jueves, 31 de diciembre de 2009

Resumen del año 2009

Y ahora llega el esperado resúmen. Este 2009 por desgracia no ha sido especialmente fértil en noticias, a pesar de ser el año internacional de la astronomía. Básicamente este ha sido el año clave para la ISS, ya que se le han añadido nuevas e importantes estructuras, y sobre todo porque por fin las tripulaciones de la estación han dejado de ser de 3 para ser de 5 o 6. Desde la estructura S6 en el mes de marzo hasta el módulo ruso Poisk, mucho se ha avanzado, además de varias infraestructuras para los astronautas. En cuanto a las sondas, viajando planeta por planeta, MESSENGER realizó el tercer y último sobrevuelo al primer planeta, y solo le queda entrar en órbita, evento que se producirá en el 2011. Y gracias a esto ya tenemos un mapa casi global (faltan los polos por ser observados) del planeta, si juntamos además lo que observó Mariner 10. En Venus se ha dejado escuchar poco la tímida pero resultona Venus Express, pero algún apunte curioso nos ha dejado, como el asunto de haber encontrado granitos en su superficie. Sobre la tarea de buscar volcanes activos, por el momento, nada. Sobre nosotros solo Rosetta nos ha visitado, el mes pasado, realizando su última visita a la Tierra y la principal asistencia gravitatoria para poder alcanzar el 67P. Y por la Luna cosas malas y buenas han ocurrido. El año pasado mencionábamos que tres sondas estaban funcionando, y ninguna de ellas americana. Pues en este momento solo la americana es la que está funcionando. La china Chang'e, la colosal japonesa Kaguya (por finalización de misión) y la hindú Chandrayaan (por una avería) terminaron sus tareas por Selene, dejando al tándem LRO/LCROSS camino a la Luna, y mientras LRO se ponía en órbita para revisar todo lo revisable, LCROSS se estrellaba en el cráter Cabeus, encontrando rastros de agua (la suficiente para bañarse o más, dicen sus investigadores) en el lugar. Por Marte el séquito del planeta ha estado investigando dentro de sus posibilidades. Por desgracia son pocos los titulares que nos han dado. Las de órbita por los problemas que han tenido (MRO ya recuperada y Mars Odyssey en plena recuperación), y las de superficie haciendo lo posible. Mars Express ha sido la más callada, pero nos ha dejado también cosillas interesantes como el dúo Fobos-Deimos en una sola postal. Volviendo a los MER, Spirit ha vivido este año un calvario, ya que tras salir del Home Plate ha acabado atrapado en la ubicación Troy, en la que lleva desde el mes de mayo con todo el lado izquierdo enterrado en el blando suelo del cráter Gusev, y mientras Opportunity, una vez fuera del cráter Victoria el año pasado, ha estado todo este año en la ruta hacia el cráter Endeavour, aunque también ha tenido algunos problemas en el motor a una de sus ruedas. Pero lo que importa es que sigue en la ruta, y ambos MER cumplirán nada menos que 6 años, y si siguen alcanzarán y sobrepasarán la marca de Viking 1, y ese día sera digno de celebrarse. Puede que suene repetitivo, pero fueron diseñados para tres meses, y llevan allí desde el 2004. Parecen estar vinculados a esta crónica. Alcanzando Saturno, el planeta ha pasado el equinoccio de su órbita por el mes de julio, y la poderosa Cassini estuvo allí para relatarlo. Además, el hexágono del polo norte ha vuelto a ser visible porque la luz del Sol le vuelve a dar directamente, los grandes lagos de Titán contienen líquido (tal vez helado), algo que se ha confirmado gracias a una imagen de oportunidad, cuando la luz de Helios incidía directamente sobre ellos, en Encélado puede haber una gran concentración de agua líquida que sale a presión. A pesar de las apariencias, es poco lo que nos ha llegado desde tan lejano y hermoso lugar. En cuanto a otros temas, la aventurera Dawn pasó por Marte para ganar velocidad rumbo a los asteroides Vesta y Ceres, New Horizons ya se encuentra más cerca de Plutón que de nosotros (aún le quedan 5 años de travesía), la ilustrísima sonda Ulysses ha concluido su extraordinaria misión, y otras cosas de las que no nos acordamos. Por otra parte, este ha sido también el año de los telescopios. Tres nuevos se han lanzado, y por supuesto, el veteranísimo Hubble ha recibido su última puesta al día, para que nos dure unos pocos años más, hasta que se lance su sustituto. Para empezar, el telescopio interferómetro Kepler, cuya misión de búsqueda de planetas tipo Tierra ha sido retrasada hasta solucionar unos problemas en los sistemas de transmisión, fue lanzado en marzo, y pese a los problemas ya nos dio unos resultados prometedores, aunque no haya encontrado nada todavía. Y por su parte, el tándem Herschel/Planck, lanzado a través del mismo Ariane 5 ECA en el mes de mayo, también han comenzado sus labores, el primero contemplando el universo a través del infrarrojo, y el segundo explorando el fondo cósmico, también con interesantísimos datos. Y además en este año también han sido muchos planetas extrasolares, y alguno de ellos rocosos, y quién sabe, con características suficientes para abrigar vida. Y todo lo que nos espera en el 2010: El fin de las obras en la ISS, Cassini y su nueva misión extendida, los MER "dando la brasa" por Marte, las de órbita igual, nueva compañía (esperamos) para el planeta rojo, New Horizons observando a Plutón y Caronte por fin por separado, y nuevos proyectos que se lanzarán a lo largo del 2010. Por nuestra parte, desde luego, poco más, ya que ha habido una escasez de resultados notables. Esperemos que cambie en el 2010.

Ventana al Espacio (IX)


La región de formación de estrellas 30 Doradus, desde el Hubble.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Sopa de satélites (I)

Salvo Mercurio y Venus, todos los planetas tienen satélites. Ya sean más grandes, o más pequeños, están presentes, dando compañía a sus planetas, influyéndolos de alguna forma. Más cerca, más lejos, qué más da, siempre están allí, aunque en algunos casos no los veamos. Esta disertación es para hablar de quizás los más importantes, y seguramente los más curiosos.

La Luna (o Selene, como prefiráis), es importante para nosotros porque es nuestro único satélite. Lo es porque es el primero que hemos estado explorando habitualmente, y el único que hemos podido pisar. Lo que llama la atención es su tamaño: el diámetro de la Luna es de 3.476 km., lo que la convierte en parte del "top ten" de los satélites del sistema solar. Lo curioso es que tanto su rotación como su órbita alrededor nuestro es idéntico, es decir, 28'7 días, por lo que siempre ofrece la misma cara hacia la Tierra. Tuvimos que esperar hasta 1959 para ver (o algo) la cara oculta, cuando la sonda soviética Luna 3 obtuvo las primeras instantáneas del desconocido lugar. No eran precisamente esclarecedoras, pero nos dejaron adivinar algo de cómo era esa zona lunar. También tuvieron el don de hacer que los americanos se tiraran de los pelos, sobre todo cuando el comité de nomenclaturas de la Unión Astronómica Internacional dio permiso a la Unión Soviética a nombrar las estructuras recientemente encontradas. La Luna es un erial, un mundo completamente seco, cubierto en muchas zonas de su superficie de polvo, el llamado regolito. Muchos de los "mares" de la cara que vemos desde Tierra no son más que vastas acumulaciones del regolito, tal vez formado por erupciones volcánicas en los primeros tiempos de nuestro satélite, o los restos pulverizados de los impactos que generaron los cráteres. Además, la Luna nos influye más de lo que parece. Las mareas que hay en los mares terrestres son causados por la Luna y sus movimientos alrededor nuestro. Y hay una cosa más que comentar sobre la Luna. Selene actualmente está a 384.000 km. de media de altura sobre nosotros, y gracias a los sensores láser dejados por las misiones Apollo, sabemos que se aleja de nosotros, muy lentamente, pero lo hace. Llegará un día en que los eclipses solares no serán totales, solo anulares, motivado por esa causa. Ahora mismo se me viene a la mente una imagen poética. Imaginaos en la época, digamos, que cuando el hombre no era más que un cazador-recolector. En esa época nuestro satélite estaba mucho más cerca, y probablemente cuando estaba en fase llena, debía iluminar tanto la noche, que para aquella gente debía ser algo absolutamente fascinante. Actualmente hay muchos planes, y desde que la última misión del Apollo regresó de su superficie, mucho se ha soñado con instalar allí bases, laboratorios, y más allá, colonias en las que poder liberar el exceso de población. Los proyectos actuales son para colocar allí estaciones de abastecimiento para posteriormente enviar naves tripuladas a Marte. A nadie se le escapa la idea que la Luna será nuestro trampolín hacia el sistema solar, aunque hay que decir que los proyectos para instalar bases en suelo lunar llevan al menos 9 años de retraso, básicamente porque no hay financiación suficiente para ello. Si hubiera una agencia espacial mundial...

Seguimos avanzando por el sistema solar, alejándonos hacia los confines de él, cuando llegamos a Marte, para hablar de Miedo y Terror. Los dos satélites del planeta rojo, Fobos y Deimos, encontrados laboriosamente, como ya contamos, son dos objetos más parecidos a asteroides que a otra cosa. Baja densidad, escaso tamaño, forma irregular, todos los ingredientes para afirmar que fueron capturados hace miles de años cuando Marte poseía mucha más atmósfera. Fobos, de la forma de una patata, posee unas dimensiones de 28x20 km., y está plagado de cráteres, cuyo mayor de ellos, el Stickney, tiene unas raras estructuras radiales por todo su borde exterior. Su órbita es de 7 horas y 30 minutos, por lo que gira alrededor de Marte tres veces al día. Y lo más extraño: su órbita se va acercando a Marte, y llegará un día en que caiga al planeta por los efectos gravitatorios que Marte le provoca. Actualmente hay una misión casi preparada para ser enviada a investigarle: la rusa Phobos-Grunt, heredera de las dos que intentaron llegar en 1988, ya está en la base de lanzamientos, a la espera (no sabemos a qué) de ser enviada allí. Esperemos que tenga una buena y productiva misión. Por su parte, Deimos es más pequeño (12x10) y con forma de haba. Orbita Marte cada 30 horas y 14 minutos, y tiene varios cráteres. Es singular por ser uno de los satélites menos craterizados del sistema solar, y abundan en él los terrenos llanos. Se conoce menos este satélite, ya que solo se le ha visto desde lejos, la última la potentísima Mars Reconnaissance Orbiter y sus extremadamente sensibles instrumentos y cámaras. Ambos satélites, para redondear en sus rarezas, tienen unas órbitas perfectamente circulares, los únicos del sistema solar, y orbitan el planeta al revés que otros muchos objetos: salen por el este, circulan por el cielo y se ponen por el oeste. Allí los eclipses son frecuentes, y han sido vistos tanto por sondas de superficie como por las de órbita, éstas cuando han captado la sombra de Fobos en la superficie marciana. Puede que no sean los más grandes o los que más afecten a su planeta, pero son bastante dignos de mención por estar donde están y cómo están.


Avanzando hacia los exteriores del sistema solar, alcanzamos al hermano
mayor del sistema: Júpiter. Gracias al primer telescopio que fabricó, Galileo encontró alrededor de Júpiter cuatro puntos que estaban rodeándole por el ecuador. Corría el año 1610, y acababa de descubrir a sus cuatro "obedientes soldados": Io, Europa, Ganímedes y Calixto. Io es el satélite galileano más cercano a Júpiter, y aunque es apenas doscientos kilómetros mayor que la Luna, es quizás el objeto celeste más activo del sistema solar. Tiene un diámetro de 3.630 km., y causó sensación cuando en 1979 Voyager 1 lo observó por vez primera: por toda su superficie había numerosos volcanes, la inmensa mayoría en actividad. Y durante el acercamiento de Voyager 2 incluso uno de ellos hizo erupción (algo que Galileo y Cassini volvieron a contamplar 21 años después), por lo que tras la Tierra era el segundo objeto del sistema solar con semejante actividad actualmente. Al estar dentro del cinturón de radiación del planeta su exploración se antojaba (y aún lo hace) difícil, pero eso no fue impedimento para que Galileo, sobre todo en sus últimos meses de misión, se acercara incluso a 300 km. de él. Por desgracia sus ordenadores se reiniciaban cuando alcanzaba cierta dosis de radiación, lo que provocó que muchos datos se perdieran, pero otros muchos por suerte llegaron a nosotros, e incluso imágenes de alta resolución, las mejores tomadas hasta la fecha. Lo más sorprendente, es que Io no tiene cráteres de impacto. Si los había ya no están, seguramente borrados por la incesante actividad volcánica provocada por las fuerzas de marea que provoca Júpiter al estar tan cerca, y que han destrozado su interior. Todo es azufre en su superficie, y toda plagada de volcanes, además la radiación reinante lo hace bastante inhabitable. Un lugar de lo más insólito. Todo lo contrario es Europa: es un satélite helado, con una gruesa capa de hielo que tal vez alcance los 100 km. de profundidad. Con diámetro de 3.121 km., podría encerrar bajo el hielo un océano de aguas cristalinas y chimeneas de vapor humeante proveniente de las profundidades del satélite. Todo esto casi se asegura gracias a los datos de las Voyager, de Galileo y de New Horizons. Un primer apunte lo dejó Voyager 2. El índice de luz que reflejaba Europa era mayor que el de muchos otros del sistema joviano, y al contemplar las líneas que recorren el satélite, se dieron cuenta de que era hielo toda su superficie. Años más tarde Galileo, que mucho nos enseñó por allá, al pasar más cerca, observó muchas similitudes con las capas de hielo de los polos norte y sur de la Tierra: fracturas por desplazamiento, largas lenguas como si fueran glaciares, deriva... No cabía duda, ahí abajo hay agua. Si añadimos la deriva (confirmada por New Horizons) a que apenas tiene cráteres, hacen que la superficie de Europa sea muy dinámica, lenta pero dinámica. Y al hablar de océano bajo el hielo, chimeneas de vapor interno del satélite, especulan los científicos, que ahí abajo podría haber vida. No se sabe de que tipo, pero vida. Por ello se prepara una especie de submarino que pueda llegar a tal profundidad y confirmar (o no) que hay bichos por allá. Esa si que sería una grandísima noticia. Cerca de él se encuentra Ganímedes. El gigante del sistema solar, con 5.262 km. de diámetro, es el satélite más grande del sistema solar. Parecido a la Luna en un primer golpe de vista, no tiene nada que ver: Su capa externa está formada por hielo, y por debajo hay una corteza de silicatos, probablemente dividida por placas tectónicas como en la Tierra, aunque parece que no ha tenido actividad reciente de ellas en mucho tiempo. Muchos cráteres poblan su superficie, muchos de ellos parecidos a los de la Luna, pero con un fondo liso. Una región destacable es Regio Galileo, un antiguo y gran cráter de impacto, borrado por la actividad geológica, y lo que nos ha quedado es una zona oscura, con anillos concéntricos, de 10 km. de ancho y 100 de profundidad. Es de las más visibles. Si se le mira más adentro, es probable que se encuentre algo líquido o fluido por debajo de la corteza, quizás el responsable de la tectónica de placas que podría tener. Por su superficie también se ha detectado algún flujo volcánico recorriendo la superficie. Todo parece indicar una superficie bastante vieja, pero para redondear el espectáculo que nos ofrece Ganímedes, es el único satélite que posee su propio campo magnético, probablemente creado para protegerse del de Júpiter. Esta es una de las mayores joyas que nos brinda el sistema joviano. Y nos queda Calixto. El cuarto de los satélites galileanos es apenas más pequeño que Mercurio (4.878 km.) ya que su diámetro es de 4820 km. Si pensáramos en una atalaya para la exploración de Júpiter, esta sería la mejor. Su posición lejana al cinturón de radiación evitaría que nos envenenáramos por su causa, y desde luego, es uno de los satélites con superficie más vieja, aunque también es helada. Más que ningún otro, rebosa cráteres de impacto. Por todas partes, uno encima del otro, está saturado de ellos, y tiene la característica de que no tiene apenas relieves destacables. Sin embargo, tiene quizás una de las estructuras más impresionantes del sistema solar. El cráter Valhalla, una gigantesca estructura en anillos de hasta 2.748 km. de diámetro en su anillo más externo. Originada tal vez por un gigantesco impacto, es una de las estructuras más curiosas encontradas ahí fuera, pero que tampoco ha dejado de ser víctima de los impactos asteroidales. Su superficie, es una mezcla de hielo y roca, y da la casualidad de que mucho material de su superficie coincide con la de muchos asteroides del cinturón principal. Al igual que Europa, puede ser otro candidato a tener un océano subsuperficial, pero en Calixto es algo menos probable. En fin, es un satélite estable, sin nada de actividad geológica, por lo que lo dicho antes, que sirva como base para futuras exploraciones del sistema joviano es bastante factible, y con todo ese hielo en superficie, podría ser un punto de apoyo en el que parar a repostar y proseguir camino hacia el exterior del sistema solar.

Eso es lo que haremos en otra entrada, para seguir hablando sobre los satélites más curiosos e importantes del sistema solar. No sabemos cuántos satélites hay exactamente en total en nuestro vecindario, pero solo conocemos apenas una pequeña parte de ellos. Muchos de ellos son pequeños mundos de roca, tal vez asteroides enanos o cometas que perdieron su cola hace mucho tiempo. Por eso, desde Tierra o desde las sondas espaciales (Cassini en Saturno tiene una cuenta de satélites nuevos bastante importante) siguen apareciendo por los planetas. Nos queda Saturno (con muchos y muy variados), Urano (lo poco que sabemos de ellos), Neptuno (el helado Tritón), y por supuesto, Plutón y Caronte (siempre seguiremos considerando planeta a Plutón), un sistema que rota en armonía gracias a un punto de gravedad separado del centro del planeta. No desfallezcais, la continuación de esta disertación llegará pronto.

PD.: El día 31 resumiremos este año que ha sido por desgracia poco fértil en noticias sobre el espacio, tanto en nuestra crónica como en esta herramienta de apoyo. Un saludo.

martes, 15 de diciembre de 2009

Ventana al Espacio (VIII)


La Tierra desde la Luna, en HD (Kaguya)

PD.: Si buscáis un calendario del 2010, y queréis ser originales, entrar aquí, y si queréis felicitar las fiestas estas también con originalidad, hacedlo aquí.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

La cultura de Marte (I)

Desde la más remota historia se lleva mirando hacia el cielo, con curiosidad, con miedo algunas veces, pero siempre, había un punto rojo que llamaba la atención. Dependiendo de la región de la Tierra desde que se miraba, adoptaba un nombre: Simud, Tiu, Ares, Marte... Son muchos los que recibió, pero Marte fue la nomenclatura oficial con la que se quedó. Ares, en la mitología griega, y Marte, en la romana, hacían alusión al dios de la Guerra, y le venía que ni al pelo debido al color rojo sangre que transmite el planeta a la Tierra. Tuvo que llegar la época de los primeros telescopios cuando se recobró interés por el planeta. Fue Galileo Galilei en 1610 el que primero lo contempló, distinguiendo por primera vez una de sus estructuras, la famosa "V" de Syrtis Major. Desde entonces fue uno de los objetivos a observar, pero era difícil determinar la forma de sus estructuras superficiales, ya que parecía cambiar a cada observación. Todo cambió cuando, en 1882, el astrónomo titular del observatorio de Milán, Giovanni Schiaparelli, anunció al mundo que había observado una serie de líneas rectas, que se entrecruzaban, y circulaban por todo el planeta, anunció que había observado lo que el llamó los canali, y la prensa los popularizó como canales.

El fondo del asunto fue que que en Marte se pensaba que existía una civilización, avanzada, y socialista (según el concepto de socialismo de la época), que sacaban el agua de los helados polos para irrigar los desiertos. Más tarde, otro astrónomo, esta vez aficionado, Percival Lowell, realizó el mapa "más exacto" de los canales marcianos, asegurando que no eran los propios canales los que eran observados, sino el resultado de la irrigación de los terrenos colindantes a los canales. En simples palabras: vegetación. El pequeño problema era que cada observador contemplaba sus propios canales, incluso algunos de ellos durante la misma observación cambiaban, se ramificaban, etc. Total, cada mapa de los canales no se parecía a ningún otro. Sin embargo muchos mantuvieron su vigencia hasta justo antes de la época de las sondas espaciales.

Caso aparte fueron sus satélites. Por cálculos "matemáticos", y pese a no haberlos encontrado, se le adjudicaron a Marte dos satélites. El cálculo era este: Mercurio y Venus no tienen, la Tierra tiene uno y Júpiter tiene cuatro, entonces ¿cuántos le corresponden a Marte?: Pues dos. Pura matemática. En 1877, el observador Asaph Hall, usando el nuevo telescopio del observatorio de Washington, situado en un lugar llamado "la hondonada brumosa" (mal sitio para un telescopio), tras árduos días de paciente observación (y sobre todo gracias a los ánimos de su esposa, Angelina Stickney) pudo contemplar ambos objetos. Si, eran dos, y adoptaron los nombres de Fobos y Deimos. Lo que sucedió después fue un poquito vergonzoso: el anterior director del observatorio, Simon Neucomb, que le había cedido la titularidad del telescopio, ya que no había aprovechado de todo las posibilidades de su nueva herramienta, estalló en celos, y sacó una nota diciendo que Hall le llamó para decirle que había encontrado dos puntos alrededor de Marte y él, Neucomb, era el que había determinado que eran satélites. Naturalmente a Hall no le gustó esto, pero con el tiempo le comprendió, ya que estaba frustrado por no haber encontrado nada, y añadió que, cuando se hizo cargo del observatorio, echando un vistazo a los cajones del escritorio del despacho del observatorio, encontró fotos de Marte de 1875, y dijo que estuviera quien estuviera observando por aquellos días, tuvo los satélites de Marte delante de sus narices y no los identificó. No son esas las palabras utilizadas, pero es aproximado.

Entrando en el apartado de la literatura marciana, muchas novelas hay sobre el planeta rojo, pero son pocas las conocidas. "Los Viajes de Gulliver" no tratan sobre Marte, pero dieron una pincelada. Esta obra, escrita en 1726 por Jonathan Swift, cuenta que, cuando Gulliver visita la isla de Laputa, los observadores del lugar le hablan de dos satélites en Marte, aunque mucho tiempo antes, en la Ilíada de Homero, en el XV Libro también se mencionan. Curioso. Tiempo después, ya en el siglo XIX, a finales, se publicó una de las novelas de ciencia-ficción más famosas de la historia: La Guerra de los Mundos. En 1898 Herbert George Wells lanzó esta novela basada en la premisa de los canales de Marte, pero a diferencia de los postulados de Schiaparelli, en la historia los marcianos se rendían, y cogían sus naves y se dirigían a la Tierra, para conquistarla. Tuvo una buena acogida, y relataba lo que sucedía en Londres a finales del siglo XIX cuando llegaban los marcianos, y ningún medio existía para poder pararlos...

Ya en el siglo XX las quizás sagas marcianas más conocidas vieron la luz. En 1912 Edgar Rice Burroughs, el autor de las novelas de Tarzán, creó al héroe de capa y espada de sus aventuras por Barsom (Marte para los amigos): John Carter, un soldado de la américa confederada que, tras perder la guerra, se dedica al pillaje con un compañero. Tras ser perseguido por los indios se refugia en una cueva. Se echa a dormir, y antes de dormirse ve Marte en el cielo, a través de un agujero en el techo de la cueva. Entonces se desmaya, y cuando recobra el conocimiento, se encuentra en Marte... Este es el comienzo de "Una Princesa de Marte", el primero de una serie de libros de las aventuras de Carter por la árida superfice marciana, haciendo amigos, luchando con enemigos, y consiguiendo a la chica, claro está. En estos libros es un canto de la imaginación al poder, ya que Carter se encuentra en sus viajes a todas las razas de hombres que pisan el planeta, con criaturas inimáginables, naves fabulosas, etc. Desde luego son un buen entretenimiento. En 1950, Ray Bradbury, el autor de "Fahrenheit 451", publicó las "Crónicas Marcianas". Este libro trata sobre el contacto terrestre con una decadente pero rica sociedad marciana, y de lo que se genera a raíz de este contacto. Por desgracia este libro no ha pasado por nuestras manos, pero si está escrito solo la mitad de bien que el anteriormente mencionado, es motivo más que suficiente para embarcarse en su lectura. Para añadir al lote de libros míticos sobre Marte, está otro que tampoco ha pasado por nuestras manos, "Forastero en Tierra Extraña", de Robert A. Henlein (Premio Hugo por "Las Brigadas del Espacio", de la que posteriormente se realizó una entretenida película), la historia del único superviviente de la primera expedición humana a Marte, cuidado por los marcianos, y que posteriormente es devuelto a la Tierra, a una Tierra a la que se tiene que acostumbrar... Una premisa interesante.

En 1938, el 30 de octubre por más señas, desde las ondas, se emitió por radio en Estados Unidos el primer capítulo del serial titulado "La Guerra de los Mundos", dirigido por el genial Orson Welles, y basado en la novela de H.G, Wells. El que iba a ser un serial radiado más, como muchos otros de la época, se convirtió, sin serlo, en el quizás mayor experimento sociológico de la historia. Hay que hacer constar que la publicidad de este programa radiofónico se anunció antes, durante y después de la emisión como una historia, una adaptación de la novela en la que se basa, pero en vez de ser en Londres en 1898 ocurría en todo el mundo, pero centrado en Nueva York en el mismo año de emisión. Sin embargo, gracias al estupendo trabajo del Mercury Theatre, a la genialidad de Welles, o quizás al miedo y la preocupación por las noticias que llegaban de Europa (La alemania nazi tomaba los sudetes checos, la guerra civil española), más de un millón de personas se tomaron como ciertas las "noticias" que su receptor captaba. Hay que decir en favor de Welles que el trabajo de ambientación fue excelente, y el ritmo que le daba a la acción, vertiginoso, natural si tenían un horario que cumplir. El programa fue un éxito de audiencia, aunque parte de ello fuera a causa del miedo originado por lo que se emitía, y pasaba de boca en boca, gracias a las llamadas de los asustados ciudadanos, que llamaban a sus familiares, y éstos, a su vez, a otros, y así siguió la cadena. Esto no es más que un ejemplo del poder de persuasión de los medios de comunicación, y sobre todo, de lo crédula que es la gente. Muchos quisieron demandar a Welles por alarma social, pero el que el programa fuera debidamente anunciado evitó a la emisora a una multa gorda. Solo faltaban 11 meses para que otra guerra de los mundos arrasara la Tierra, y dejara el mayor balance de muertos de la historia.

Con la cultura actual, con el cine, llegaron nuevas historias, pero eso ya lo contaremos en otro momento.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Épocas y épicas

Si uno se fija en las misiones de las sondas espaciales, solo se habla de sus magníficos resultados, sus impresionantes fotos (las que puedan hacerlas)... Vamos, de sus misiones en sus lugares de destino. Pero tan importante o más incluso es el viaje hacia sus destinos, ya que en muchos casos las misiones se han truncado cuando navegaban por el espacio a la espera de entrar en órbita o aterrizar, según sea el caso. En la época actual ya son pocos los casos de que una sonda se haya perdido en el camino, gracias sobre todo a los nuevos métodos y las tecnologías que cada vez se van instalando en los vehículos. Aunque en algunos casos ni la tecnología punta salva a un artefacto de los rigores espaciales.

Sin embargo, en los primeros tiempos posteriores al lanzamiento del Sputnik 1, con la rudimentaria técnica de los años 1960 era prácticamente milagroso que las primitivas sondas sobrevivieran a tan largas misiones. También dependían de sus lanzadores, cohetes que no eran más que versiones de misiles de largo alcance a los que se les quitaba la cabeza nuclear que llevaban como carga de combate para dejar sitio a las sondas a lanzar. En muchos casos estos cohetes ni siquiera llegaban a traspasar la atmósfera por lo que esas sondas que llevaban se perdían. No son los casos de los que vamos a hablar, porque habría poco que contar.

Cuando comenzó la carrera espacial entre la URSS y los Estados Unidos, en ambos lados había dos formas de entender la fabricación de las sondas espaciales. Mientras los técnicos soviéticos elaboraban auténticos mastodontes de varias toneladas de peso, los fabricantes americanos montaban auténticos mecanos de cientos de miles de piezas, gracias a las técnicas de miniaturización que se empezaron a conocer por aquellos días. Aún con esas técnicas dispares, incluso los artefactos más simples podían fallar. Como ejemplo, años antes del desembarco tripulado en la Luna, la NASA ensayó con sondas de impacto para que en los últimos momentos de la misión las cámaras de televisión que portaban tomaran imágenes a una altura muy baja, para caracterizar los terrenos lunares. Pues bien la serie Ranger, fabricada para tal fin, se puede calificar de un fracaso relativo. Para una misión tan aparentemente sencilla como es estrellarse en la Luna, solo las tres últimas, las Ranger 7, 8 y 9 realizaron la misión exitosamente. El resto, a causa de fallos técnicos, fracasaron. Pero una cosa es el ámbito cercano de la Luna, otra muy diferente el ir más allá del sistema Tierra-Luna.

Como en muchas de sus ocasiones a lo largo de su historia, la URSS quiso llevarse la primicia de ser la primera potencia en colocar una sonda hacia otro planeta. El destino: Marte. Para ello prepararon dos sondas gemelas, las Marsnik 1 y 2. Ambas misiones fracasaron, razón por la cual nunca se supo de ellas. Solo gracias a informes de espionaje se supo que existían. Esto ocurrió en 1960. Dos años después el próximo objetivo se marcó en Venus, el planeta hermano a nosotros. Para el estudio de este planeta la URSS estrenó la serie Venera, con las números uno y dos, y la NASA inauguró el programa Mariner, también con los números uno y dos. De cada oleada, solo las número dos alcanzaron su destino, y la primera en hacerlo fue Mariner 2. Lanzada el 27 de agosto de 1962, era una sonda idéntica en diseño a las Ranger, pero equipada con distintos instrumentos, los indispensables para empezar a conocer a Venus. Cuando fue lanzada, muchos de los que la habían fabricado, e incluso parte del equipo científico que la controlaba, no tenía muchas esperanzas de que llegara a Venus en funcionamiento, a causa de que la señal de radio que Mariner 2 bajara a niveles casi imperceptibles por las antenas de espacio profundo. Pero esto no fue lo único que le ocurrió durante el trayecto. A la semana del lanzamiento, la sonda perdió la orientación, posiblemente por el impacto de algún objeto. Gracias a los giróscopos la sonda consiguió reorientarse. Un mes después, tras un tiempo sin incidencias, de repente uno de los paneles solares falló, lo que provocó que la mayoría de la instrumentación se apagara. Una semana después el panel volvía a funcionar y reactivaron progresivamente los instrumentos de a bordo. Lo malo es que ese mismo panel solar falló definitivamente dos semanas después, por lo que se quedó solo con la energía de un panel solar. Por suerte, al estar cada vez más cerca del Sol, la sonda pudo funcionar por completo con la energía de ese único panel solar, y, siguiendo su órbita solar, se acercó a 35.000 km. de la superficie de Venus el 27 de diciembre de 1962, acabando su misión al mes siguiente. No fue un camino de rosas.

En cuanto a las sondas soviéticas, Venera 2 pasó por las cercanías de Venus... pero hacía varios meses que había dejado de transmitir. Ese era el endémico problema de las sondas soviéticas: eran auténticos monstruos, pero cuando se ponían en camino hacia sus destinos, con el tiempo la señal se perdía, eso las que conseguían salir de la órbita terrestre. La serie Venera son originalmente 16 vehículos, pero fueron muchos más los que se fabricaron en el nombre del programa de investigación de Venus. Las que no conseguían abandonar el planeta, ya sea durante el despegue o porque la fase para abandonar la órbita fallaba, acababan recibiendo el nombre Cosmos y un número. Hubo muchas de estas. Pero de momento no es el caso. Gracias a Mariner 2 se midieron las temperaturas (más de 400º C), se averiguó que la atmósfera estaba compuesta de dióxido de carbono, que sus nubes tenían un espesor de 60 km., y que el planeta rota en dirección retrógrada (Más tarde se supo que no giraba así sino que el eje está a 177º inclinado, por lo que el polo norte es el sur y viceversa). Entonces la URSS preparó una primicia: que una sonda atravesara la atmósfera de Venus y llegara a la superficie. Tras muchos intentos y fallos de todo tipo, por fin una consiguió llegar a su destino: Venera 4. Este vehículo equipaba una pequeña sonda de superficie, que montaba instrumentos para analizar la atmósfera y capa de nubes in situ. La sonda de superficie fue soltada el 18 de octubre de 1967, e inició el descenso. El primer intento de aterrizar quedó en eso, en intento, porque mientras bajaba los rigores venusinos hicieron aparición para un artefacto humano por vez primera. Antes de que su transmisión se cortara abruptamente, sus instrumentos indicaban que estaba calculando una presión atmosférica de 18 atmósferas. Cuando se perdió el contacto supusieron sus controladores que se había estrellado contra la superficie. Pues bien, la realidad era más grave: a 26 km. de altura se espachurró como una lata vieja, víctima de la presión reinante. Estudios posteriores gracias a los datos tomados indicaban que la presión atmosférica en Venus era similar a la que hay en las profundidades de los océanos. Por ello si querían llegar a la superficie, y obviamente funcionar, tenían que preparar las futuras sondas al estilo de los batiscafos más resistentes. Para ello gruesas planchas de titanio fueron incluidas en el diseño de los próximos vehículos. Esto probablemente fue lo que salvó a la siguiente que alcanzó la superficie: Venera 7. Una vez más, tras un intento infructuoso de lanzar una sonda similar, ésta llegó a Venus, y soltó el módulo de superficie el 15 de diciembre de 1970, iniciando ésta el descenso. Tras decelerar atmosféricamente, se abrió el paracaídas, y empezó a transmitir. Salvo el fallo de uno de los canales de comunicación (para desesperación de sus controladores) la sonda operaba bien, hasta que cuando estaba a 10 metros de la superficie, el cable del paracaídas se rompió, para desesperación de los científicos, cayendo prácticamente en picado hacia el suelo. A la sonda se le dio por perdida, un nuevo fracaso más... salvo que estudiando el ruido de fondo que recibía la antena de espacio profundo situada en Crimea, a la semana, se consiguió encontrar la señal de Venera 7, indicando que había estado funcionando durante 23 minutos en la superficie, había desplegado sus antenas hacia la Tierra, y calculando una temperatura en superficie de 477º C y una presión de 90 atmósferas, la misma que hay en los océanos a 2.500 metros de profundidad en los océanos de la Tierra. Encantador. Por suerte misiones posteriores sobrevivieron más tiempo, e incluso consiguieron tomar imágenes desde la misma superficie. Pero esa, es otra historia.

Pasaba el tiempo, mejoraban las sondas... pero eso no implicaba que los viajes por el espacio fueran más fáciles. Incluso las mejores sondas, con sus grandes resultados, han tenido un trayecto plagado de problemas, como fue el caso de uno de nuestros referentes, de nuestras luminarias: la aventurera Mariner 10 hacia Mercurio. La última sonda de la serie Mariner se quiso que tuviera un destino especial y hasta la fecha no revisado: el primer planeta del sistema solar. Esta sonda, diseñada y construida en tiempo récord, fue lanzada el 3 de noviembre de 1973, y tras salir de la órbita terrestre, fijó rumbo a Venus, lugar en el que alteraría su trayectoria para coger el camino a Mercurio. Su viaje estuvo plagado de incidencias. Para empezar, uno de los sistemas de reserva, mejor dicho parte del sistema de reserva de alimentación de energía, o para resumir, la batería de reserva, quedó averiada por razones desconocidas, por lo que si, el sistema principal hubiera dejado de funcionar habría condenado la misión. Pequeños problemas fueron ocurriendo cada vez que avanzaba hacia Venus, y cuando estaba a 4 días de sobrevolarlo, comenzó la sonda a oscilar en el eje de rotación, tal vez a causa de una avería en uno de los giróscopos. Para paliar la oscilación se dispararon los propulsores de nitrógeno, cosa que apenas consiguieron. Al ver que poco o nada se conseguía se decidió apagar los propulsores (a causa del excesivo consumo de combustible) y desconectar los giróscopos. A dos días del acercamiento a Venus se tomó la decisión de utilizar el sensor de la Estrella Canopus y la posición del Sol para orientarse. Así pasó el 6 de febrero de 1974 a 4.000 km. de Venus, obteniendo las primeras instantáneas de la turbulenta atmósfera Venusina. Tras el sobrevuelo, y tras un nuevo uso de los propulsores de nitrógeno para estabilizar la sonda, provocada por la extensión del brazo magnético al fin, se decidió usar una técnica novedosa que ahora es práctica casi habitual entre las sondas espaciales (Y que MESSENGER esta usando como nadie): usar el viento solar como combustible. Para ello los paneles solares servían como velas y la antena de alta ganancia como timón. Gracias a esto consiguió alcanzar la órbita de Mercurio y sobrevolarle cada 176 días: el 29 de marzo de 1974, el 21 de septiembre de 1974 y el 16 de marzo de 1975, con tres pasadas exitosas, caracterizando menos de la mitad de la superficie y encontrando que el planeta tiene campo magnético. A pesar de las calamidades, realizó una misión redonda.

El viaje a Marte tampoco era nada fácil. La serie de sondas Mars tampoco estaban exentas de calamidades, pero aunque la serie Venera al final consiguió varios éxitos, el programa marciano de la URSS nunca se libró de fracasos estrepitosos. Tras la pérdida de las Marsnik, en 1963 Mars 1 fue lanzada en ruta directa de Marte, pero al mes del lanzamiento se perdió la comunicación, y muda pasó a 100.000 km. de su superficie. Tardaron hasta 1971 en lanzar nuevas sondas, cuando la NASA había enviado tres Mariner (las cuatro, seis y siete) que habían tomado datos e imágenes durante sus sobrevuelos en 1964 y 1969. Para ese año, en el que Marte estuvo más cerca que nunca (hasta esa fecha) de nosotros, se preparó toda una "ofensiva" de sondas hacia el planeta rojo. La NASA preparó las Mariner 8 (falló el cohete y acabó en el fondo del Atlántico) y 9 (tuvo que suplir a su compañera, y realizó una misión increíble), y la URSS nada menos que tres mastodontes, dos de ellas, las Mars 2 y 3 incorporaban módulos de aterrizaje. La primera en partir era soviética, la posteriormente llamada Cosmos 419. Más dotada que sus acompañantes, que si consiguieron partir con éxito, ésta fue lanzada correctamente, pero cuando se intentó activar la fase para enviar esta sonda al planeta rojo, no se consiguió nada. Al final, tras unos esfuerzos desesperados acabó reentrando en la atmósfera terrestre y quedó destruida. Revisando el esquema de programación de la fase de escape, vieron que el reloj que iniciaba el motor estaba programado para 1,5 AÑOS, en vez de horas. Con ese plan a Marte no se llega. Por lo tanto, las Mars 2 y 3 soviéticas y la Mariner 9 americana fueron las que al final partieron hacia el planeta. En el otoño de 1971, desde telescopios terrestres, se empezaron a observar espesas acumulaciones de polvo que se estaban levantando en el polo sur, y entonces se anunció que cuando las sondas llegaran Marte, el planeta estaría cubierto por una capa de polvo que cubriría el planeta. No se equivocaron, y cuando llegaron las tres sondas una tormenta de polvo como nunca antes se había visto se había abatido sobre el planeta, y esa tormenta estaba en pleno apogeo. Para desgracia de las sondas soviéticas, estaban preprogramadas para comenzar la actividad nada más entrar en órbita. Además de la tormenta de polvo, Mars 3 sufrió problemas con su propulsor cuando entraba en órbita, y acabó a una distancia enorme del planeta. Peor les fue a las sondas de superficie. La que portaba Mars 2 (según las malas lenguas solo equipaba un aparato de radio y un escudo con la hoz y el martillo) se estrelló en el borde este de la cuenca Hellas Planitia según los datos del transmisor. La que soltó Mars 3 realizó un descenso de libro, a pesar de la tormenta, y consiguió posarse tranquilamente en la superficie, y funcionó... durante 20 segundos. Al menos le dio tiempo de enviar una imagen, no muy esclarecedora, todo hay que decirlo. Lo peor era que las sondas de órbita malgastaban combustible y energía fotografiando un planeta completamente cubierto, mientras que Mariner 9 cerró sus cámaras hasta que la situación se despejase, gracias a la flexibilidad de la programación de la sonda y al combustible de reserva que poseía. Al final en enero de 1972 la sonda abrió sus cámaras, y un nuevo mundo surgió a los ojos de los científicos, convirtiendo a Mariner 9 en una de las gigantes de la exploración espacial. Pero eso lo contaremos en otro momento. Por cierto, en 1973 los rusos lo volvieron a intentar, con cuatro sondas, y el fracaso fue aún más estrepitoso.

Desde que las triunfantes sondas Viking dejaron de funcionar en 1982, ninguna se había atrevido a regresar a Marte. La URSS (en sus últimos tiempos), vista la primicia de la NASA de haber conseguido aterrizar dos sondas en el planeta rojo (y sobre todo que funcionaran) decidieron dar otra vuelta de tuerca. Para ello prepararon dos sondas gemelas, las Phobos 1 y 2, para llegar a Marte, colocarse en su órbita y utilizarla para al final entrar en órbita del satélite Fobos, investigarlo y enviar sondas de superficie. Eran otras sondas colosales, como era habitual en la Unión soviética. Lanzadas en 1988, se perdió el contacto con Phobos 1 a los dos meses del despegue. Por lo que los esfuerzos se centraron en Phobos 2. Ésta llegó a Marte en enero de 1989, y empezó las maniobras para llegar a la órbita de Fobos. Durante las maniobras realizó varios descubrimientos interesantes en Marte, el más importante indicaba que en el lado nocturno hay una pérdida de iones de la atmósfera. Es decir, aún ahora Marte sigue perdiendo atmósfera. Tras tomar datos térmicos de la superficie marciana, se dedicó a las maniobras hacia Fobos. Hasta que, nadie supo por qué, el 27 de marzo el contacto se perdió, a pocos días de alcanzar Fobos y entrar en su órbita. El drama marciano regresaba.

Y lo hizo cuando la americana Mars Observer se perdió a 3 días de llegar al planeta, en 1993, y con ella una gran inversión. Ésta era la sonda más potente lanzada a Marte, y el perderla fue un duro golpe. Al poco, con la llegada de un nuevo director general a la NASA, comenzó la era de las misiones baratas. Y la primera de ellas ha sido la última en irse: Mars Global Surveyor. Esta gigante de la exploración espacial era en esencia la versión barata de perdida Mars Observer, ya que equipaba las réplicas de cámaras de alta resolución MOC, del altímetro láser MOLA, entre otros. El 7 de noviembre de 1996 fue lanzada con rumbo a Marte, y llevaba solo un tercio del combustible que su predecesora. Esto era porque se iba a usar una técnica llamada aerofrenado que, usando la atmósfera marciana, le iba a servir para alcanzar su órbita de trabajo. Mars Global Surveyor llegó a Marte el 11 de septiembre de 1997, y una semana después comenzó el aerofrenado. Para ello la sonda se tenía que zambullir en la alta atmósfera del planeta para que, con el rozamiento, perdiera velocidad y redujera la órbita. Una configuración especial de los paneles solares y la antena de alta ganancia servían para optimizar este rozamiento. Pero al mes de iniciado el aerofrenado, previsto para 3 meses, se detectó que uno de los paneles solares oscilaba cada vez que rozaba con la atmósfera, a causa de que, cuando ese panel se desplegó después del lanzamiento, la bisagra que lo unía al cuerpo de la sonda había quedado en mala posición. Cada vez que MGS se zambullía en la atmósfera el panel oscilaba más y más, y corría riesgo de romperse si se seguía con las maniobras de aerofrenado. Había que tomar una decisión. Se pensó que era mejor dejarla en la órbita en la que estaba, ya que estaba consiguiendo resultados de una elevadísima calidad. Pero al final, gracias a unas pruebas a un panel de reserva, decidieron continuar el aerofrenado, a un ritmo más lento, y con un rozamiento menor al inicialmente previsto, además de dar la vuelta a los paneles solares para utilizar el lado que equipaban las células solares, para no forzar la bisagra dañada. Un año después el aerofrenado se completó con éxito, dejando a MGS en una órbita muy parecida a la inicialmente prevista y comenzó su labor, una labor que finalizó en noviembre del 2006 debido a un software mal diseñado que le provocó una pérdida de orientación, y por lo tanto, perdió su energía. Ahora mismo MGS duerme el sueño de los justos, para siempre...

En 1999 Japón se embarcó en su propio proyecto marciano. Nozomi era una sonda para estudios atmosféricos, llevaba preparada desde hacía tiempo. Al final fue lanzada. En su viaje tenía previstos sobrevuelos a la Tierra y la Luna, para después ser enviada a Marte con la velocidad acumulada. El drama marciano volvió a atacar: cuando se preparaba para un encendido en uno de esos acercamientos, una válvula de los conductos de combustible se rompió, y la sonda perdió gran parte de su combustible. Una válvula de emergencia cerró el conducto dañado y pudo conservar una pequeña parte, pero el daño estaba hecho. Necesitaría iniciar un viaje a Marte tan despacio para utilizar el combustible disponible que habría que esperar dos años para que se diera una conjunción oportuna. Al final en el 2003 se colocó con destino Marte, pero cuando estaba a dos meses de alcanzar el planeta detectaron que el escaso combustible estaba prácticamente congelado, por lo que sería muy arriesgado el entrar en órbita. Por lo tanto, se le dio fin a la misión y Nozomi pasó de largo, sin decir una palabra. Un triste final.

Ese mismo 1999 la oleada de misiones baratas de la NASA, Mars Climate Orbiter y Mars Polar Lander se dirigían al planeta. Primero llegaría el orbitador, luego el aterrizador. Pasaban los meses, MCO se acercaba a Marte, casi lo tenía a la vista. Entonces se preparó la sonda para conectar el motor de la sonda para ser atrapada por la gravedad marciana, se encendió el propulsor, y luego, nada. No reapareció al otro lado del planeta. Se había perdido. Nadie sabía por qué, todo indicaba que iba bien. Preguntando a la empresa constructora sobre si algo podría haber fallado, no supieron contestar, hasta que miraron las unidades métricas utilizadas. Un error humano hizo que la sonda reconociera solo las unidades métricas inglesas, a saber: millas, pies, etc, contrariamente a las que usaba el JPL de la NASA, que usaban el sistema métrico clásico: kilómetros, metros, etc. La investigación posterior indicó que la sonda estaba más cerca de Marte de lo planeado, y que al final acabó estrellándose contra la superficie. El programa de misiones baratas sufrió un golpe mortal, y el segundo cuando MPL también se perdió.

Para acabar, y más recientemente, otra sonda japonesa está sufriendo toda clase de calamidades. Otro proyecto ambicioso, encargado de alcanzar un asteroide, posarse en él, recoger muestras del suelo del asteroide y regresar a la Tierra. Se trata de Hayabusa. Ya nada más despegar vibraciones de más averiaron uno de los cuatro motores iónicos. Posteriormente una tormenta solar averió parte de la electrónica de la sonda, y por lo tanto, a los motores iónicos restantes, por lo que la potencia de éstos se redujo apreciablemente. Cuando por fin llegó al asteroide Itokawa, cuando se aproximaba a él para un aterrizaje de prueba una señal de alarma provocó la suspensión del descenso, y automáticamente soltó la microsonda que portaba, perdiéndose en el espacio. Tras este susto se decidió por fin aterrizar para completar la misión. Mientras bajaba, nueva señal de alarma, y cuando las antenas terrestres la perdieron de vista, Hayabusa se medio estrelló contra la superficie, a causa de un error de navegación. Cuando por fin se contactó con ella, estaba a 100 km del asteroide y había agotado el combustible convencional que portaba, además de perder casi todos los giróscopos. En el plazo también había perdido un segundo motor iónico, por degradación. Visto el estado en el que se encontraba, decidieron hacerla regresar, a ver si, de casualidad, cogió algo del suelo del asteroide. Y para redondear el catálogo de calamidades, un tercer motor iónico también ha dejado de funcionar. Ahora mismo, Hayabusa (o lo que queda) viaja con destino hacia nosotros, en un estado lamentable, pero aún en funcionamiento. Si hay suerte este aguerrido vehículo nos alcanzará en junio del 2010. Pero lo dicho, si hay suerte.

Hay mucho más, claro está, pero esto es quizás lo más notorio. Muchas calamidades, muchos triunfos frente a la adversidad, y sobre todo, el no rendirse hasta el final. Es lo que nos llega por parte de las sondas espaciales. Las misiones no siempre son tan plácidas como lo pintan, y esta disertación es un ejemplo de ello.

PD.: Es probable que escribamos una segunda parte, las hay que también reclaman atención. Muchas heroinas hay allí arriba.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Ventana al Espacio (VII)


El núcleo de la galaxia M83, desde el Hubble.

Ni supermanes ni ángeles

Si quisiéramos escribiríamos sobre todas las hazañas de los astronautas, desde 1961 hasta ahora, a saber: El primer hombre en el espacio, Yuri Gagarin, que tuvo la valentía de subirse en ese objeto rudimentario llamado Vostok 1, y que acabó su viaje aterrizando a 600 km. del lugar previsto (algo que las autoridades de la URSS omitieron convenientemente); de cómo el astronauta Grissom, tras su vuelo suborbital y posterior amerizaje en el océano atlántico, tuvo que salir de su cápsula Mercury buceando porque se estaba hundiendo; la primera valiente mujer, Valentina Tereshkova, en otra Vostok, orbitando varias veces la Tierra; el primer paseo espacial, realizado por el mítico Alexei Leonov, y emulado tiempo después por Ed White (de ahí su famosa frase de: "Me siendo como un millón de dólares"); la inmensa valentía ante la tragedia de Vladimir Komarov, que durante el primer vuelo de la Soyuz, un vuelo desastroso, en el que prácticamente falló todo en la cápsula, consiguió arreglárselas para conseguir un control parcial para descender a la Tierra (previa despedida para su mujer), entró en la atmósfera y llegó a Tierra... pero fallaron los paracaídas y acabó cayendo a una velocidad balística, falleciendo Komarov en el impacto; del coraje de los tres astronautas del Apollo XIII, que tras la explosión de un tanque de oxígeno en el módulo de servicio Odyssey, se refugiaron en el módulo lunar Aquarius, consiguieron dar la vuelta a la Luna y regresar sanos y salvos (el fracaso más exitoso, lo llamaron); y más recientemente el valor de la dotación de la gran estación Mir, el 24 de junio de 1997, cuando Vasili Tsibliyev, Alexandr Lazutkin y Michael Foale, en pleno ensayo de acoplamiento manual de una Progress de carga, se perdió el control de ésta, acabando estrellándose contra uno de los módulos de la estación rusa, originando una microscópica brecha en el casco por donde la atmósfera se perdía, y consiguieron, tras mucho sufrimiento, tensión, y por supuesto, miedo, cerrar el módulo dañado y así salvar el complejo; y por supuesto el valor de John Glenn, que tras su viaje al espacio en 1962, regresó en 1998 a bordo del transbordador Discovery, cuando contaba con 77 años (acompañado por el primer astronauta español Pedro Duque). Hay muchos más actos valerosos, aunque el verdadero acto de valor es el de colocarse dentro de lo podría convertirse en una bomba en potencia...

Sin embargo, en diciembre del 2006, un suceso llenó los telediarios. Una astronauta de la NASA, Lisa Nowak, que en julio de ese año había participado en una misión a la ISS, había agredido a una oficial del ejército. El suceso ocurrió en Florida. Cada cierto tiempo se conocían nuevas sobre el suceso. La astronauta Nowak había conducido sin parar desde Houston hasta Orlando para atacarla. El por qué se conoció al poco: La astronauta, enamorada de un compañero de profesión, cegada por un ataque de celos, al ver a su compañero del brazo de la militar, se le cruzaron los cables, y pensando en la gran puñalada trapera que le había dado, quiso acabar con la vida de la militar. El suceso quedó en agresión, gracias a los reflejos de la agredida, y la astronauta fue detenida al poco. Las consecuencias llegaron pronto: Nowak fue expulsada del cuerpo de astronautas, y su compañero William Ofelein, también, al tiempo que desde la NASA se lanzaba un comunicado diciendo que a partir de ese momento se iba a ser más riguroso a la hora de seleccionar astronautas.

Esto lo contamos ahora porque hace unos días se ha conocido el veredicto, y se le ha condenado a Nowak a un poco tiempo de cárcel y a trabajos en beneficio de la comunidad. Por cierto, Ofelein y su pareja siguen siéndolo. Podría ser mal de amores, un caso aislado, pero no es el caso. Muchos sucesos en los que astronautas son protagonistas los hay. Un año antes del culebrón Nowak, un astronauta recién jubilado, quizás con depresión, fue encontrado muerto en su casa en California, al parecer se suicidó. Otro caso nos lleva a una base aérea, donde los pilotos de los transbordadores hacían pruebas con aviones supersónicos, y uno de ellos se puso a realizar maniobras muy arriesgadas. Tras eso fue suspendido temporalmente de sus funciones. Al poco se supo que había tenido problemas con su pareja. Hace poco se supo, aunque el director de la NASA por aquel entonces lo negara, que ha habido casos en los que astronautas han ido al espacio con síntomas claros de embriaguez. Quizás el caso más conocido de autodestrucción es el de Edwin Aldrin, uno de los héroes del 20 de julio de 1969. Tras regresar de la Luna, después de los desfiles, de los reconocimientos, los viajes por todo el mundo, cayó en una enorme depresión, de ahí al alcoholismo, y de ahí al borde del suicidio. Con el tiempo, y tras casarse por segunda vez, consiguió recuperarse de todo. Queda claro que la presión que tienen los astronautas es asfixiante. Y como muestra, algo que poco se sabe: en los años 60, los primeros astronautas eran vistos como ejemplos por todos los americanos, sobre todo de como debería ser una familia típica americana. Y por eso si alguno tenía la ocurrencia de divorciarse de su pareja, era expulsado fulminantemente de la plantilla de astronautas.

Nadie sabe como es la vida del astronauta. Una vida dura. Por eso los astronautas no son, no serán, ni han sido nunca, ni supermanes, ni ángeles.