La nebulosa de reflexión DG 129, desde WISE.
lunes, 30 de noviembre de 2020
sábado, 14 de noviembre de 2020
Misión al planeta Tierra: Sentinel-6A
Puede que para algunos esta
sea una entrada repetitiva, pero no lo es. El estudio de los océanos es cada
vez más importante, y cuantos más datos, mejor sabemos lo que ocurre. Entre los
datos que se continúan recopilando está el de la topografía oceánica: la
vigilancia del cambiante nivel del mar, afectado por las corrientes, el
deshielo, y fenómenos como El Niño o La Niña. Como se recordará, el estudio
sistemático de la topografía oceánica arrancó en 1993 con la misión conjunta
NASA/CNES TOPEX-Poseidon, recibiendo
su continuación con Jason 1 en el
2001, luego con OSTM/Jason 2 desde el
2008, y más tarde, en el 2016, con Jason
3. Desde la tercera misión, las agencias
involucradas han ido aumentando,
con las agencias medioambientales NOAA y EUMETSAT involucrándose para hacer de
estas misiones no sólo científicas, también operacionales, para usar la
información generada para pronósticos oceánicos, meteorológicos y
climatológicos. Claro, con el lanzamiento del último, ya se ha visto que, a
pesar de las mejoras introducidas, este sistema, que data de finales de la
década de 1990, está obsoleto. Por supuesto, no son los únicos satélites que
vigilan la topografía oceánica; allí han estado o están todavía ERS-1 y ERS-2, Envisat, SARAL-AltiKa, CryoSat-2 y, más recientemente, los dos satélites Sentinel-3, que cuentan con altímetros
radar muy similares a los de los satélites Jason.
Sin embargo, la referencia siguen siendo ellos, con su órbita situada a 1336
km. de altitud, inclinada 66º. Por ello, antes de situar en órbita al último,
la comunidad oceánica presionó para diseñar satélites nuevos que continuaran
con la base de datos, lo que llevó a la nueva serie Jason-CS, es decir, Continuidad del Servicio. Dada la mayor
importancia de estos datos para el estudio del sistema terrestre y su impacto
con el cambio climático, solo era de esperar que la Comisión Europea, por vía
de la ESA, entrara a cooperar con estos nuevos satélites. Tras nuevas
deliberaciones sobre los méritos de los nuevos satélites, sobre si cambiar la
órbita o dejarla como está, y las distintas participaciones, finalmente la
participación de la ESA en el proyecto hizo que entrara inmediatamente en el
catálogo de misiones del programa Copernicus, como Sentinel-6.
Conocidos con su doble
nomenclatura de Jason-CS/Sentinel-6,
recientemente es esta última la que ya se acepta como única válida. Por ello,
la nueva serie de satélites es, como las anteriores, de dos satélites, salvo
que no orbitarán en constelación como los Sentinel-1,
Sentinel-2 y Sentinel-3, sino que seguirán la fórmula Jason, con el segundo esperando varios años para reemplazar al
anterior y continuar recopilando datos, asegurando así la continuidad de la base
de datos durante, al menos 10 años más.
¿Sigue siendo importante
vigilar la topografía oceánica? Sí, porque los datos siguen mostrando un
ascenso, pequeño pero notorio, del nivel del mar. Desde que se empezaron a
tomar estas medidas en 1993 hasta hoy, el nivel del mar ha crecido 3.2 mm. al
año de media, pero escondido tras esta cifra está el hecho que, en los últimos
años, el ritmo de crecimiento ha aumentado. Por ello, continuar recabando esta
información es cada vez más importante.
Para Sentinel-6 se ha encargado un nuevo diseño de satélite, que debe
aunar la capacidad de albergar una carga útil notable y mantener una precisión
y estabilidad lo suficientemente buenas para que el altímetro radar tome
mediciones fiables. La encargada del diseño general de los nuevos satélites ha
sido Airbus Defence & Space de Alemania, asentándose en la arquitectura, particular
y ya probada, del satélite glaciológico de la ESA CryoSat-2. Por ello, se trata de una plataforma rectangular, de
2.35 x 4.17 x 5.30 metros, y como del satélite del que deriva, posee esa
curiosa forma de techo a dos aguas, que es donde se sitúan las células solares.
Todo lo esencial para funcionar está situado en su interior, como el ordenador,
usando un procesador ERC32 como núcleo, usado para las operaciones de a bordo,
y conectado a un grabador de estado sólido de 352 Gb. de almacenamiento; el sistema
de comunicaciones, con sistema dual
con banda-S (transmisión de comandos al
satélite y uso de emergencias, usando antenas omnidireccionales) y banda-X (transmisión
de datos a alta velocidad, una única antena de haz estrecho); sistema de
control de actitud, usando lo habitual (unidades de referencia inercial,
escáneres estelares, sensores solares, ruedas de reacción y sistemas de
descompensación magnética, receptores de GNSS); sistema de propulsión (con dos
juegos de cuatro propulsores poco potentes para maniobras orbitales, más un
tanque con capacidad de 230 kg. de combustible); generación de energía (dos
paneles de dos secciones cada uno, con la sección inferior desplegable tras el
lanzamiento mediante métodos pasivos, alimentando los sistemas de a bordo y cargando
baterías de ión-litio); y control termal (radiadores, calentadores eléctricos, mantas
multicapa y espejos). La carga útil se centra en los siguientes aparatos. Poseidon-4 es el instrumento principal. Es
un altímetro radar muy evolucionado con respecto a los de los anteriores Jason, ya que la experiencia acumulada
en el desarrollo de los sistemas de CryoSat-2
ha permitido generar un sistema que no solo trabaja como uno convencional, sino
que también dispone de capacidad de SAR (radar de apertura sintética). Trabaja en
dos frecuencias (banda-Ku y banda-C), y se ha fabricado con la
capacidad de funcionar
en sus dos modos de forma simultánea, lo que permite alcanzar resoluciones de
medición de hasta 300 metros. Si bien anteriores generaciones del radar
permitían medir la distancia entre el satélite y la superficie marina con
exactitudes de dos centímetros, el nuevo baja esa cifra a menos de 1.5 cm. La intención
es cubrir el 95% de los océanos del mundo cada 10 días. La antena parabólica de
emisión y recepción, de 1.2 metros de diámetro, se encuentra en la parte inferior,
para apuntarla directamente en la vertical hacia la Tierra. El segundo, y
también básico, es el AMR-C, el Radiómetro de Microondas Avanzado-Clima. Situado
en el extremo delantero del satélite, cuenta con una antena de 1 metro de
diámetro y todo el sistema de recepción. Es un refinamiento más de los
radiómetros de microondas que la NASA ha ido situando en los
satélites de
topografía oceánica desde TOPEX-Poseidon,
pero cada vez más miniaturizado y preciso. Se trata de un aparato pasivo, cuya
tarea, usando sus tres canales de medición, es calcular la cantidad de vapor de
agua en la atmósfera, ya que este gas puede retrasar la recepción de los pulsos
de radar del altímetro, interfiriendo con sus mediciones. Con respecto a los
anteriores, aquí se incluye, como experimento, un radiómetro de alta
resolución, instalado en el mismo paquete, y que trabaja en tres frecuencias
distintas más altas, con respecto al otro, cuyo objetivo es mejorar las
mediciones en zonas costeras. Mientras que el radiómetro normal cubre áreas de
25 km., el nuevo experimental observará zonas de entre 3 y 5 km. Como en
satélites anteriores, también cuenta con equipo de geolocalización para situar
geográficamente las mediciones obtenidas. El primario en este sentido es DORIS,
Orbitografía Doppler y Radioposicionamiento Integrado por Satélite, que no es
más que un receptor de radio para aceptar las señales transmitidas de una red
de estaciones terrestres formada por 55 localizaciones repartidas por todo el
mundo. Recibe dos tipos de señales, en banda-S y en VHF, y calcula el tiempo
que tarda en recibirlas usando el principio Doppler al variar su frecuencia
durante el tránsito desde su emisión hasta su recepción. Este sistema puede
localizar el satélite con márgenes de error inferiores 10 cm. Otro
componente
básico es el sistema de receptores de GNSS. Ahora son capaces de aceptar
señales de los sistemas GPS y Galileo,
y hacerlo en varias frecuencias. Estos receptores se les denomina POD, por Determinación
de Órbita Precisa, y su misión es precisamente esa, fijar la posición del
satélite en relación al suelo con exactitudes inferiores a los 10 cm. Y pare
terminar, LRA, el Conjunto de Retroreflectores Láser. Otro aparato pasivo, es
idéntico al de misiones anteriores, y sirve de objetivo para los transmisores
láser distribuidos por el mundo. Al calcular el tiempo que tardan las señales
en ir y volver se pueden obtener mediciones muy precisas de la localización del
satélite. Un último experimento se ocupará, como los satélites GRACE-FO, de sondear la atmósfera. Son los
receptores GNSS-RO, o de Radio-Ocultación. La intención de este sistema es
analizar las distorsiones que la alta atmósfera provoca en las emisiones de
radio lanzadas por los satélites de GNSS para así calcular parámetros como
temperatura, presión, contenido de agua, entre otros. Para ello cuenta con tres
trabajando al unísono, uno en la parte superior junto a los de POD, y otros
dos, uno en la parte frontal, otro en la trasera, para recibir las señales
provenientes desde el limbo terrestre que atraviesan la atmósfera. No solo
capturará señales de GPS y Galileo, también
será capaz de recibir las del sistema ruso GLONASS, y hacerlo con múltiples
señales al mismo tiempo. Su masa total en el momento del lanzamiento será de
1440 kg.
El que se ha de lanzar en
breve es Sentinel-6A y, en
reconocimiento a la labor ejercida a lo largo de los años acerca de la
investigación oceanográfica, también ha recibido el sobrenombre de Michael Freilich, científico de la NASA recientemente retirado, que
contribuyó en hacer de esta misión una realidad. En cuanto a su gemelo, Sentinel-6B, no se espera hasta al menos
el 2025.
El escogido para situarlo en órbita es el Falcon 9 de SpaceX, que ya lanzó el
anterior, con éxito. El lanzamiento se producirá desde la base californiana de
Vandenberg el día 21, apuntando a la misma órbita que el resto de la familia: 1336 km.,
polar, inclinada 66º con respecto al ecuador, sin sincronización con el Sol. Todo
para seguir la base de datos, que lleva acumulándose a lo largo de
prácticamente 28 años.
Su misión será sencilla: continuar allí donde lo han
dejado los demás. Eso significa cubrir el 95% de los océanos cada 10 días
proporcionando datos sobre la topografía oceánica que lleven a extraer
información sobre la circulación oceánica, velocidad del viento en superficie,
altitud de las olas, seguir eventos extremos como huracanes o El Niño,
vigilancia de las rutas de navegación, emisión de alertas para las actividades
costeras o
de alta mar, especialmente la pesca, etc. Y cuanto más, mejor.
Hablando de mejor, la NASA y CNES llevan años
trabajando en una misión que irá todavía más allá. Llamada SWOT, contará con un sistema de SAR interferométrico, junto con
sistemas ya conocidos como un altímetro tipo Jason y sistemas de geolocalización, todo para mejorar todavía más
la precisión de las mediciones oceanográficas, pero además ampliará esto a
cuerpos de agua interiores, como ríos y lagos, así como humedales. Su lanzamiento, para el año que viene. En fin, esto
no descansa.