El asteroide 4 Vesta, desde Dawn
sábado, 31 de diciembre de 2016
Resumen del año 2016
En fin, se acaba el año y toca resumir. Si un acontecimiento ha
marcado el 2016 es el retorno al hermano mayor del sistema, Júpiter. Así es, ya
que el 4 de julio la bella dama del espacio, la sonda Juno, entró en su órbita para una misión que nos llevará a intentar
entender al mayor planeta del sistema solar por dentro, cómo funciona, y como
afecta al entorno que le rodea. Todo hay que decirlo, tras esta llegada
exitosa, un problema con las válvulas del sistema de propulsión principal han
evitado que esté en la órbita que le diseñaron, y esperemos que el año que
viene baje a ella. No importa, ya que la información que tenemos hasta ahora es
tremenda, y nos sirve como aperitivo para lo que está por llegar. Marte ha sido
otro centro de atención, porque ha recibido savia nueva. Lanzadas el mes de marzo,
tanto ExoMars TGO como su aterrizador
Schiaparelli alcanzaron el planeta
rojo, y mientras el orbitador sigue en una forma excelente, su complemento de
superficie nos narró su descenso, pero un problema evitó que nos contara su
aterrizaje. A pesar de esta baja, ahora tenemos nueva cifra récord de vehículos
funcionando allí, nada menos que ocho, y es más que seguro que en el 2018
llegue otro más que sumar a la cuenta. Sobre los que están allí, siguen
trabajando, con Curiosity taladrando
como nunca (y con pequeños problemas por el camino), con Opportunity abandonando el Marathon Valley para recorrer todavía
más el borde del cráter Endeavour (y de paso tratar de estudiar unos
pequeños
barrancos que hay allí), con Mars Odyssey
y MRO cumpliendo años en Marte (15 el
primero, 10 el segundo), y el resto sigue sin más problemas. Ya hace un año que
Akatsuki alcanzó Venus a la segunda,
y ya en misión principal, nos regala, de cuando en cuando, asombrosas postales
desde la diosa de la belleza. Y mientras, por Saturno, nuestra cronista desde
allá, la venerable sonda Cassini,
cierra el que es su último año completo de indagación, y está ya en la
penúltima fase de su tarea. Con tiempo aún hasta su reentrada el 15 de
septiembre, todavía tiene mucho que hacer, con sus anillos, con sus satélites
pequeños, con el propio planeta, etc., pero este año tampoco ha estado
descansando, ya que nos ha intrigado con su exploración de los fondos de los
lagos de Titán (embarrados), nuevos cañones que culminan en sus lagos, el
fascinante cambio de tiempo en su polo norte del satélite gigante, nuevas
intrigas sobre sus anillos, y otras cosas. Para sorpresa de todos, en el
cinturón de asteroides sigue nuestra aventurera, la sonda Dawn que, tras observar Ceres desde más cerca que nunca, y con una
misión extendida aprobada (tras entregar muchísimo más de lo que le pedimos
originalmente) ha remontado el vuelo, y se encuentra a más de 7.000 km. de su
superficie, para ampliar todo lo que nos ha enseñado hasta la fecha. No sabemos
cuánto más durará, pero este tiempo será sin duda bienvenido. No nos olvidamos
de la última gran aventurera del sistema solar: New Horizons. Ahora que ha vaciado el cofre del tesoro, se prepara
para su nueva tarea, que es la de estudiar de lejos los objetos del Cinturón de
Kuiper que pasen frente a su objetivo, y que culminará con el broche de oro de
examinar uno de cerca, el 2014 MU69, el 1 de enero del 2019. Entre tanto, hemos sido testigos de cómo ese punto de luz llamado Plutón (y sus satélites) se
convertían en astros fascinantes,
demostrando que el planeta es un lugar vivo,
y sus satélites, lugares a los que volver, como al propio Plutón. Y un acontecimiento ocurrió a mitad de año, y es la resurrección de un observatorio solar tras 22 meses de silencio: STEREO-Behind. A pesar de unos primeros esfuerzos de recuperarlo, esta sonda sigue más o menos como estaba en el momento del primero contacto, y van a esperar a que esté más cerca para hacer un nuevo intento serio para devolverla a la actividad. No nos
podemos olvidar de los exoplanetas. A la nueva ristra de ellos confirmados a
partir de los datos de Kepler (que
elevan la cuenta a más de 2000) hay otros que en cierta medida reclaman
atención, como el más cercano a nosotros, Proxima b, orbitando alrededor de la
estrella más próxima al
Sol, Proxima Centauri, y sobre el que se está
debatiendo enormemente, o como el sistema TRAPPIST-1, tres planetas orbitando
una pequeña y fría estrella, y con posibilidades de que alguno de ellos pueda
ser tipo Tierra. Y en el resto de noticias del cosmos, mucho y variado, y
posiblemente las que destaquemos sean la del descubrimiento de la primera
estrella de neutrones en la galaxia de Andrómeda por parte de XMM-Newton, y sobre todo, el hallazgo, por primera vez, de ondas gravitacionales emitidas por la fusión de agujeros negros. Y hay que decirlo, tanto XMM-Newton
como su hermano de la NASA Chandra
han cumplido 17 años de trabajo impecable, y todo lo que les espera todavía. No
tenemos recursos como ellos allí arriba. Y por aquí abajo, en la Tierra, la
ciencia terrestre sigue en marcha, con un resultado sobre todo que enfada, que
es la detección de emisiones contaminantes de dióxido de azufre no reconocidas, por parte
de los satélites que hay en órbita. Por supuesto, se ha seguido monitorizando
el dióxido de carbono, observando y cuantificando los desastres, vigilando el
fenómeno de El Niño, ya acabado, y más cosas. Por supuesto, no nos olvidamos de la ISS, que este año ha recibido nuevo espacio habitable, en forma de módulo inflable, que no solo
cumple las expectativas, las está superando. También este
es el año del retorno al vuelo del cohete Antares,
el que envía la nave de carga Cygnus
al complejo, y tras dos vuelos en los que ha usado el veterano y fiable Atlas V, vuelve a los orígenes, aunque
con calma. En cuanto a la lista de altas, mucha ciencia terrestre, en forma de Jason-3, Sentinel-3A y Sentinel-1B,
GOES-R (ya GOES 16), CYGNSS y la misión japonesa a los cinturones de radiación ERG, ya conocida como Arase, pero
al espacio profundo, además de ExoMars
TGO y Schiaparelli, la misión de
recogida de muestras de un asteroide OSIRIS-REx,
elevada este mes de septiembre, cogiendo el billete de ida hacia el asteroide
Bennu. La de bajas es más bien corta: el sensor de vientos ISS-RapidScat (un problema con el suministro de energía), el ya
mencionado Schiaparelli (problemas en
el descenso y colisión con la superficie), el breve y trágico vuelo del
observatorio japonés Hitomi (problemas
informáticos y mal manejo) y, por supuesto, la misión que nos ha mantenido en
vilo estos últimos años: Rosetta y Philae, con ambas ya descansando al fin
en la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, enseñándonos cosas hasta
el mismísimo fin de misión, y todo lo que queda por analizar, comprender,
publicar y alucinar. Y lo que nos espera en el 2017: el aerofrenado de ExoMars TGO, el séquito marciano continuando
sus tareas, el sobrevuelo de OSIRIS-REx
a la Tierra en septiembre, nuevas misiones al planeta Tierra (dos o tres Sentinel más, la esperada ADM-Aeolus, el explorador de alta
atmósfera ICON), y el fin de misión
de dos misiones que se han hecho un hueco en la historia: Dawn en Ceres, y el más anunciado pero no menos doloroso, Cassini en Saturno, en el año en que
cumplirá los 20 desde su lanzamiento. Las despediremos como merecen. Y estaremos
aquí para relatarlo.
lunes, 5 de diciembre de 2016
Misión al planeta Tierra: CYGNSS
¿Cómo os quedáis si os decimos que estamos a punto de medir los
vientos oceánicos usando las señales GPS? Pues sí, ya que un proyecto está a
punto de ser enviado allí arriba para ello, para proporcionarnos una nueva
perspectiva de los ciclones tropicales, y sus sucedáneos.
¿Qué es una señal GPS? Básicamente, se trata de una emisión de radio
que lleva insertada un código de tiempo (procedente de un reloj atómico
enormemente exacto) que se corresponde al momento en que esta señal fue
transmitida. Para una determinación fiable y precisa de una localización, hacen
falta como mínimo tres señales independientes de cuatro satélites independientes.
Creado inicialmente con propósitos militares, el sistema de posicionamiento
global (actualmente GNSS, Sistema Global de Navegación por Satélite) está
compuesto de varias constelaciones: la estadounidense GPS, el sistema ruso
GLONASS, el sistema chino BeiDou, el sistem regional hindú IRNSS y el europeo Galileo (el único 100% civil actualmente). En realidad, transporte
lo que transporte, las señales GPS son lo que son: una emisión de radio, y como
tal, está sujeta a los efectos atmosféricos, oceánicos, etc. Aunque el primer
satélite en usar un receptor GPS para su geolocalización sobre la Tierra fue el
oceánico TOPEX/Poseidon, el primero
en usar científicamente estas señales fue el alemán CHAMP, en cuanto a sondeos de la alta atmósfera se refiere, algo
que ha continuado el tándem GRACE
desde el 2002 hasta la fecha. Tan rápida ha sido su implantación que los dos
satélites meteorológicos europeos MetOp
portan un sistema similar operacional. Con el tiempo, se ha investigado en
nuevas formas de usar las emisiones GPS
para la ciencia, y la dispersometría fue uno de ellos. Dado que muchas de estas señales están desaprovechadas, las que rebotan en la superficie oceánica son distorsionadas por los efectos de la velocidad del viento y, como poseen una frecuencia distinta a la de los instrumentos activos, son capaces de atravesar las enormes concentraciones de precipitación en las zonas próximas a la pared del ojo de un huracán o similar. Tras mucho desarrollo, al fin hay una misión lista para llevar esta dispersometría por GNSS desde el espacio, pero… ¿con un satélite?, no, con ocho.
para la ciencia, y la dispersometría fue uno de ellos. Dado que muchas de estas señales están desaprovechadas, las que rebotan en la superficie oceánica son distorsionadas por los efectos de la velocidad del viento y, como poseen una frecuencia distinta a la de los instrumentos activos, son capaces de atravesar las enormes concentraciones de precipitación en las zonas próximas a la pared del ojo de un huracán o similar. Tras mucho desarrollo, al fin hay una misión lista para llevar esta dispersometría por GNSS desde el espacio, pero… ¿con un satélite?, no, con ocho.
Encuadrado en el programa Earth System Science Pathfinder, que ha dado
otras misiones como GRACE y OCO-2, es la primera de toda una serie
de proyectos denominada Earth Venture, que usará tanto misiones completas como
instrumentos para realizar ciencia innovadora. Como la primera de estas
misiones, CYGNSS (Sistema Global de
Navegación por Satélite para Ciclones) es una prueba de concepto para comprobar
que este método de medición funciona, tomando por el camino datos imposibles de
obtener usando otras técnicas. Como hemos dicho, son ocho los satélites, porque
para tomar las mediciones necesarias un único satélite se quedaría corto,
mientras una constelación ofrece una mayor oportunidad de muestreo en el
dinámico ambiente de una tormenta tropical.
A diferencia de muchas de las misiones que hemos relatado en esta Crónica,
los ocho satélites CYGNSS son
pequeños microsatélites, con medidas de 51 centímetros de largo, 59 de ancho y
22 de alto, y una vez desplegados en el espacio, una envergadura de 160
centímetros. Tienen forma triangular, más estrecha en el lado terrestre, y más
ancho en el espacial, contando en su interior con todo lo necesario para funcionar
en un paquete completamente integrado. Todos los elementos son de amplia
herencia, usados en muchas misiones, tanto de órbita terrestre como de espacio
profundo. Eso sí, la redundancia es funciona o selectiva. El poco espacio
obliga. Su ordenador está centralizado en el procesador de doble núcleo LEON3 FT,
y a su alrededor se ha construido la arquitectura Centaur, para
ejercitar todas las operaciones de a bordo, y va acompañado por un grabador de datos de 4 GB empleando tecnología de memoria flash. Sus comunicaciones son mediante un sistema de banda-S, empleando un sistema bidireccional (emisión y recepción) conectado a dos antenas del tipo parche de microtiras, una en la parte inferior y otra en la superior. La energía la recibe del Sol, empleando las células solares colocadas por todas las superficies disponibles, tanto en los paneles frontal y trasero, inferiores, y sobre todo, los superiores, a los que van conectados los paneles desplegables. Estos
poseen tres secciones por panel, y emplean células de alta eficiencia, totalizando una superficie activa de 0.71 metros cuadrados, suficiente para alimentar los sistemas de a bordo, y al tiempo cargar las dos pequeñas baterías de ión-litio. Estabilizados en sus tres ejes, carecen de toda propulsión, empleando para ello un sistema de referencia inercial, un escáner estelar, tres ruedas de reacción acopladas a sistemas de descompensación magnética y un magnetómetro, además de sensores solares. En cuanto al control termal, emplea mantas multicapa, radiadores, y diversos tratamientos sobre varias de las superficies. La única carga útil de cada satélite se llama DDMI, Instrumento de Cartografía de Retraso Doppler. Está compuesto por el Receptor de Cartografía de Retraso, dos antenas receptoras GPS (en las superficies superior e inferior de cada satélite) y cinco receptores GPS, uno para la tarea habitual de posicionar el satélite alrededor de la Tierra, y otros cuatro para realizar el procesado de señal para las mediciones científicas. Cada receptor modificado generará un mapa de Retraso Doppler, y con los cuatro, se consigue extraer la velocidad del viento en superficie. Pero al ser una constelación, el resultado serán 32 de estos mapas de Retraso Doppler para conseguir mediciones de la velocidad del viento más exactas. Toda esta información será guardada en un grabador propio, con capacidad de 1 GB. La masa de cada satélite es de 24 kg.
ejercitar todas las operaciones de a bordo, y va acompañado por un grabador de datos de 4 GB empleando tecnología de memoria flash. Sus comunicaciones son mediante un sistema de banda-S, empleando un sistema bidireccional (emisión y recepción) conectado a dos antenas del tipo parche de microtiras, una en la parte inferior y otra en la superior. La energía la recibe del Sol, empleando las células solares colocadas por todas las superficies disponibles, tanto en los paneles frontal y trasero, inferiores, y sobre todo, los superiores, a los que van conectados los paneles desplegables. Estos
poseen tres secciones por panel, y emplean células de alta eficiencia, totalizando una superficie activa de 0.71 metros cuadrados, suficiente para alimentar los sistemas de a bordo, y al tiempo cargar las dos pequeñas baterías de ión-litio. Estabilizados en sus tres ejes, carecen de toda propulsión, empleando para ello un sistema de referencia inercial, un escáner estelar, tres ruedas de reacción acopladas a sistemas de descompensación magnética y un magnetómetro, además de sensores solares. En cuanto al control termal, emplea mantas multicapa, radiadores, y diversos tratamientos sobre varias de las superficies. La única carga útil de cada satélite se llama DDMI, Instrumento de Cartografía de Retraso Doppler. Está compuesto por el Receptor de Cartografía de Retraso, dos antenas receptoras GPS (en las superficies superior e inferior de cada satélite) y cinco receptores GPS, uno para la tarea habitual de posicionar el satélite alrededor de la Tierra, y otros cuatro para realizar el procesado de señal para las mediciones científicas. Cada receptor modificado generará un mapa de Retraso Doppler, y con los cuatro, se consigue extraer la velocidad del viento en superficie. Pero al ser una constelación, el resultado serán 32 de estos mapas de Retraso Doppler para conseguir mediciones de la velocidad del viento más exactas. Toda esta información será guardada en un grabador propio, con capacidad de 1 GB. La masa de cada satélite es de 24 kg.
Los ocho satélites serán elevados en un único vuelo, y dadas sus
modestas dimensiones, pueden recurrir al célebre Pegasus-XL. Eso sí, para encajar, se ha construido un módulo dedespliegue en dos filas, cada una conteniendo cuatro de los microsatélites. Además,
el viaje es de cuidado: de sus instalaciones de ensamblaje y pruebas han
viajado a la base de la fuerza aérea de Vandenberg, para su integración con el
cohete, y éste, en el avión de transporte Stargazer.
Con todas las operaciones acabadas allí, volará a Cabo Cañaveral, a la espera
del día de lanzamiento, fijado para el 12 de
diciembre. Ese día, el Stargazer despegará hacia la localización de lanzamiento, a unos 60 km. de la costa, y a una altitud de 11.800 metros. Tras esto, el Pegaus-XL será soltado, y tras cinco segundos de caída libre, arrancará el motor de su primera fase, iniciando su misión. La órbita para la constelación CYGNSS es una a 510 km. de altitud sobre la Tierra, con una inclinación de 35º con respecto al ecuador. Desde esta trayectoria tiene acceso a las regiones tropicales en las que surgen estos fenómenos meteorológicos. Tras la separación y despliegue, y después de 60 días de chequeos, su misión comenzará.
diciembre. Ese día, el Stargazer despegará hacia la localización de lanzamiento, a unos 60 km. de la costa, y a una altitud de 11.800 metros. Tras esto, el Pegaus-XL será soltado, y tras cinco segundos de caída libre, arrancará el motor de su primera fase, iniciando su misión. La órbita para la constelación CYGNSS es una a 510 km. de altitud sobre la Tierra, con una inclinación de 35º con respecto al ecuador. Desde esta trayectoria tiene acceso a las regiones tropicales en las que surgen estos fenómenos meteorológicos. Tras la separación y despliegue, y después de 60 días de chequeos, su misión comenzará.
precipitación, y medirá esta misma velocidad del viento en superficie en la zona de los núcleos internos de los sistemas tropicales, con la suficiente frecuencia como para comprender su formación y rápida intensificación. El resultado final debe ser un mejor entendimiento de cómo se forman estas tormentas, si se refuerzan o no, y cuánto se refuerzan, para así contribuir a la mejora de los pronósticos meteorológicos acerca de los ciclones tropicales, y de el rumbo que éstos seguirán una vez formados.
Desde aquí celebramos las misiones innovadoras, solo que todavía
estamos encadenados a la superficie oceánica. El año que viene, llega otro
innovador al juego de la velocidad del viento, por parte de la ESA, y ya
hablaremos de él.