Phoenix, un tributo

sábado, 8 de agosto de 2015

Desastre y triunfo

La suerte, ese elemento esquivo, suele estar por todas partes. Ya sea de la buena, o de la mala, es parte indispensable de muchos ámbitos. En el de las misiones espaciales, tanto tripuladas como robóticas, es algo que siempre hay que tener en cuenta. Naves como Apollo 13, varias de las Soyuz rusas, o sondas como Mariner 2, Venera 7, Galileo, Mars Global Surveyor u otras, han visto como la suerte, tanto de la buena como de la mala, han afectado su desarrollo. Sin embargo, hay una en la que la suerte ha sido parte fundamental. El proyecto que hoy diseccionaremos fue tan influenciado por la suerte, que hizo de esto un factor decisivo en las conclusiones futuras que nos pueda dar. ¿Pero qué tipo de suerte? Seguid leyendo y sabréis de lo que estamos hablando.

De todos los proyectos cuyo objetivo es estudiar a Helios, existió uno con unos objetivos cuanto menos curiosos. Adscrita al programa Discovery (elegida en octubre de 1997 junto con CONTOUR), con este vehículo lo que se buscaba era recolectar muestras del Sol, con el objetivo de buscar los ingredientes que lo conforman y que formaron parte de la nebulosa planetaria que generó finalmente el sistema solar. En esencia, era un viaje en el tiempo, nada menos que al comienzo de todo, en una época en la que el Sol no era más que un conjunto de elementos volátiles. Este hecho propició que el nombre que recibió el proyecto fuera enormemente simbólico: nada menos que Genesis, como el primer libro de la Biblia de los cristianos en el que relataba la creación del universo en manos de Dios.

¿Cómo que recoger muestras del mismo Sol?, os preguntaréis. Bueno, la verdad es que el proyecto no iría directamente a nuestra estrella para coger una cucharada de la superficie solar, sino que se colocaría justo delante de Helios, a una distancia segura, eso sí, para capturar partículas del viento solar, y devolverlas a la Tierra para su posterior estudio. Genesis, por lo tanto, era un proyecto en esencia a largo plazo, ya que lo que se buscaba era tener ese conjunto de muestras para que, cuando los medios analíticos hubieran avanzado lo suficiente, poder estudiarlas y buscar pistas sobre esos ingredientes de la nebulosa planetaria.

Antes de esta misión, el viento solar ha sido objeto de examen por muchas misiones. Casi todas las misiones Apollo que pisaron la Luna portaron recolectores especiales para capturar en la superficie selenita partículas del viento solar, volviendo con ellas después, proporcionando resultados muy interesantes. Posteriormente, misiones como Ulysses, SOHO, Wind, ACE, TRACE, TIMED o RHESSI (estas dos últimas lanzadas después de Genesis) han ido estudiando desde distintos aspectos ese viento solar, que afecta a todo el sistema solar de alguna forma u otra. Muchos científicos pensaron que, gracias a las muestras traídas por las tripulaciones Apollo, en el Sol existe una especie de registro fósil de las partículas que conformaron la nebulosa que dio paso al sistema solar tal y como lo conocemos, de la misma manera que los anillos de crecimiento de un árbol nos pueden indicar el clima de una región  y los cambios a lo largo del tiempo.


¿Qué elementos utilizaría para capturar esas partículas del viento solar? Lo más puro y limpio que se pudiera, de ahí que gran parte del presupuesto asignado al proyecto fuera a la elaboración de los materiales destinados a cosechar ese preciado tesoro. En cuanto al vehículo en sí, echaría mano de gran parte de las tecnologías ya desarrolladas para hacer más baratos los vuelos espaciales. Genesis se estructuró en torno a una plataforma de equipamiento de diseño rectangular, de 2.3 x 2 metros, sobre la cual se colocaron los elementos electrónicos, la generación de energía y los aparatos científicos. El ordenador era el habitual de los últimos proyectos de la NASA, estructurado alrededor del procesador RAD6000, con los tradicionales 128 MB de memoria RAM dinámica para alojar el software de control y el almacenamiento de los datos, junto con 3 MB de memoria no volátil. Para las comunicaciones usó un sencillo transpondedor de banda-S, debido a que no se iba a alejar demasiado de la Tierra, y para contactar con el centro de control incorporó una antena de media ganancia de forma espiral, colocada en el lado que ofrecía a la Tierra, mientras que cuatro pequeñas antenas de baja ganancia servían durante los eventos de modo seguro o en los momentos iniciales o finales de la misión. La orientación de Genesis, para hacerla más sencilla, se conseguía por rotación, con un ratio de 1.6 rpm una vez en la actitud de recolección. Un par de escáneres estelares y un grupo de sensores solares

digitales (dos en los paneles solares y dos en la plataforma de equipamiento) proporcionaban la información necesaria. Si el ratio de giro era igual o inferior a las 2 rpm, los escáneres estelares y los sensores solares colocados en los paneles garantizaban la estabilidad. Si el ratio de giro era superior a las 2 rpm, principalmente en las maniobras propulsivas, los sensores colocados en la plataforma localizaban al Sol para asegurar la posición correcta a la vez que informaba al ordenador de a bordo sobre el ratio de giro. Fue equipada con dos grupos de propulsores. Cuatro de ellos, los más potentes, se encargaban de colocar a Genesis en su órbita de trabajo, mientras que dos grupos de cuatro pequeñas aberturas servían para maniobras con las cuales mantener la órbita o controlar el ratio de giro. El control de la temperatura de a bordo lo garantizaban los calentadores eléctricos, láminas de kaptón negro en la cara que ofrecía a la Tierra, y mantas elaboradas a base de óxido de indio-10 cubrían la cara que ofrecía al Sol. La energía la proporcionaban dos paneles solares, que nacían de los lados opuestos de la plataforma. Elaborados en aluminio y silicio, contenían células solares también fabricadas a base de silicio, y una vez en su lugar proporcionaban a Genesis una envergadura total de 7 metros. La energía la almacenaba una pequeña batería de níquel hidrógeno. En la cara que ofrecía al Sol estaba situado el elemento principal del proyecto: la cápsula de retorno con el sistema de recolección. Esta cápsula quedaba sujeta al resto de la sonda apoyada en tres puntales de dos soportes cada uno, en cuyo final se encontraba un anillo sobre el que se colocó el escudo de reentrada. Unos cables de energía y datos proporcionaban alimentación y comunicación entre los sistemas de la cápsula y el resto de Genesis, y unos dispositivos pirotécnicos unidos a unos resortes se encargaban de la separación una vez estuviera lista para ello. La cápsula poseía un diseño similar a la de Stardust, aunque con mayores medidas. Medía 1.52 metros de diámetro por 81 centímetros de altura, y estaba compuesta por cinco elementos: el escudo de reentrada (construido en grafito-epoxi con placas cerámicas de Carbono-Carbono, diseñadas para soportar reentradas a altas velocidades y eliminar el 99% de la energía cinética de la cápsula), la aerovaina (elaborada también en grafito-epoxi, con material de protección termal desarrollado para la misión Viking, para ofrecer los puntos de unión con el resto de elementos de la cápsula de retorno), el contenedor científico (una lata de aluminio que alojaba los componentes recolectores), el sistema de paracaídas (estructurado alrededor de un mortero que accionaba un paracaídas de estabilización de 2.1 metros de diámetro, que posteriormente provocaba la extensión de un parapente de 10.5 x 3.1 metros) y las aviónicas (destinadas a provocar la extensión de los paracaídas y a enviar señales sobre su localización mediante una baliza UHF). El equipo científico se estructuraba alrededor de cuatro dispositivos. El principal era el Conjunto de Colectores del Viento 
Solar. Situados dentro del contenedor científico, poseía cinco paneles en cuyo interior fueron colocadas losetas hexagonales elaboradas por materiales ultrapuros para recolectar las partículas del viento solar. Dos de esos paneles fueron diseñados para recolectar viento solar en todas las circunstancias. Llamados paneles de recolección en bruto, uno estaba situado dentro de la tapa del contenedor, y el otro en la parte superior del conjunto de paneles apilados. Las otras tres placas cosechadoras se encontraban bajo el panel de recolección en bruto, y se extendían en respuesta a los regímenes del viento solar (placa L, velocidad lenta; placa H, alta velocidad; placa E, CME’s). Las losetas hexagonales estaban elaboradas individualmente, y estaban fabricadas en silicio, germanio, zafiro, diamante creado artificialmente, cristal metálico y otros elementos. Cada una medía 10 centímetros, y en total cargaba 55 losetas entre los cinco paneles. Una vez se abría la cápsula y el contenedor, el conjunto de paneles apilados se desplazaba para que

así el segundo elemento recolector pudiera almacenar otro tipo de partículas. Este elemento recibía el nombre de Concentrador Solar. Formado por una serie de rejillas cargadas eléctricamente y una serie de espejos, y finalizada en un objetivo elaborado por cuatro porciones (una de diamante, dos de carburo de silicio, y una última de silicio con un recubrimiento de carbono similar al diamante) que totalizaban 26 centímetros cuadrados, poseía la tarea de acumular átomos de oxígeno provenientes del viento solar, discriminando el resto de elementos usando los elementos incorporados, para así poder realizar un análisis del tipo (o tipos) de molécula de oxígeno que expulsa el Sol a través del viento solar. Todo esto quedaba dentro del contenedor científico, que fue objeto de una descontaminación enormemente rigurosa para eliminar toda partícula terrestre. Quedaba alojado dentro de la cápsula, sujeto entre la aerovaina y el escudo de reentrada mediante puntales. Debido a que poseía paneles para diferentes regímenes del viento solar, fue necesario colocar detectores que pudieran indicar a la sonda qué panel era el más apropiado para extraer. Así, Genesis recibió dos monitores proporcionados por el Laboratorio Nacional Los Alamos. El GIM, Monitor de Iones de Genesis, situado en la plataforma de equipamiento cara al Sol, se encargaba de medir una amplia gama de energía proveniente de los elementos del viento solar, tales como protones, partículas Alfa o iones menores. Así, podía determinar la velocidad (o energía) de las partículas cuando éstas entraban en el instrumento a través de una pequeña abertura de 1 milímetro de ancho y dirigidas a un par de placas cargadas eléctricamente. En esencia, GIM medía la velocidad de las partículas calculando así la temperatura a través de la energía emitida. El cálculo de la velocidad indicaba el régimen de viento solar al que se exponía. El Monitor de Electrones de Genesis, GEM, actuaba de manera similar, aunque su tarea era la de indicar la dirección de las partículas del viento solar, además de analizar los electrones dentro de este flujo de partículas. Compuesto por dos semiesferas elaboradas en oro y cargadas eléctricamente, recibía los electrones mediante una pequeña abertura en la carcasa del aparato. Su posición en uno de los extremos de la plataforma de equipamiento, en la cara que ofrecía al Sol, le proporcionaba la capacidad de detectar los electrones que llegan de todas partes. Dependiendo de la dirección de las partículas entrantes, determinaba qué tipo de régimen del viento solar tenía enfrente. Cuando todas estas partes quedaron unidas, y con todo el combustible cargado, declaraba una masa de 636 kg.

Es posible que os estéis rascando la cabeza al haber leído esa cosa tan rara llamada regímenes del viento solar. El amplio estudio de Helios en los últimos años ha permitido observar relaciones entre diversas características de la superficie del Sol, la magnetosfera y la emisión de las partículas energéticas, o plasma, procedente de nuestra estrella. Los científicos han determinado que existen tres regímenes. El viento solar de alta velocidad proviene de unos lugares llamados agujeros coronales 
(zonas de la corona solar que permanecen oscuros en el espectro de los rayos X) en forma de gas caliente a una velocidad de hasta 1.200 km/s. El viento solar de baja velocidad proviene de las regiones fronterizas de los agujeros coronales, donde la geometría magnética de esas zonas permite un escape “fácil” y a una velocidad relativamente lenta, de hasta 300 km/s. El tercer régimen es el de las eyecciones de masa coronal (CME), que supone una interrupción de los regímenes normales, y se crea cuando una o un grupo de espirales magnéticas alrededor del Sol se vuelven inestables, y estalla hacia el espacio, expulsando una gran cantidad de materia, acompañadas algunas veces por llamaradas solares excepcionalmente brillantes que provocan grandes emisiones de partículas radiactivas que pueden alcanzar la Tierra en un día o dos. Las CME’s pueden ser “lentas”
o “rápidas”, y son mucho más frecuentes en las épocas de máxima concentración de manchas solares. Estas emisiones son tremendamente peligrosas, debido a que pueden averiar gravemente las electrónicas de los satélites y los equipos electrónicos en la superficie. En esencia, estos son los regímenes del viento solar de Helios, y esta es la razón de que posea un panel cosechador dependiendo del régimen que reciba. Para que Genesis pudiera desplegar el panel apropiado se incorporó un algoritmo llamado WIND que, alimentado por la información de los monitores, ordenaba el despliegue del correspondiente.

Muchos celebraron la aprobación de este proyecto. Otros, se quejaron porque era la segunda nave que en poco tiempo tenía la misión de recoger muestras extraterrestres, de ahí que afirmaran que era la segunda vez que la NASA duplicaba proyectos (la primera vez que se quejaron sobre esta duplicidad fue cuando apareció Mars Odyssey, ya que MGS disponía de un instrumento, el TES, similar al THEMIS de la sonda marciana del 2001). Como en 1999 se había lanzado Stardust con la misión de recoger fragmentos del núcleo de un cometa, para así estudiar el origen de los cometas, al principio de la creación del sistema solar, los objetivos de Genesis, aseguraban, eran idénticos. En realidad, la sonda solar viajaba mucho más atrás en el tiempo.

En la primavera del 2001, Genesis ya se encontraba en Cabo Cañaveral, y se le realizaron las pruebas finales antes de ser colocada en su lanzador, el Delta 2-7326. Su lanzamiento se programó para el 30 de julio, aunque inicialmente estaba previsto para enero, y después para febrero de ese mismo año. Se decidió retrasarlo para posibilitar el lanzamiento de Mars Odyssey a Marte en su ventana de lanzamiento. El destino de la sonda era el de situarse en torno al punto lagrangiano L1, en donde ya estaban SOHO, Wind y ACE, en una denominada órbita de halo, en la cual orbita un punto en el espacio en vez de un cuerpo planetario. Desde allí, situado a 1.5 millones de km. delante de la Tierra y camino de Helios, se encuentra fuera de toda interferencia magnética de la magnetosfera terrestre, quedando así libre para recoger todo lo que le echara el viento solar.


Después de varios retrasos (problemas con el suministro de energía hacia uno de los escáneres estelares en una unidad idéntica en un satélite en órbita a la que equipaba la sonda, y después por la meteorología), Genesis fue lanzado el 8 de agosto camino del L1. Le esperaba un trayecto de unos tres meses, en los cuales realizó solo una maniobra de corrección de rumbo (dada la trayectoria tan precisa en que la inyectó el lanzador) y se comprobó el estado de los sistemas de a bordo. En estos días de crucero, mientras la sonda respondía bien, la cápsula de retorno de muestras empezó a exhibir una temperatura más alta a lo proyectado. Estudiado el problema en Tierra, parecía que el recubrimiento termal interno se había degradado en exceso, pero un análisis a distintos componentes de hardware con configuración muy parecida a la de vuelo (batería, contenedor de las placas cosechadoras) mostró que podría sobrevivir sin problemas. Finalmente, el 16 de noviembre Genesis realizó una inserción orbital tipo Lissajous, entrando en una órbita elíptica alrededor del L1. En total, la sonda realizaría 5 órbitas en las cuales estaría recogiendo moléculas casi continuamente.

Después de comprobar el correcto estado de la sonda, el 3 de diciembre recibió la orden de abrir la aerovaina y la tapa del contenedor científico, y exponer los paneles cosechadores al viento solar. En total serían 850 días de recolección, y durante todo este tiempo estuvo funcionando sin novedad, salvo porque en mayo del 2002 una enorme eyección de masa coronal tocó la sonda, saturando así los escáneres estelares. Tras la entrada en modo seguro correspondiente, Genesis regresó a la tarea. Y así el 1 de abril del 2004, el centro de control ordenó el cierre del contenedor científico y de la cápsula de retorno. El proceso culminó el día dos, con el sellado de la aerovaina. Tiempo antes de este evento, los científicos que controlaban los monitores solicitaron que Genesis recibiera una extensión de misión para permitir que la sonda continuara estudiando el viento solar, ya que la información proporcionada por los monitores era de una calidad extraordinaria y sobre todo por la sorpresa que dieron el 30 de mayo del 2002: el flujo del viento solar cayó a un nivel tan bajo que los monitores no lo detectaron, el llamado día en el que el viento solar desapareció. Con este deseo, se inició el viaje de retorno.

La órbita en la que se encontraba fue diseñada para que pudiera salir de ella naturalmente, sin necesidad de mucho gasto de energía. Debido a la, digamos, especial, forma de recogida, el vehículo se dirigió hacia el punto L2, en el lado opuesto al L1, al cual rodeó, poniendo así rumbo hacia la Tierra al punto de entrega. Se eligió esta trayectoria porque se quería que la reentrada en el punto designado (el Utah Test and Training Range) coincidiera con las primeras horas del día con el Sol ya sobre las áridas planicies del estado de Utah. Además, la maniobra contemplaba que la recogida de la 
cápsula se hiciera en el aire. A tal efecto se prepararon dos helicópteros tipo Eurocopter Astar 350-B2, cada uno tripulado por 3 personas, y equipado por un mástil de 5.6 metros y un cable de kevlar de 137 metros, finalizado en un gancho que atraparía en vuelo la cápsula. A causa de la altísima sensibilidad de las muestras recogidas se eligió este sistema, y hacía falta luz diurna para estas operaciones.

Genesis abandonó la órbita del L1 el 22 de abril, poniendo rumbo al L2, que rodeó, para dirigirse posteriormente al punto designado para la liberación, programada para el 8 de septiembre. Como la cápsula carecía de cualquier elemento de propulsión, se diseñó una trayectoria de reserva en el caso de que surgiera algún problema durante la fase de separación. La llamada fase de recuperación, de un mes de
duración, fue de intensa preparación, tanto en la sonda, afinando la trayectoria, como en el lugar de recogida, ensayando el método de captura. Para conseguir llegar al sitio designado, se necesitó llevar a Genesis para que la cápsula contactara con la atmósfera terrestre dentro de una elipse de 33 x 10 km. de extensión. Tres maniobras (completadas los días 9 y 28 de agosto y 6 de septiembre) situaron a la sonda para dirigir a la cápsula de retorno en el pasillo correcto. Después de comprobar que todos los dispositivos de a bordo estaban listos, se recibió la luz verde para comenzar el proceso de liberación.

A las dos de la mañana, hora del lugar de recogida, los sistemas pirotécnicos que accionaban la separación se armaron. Dos horas y media después, los cables de energía y datos entre la sonda y la cápsula quedaron cortados, dejándola lista para la liberación. Una bisagra, último punto de unión entre los dos vehículos, se separó. El destino estaba echado. Poco después, los propulsores de la sonda provocaron una aceleración del ratio de giro, hasta las 10 rpm, para proporcionar a la cápsula estabilidad para la reentrada. Una hora después, Genesis se dio la vuelta, y después incrementó el ratio de giro hasta las 15 rpm. Como el escudo de reentrada

estaba apoyado en el anillo colocado en la plataforma de equipamiento, esta reorientación resultaba necesaria. Finalmente, aproximadamente a las 5:53 de la mañana (hora de la región) Genesis liberó la cápsula, a una altura aproximada de 65.896 km. 22 minutos después, la sonda se reorientó, redujo su ratio de rotación, y realizó una maniobra de desviación, para evitar la incineración con la atmósfera. Todo lo demás, corrió a cargo de la cápsula.

A 11.04 km/s, la cápsula de Genesis contactó con las capas altas de la atmósfera, a las 9:55 de la mañana, convirtiéndose en ese momento en el segundo objeto fabricado por el ser humano que más rápido había entrado con la atmósfera. Aproximadamente 45 segundos después, alcanzó la máxima deceleración, de 3 G’s.

A partir de ese momento, la aviónica entró en marcha. A 33 km., el paracaídas de estabilización debería haberse abierto, para así controlar y frenar un poco más el descenso, para después, separar parte de la aerovaina para desplegar el parapente, para provocar un descenso en espiral reduciendo de manera efectiva la velocidad de descenso, bajando a 3.7 m/s. A 3.000 metros, los helicópteros empezarían las maniobras para capturar el parapente y la cápsula adosada, y una vez cogida, descender para que la cápsula tocara tierra de manera suave. Una vez allí, el personal de tierra cortaría el cable que unía el parapente a la cápsula, para después volver a enganchar un cable para que el helicóptero transportara la cápsula a un aeródromo cercano, en donde se llenaría de gas de nitrógeno para eliminar todo gas de la alta atmósfera que hubiera en su interior. Después de dos horas, y en una sala limpia colocada a propósito, la cápsula se abriría para extraer el contenedor, meterlo en un avión y enviarlo al Centro Espacial Johnson de Houston, en cuyas instalaciones de curación se construyó una zona exclusiva para las muestras. Por desgracia, la realidad quiso que ninguno de los paracaídas se extendiera, por lo que se acabó estrellando en el suelo del Terreno de Pruebas Dugway a 311 km/h., y todo en riguroso directo a través del canal CNN (eran las primeras muestras extraterrestres que conseguíamos desde las de Luna 24 en 1976, y las primeras de más allá de la Luna).

Con el impacto, la cápsula se abrió y destrozó, a la vez que el contenedor científico. Eso sí, hubo cierta suerte, debido a que el terreno estaba en un estado casi fangoso, proporcionando cierta amortiguación. De esta manera los daños fueron menores a los que se suponían a causa de la velocidad terminal de la cápsula. Permaneció varias horas allí a causa del peligro que suponían los dispositivos pirotécnicos no disparados y los ácidos de la batería de la aviónica. Cuando consiguieron acercarse, un grupo extrajo la cápsula, y la subió a uno de los helicópteros llevándola al lugar previsto. Otro equipo se quedó un mes recogiendo y catalogando los restos que habían quedado esparcidos. Un primer examen del contenedor mostró que parte de la tierra de la zona había quedado adherida a las losetas, pero parecía que muchas de ellas estaban intactas. Cuando el contenedor llegó al Centro Espacial Johnson lo abrieron y empezaron la limpieza.

El análisis preliminar mostró que la contaminación, en muchos casos se podía eliminar, en otros, evitar. Muchas estaban limpias, y en cuanto empezaron a extraer las losetas, empezaron a enviarlas a otros centros especializados. A la vez, a causa del fallo de la cápsula en desplegar los paracaídas, se abrió la habitual comisión de investigación. Esta vez lo tenían fácil, porque tenían los componentes en la mano para analizarlos.

Después de revisar de arriba abajo la cápsula, descubrieron con horror la causa: los acelerómetros (en realidad, un interruptor de fuerzas G, diseñado para provocar un contacto eléctrico entre los componentes del aparato), diseñados para sentir la deceleración a la que iba a someter la cápsula y provocar el despliegue de los paracaídas, se habían montado ¡al revés! De esta manera, resultaba prácticamente imposible el correcto funcionamiento de estos sistemas. Pero eso no fue lo peor, ya que ninguna revisión de diseño detectó el problema, y más grave aún, la empresa constructora, la Lockheed Martin Space Sistems, se había saltado un procedimiento previo a uno de los tests de verificación, con el que fácilmente se hubiera descubierto el problema, que resultaba muy fácil de solucionar.


De manera inesperada, no fue el polvo del desierto lo que supuso una dificultad para analizar las losetas. Fueron los mecanismos internos (lubricantes y otras sustancias entre las electrónicas) los que fastidiaron parte del material. Aún con eso, se han podido hacer varios descubrimientos notables. Como uno de los objetivos principales era el de estudiar la composición concreta de Helios, nos ha deparado ciertas sorpresas: un isótopo, el oxígeno-16, se descubrió que estaba en el Sol en mayor proporción que en la Tierra, indicando que de alguna manera existió un mecanismo que eliminó este isótopo antes de la formación de nuestro planeta. Otros análisis mostraron concentraciones de argón y neón que ayudaron a descartar teorías sobre la formación del sistema solar. Eso sí, de momento otros tipos de análisis están quedando vetados a los científicos debido a que aún no existen los métodos analíticos apropiados, aunque se espera que con el tiempo se puedan conseguir. En palabras de uno de los científicos del proyecto, a pesar del fallo en la cápsula de retorno, se han conseguido la mayoría, sino todos, los objetivos con los que se abrió el proyecto Genesis.

¿Qué fue de la sonda en sí? Pues pasó de largo, dirigiéndose de nuevo hacia el L1. Aún funcionaba correctamente, podría realizar una misión extendida y los monitores podrían servir como herramientas útiles para analizar el viento solar y para alertar a la Tierra en caso de CME’s. Sin embargo, el 6 de noviembre del 2004 completó una maniobra que la colocaba en un rumbo mediante el cual abandonaba para siempre el L1, y el 2 de diciembre se transmitieron los comandos para colocar a Genesis en hibernación. Así, entró en una órbita solar por delante de la Tierra el 1 de febrero del 2005, y hasta la fecha.

Ciertamente, la suerte jugó un papel esencial a lo largo del desarrollo de la misión. Una pequeña pieza del diámetro de un lápiz provocó la mala suerte, condenando a la cápsula a estrellarse sin remedio. Aunque sin embargo, la suerte ha querido que el objetivo que se buscaba se haya conseguido de manera casi completa, aunque todavía quedan muchas losetas por examinar, y muchos métodos analíticos por desarrollar. De ahí que el proyecto Genesis siga abierto, y aún nos enseñará cosas muy interesantes sobre Helios.