jueves, 31 de diciembre de 2020

Resumen del 2020


Bueno, este 2020 se acaba, y sólo podemos decir una cosa: ya era hora. Creemos que no hace falta decir el por qué. Pero con bichejo o sin bichejo, la actividad no se detiene. El año pasado esperábamos un periodo excitante y, bueno, todo se ha ralentizado. Menos novedades, menos lanzamientos, menos problemas, pero la misma actividad. Un año que empezamos acalorados, con el lanzamiento, el 10 de febrero, de la esperadísima Solar Orbiter rumbo a Helios, a verlo como nunca. Lo prometía, y lo cumplió, porque ya nos ha entregado las imágenes más próximas tomadas a nuestra estrella,dando un descubrimiento: “hogueras”, es decir, llamaradas diminutas. Y esto es solo el anticipo. Para finales del año que viene empezará lo bueno de verdad. Así, se une a la ya brillantísima Parker Solar Probe, con seis perihelios ya a sus espaldas, y lista para un séptimo. ¿Cuál era el siguiente foco de interés? Ah, sí, Marte. Este año prometía cuatro lanzamientos en fila india, pero solo se han producido tres. ExoMars 2020 se ha quedado en tierra dos años más, para solucionar diversos problemas, en particular con sus paracaídas, por lo que no volará hacia su destino hasta finales de septiembre del 2022. El resto, ya en ruta. Primero Al-Amal, elevada desde Japón el día 19 de julio, seguida por la china Tianwen-1, conjunto de orbitador y rover mandados al planeta rojo el día 23 de julio. Sin quedarse atrás, le tocó turno al nuevo rover de la NASA, llamado Perseverance, el 30 de julio. Este trío está a dos meses de llegar, siendo el primero el orbitador de Emiratos Árabes, el próximo ocho de febrero. Sobre lo que ha acontecido allí, diverso. A una atmósfera que brilla en la oscuridad en luz ultravioleta, a una atmósfera que, durante la última tormenta de polvo global, se expandió, facilitando su expulsión al espacio. Y en la superficie, por un lado, una suerte de road trip para Curiosity, y progresos, lentos, para InSight. Este año el rover ha taladrado seis veces en el suelo marciano, ha

escalado, llegando a inclinaciones de 30º (record de misión, no record total) y ahora está en travesía para llegar a una nueva zona de indagación, pasando de explorar minerales de carbonatos a minerales de sulfatos. Teóricamente, ya debería haber llegado, pero se detuvo a taladrar, y tan interesante fue que se quedó mucho más tiempo del inicialmente previsto. El lander, mientras, ha seguido su trabajo de meter el Mole a la profundidad, al menos, mínima de 3 metros. No ha sido tarea fácil: se volvió a salir, y hubo que empujar colocando la pala del brazo robot encima del aparato. Éxito, sí, pero costoso en el tiempo. El Mole ha está bajo la superficie, y enterrado gracias a la pala, ahora hay que esperar a que el subsuelo marciano  colabore. Y sí, ha detectado terremotos. Marte fue tímido al principio, pero cuando se soltó, se lanzó. El temblor más potente registrado apenas supera los cuatro grados en la escala terrestre, pero fue suficiente para localizar su origen, la fracturada región de Cerberus Fossae. Y entonces… se apagó. No el lander, sino el planeta. Fue comenzar la estación ventosa, y la detección de terremotos se detuvo. ¿La razón? Interferencias del viento, incluso en la misma superficie. Este es un año de aniversarios: 15 desde el lanzamiento de MRO, diez del de SDO, pero el más importante es el de los 25 desde el despegue del glorioso observatorio solar SOHO, que

además, añade a su cuenta de cometas un montón más, superando los 4000 descubiertos. Lo bien hecho dura, y más en su caso, tras sobrevivir a lo que tuvo que sobrevivir esta misión impresionante. Y todo esto, con un nuevo ciclo solar, con Helios camino de un nuevo máximo, que no se espera en, al menos, tres años. Este año también ha sido el de los tesoros. El primero en llegarnos nos lo entregó Hayabusa2. Una vez en casa, y desenvuelto el regalo, más muestras de las que esperaban. Habrá ciencia para décadas. También, en un viaje de ida y vuelta a la Luna, Chang’e 5 vio, llegó, retornó, y triunfó. Una de las misiones más complejas jamás lanzada, y una de las más pesadas, culminó con rotundo éxito con el retorno de algo menos de 2 kg. de material selenita. Y todo esto, con Chang’e 4 y Yutu-2 todavía circulando. Sólo nos queda la de OSIRIS-REx, recogida en octubre, pero no la esperéis hasta septiembre del 2023. También hemos tenido novedades de otras parcelas de este rincón cósmico nuestro. Por ejemplo, el “corazón” de Plutón late,  en

Júpiter hay “bolas de naftalina”, y en Venus, estamos más cerca de llegar al meollo de la superrotación atmosférica, y está el descubrimiento (o no) de fosfina en su atmósfera. La fosfina es un elemento precursor de la vida, pero entre unos que dicen que sí está, y otros que no, pues no sabemos qué pensar. Para confirmarlo (o desmentirlo) ya sabéis la solución: ir allí. Además, la propia diosa de la belleza ah sido punto de encuentro para tres misiones: Parker Solar Probe, BepiColombo y la ya mencionada Solar Orbiter. Las tres han aprovechado la gravedad del planeta para manipular sus órbitas, y al tiempo, tomar datos. A estos sobrevuelos se suman el que practicó BepiColombo antes, a la Tierra, mientras el mundo estaba bajo llave. Hay almas que todavía nos hablan, como el de Rosetta, informándonos que su cometa cambia de color con la distancia (rojo cuanto más cerca, azul cuanto más lejos), o que es increíblemente poroso y prístino, o como el de Cassini, que nos enseñó que en el polo norte de Encélado hay una actividad semejante, pero menor, a la que se encuentra en el sur. En

cuanto a lo que hay más allá, diversos apuntes: un exoplaneta en órbita de un sistema binario, no alrededor de una de las dos estrellas, ráfagas de radio ultrapotentes, el cálculo del tamaño del halo de Andrómeda, pero sobre todo, está en dos: la misión de rayos X Spektr-RG y la misión exoplanetaria CHEOPS. El primero nos está entregando datos espectaculares sobre el universo X, los suficientes como para haber formado, hasta ahora, dos escaneos del cielo, quedando seis más. La segunda,  nos ofrece lo que prometió: mediciones ultraprecisas del tamaño de planetas extrasolares, lo que está permitiendo saber cómo son. A esto se añade mediciones similares… de sus estrellas. Como suele decirse, esencia grande en frasco pequeño. La lista de altas de este año es breve: a las tres marcianas, se suma únicamente Sentinel-6A, que continuará la serie de datos de topografía oceánica con mayor precisión que nunca. Deberíamos haber sumado también a SEOSAT-Ingenio y TARANIS, pero un problema con el lanzador Vega lo impidió. Y en la de bajas, solo una, la ya anunciada del observatorio de infrarrojos Spitzer. La más longeva de la historia de la astronomía infrarroja, nos enseñó de todo, desde lo más cercano a lo más lejano, de lo más pequeño a lo más grande, y siempre con calidad. Nos quedan pocos de los viejos guerreros. Pero el año que viene llegarán nuevos, y también nos asombrarán. En la ISS, nueva época, cuando, el 30 de mayo, se lanzó una nave Dragon, la Endeavour, y esta con tripulación de dos astronautas. Y por si no fuera poco, en octubre la nave Resilience, con cuatro, ya en misión oficial, elevando la dotación del complejo a siete, la cifra

proyectada originalmente. Ya se nos olvidaba: finalmente, la astronauta Christina Koch batió el record de permanencia en el espacio para una mujer en una sola misión, con 328 días. Un triunfo. No podemos acabar sin mencionar el delito de dejar morir de sus heridas al radiotelescopio de Arecibo, cuya estructura suspendida se desplomó sobre el plato, destrozándolo casi por completo. La mejor herramienta en el estudio de asteroides cercanos a la Tierra, y la abandonan a su suerte. Y todo lo que nos espera el 2021: Marte más jungla que nunca, con la llegada de los lanzados este verano, la nueva misión de Hayabusa2, las operaciones conjuntas de Parker Solar Probe y Solar Orbiter, BepiColombo  y su deambular, y lanzamientos, como el de las misiones asteroidales DART y  Lucy, la misión de rayos X IXPE, y la más esperada de la década, el gran observatorio espacial James Webb. Y estaremos aquí para relatarlo.

Ventana al Espacio (CXLI)


La región de formación estelar DR21, desde Spitzer.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Sopa de satélites pequeños (y II)

Podemos decir que nos hemos dejado lo mejor para el final. Anteriormente hemos hablado de los satélites pequeños mejor conocidos, o así, de Júpiter, Urano, Neptuno y Plutón. Claro, falta Saturno, y es que no solo aquí tenemos cantidad, también, y especialmente, calidad.

Pastoreando los anillos

Son 82 los satélites que rodean al señor de los anillos, algunos son asteroides capturados, otros, acumulaciones de material dentro de los anillos. Además de los principales, ya relatados, hay satélites pequeños a montones y, lo mejor, muy cerca de los más grandes, lo que les hizo muy accesibles a Cassini, consiguiendo llegar tan cerca, que no cabe duda de cómo son. Vayamos a ellos.

El primero digno de mención es Pan. Descubierto en 1990 gracias al análisis de imágenes de Voyager 2, es uno de los satélites pastores de los anillos de Saturno. Orbita dentro del Hueco de Encke dentro del anillo A a una distancia de Saturno de 133.600 km. aproximadamente, tardando algo más de 13 horas en terminarla. Es un tanto pequeño (34.4 x 31.4 x 20.8 km.), es muy poco denso (0.42 g/cm3), y es, sin duda, de los de forma más intrigante. Los hay que lo comparan con una nuez, otros, con una empanadilla, y otros, con los ravioli. El caso es que, de algún modo, a capturado a su alrededor un material que hace que parezca estar rodeado por un anillo sólido. Su superficie está surcada por lo que parecen fisuras, aunque más parecen terrazas que se entrecruzan. Sí, tiene cráteres, aunque son diminutos. Por si faltara poco, además es fuente de un minúsculo anillo dentro del propio Hueco de Encke. El siguiente, Daphnis, también es un satélite pastor del anillo A, y 
se encuentra empotrado dentro del Hueco de Keeler. Daphnis fue descubierto gracias a las imágenes de Cassini en el 2005, orbita a Saturno a una distancia media de 136.505 km., que la recorre en algo más de 14 horas. Es diminuto (8.6 x 8.2 x 6.4 km) y, aunque parece tener también el reborde que exhibe Pan, es mucho menos pronunciado. Más allá de ahí, su superficie parece ser bastante regular. Su presencia la delató los efectos gravitatorios que provoca en los bordes de los anillos por donde pasa, levantando acumulaciones de las partículas de los anillos mientras avanza. El siguiente, Atlas, parece un primo hermano de Pan. Rodea a Saturno a una distancia aproximada de 138.000 km., pastoreando el anillo A desde el exterior. También encontrado mediante
imágenes de las Voyager, Cassini lo vio tener una forma casi de platillo volante, con una forma central más bien esférica rodeada por un reborde ecuatorial, formado tal vez por la acumulación de partículas sacadas de los anillos. Sus medidas son de 40.8 x 35.4 x 18.8 km., y como sus compañeros, su rotación coincide en tiempo con su órbita. Su densidad, algo mayor a la de Pan, pero no demasiado. Su órbita es algo caótica, afectado por la gravedad de varios compañeros exteriores. Prometeo es el siguiente, siendo también descubierto por imágenes de Voyager 1. Situado a 139.400 km. de Saturno, bordea por el interior al anillo F, 
pastoreándolo de forma visible. Es ya cosa seria, con unas dimensiones de 135.6 x 79.4 x 59.4 km., contando con una superficie en la que los cráteres son evidentes (algunos de hasta 20 km. de diámetro), pero parecen estar como desgastados, erosionados. Es como si algunos hubieran sido rellenados, dejando apenas los bordes sobresalientes, además de mostrar riscos y valles en algunas zonas. Perturba al anillo F creándole todo tipo de formas retorcidas y anudadas, ayudando así a mantener las partículas en su sitio.  En el otro extremo del anillo F está Pandora, también localizado usando imágenes de Voyager 1. Orbitando a 141.720 km. del planeta, su superficie (medidas: 104 x 81 x 64 km) está mucho más marcada, con algunos cráteres poco profundos, el más prominente de 30 km. de diámetro, acompañados por riscos y surcos. Tampoco es demasiado denso, como los anteriores, aunque es muy brillante (albedo: 0.6), y entre esto, parece ser un cuerpo helado muy poroso.

Pandora

Los dos siguientes vienen a pares. Situados a 151.400 km. aproximadamente del planeta, Epimeteo y Jano han sido frecuente confundidos entre sí. Así, mientras Epimeteo se atribuye a Richard Walker, descubriéndolo en diciembre de 1966, Jano fue visto por primera vez en las mismas fechas por Audouin Dollfus. Los dos fueron 
Epimeteo
registrados por primera vez por Pioneer 11 en septiembre de 1979, para después las Voyager confirmar su presencia. Ambos son irregulares (Epimeteo 129.8 x 114 x 106.2 km, Jano 203 x 185 x 152.6 km), poseen albedos similares, muy brillantes, superiores al 0.7. Ambos están extensamente craterizados, si bien Jano parece ser el de superficie más vieja. De hecho, Epimeteo parece mostrar más rasgos superficiales más allá de los cráteres, con zonas más suaves y oscuras, en comparación con otras más fracturadas de color amarillento. Además, su polo sur parece poseer los restos de un gran impacto, dándole una forma aplanada en esa parte. Aunque ambos forman también un pequeño anillo de 5000 km. de ancho, también pastorean el anillo A desde la distancia. No parece que vayan a colisionar nunca, aunque apenas les separan 50 km. entre una órbita y otra. Todos estos satélites orbitan entre sí en resonancia, algunas de ellas un poco locas.

Jano

Pasando por fin uno de los satélites mayores, Mimas, llegamos al diminuto Methone. Localizado por Cassini a un mes de llegar a la órbita de Saturno, orbita alrededor del planeta a 194.440 km., tardando poco más de un día en terminar una vuelta. Aunque es extremadamente diminuto (3.88 x 2.58 x 2.42 km.) lo que llama la atención es que no tiene nada. No hay rasgos superficiales, no hay marcas, hendiduras, cráteres, surcos, huecos… es una gran nada. Lo único que se diferencia son los dos tonos en la superficie, uno más oscuro en su centro y otro más claro en sus bordes. Lo cierto es que se parece más a un huevo en el espacio que a otra cosa. En cuanto a su trayectoria, está en resonancia 14:15 con Mimas. Hay dos lunas más exteriores que Methone (Anthe, a 198.000 km., y Pallene, a 212.300 km. de Saturno) de las que, aunque se sabe poco, apenas el tamaño, se sospechan que pueden ser primas hermanas de Methone. Ahora nos distanciamos 
más, a unos 294.619 km. del planeta, para encontrarnos con Tetis. No vamos a hablar de él, sino de sus dos acompañantes. Porque este gran satélite cuenta con dos satélites pequeños coorbitales, aunque sería mejor calificarles de satélites troyanos. 60º por delante de Tetis, en el punto de Lagrange L4 está Telesto. Descubierto mediante observaciones basadas en Tierra en abril de 1980, posee unas medidas de 32.6 x 23.6 x 20 km. y muestra una superficie casi lisa, como si la hubieran lijado o si estuviera rellenada por polvo. Esto ha debido de borrar los cráteres más pequeños, aunque los más grandes prevalecen, habiendo también algunas rocas de tamaños interesantes. En el otro 
extremo está Calypso. Encontrado un mes antes que Telesto, se sitúa en el punto L5 de la órbita de Tetis. No mucho mayor (30.2 x 23 x 14 km.), ofrece una superficie llana, con algunos accidentes destacables, como surcos y algún cráter un poco desgastado. Lo que llama la atención es que parece haber evidencias de flujos de material, descendiendo desde la porción central superior y extendiéndose no solo hacia abajo, también a derecha e izquierda. La razón, un misterio. Tal vez venga de un gran cráter que enseña con orgullo precisamente en la zona central superior.

Llegamos al final del viaje, deteniéndonos en la órbita de Dione que, como Tetis, también cuenta con satélites troyanos. Los tres orbitan Saturno a 377.400 km. de su capa superior de nubes. En su punto L4 se 
encuentra Helena. Vista por primera vez en marzo de 1980, tuvo que ser Cassini quien nos lo mostrara, como en los casos anteriores, dejándonos boquiabiertos. De dimensiones medias (43.4 x 38.2 x 26 km.) muestra una de las superficies más misteriosas. Como Calypso pero en grado superlativo, una de sus caras muestra evidencias notables de flujo de material, formando visibles y profundos surcos que irradian desde un punto central, tal vez un cráter o una depresión, y extendiéndose en abanico casi como si se tratara de deltas de ríos. También hay altos riscos, cráteres prominentes aunque poco profundos, y lo que algunos entenderían como una cuenca de impacto en la parte superior. Con Helena, Cassini realizó, tal vez, el encuentro más cercano con un satélite menor de toda su misión. Y en el otro extremo, en el L5, está Polydeuces, pero no parece tan interesante. Aunque fue descubierto por Cassini a los pocos meses de llegar, no tuvo oportunidad de verle 
tan bien como a Helena, al ser un objeto diminuto, de 3 x 2.5 x 2 km. Lo que ha llamado la atención es que si bien la posición del satélite no es fija en los 60º tras Dione, como en el resto, es el que más deriva, pasando de 33.9º en el punto más cercano a 91.4º en el más lejano, en un periodo “orbital” que dura casi 791 días. Por la forma percibida, además, parece ser relativamente esférico. Hay más satélites, cierto, pero los siguientes están ya tan lejos, orbitan de formas tan raras, que llegar a ellos es extremadamente complicado. Tal vez algún día se haga.

Mucho de esto se lo debemos a Cassini y su extensa misión, y en especial a los últimos meses, el llamado Grand Finale, que aproximó la gran sonda más cerca que nunca de los anillos y del planeta, capturando parte de las vistas que nos han permitido redactar esta entrada. Aún soñamos con que se haga algo como esto en Urano y Neptuno… En fin, variedad de formas, tamaños y tipos de superficie. ¿Quién quería más?