sábado, 31 de agosto de 2019

Ventana al Espacio (CXXV)


Imagen de todo el cielo en infrarrojo cercano, desde COBE

lunes, 26 de agosto de 2019

El Yin-yang del sistema solar

Una noche de octubre de 1671, Giovanni Cassini descubrió un nuevo punto de luz alrededor de Saturno. Visto en el lado occidental del planeta, esperó varios meses para tratar de verlo en el lado oriental, pero para su extrañeza, no apareció, tampoco lo hizo al año siguiente, apareciendo en un lado y no asomando en el otro. Tuvo que esperar a 1705, cuando consiguió un telescopio más potente, que fue capaz de encontrarlo en el otro extremo de Saturno. Ya convencido, anunció su nuevo descubrimiento.

Este fue uno de los cuatro satélites localizados por Cassini en Saturno, el último en confirmar, y tras calcular su trayectoria, se vio que tenía una peculiaridad. De los de su tamaño, es el más alejado al planeta, con una distancia media a Saturno es de aproximadamente de 3.5 millones de km., y con una inclinación con respecto al ecuador planetario de más de 15º, y tardando algo más de 79 días en rodear el planeta. Lo que desconcertó a los primeros que lo observaron era precisamente esa ambivalencia, con un lado sumamente brillante y otro muy oscuro. El propio Cassini supuso que era un cuerpo con una rotación fija igual que la Luna, con una cara siempre mirando a Saturno, y la otra al espacio profundo.

Conocido alternativamente, años después, como Saturno V, posteriormente como Saturno VII, y luego como Saturno VIII. Su nombre definitivo se lo dio John Herschel, hijo de William Herschel, recibiendo el nombre de Japeto, uno de los titanes de la mitología griega. Poco más se pudo saber hasta que no llegamos allí.

La primera misión espacial que alcanzó Saturno fue Pioneer 11, y aunque el encuentro planetario ocurrió el 1 de septiembre de 1979, el sobrevuelo a Japeto ocurrió tres días antes, a una distancia de algo más de 1 millón de km. Con una carga útil limitada y la lejanía, los datos fueron mínimos. Un año después, Voyager 1 no tuvo mejor suerte, pasando todavía más lejos de este satélite, a más de 2.5
millones de km. Al año siguiente, Voyager 2 tuvo más suerte, aproximándose a unos 910.000 km., y a pesar de la distancia, obtuvo imágenes nítidas que revelaron detalles sorprendentes de su superficie, confirmando la observación que Cassini hizo cuando lo descubrió. Varios cráteres aparecían en la superficie, y se observó un límite claro y definido entre la zona brillante y oscura. A pesar de lo poco que se vio, las zonas geográficas empezaron a recibir nombres, todos basados en el poema épico francés La Chanson de Roland, con la zona brillante recibiendo la nomenclatura de Roncevaux Terra, y algunos cráteres como Charlemagne. Hubo una excepción, porque la zona oscura recibió el nombre de Cassini Regio, por su descubridor. Tardamos 33 años en volver, con la sonda Cassini.

Debido a sus peculiares características orbitales, Japeto no fue un objeto fácil de estudiar de cerca, de hecho, la gran sonda solo practicó dos sobrevuelos cercanos. El primero fue realizado el 30 de diciembre del 2004, acercándose a unos 120.000 km., pero el importante fue el realizado el 10 de septiembre del 2007, pasando a 1227 km., el encuentro más cercano que se le haya hecho. Además de estos dos acercamientos, hubo decenas de oportunidades de observar el satélite de lejos, pero lo suficientemente cerca como para revelar los detalles que esconde este lugar más que interesante.

Gracias a todas las imágenes capturadas, y el resto de información recogida, sabemos muy bien cómo es Japeto. Se trata del undécimo satélite más grande del sistema solar, con un diámetro medio aproximado de 1469 km. Es un satélite de baja densidad (1.27 g/cm3) lo que indica que está formado por materiales helados, acompañado con algo de roca. Lo más notable, sin duda, es su dicotomía de color. La zona brillante, y situada en el hemisferio contrario a la órbita del satélite, con un albedo de 0.5, es en esencia una zona cubierta de hielo, mientras que la zona oscura, en el hemisferio situado en la dirección orbital, con un albedo de entre 0.03 y 0.05, muestra un color marrón rojizo. Imágenes tomadas desde cerca mostraron que la zona brillante no es una zona homogénea, sino que existen diversos parches sobre la zona oscura. Sin sorpresas, Japeto muestra una gran densidad de craterización,
con algunos ejemplos de tamaño considerable, como Turgis, de 580 km. de diámetro, o Engelier, de 504. En total, hay unos 58 cráteres actualmente nombrados en Japeto. El más grande de todos, sin embargo, es Abisme, con un diámetro de 767.64 km.

Un aspecto desconcertante de Japeto, descubierto por Cassini, es la larga cordillera ecuatorial que corre a lo largo de 1300 km. por la Cassini Regio, y que tiene difícil explicación. En realidad son secciones relativamente desconectadas, siendo la mayor Toledo Montes. Un primer aspecto intrigante es que su nivel de craterización es semejante a la del resto del satélite, por lo que  se formó casi al tiempo mismo que Japeto. Pero cómo se formó, sigue siendo objeto de debate. Los hay que han pensado que eran los restos de un
anillo que fue absorbido por la superficie, pero es demasiado rocambolesca. Otra afirma que es la consecuencia del enfriamiento del satélite, tras haber liberado calor interno provocado por el isótopo radiactivo del Aluminio-26. Y una tercera que es fruto de la solidificación de una fuente de material líquido. Sea como fuere su formación, sus dimensiones, con una anchura de 20 km. y una altitud media de 13 km. (algunos picos superan los 20 km.), distorsiona la forma de Japeto visto desde lejos, de ahí que el margen de error en los cálculos de sus medidas sea levemente alto. Sin embargo, lo más interesante de este satélite es la dicotomía de color.

Cassini ya lo advirtió: sus dos hemisferios son muy distintos, con uno muy brillante, casi tanto como Europa, satélite de Júpiter, y el otro muy oscuro, casi como el carbón. ¿Por qué? Sigue siendo objeto de debate. Por lo general, la impresión es que la zona brillante es como una capa colocada sobre la superficie general, con parches dispersos de material oscuro en muchas zonas de esta área brillante. La zona de transición entre las regiones está muy moteada, hasta llegar a la zona oscura en la que los parches brillantes apenas aparecen. Por composición, la zona brillante es mayormente hielo de agua, en cuanto a la zona oscura, parece abundar el dióxido de carbono. Datos de temperatura, además, muestran que los parches oscuros absorben mucha radiación solar, con temperaturas mucho más altas que en las zonas brillantes. Esta zona oscura tan extraña, compuesta por un material formado casi a partes iguales de carbono y nitrógeno, formando componentes orgánicos que
suelen encontrarse principalmente en los cometas. Por lo tanto, su origen es todavía desconocido. Acerca de su origen, algunos dicen que procede del exterior. El observatorio Spitzer descubrió un enorme anillo de material en aproximadamente la zona de la órbita de Febe, por lo que suponen que parte de ese material ha caído hacia el interior del sistema de Saturno, cubriendo diversos satélites, entre ellos Japeto. El hecho del color tan oscuro podría ser causa de la agresión del viento solar, que erosionó los granos de material, y es así cómo está en la superficie. Una vez sobre la superficie, este material, muy capaz de retener calor, debió provocar la sublimación de parte del hielo y, como consecuencia de su lenta rotación sobre sí mismo (el mismo tiempo que en orbitar Saturno), el hielo evaporado de la zona iluminada viajó a zonas más frías, donde se volvió a condensar y congelar. De
este modo, y actualmente, el hielo va cambiando de lugar en Japeto incluso ahora, en un ciclo de evaporación, condensación y congelación que debe llevar en marcha millones de años, y es algo que Cassini registró en su sobrevuelo de septiembre del 2007. Por otro lado, se cree que podría tener un origen interno. Puede ser que una combinación de criovulcanismo e impactos de meteoritos haya elevado a la superficie el material. Por un lado, los impactos excavarían la superficie hasta la zona a varios km. de profundidad, y vistos los cráteres tan grandes, no sería descartable, y por otro lado, el criovulcanismo habría expulsado grandes cantidades de material fluido que probablemente se habría oscurecido por acción del viento solar. Sea cual sea el proceso que ha provocado el intrigante aspecto de la superficie de Japeto, merece una nueva investigación más próxima.

Cuando, en el futuro, el ser humano se lance a la investigación del sistema solar, Japeto será uno de los lugares en los que detenerse. Vale, en el sistema de Saturno hay otros sitios interesantes, como Encélado o Titán, pero la combinación de larga distancia y una distinta inclinación al plano orbital del propio planeta, puede hacer de este satélite la base ideal desde la que observar los anillos. Otros satélites, como Rea o
Mimas serían mejores elecciones por su cercanía, pero siempre tendrían los anillos de perfil. Desde Japeto, sin embargo, dependiendo de las condiciones de luminosidad, tendrían los anillos casi siempre a la vista para observar todos los procesos que allí se desarrollan. Sobre el agua, no hay problema. Japeto nunca será un punto de apoyo para la investigación del sistema solar exterior, pero merece ser un lugar de visita obligatorio, no solo por esto de la indagación acerca de los anillos, sino por sus misterios propios.

El sistema solar es un lugar sorprendente, pero sin duda Japeto es de los que se llevan la palma en cuanto a lugares asombrosos. Es un rincón de nuestra parcela galáctica que merece una investigación en profundidad, pero vistos los planes actuales, tardaremos mucho, mucho, en volver a verlo de cerca. Pero siempre podremos echar mano de las fabulosas postales que Cassini consiguió durante su estancia de trece años.

Japeto, desde 83.000 km., 10 de septiembre del 2007 (Cassini)