectaron impactos de micrometeoritos. Finalmente su misión concluyó el 29 de octubre, antes de lo previsto, debido al consumo excesivo de combustible. Se esperaba que funcionara durante un año. Eso si, fue la primera en observar la Tierra desde la Luna.

Lunar Orbiter 2 fue elevada el 6 de noviembre de 1966, alcanzando la Luna tras 92 horas de viaje. Su período fotográfico duró entre el 18 y el 25 de noviembre, tomando 609 imágenes de alta resolución (algunas con resoluciones menores a un metro) y 208 de media resolución, para después estudiar la gravedad lunar. Registró tres impactos de micrometeoritos. Concluyó su misión estrellándose en la Luna el 11 de octubre de 1967.

Lunar Orbiter 3 fue enviado a la Luna el 5 de febrero de 1967, llegando a la órbita selenita en el tiempo de costumbre. Su período de toma de imágenes duró entre el 15 y el 23 de febrero, obteniendo 477 imágenes en alta resolución y 149 de media resolución. Durante este tiempo el sistema que movía el carrete generó bastantes problemas, provocando que las imágenes fueran escaneadas antes, para ser enviadas a la Tierra lo más pronto posible. Finalmente el sistema de avance de la película se quemó, y se perdieron el 25% de todas las imágenes tomadas. Aún así, se consiguió fotografiar el lugar de alunizaje de Surveyor 1, identificando sin lugar a dudas la sonda. Tras cumplir sus restantes tareas impactó en la Luna, concluyendo su misión el 9 de octubre de 1967.

Lunar Orbiter 4 fue lanzada el 4 de mayo de 1967, y sufrió más problemas que su antecesora. Iba a ser dedicada a fotografiar generalmente la Luna para caracterizar las zonas lunares para avanzar en el estudio científico de la superficie selenita. Lo que ocurrió fue que el mecanismo que abría y cerraba la tapa que cubría el sistema fotográfico no funcionaba correctamente, y tomaron la decisión de dejar la tapa abierta, y con el sistema de control de actitud evitar que entrara luz por las lentes y así evitar que se arruinara la película, aunque dos días después de tomar esta decisión se observó que una mínima cantidad de luz había entrado y parte de la película se había dañado. Se probó usar de nuevo la tapa, que se mantuvo medio cerrada. Además, las lentes se empañaron, debido a los cambios de temperatura y a la condensación, cosa que se eliminó cambiando la posición de la sonda. También hubo problemas con la lectura de las imágenes, cuyo sistema funcionaba cuando quería. A pesar de todo, en un período entre el 11 y el 20 de mayo (estaba previsto fotografiar hasta el 26) se tomaron 419 imágenes de alta resolución y 127 de media resolución, llegando todas a Tierra perfectamente caracterizando un 99% de la cara visible de Selene. Su órbita fue modificada para tomar otros datos, y finalizó su misión el 31 de octubre de 1967.

Finalmente Lunar Orbiter 5 fue elevada el 1 de agosto de 1967, alcanzando la órbita selenita en el plazo de costumbre. El tiempo de toma de fotografías duró entre el 6 y el 18 de agosto, tomando 633 imágenes en alta resolución y 211 de media resolución. No sufrió mayores problemas, y tras acabar de tomar sus imágenes continuó la labor con el resto de instrumentos de a bordo, acabando su misión el 31 de enero de 1968.

Las Lunar Orbiter son, quizás, las que más nos han proporcionado sobre conocimientos lunares. Gracias a todas sus imágenes fuimos capaces de haber fotografiado el 99% de la superficie de nuestro satélite, realizar mediciones sobre la gravedad lunar, se descubrieron los Mascones (zonas de la Luna en la que hay una mayor densidad de masa en la superficie que en el resto de zonas, lo que provoca un aumento de gravedad), etc. Puede que comparado con la tecnología actual se puedan conseguir resultados más precisos, pero este programa nos mostró una Luna más compleja de lo que nosotros suponíamos.

A modo de curiosidad, existe actualmente un proyecto consistente en redigitalizar todas las imágenes tomadas por los Lunar Orbiter para así mejorarlas en calidad, en cuya página se pueden (creo) comprobar el resultado, además de ver imágenes de la Luna tomadas por otras sondas lunares.