Phoenix, un tributo

sábado, 31 de agosto de 2013

miércoles, 14 de agosto de 2013

Aventureras del sistema solar: Venera 7



Tras diversas misiones ya con éxito después de Venera 4, el siguiente paso era el de alcanzar la superficie venusina y transmitir información desde allí. Como pusieron de relieve todos los vehículos anteriores, el diseño debía ser reforzado para poder sobrevivir, al menos durante unos minutos, y así relatarnos las condiciones que existen en tan hostil entorno. De esta manera, aprovechando el diseño de las misiones anteriores, la base se aprovechó para incrementar el grosor de los paneles externos. Con esto se confiaba en conseguir los objetivos de la misión.

Con la designación 3V (V-70), tanto el diseño del bus como el del lander se basaban en el de las misiones precedentes: la fase de crucero se centraba en una estructura cilíndrica de cuyos lados nacían dos paneles solares que alimentaban las baterías tanto del bus como del lander. Durante el viaje estaba estabilizado en sus tres ejes usando un sensor solar, un sensor terrestre y un sensor estelar. También equipaba la propulsión para las correcciones de rumbo, los sistemas de comunicaciones y el ordenador de vuelo. En cuanto la cápsula de aterrizaje, aunque visiblemente resultaba idéntica a las de las lanzadas anteriormente, se rediseñó para soportar hasta 180 atmósferas terrestres y 540ºC. Disponía de todo lo necesario para funcionar (ordenador, sistema de comunicaciones), un sistema para mantener el interior lo suficientemente frío, y por supuesto el paracaídas de descenso. En cuanto a la instrumentación,
resultaba escaso. El bus solo estaba equipado con dos experimentos: un detector del viento solar y un detector de rayos cósmicos. Por su parte, el lander también disponía de dos sistemas, los básicos para conocer las condiciones en la superficie: un termómetro de resistencia y un barómetro. Esta información era importante para ayudar a diseñar los siguientes vehículos. Una vez el conjunto quedaba unido y preparado para el despegue, el conjunto desplazaba una masa de 1180 kg.

Como los proyectos anteriores, se construyeron dos vehículos idénticos, por si fallaba una la segunda cumpliría la misión. El vehículo de lanzamiento para cada misión era el Molniya de tres etapas. La primera de las dos sondas fue elevada sin problemas el 17 de agosto de 1970, conociéndose posteriormente en Venera 7. La segunda nave no tuvo tanta suerte: la etapa superior falló, y el vehículo (nombrado como Kosmos 359) quedó en órbita terrestre, y días después reentró en la atmósfera. Total, los esfuerzos se centraron en la restante.

Tras dos maniobras de corrección de rumbo (2 de octubre y 17 de noviembre), la sonda alcanzó Venus el 15 de diciembre. Antes de ser liberado, el interior del lander fue enfriado a temperatura bajo cero para asegurar su funcionamiento ya en superficie. Después de ser expulsada, la cápsula entró en contacto con la atmósfera venusina a 135 km. de altitud sobre su superficie. El rozamiento atmosférico eliminó gran parte de la velocidad, y la densidad de la atmósfera hizo lo propio hasta que el paracaídas se desplegó a unos 60
km. de altitud, momento en el cual Venera 7 comenzó a transmitir, y así lo hizo durante los 35 minutos que duró el descenso. A 10 metros de la superficie, el cable del paracaídas se rompió, y la sonda cayó a la superficie, perdiéndose así la señal. Después de intentarlo todo, se perdió la esperanza de recuperar algo de la sonda.

Varias semanas después, se decidió investigar el ruido de fondo grabado tras el aterrizaje de Venera 7. Como los grabadores habían estado encendidos durante bastante tiempo, se esperaba encontrar alguna señal que pudiera indicar que la sonda había sobrevivido. Los resultados fueron positivos. Tras pasar las cintas por un complejo procesado por ordenador, encontraron que Venera 7 había transmitido datos durante otros 22 minutos 58 segundos hasta que sucumbió al entorno venusino. La señal no era más que un 1% de la señal esperada desde la antena de media ganancia de la sonda (probablemente porque había rebotado y caído sobre un lado), aunque por suerte incluía la información de su instrumental. Venera 7 había aterrizado en el lado nocturno de Venus, y aún así la temperatura era de 475ºC (con un margen de más/menos 20 ºC) y había una presión atmosférica de 90 (más/menos 15) atmósferas terrestres. Esta información confirmaba todo lo que sondas como Mariner 2 y 5 (en 1962 y 1967) habían registrado desde el espacio. Las coordenadas aproximadas de aterrizaje de la sonda son 5º latitud sur, 351º longitud este.

Si el objetivo era el de hacer ciencia comprensible en la superficie de Venus, la información que proporcionó Venera 7 resultó crucial. Dos años después, con Venera 8 se obtuvo nueva información de vital importancia, ya que no solo aterrizó en la cara solar, incorporaba un fotómetro que confirmó que había suficiente luz como para que se pudieran tomar fotografías de la zona de aterrizaje. De esta manera, todo esto allanó el camino para que en 1975 se obtuvieran las primeras imágenes claras desde la superficie de otro planeta.

martes, 6 de agosto de 2013

Summer in the Solar System

No tenemos miedo en reconocerlo: No soportamos el verano. No soportamos el agobiante calor, las aglomeraciones, y otras cosas que conlleva esta época del año. Pero en fin, existe mucha gente que no solo lo aguantan, sino que desean más que cualquier otra cosa que llegue. Si fuera por nosotros, agarraríamos el petate y, cuando comenzara esta estación, iríamos al hemisferio sur, es decir, donde es invierno, para así evitar el asfixiante calor y la inaguantable humedad que tiende a existir en la costa. Eso sí, comparado con otros rincones del sistema solar, nuestro planeta es más bien un lugar templado. Así que, acérrimos del calor, os vamos a dar una pequeña guía sobre los mejores lugares en los que pasar un verano con algo de calor, aunque con un protector solar con un factor de millones.

Antes de empezar, nos gustaría corregir una falsa creencia que corre por aquí. Aunque parezca extraño, cuando es verano aquí en el hemisferio norte de la Tierra, es la época en la que nuestro planeta se encuentra más lejos de Helios. Aunque la órbita terrestre no es de las más excéntricas del sistema solar, tiene más que ver con como caen los rayos del Sol, en este caso perpendicularmente, recalentando la atmósfera y aumentando la temperatura, provocando los anticiclones. Tenerlo presente.

Pero en fin, metámonos en el tema. Si queréis el lugar con un máximo calor, el Sol es vuestro lugar. Aunque el pobre Anaxágoras afirmó que “no es más que una roca ardiente más grande que el Peloponeso” (por lo que tuvo que salir echando leches de Atenas porque si no lo despachaban) nuestra estrella es realmente un gigantesco reactor nuclear de fusión, que genera la energía, como bien dice el término, fusionando dos átomos de hidrógeno (creando helio en su lugar) y generando en el proceso inmensas cantidades de energía. Por ello, su interior está a millones de grados, y a medida que nos vamos alejando de su interior, la temperatura desciende, hasta llegar a la superficie donde allí, en la fotosfera, la temperatura es de apenas 6000ºC. Son muchos los misterios que encierra, ya que cuando uno empieza a alejarse de la fotosfera rumbo al espacio, la temperatura vuelve a ascender, alcanzando la corona (su atmósfera) decenas de miles de grados. Agradable, ¿verdad? Vale, puede que sea una opción un pelo extrema.

A aproximadamente 58 millones de km. de Helios, nos encontramos a Mercurio. A juicio de este humilde cronista, uno de los lugares más bellos del sistema solar, aunque es un lugar bastante particular. Lo es principalmente por la resonancia de sus movimientos. Recordemos que tarda 88 días en rodear nuestra estrella, y 58.7 en girar sobre sí mismo. Lo que ocurre es que cuando el planeta ha completado dos traslaciones, ha rotado prácticamente tres veces, lo que se suele decir que posee una resonancia 2:3. Por lo tanto, debido a una absurda convención, se dice que el día de Mercurio dura 176 días, lo que no es exacto. Lo que ocurre realmente es que hay zonas que tardan, dado lo peculiar de sus movimientos, exactamente ese tiempo en volver a recibir la luz solar. A causa de esto, la temperatura en la cara que ofrece al Sol se tuesta hasta alcanzar 427ºC, principalmente por el material de su superficie, formado principalmente por materiales volcánicos, lo que provoca que retenga mucha radiación solar. Por supuesto, si queréis tomar el sol desde allí, no os vendría mal una buena sombrilla, realizada con materiales cerámicos, y algo de agua, porque es un lugar algo sequillo. Otra de las claves, obvia, por la que acumula tanto calor en su superficie es precisamente su lenta rotación. Ya que ofrece durante bastante tiempo la misma cara al Sol, la temperatura sube y sube, y no para hasta que al final está fuera de su vista. Claro, que si os cansáis de tanta luz, dando dos pasos mal contados llegaréis a su cara nocturna y refrescaros algo. Ahora, no recomiendo un vuelta y vuelta, acabaréis no rojos como los turistas que no se protegen adecuadamente, sino negros como la carbonilla. Una pequeña pega. Esto añade al término tostarse al sol un nuevo significado.

Aunque la imaginación desbocada de los escritores de ciencia-ficción (y buena parte de la comunidad científica) pensó que Venus no era más que un paraíso tropical, tampoco es mal lugar para pasar un veranillo agradable. Bueno, tenemos que puntualizar, ya que el segundo planeta al Sol por distancia (108 millones de km.) se parece más a una sauna que a otra cosa. Allí tomar el sol, tomar el sol, pues como que no, porque el planeta posee una densa capa de nubes que no deja que nuestra estrella caliente su superficie, pero no existe impedimento para que los amantes de las temperaturas algo elevadas pasen una temporada… siempre y cuando poseas una casa hecha de las planchas de titanio más resistente, además de necesitar un traje como el de los buzos (solo que más fuerte y resistente), y probablemente un adecuado sistema de aire acondicionado. Gracias a todas las sondas que hemos enviado allá, la temperatura en superficie alcanza unos 480ºC aproximadamente, sea cual sea la zona en la que estés, ya sea en el ecuador, en los polos, en la zona diurna o en la nocturna. La clave de tal registro (es la temperatura de la fusión del plomo) es precisamente su capa de nubes y su atmósfera de dióxido de carbono. Venus es, después del Sol y la Luna, el astro más brillante del firmamento, a causa de que la luz solar es reflejada efectivamente por la capa superior de nubes del planeta. En cuanto a la radiación infrarroja (o energía calorífica) es poca la que consigue atravesar los 60 km. de espesor de las nubes de Venus, la pega es que esa radiación no vuelve a salir, lo que provoca un incremento, lento pero estable de las temperaturas. Y si no estuvieran las nubes, el propio dióxido de carbono que constituye la inmensa mayoría de su atmósfera provocaría un efecto similar. Esto es el efecto invernadero, solo que ligeramente exacerbado. Y si a la receta le añadimos que las nubes están cargadas con gotas de ácido sulfúrico, una presión atmosférica como la que hay a aproximadamente 1 km. bajo los océanos terrestres, y unos vientos de aproximadamente 300 km/h (lo que causa que las nubes rodeen el planeta por completo en cuatro días) tenemos un lugar un tanto exótico, aunque con suficiente claridad, la misma que en un día nublado de verano en Moscú. El paraíso del calor.

Si no os gusta viajar demasiado lejos, a unos 384.000 km. de nosotros en línea recta tenemos a nuestro satélite. Si los científicos calificaron a Mercurio como otra Luna, no fue por casualidad. Un cuerpo gris, plagado de cráteres, casi sin atmósfera. Pero si os habéis sentido agobiados con las temperaturas del primer planeta, una estancia en Selene os parecerá que estáis en invierno. Las condiciones de un cuerpo celeste y otro son similares: lenta rotación, material volcánico en su superficie, carencia de atmósfera. Por ello, y gracias a su mayor distancia al Sol, posee temperaturas más bajas: a plena insolación en las regiones ecuatoriales, el mercurio alcanzará 105ºC. Comparado con los anteriores destinos, a lo mejor os entran ganas de agarrar un plumas, no sabemos, aunque es agradable, y alcanza tal valor a causa de lo que tarda en girar sobre sí mismo, unos 28 días, lo mismo que en dar una vuelta alrededor nuestro. Han sido 12 los astronautas que dejaron sus huellas allí, y qué mejores referencias sobre cuál debe ser el sitio ideal para pasar un verano interesante. Porque allí hay de todo para ser el perfecto turista: restos de sondas orbitales, vehículos de aterrizaje estáticos y hasta cinco coches con los que poder recorrer la superficie lunar sin apenas cansarse. Todo facilidades, vamos.

El calor puede venir de dos fuentes: del mismo Helios, o del interior del cuerpo celeste. Si hay
vulcanismo en la Tierra es a causa de este calor interno atrapado. Y esto causa que un lugar, aunque se encuentra lo suficientemente lejano al Sol como para no calentarse en exceso, posea unas temperaturas, digamos, altas. Se trata del enigmático y sorprendente satélite de Júpiter Io, el más cercano de los cuatro galileanos. Aunque es algo mayor que nuestra Luna, nadie pensaba encontrar lo que las sondas Voyager divisaron: volcanes enormemente violentos por todas partes. Al telescopio (un telescopio corriente y sencillo) Io no es más que un punto de un color rojo más intenso que el de Marte, aunque a corta distancia su superficie va del amarillo al naranja, aunque posee otros tonos intrigantes. Sin cráteres de impacto a la vista, estamos ante una de las superficies más espectaculares del sistema solar. Su superficie está cubierta por los restos de las erupciones que se han producido a lo largo de los siglos, por lo que la inmensa mayoría del suelo del satélite está cubierto por una capa de azufre congelado. Ahora os preguntaréis: ¿no es esta una entrada acerca de lugares caldeados del sistema solar? Pues sí, porque aunque la temperatura superficial de Io no sube de los -130ºC, los lagos de lava en las cimas de los volcanes están a unos 1610ºC. Un buen baño tonificante. Esta es la temperatura más alta del sistema solar (exceptuando al Sol, por supuesto), y con esta no necesitas lumbre para asar unas salchichas, unas tiras de bacon o preparar un huevo frito. Aunque bueno, sufrirás algunas incomodidades. No solo tendrás que escalar montañas más altas que el Everest, sino que tendrás que hacerlo con una dosis diaria de radiación algo respetable, unos 3600 rems al día. Minucias. En fin, como ya explicamos en una anterior entrada, este calor interno es provocado tanto por la extrema gravedad de Júpiter por un lado, como por las órbitas de resonancia y las masas de los dos satélites galileanos inmediatamente exteriores.

Por opciones que no queden, y en esta pequeña guía nos hemos dejado en el tintero a los asteroides NEO’s, ya que alguno de ellos se acerca al Sol lo suficiente como para poder entrar aquí, pero es poco lo que sabemos de ellos, y no es cuestión de elucubrar. Pues nada, si la Tierra se os queda pequeña, o si queréis sentir el verdadero calor en vuestras carnes, estas son nuestras propuestas.