La Gran Nube de Magallanes, desde Akari.
lunes, 31 de agosto de 2020
miércoles, 12 de agosto de 2020
Sopa de satélites pequeños (I)
Una de las primeras entradas
en esta crónica versaba sobre los satélites mayores del sistema solar. Aunque satisfechos,
nos habíamos dejado una parte muy importante de ellos sin relatar. Después de
pensarlo durante mucho tiempo, pero mucho, ha llegado el momento de hablar de
ellos, los satélites pequeños que pueblan el sistema solar.
Antes de arrancar queremos
dejar una cosa clara: no vamos a hablar de TODOS los pequeños. La inmensa
mayoría solo sabemos de ellos por ser puntos de luz en el fondo estelar y por
las órbitas que describen. Al menos, gracias a las sondas espaciales, sabemos
de algunos de estos satélites lo suficiente como para aparecer aquí.
Al clasificar satélite mayor y
satélite pequeño, no solo nos referimos en tamaño, también por su importancia e
influencia. Como ya sabéis, ni Mercurio ni Venus tienen satélites, mientras que
la Tierra tiene la Luna, y Marte posee sólo Fobos y Deimos. Aunque estos dos
podrían caer aquí, los consideramos mayores porque son los únicos del planeta
rojo y por su importancia en la evolución de Marte. De este modo, lo mejor es
saltar al sistema solar exterior y los planetas gigantes de gas y de hielo.
Más allá de los satélites
galileanos, ¿cuáles más conocéis alrededor de Júpiter? Difícil respuesta, ¿verdad?
Pues la verdad es que el hermano mayor del sistema es una suerte de sistema
solar en miniatura, que posee, según el último recuento, 79 satélites
naturales. Entre Io y el planeta hay cuatro, y más allá de Calixto hay toda una
legión, demasiado pequeños y demasiado lejos como para poder ser alcanzados por
sondas en órbita. Por ello, se tiene más información de los cuatro interiores. El
más próximo es Metis. Descubierto
gracias a las imágenes de Voyager 1 en marzo de 1979, recibe el
nombre de una de las Titanes de la mitología griega, siendo la primera esposa
de Zeus. Rodea a Júpiter a una distancia media de 128.000 km. en una órbita
casi circular, necesitando siete horas y media en completar una revolución
alrededor del planeta. Todo lo que sabemos en general sobre Metis procede de Galileo. Su forma es bastante irregular
(60 x 40 x 34 km.), aunque su masa no se conoce con exactitud. A pesar de solo
tener imágenes lejanas y borrosas, sabemos que su superficie está marcada por
los cráteres, y exhibe un tono rojizo. Rota de manera sincronizada con su
traslación, apuntando su eje longitudinal hacia Júpiter. Esto hace que la cara
que está en la dirección orbital sea mucho más brillante que la opuesta,
probable resultado de las agresiones que sufre. Debido a su situación orbital,
es de los pocos satélites del sistema solar cuya órbita está decayendo, por lo
que en el futuro acabará entrando en la atmósfera. Metis es, además, uno de los
dos satélites pastores del anillo joviano, manteniendo las partículas que lo
forman en su sitio, con el satélite habitando dentro de un hueco de
aproximadamente 500 km. dentro del propio anillo, proporcionándole además de
material. En el otro extremo del anillo está Adrastea. Nombrada por la madre
adoptiva de Zeus en la mitología griega es,
de los cuatro interiores, el más
pequeño. Fue descubierto gracias a las imágenes de Voyager 2 en julio de 1979, siendo el primer satélite encontrado
por una sonda espacial. A causa de su diminuto tamaño solo conocemos su forma,
(20 x 16 x 14 km.), aunque podemos suponer que posee características similares
a las de Metis. Su órbita, a 129.000 km. de las capas superiores de Júpiter, la
sitúa casi en el borde externo del anillo, la zona más densa, por lo que es muy
posible que sea la fuente del material de esta sección del anillo. Como Metis, tarda
poquísimo en completar una órbita (casi ocho horas) y, aunque no podemos
confirmarlo al 100%, su rotación también está sincronizada con su órbita, con
lo que su eje longitudinal también encara al planeta. Por si fuera poco,
Adrastea también está en una órbita que decae hacia Júpiter, por lo que llegará
el momento en que entre en su atmósfera. El mayor de todos recibe el nombre de
Amaltea. Nombrada por una ninfa de la mitología griega, este satélite fue el
quinto descubierto alrededor de Júpiter, y no fue hasta el 9 de
septiembre de
1892 que el astrónomo Edward Barnard lo localizó. Por su tamaño, ha sido el
mejor observado por las sondas, con imágenes decentes tomadas por las Voyager y por Galileo. Amaltea dista de las capas superiores de Júpiter 181.000
km. siguiendo una trayectoria también casi circular. Es de dimensiones notables
(250 x 146 x 128 km.), y gracias a la información de Galileo sabemos que su densidad es muy baja (0.86 g/cm3),
implicando gran cantidad de hielo o un interior muy poroso, o ambos a la vez. Su
superficie está muy moteada de cráteres, siendo Pan el mayor, con 100 km. de
diámetro. También su superficie exhibe un tinte rojizo, en este caso se puede
atribuir a Io y todo el material que expulsa y termina depositado en la
superficie de Amaltea. En su superficie, además, resaltan dos manchas muy
brillantes, que alcanzan los 25 km. de diámetro. Una característica llamativa
es que su situación con respecto a Júpiter hace que su órbita, que dura casi 12
horas, le permita estar sincronizado con la propia rotación del planeta. Esta
característica bien podría ser de utilidad para así poder colocar allí un
observatorio de Júpiter, entregando unas vistas verdaderamente embriagadoras,
aunque actualmente es una mala decisión, por encontrarse muy en el interior de
la sopa radiactiva de Júpiter, con niveles de radiación mortales de necesidad. Por
si fuera poco, Amaltea da forma a un anillo propio, levemente más exterior que
el principal joviano por las partículas que expulsa debido a los impactos de
meteoritos que hace que, como Metis, su cara delantera sea más brillante que la
trasera. Solo Galileo se ha acercado
muy cerca de Amaltea, pasando a 244 km. el 5 de noviembre del 2002. Lamentablemente,
el tiempo pasado dentro de las zonas de más alta radiación en el entorno
joviano ya había averiado fuertemente sus instrumentos de escaneo remoto, lo
que hizo imposible tomar imágenes o espectros de él. Más separado esta Thebe. También
nombrado por una ninfa de la mitología griega, fue
descubierta usando imágenes
de las dos sondas Voyager, para
posteriormente Galileo entregarnos
todo lo que sabemos actualmente. Dista de Júpiter casi 222.000 km., siguiendo
una órbita más elíptica que las de sus compañeras y, como con Amaltea, es fuente
de su propio anillo alrededor del planeta. Posee unas medidas de 116 x 98 x 84
km., y como el resto, rota sincrónicamente. El rasgo superficial más prominente
es el cráter Zethus, de 40 km. de diámetro, situado en el hemisferio opuesto al
planeta, contando más de ellos en los otros lados del planeta. Como los demás,
es de color tirando a rojo, y cara delantera, la que está en la dirección orbital,
es más brillante que la opuesta. En cuanto a tiempo de órbita, más de 16 horas.
El resto de satélites pequeños están muy lejos, son muy pequeños, y orbitan
alrededor de Júpiter de una forma tan caótica (algunos orbitan en planos muy
altos respecto al ecuador joviano, otros orbitan en dirección opuesta a la
rotación del planeta) provoca que explorarlos sea casi imposible. Cualquiera podría
decir que Juno podría, pero está
demasiado cerca del planeta. Del único exterior del que sabemos algo es
Himalia. Esta luna, descubierta por Charles Dillon Perrine el 3 de diciembre de
1904 desde el observatorio Lick, es probablemente el más brillante de los
pequeños, más que Amaltea. Está a casi 11 millones y medio de km. de Júpiter,
necesitando 250 días en completar una órbita, y ésta trayectoria encima
está
inclinada a 27.5º con respecto al ecuador del planeta. Gracias a los sobrevuelos
distantes de Cassini en el 2000 y de New Horizons en el 2007 tenemos alguna
que otra imagen de él y suponer su forma. Teniendo en cuenta la distancia
mínima entre Cassini e Himalia de 4.4
millones de km., las imágenes apenas lo mostraban como un punto de luz
alargado. De estas imágenes se estimó un tamaño de aproximadamente 150 x 120
km., aunque observaciones de ocultación desde Tierra lo agrandaron un poco, a
205 x 141 km. En cuanto a su composición, parece ser similar a los asteroides
tipo C, aunque en el espectro infrarrojo parece indicar la presencia, aunque
mínima, de agua. Del resto, habrá que esperar a una misión específica para
ellos.
Hemos decidido saltarnos de
momento Saturno y centrarnos en Urano. El inexpresivo gigante de hielo de color
azul verdoso tiene a su alrededor 27 lunas conocidas, de las cuales sabemos de
las cinco mayores. Después que Voyager 2
pasara por allí en 1986, se añadieron 10 más, y desde entonces el número ha crecido
hasta el total actual, con algunos descubiertos por el telescopio Hubble. Los satélites de Urano comparten
dos peculiaridades: orbitan casi en el plano ecuatorial del planeta (que está a
98º de la vertical), y que sus nombres vienen de obras de la literatura. Puesto
que los 11 últimos fueron encontrados con posterioridad al encuentro de Voyager 2, nos centraremos en los que
pudo encontrar. Todos ellos son satélites interiores a Miranda, el más pequeño
de los interiores, y son, además, satélites pastores del oscuro sistema de
anillos que rodea Urano. Cordelia es el más cercano, orbitando el planeta a
casi 50.000 km. de
sus nubes superiores. Es un satélite pastor del anillo Épsilon
(e), con unas dimensiones aproximadas
de 50 x 36 x 36 km. Debe su nombre a un personaje de la obra de Shakespeare Rey Lear. Ofelia (su nombre sale de Hamlet) es el siguiente, alejado de
Urano en casi 53.800 km., con un tamaño similar a su antecesor (54 x 38 x 38
km.), pastoreando también el anillo Épsilon. Bianca (nombre procedente de La Fierecilla Domada) es la siguiente, a
59.200 km. de la capa superior de nubes de Urano. Algo mayor que sus
antecesoras (64 x 46 x 46 km.), es un objeto de color gris que, a diferencia de
otros, no pastorea ningún anillo. A casi 62.000 km. del planeta, se sitúa
Cressida (nombre procedente de la obra Trolio
y Crésida). De unas medidas aproximadas de 92 x 74 x 74 km., orbita en una
suerte de resonancia 3:2 con el anillo Eta (h),
provocándole perturbaciones que han permitido hacer la única determinación de
masa entre los nuevos satélites de Urano, lo que ha permitido calcular una
densidad ínfima, de más o menos 0.86 g/cm3. Desdemona (de la obra Otelo) no se distancia demasiado de
Cressida, orbitando Urano a unos 62.700 km. de distancia. Se le supone un
diámetro de 90 x 54 x 54 km., mostrando un color gris en superficie. Podría colisionar
con Cressida en los siguientes 100 millones de años. Juliet (procede de Romeo y Julieta) está algo más alejada,
a 64.400 km., pareciendo un objeto alargado de 150 x 74 x 74 km. Corre el
riesgo de colisionar con Desdemona. Portia (de El Mercader de Venecia) ya se encuentra a poco más de 66.000 km.,
libre de riesgos de colisiones, y se le calculan unas dimensiones de 156 x 126
x 126 km. Lo peculiar es que su órbita está decayendo, por lo que la gravedad
de Urano acabará rompiendo el satélite, transformándolo en un nuevo anillo. Además,
gracias al telescopio Hubble, sabemos
que, al menos, posee hielo en superficie. Rosalind (procede de Como Gustéis) orbita Urano a casi 70.000
km. de distancia. Se
piensa que es esférico, y se le adjudica un diámetro de 72
km. interesantemente, está en una resonancia orbital con Cordelia en la que,
por cada tres de Rosalind, Cordelia realiza cinco. Belinda (nombre extraído de El Rizo Robado de Alexander Pope) ya se
encuentra a más de 75.000 km. del planeta, sus medidas son de, al menos, 128 x
64 x 64 km., y contando con una superficie tirando a gris y un albedo, como el
resto, muy bajo, de aproximadamente 0.08. Perdita (de Cuento de Invierto, de Shakespeare), aunque encontrado junto con
los otros por Voyager 2, no fue
reconocido finalmente hasta el 2003 gracias al telescopio Hubble. Orbita a más de 76.000 km., se le supone relativamente esférico,
con un diámetro de 30 km. curiosamente, está en resonancia orbital con
Belinda
(43:44), y cerca de estarlo con Rosalind en 8:7. Y finalmente, Puck. Su nombre
viene de El Sueño de una Noche de Verano,
y parece ser el mayor de los interiores. Voyager
2 pasó a casi 500.000 km. de él, y nos permitió ver un satélite irregular
de 162 km. de diámetro, muy oscuro, y con cráteres por casi toda su superficie,
en el que domina Bogle, de unos 45 km. de diámetro. Aunque de color gris,
también enseña huellas espectrales de agua. Lo más probable es que, dado su
albedo de 0.11, el material oscuro sea material orgánico oscurecido por el
bombardeo de la radiación. Así podéis entender el déficit de misiones a los
gigantes de hielo.
Lo mismo que hemos contado de
Urano puede aplicarse a Neptuno. Antes de Voyager
2, solo conocíamos 2, la sonda amplió la cuenta a 8, y actualmente
conocemos 14. Los seis localizados en 1989 son más interiores que Tritón, y el
otro conocido antes del sobrevuelo, es más lejano, y con una órbita realmente
notable. La luna más cercana a Neptuno es Naiad. Orbita a una distancia de algo
más de 48.000 km. de la capa superior de nubes del planeta, y se le creen unas
dimensiones de 96 x 60 x 52 km. se sospecha que es una pila de restos de un
satélite anterior que quedó destrozado por la llegada y captura de Tritón en el
sistema. Lo más peculiar es que se encuentra en una rarísima resonancia orbital
con el siguiente satélite, Thalassa. Cada 21 días aproximadamente, Naiad pasa
dos veces por encima, y luego dos veces por debajo de Thalassa a distancias de
casi 3000 km., a pesar de que la distancia real entre las órbita es algo
inferior a los 2000. Así entre Naiad y Thalassa (que dista a poco más de 50.000
km., y se le calculan unas medidas de 108 x 100 x 52 km.) hay una resonancia
orbita extrema de 73:69. Despina es el tercer satélite en distancia, separado
de Neptuno por 52.000 km. de espacio. Es mayor que los dos anteriores, con
dimensiones aproximadas de 180 x 148 x 128 km. y, como los dos anteriores,
parece ser el resultado de una acreción de los restos de un satélite antiguo
destruido por la incorporación de Tritón. Dada su posición dentro del anillo Le
Verrier (nombrado así por uno de sus descubridores) podría pastorearlo, aunque
en el futuro podría caer a Neptuno o descomponerse para formar otro anillo, al
estar en una trayectoria que decae hacia el planeta. Algo parecido le pasa a
Galatea. Distando de Neptuno a casi 62.000 km., le sitúa en el entorno del
anillo Adams, al que parece pastorear. Se encuentra por debajo del umbral de la
órbita sincrónica con Neptuno, por lo que también su órbita decae, lo que
provocará un destino similar al de Despina, para un satélite de 204 x 184 x 144
km. Larissa, aunque oficialmente adjudicada a Voyager 2, fue descubierta inicialmente, y por casualidad, en 1981
por un grupo de cuatro astrónomos. Se separa del planeta por algo más de 73.500
km. y, gracias a las imágenes
próximas tomadas por la sonda cuando visitó el
sistema, tenemos una idea de su forma, con unas medidas de 216 x 204 x 168 km.,
con un margen de error de 10 km., acercándose lo suficiente como para obtener
imágenes con resoluciones de hasta 4.2 km. por pixel. Lo que se muestra, aunque
borrosa, es una superficie rugosa, en la que parecen existir algunos cráteres
notables. Como ocurre con los satélites antes que ella, también caerá al
planeta. Este no es el caso de Proteo. El mayor satélite irregular del sistema
solar (424 x 390 x 396 km) dista de Neptuno 111.600 km., y orbita de tal modo
que su
rotación está sincronizada con su órbita. Voyager 2 se acercó a menos de 145.000 km, permitiendo obtener
imágenes casi nítidas de este enorme escombro, mostrando una superficie muy
rugosa, plagada de cráteres (el mayor, Pharos, de entre 230 y 260 km.)
acompañados por escarpaduras, valles y surcos. Su color es muy oscuro (albedo
de 0.096), y como otros satélites exteriores, su composición puede estar
dominada por componentes orgánicos, como hidrocarburos o cianuros. Por su distancia,
se piensa que fue capturado. Por su forma, parece que, como Vesta, ha sido
excavado y erosionado por los impactos asteroidales. Y terminamos este repaso
por los satélites de Neptuno por Nereida. Localizado por Gerard Kuiper en 1949,
llama la atención por sus efemérides orbitales. Su distancia media a Neptuno es
de 5.514.000 km., pero su perigeo es de casi 1.4 millones de km., y su apogeo
se acerca a los 9.7 millones de km., siendo el satélite con la órbita más
excéntrica del sistema solar. Tarda en completar este circuito, según las
últimas mediciones, casi 11.6 horas. Como consecuencia de esta trayectoria, Voyager 2 lo tuvo complicado, estando
nunca más cerca de 4.7 millones de km. Aunque su forma es desconocida, observaciones
remotas han puesto un límite al diámetro de Nereida, fijándolo en 357 km.,
sospechándole algo alargado, y contando con hielo de agua en superficie, de ahí
un albedo de 0.24, superior al del resto de satélites. Aunque esto es todo lo
que podemos hacer desde aquí, la cosa podría cambiar si se selecciona la
propuesta Discovery Trident, que
apunta a estudiar Tritón como New
Horizons indagó en Plutón.
Y a Plutón que nos vamos. Lo cierto
es que no nos vamos a extender demasiado, con los cuatro menores que orbitan el
último planeta, ya que esto lo reservamos para un mejor momento. Gracias a New Horizons
tenemos buena información
sobre Nix e Hydra, y no tanta de Styx y Kerberos. De los pequeños, Styx es el
más cercano, separado de Plutón por 41.700 km., contando con unas medidas de 16
x 9 x 8 km., y no mucho más. El siguiente, Nix, ya se aleja del planeta a
48.700 km. más o menos, es un cuerpo irregular de 49.8 x 33.2 x 31.1 km., y en
su superficie domina una estructura circular, lo más seguro un cráter de
impacto. Kerberos, el segundo más pequeño (19 x 10 x 9 km.) ya dista de Plutón casi
58.000 km, y por la forma, podría recordar al cometa Churyumov-Gerasimenko. Y finalmente,
Hydra. Alejado del planeta unos 65.000 km., posee una forma particular (50.9 x
36.1 x 30.9 km.) y exhibe varios cráteres, probablemente de impacto. Estos cuatro
comparten peculiaridades, como espectros similares (con mucho hielo de agua en
superficie), rotaciones caóticas, e incluso resonancias orbitales, tanto entre
sí (especialmente Styx, Nix e Hydra) como con el sistema Plutón-Caronte. Mereció
la pena investigarlos.
Obviamente, no están todos, y
todavía faltan los de Saturno. En su caso, es ya tanta la información que hemos
obtenido gracias a Cassini que
merecen sección aparte. Ya llegaremos a esa parte, prometido.