lunes, 28 de febrero de 2022

Ventana al espacio (CLV)

 

 

El cúmulo galáctico NGC 5044, y su gas "chapoteando".

(XMM-Newton, WISE, GALEX, Giant Metrewave Radio Telescope, Digitized Sky Survey)

miércoles, 16 de febrero de 2022

Ciencia en la Ciencia ficción: Star Trek SCE

Si hubo algo que tuvimos en aquel confinamiento de hace casi dos años, fue tiempo. Y tiempo, sobre todo, para leer. Una buena forma de pasar el tiempo, cuando no se tiene mucho que hacer, es sumergirse en otros universos, otros tiempos, otras épocas. No somos, por desgracia, lectores tan ávidos como nos gustaría, aunque esos meses de encierro nos permitieron descubrir una lectura que, no nos duele decirlo, es de lo mejor que ha pasado por nuestras manos. O, en este caso, pantalla de ordenador. No solo por las historias, o los personajes. También, porque se abre hueco en esta crónica, al adaptarse al progreso de la Astronomía y Astrofísica. Hasta hay un caso, que casi se adelanta, incluso. Vayamos al tema.

Star Trek es conocida por muchos. Podemos decir que no necesita presentación. Cabe decir que esta célebre saga no son sólo series de televisión y películas. Desde su aparición hasta ahora, también ha generado una ingente cantidad de prosa. Son centenares de títulos que expanden las aventuras vistas en pantalla, usando los personajes de la Serie Original y Animada, del ciclo de series que arrancó a finales de la década de 1980 y que terminó en el 2005 (La Nueva Generación, Espacio Profundo 9, Voyager, Enterprise) o, más recientemente, las últimas estrenadas, como Discovery o Picard, y a buen seguro, las futuras también tendrán su rincón en las estanterías. Pero, además, el papel también ha servido para dar vida a sagas nuevas, exclusivas a este formato. Nos referimos a una de ellas.

No es, literalmente, y como hemos comentado, un ciclo de historias, una saga, que se haya plasmado, inicialmente, sobre el papel. Aprovechando la potencia y el crecimiento de internet y los formatos digitales, la editorial responsable de publicar las historias basadas en Star Trek lanzó la primera de una serie de historias desarrollada exclusivamente para su publicación digital.

Se titula Star Trek: Starfleet Corps of Engineers (Cuerpo de Ingenieros de la Flota Estelar), o Star Trek: SCE,

y fue creado en el año 2000 por los escritores Keith R.A. DeCandido y John J. Ordover. Esta serie de historias es pionera por ser de las primeras aventuras del formato digital E-Book, cuando eran pocos los que habían escuchado este término. Fue una apuesta, diríase que arriesgada, pero una aventura que duró desde agosto del 2000, cuando se publicó la primera entrega, hasta el año 2007, fecha en la que la editorial decidió paralizar todas sus publicaciones de E-Book. La serie se alargó por un total de setenta y cuatro entregas, las sesenta y seis primeras, bajo su título inicial, las ocho posteriores, simplemente como Corps of Engineers, o CoE. No son novelas, en el sentido estricto del término. Se trata, en realidad, de historias cortas, que la mayoría, podemos decir, no supera las cien páginas, aunque algunas pueden alargarse un poco más. Para entendernos: si podemos ver una novela y traducirla como una película, por extensión, Star Trek: SCE sería más una serie de televisión. Y mejor, porque en muchas series, con frecuencia, de un episodio a otro, aunque los personajes puedan pasarlo mal en uno, en el siguiente es como si no hubiese ocurrido nada. En Star Trek: SCE no ocurre esto. De hecho, lo que acontece en una historia, tiene reflejo y consecuencias en la siguiente, y en la siguiente, y así sucesivamente. Así, un suceso acontecido en una historia, tiene repercusiones, por ejemplo, veinte historias después, lo que permite el desarrollo de los personajes, haciéndonos partícipes de sus alegrías y sus tristezas, sus logros y sus tragedias, y como lidian con ellas. En general, las historias mantienen un alto nivel, aunque hay algunas que son, diríamos, algo… lentas, en su desarrollo. A esto hay que sumar el hecho de que, no solo hay que leer, también que traducir del inglés. Star Trek: SCE ha contado con un montón de escritores y escritoras, algunos profesionales, pero también amateurs, que tuvieron el privilegio de participar y dar rienda suelta a su creatividad. Por supuesto, hay quien ha participado más que otros. Los creadores han tenido participaciones muy distintas: mientras John J. Ordover sólo ha firmado una de las historias, la número 52 de la serie inicial, Keith R.A. DeCandido ha redactado siete individualmente, y otras dos mano a mano con David Mack, brillante escritor que, además, escribió individualmente otros cuatro. El dúo formado por Dayton Ward y Kevin Dilmore son los que más, con hasta nueve. Otros prolíficos son Aaron Rosenberg, con cinco (dos, a dúo con Glenn Hauman quien, en solitario, firmó la entrega número 17 de la serie), o Terri Osborne e Ilsa J. Bick, con cuatro cada uno. Pero hay más, con una o dos participaciones, cada una y cada uno.

¿Cuál es la premisa? El Cuerpo de Ingenieros es la organización de la Flota Estelar encargada de múltiples tareas relativas a la ingeniería. Por lo general, cuando se trata de proyectos de gran envergadura, allí están: construcción y/o reparación de instalaciones, excavación de asteroides, proyectos especiales como el desarrollo de nuevas tecnologías… Todo eso. Aunque nominalmente basado en la Tierra, el Cuerpo de Ingenieros también opera una pequeña flota de naves. Éstas se encargan de las misiones en las que es necesario un alto grado de experiencia en ingeniería: rescate, montaje de estaciones, reparación de tecnologías poco usuales, investigar nuevas tecnologías recién descubiertas, controlar desarmes, investigar complejas escenas de accidentes, servicios consultivos sobre proyectos de ingeniería, recuperación de tecnologías en planetas no avanzados… En muchos casos, misiones que son peligrosas, o que otras naves ni sus tripulaciones pueden realizar. En su mayoría, las historias de la serie transcurren en el siglo XXIV, arrancando meses después del fin de la serie de televisión Espacio Profundo 9. La serie sigue las aventuras de una de las naves

Fuente: Ex Astris Scientia
asignadas al Cuerpo de Ingenieros: la USS da Vinci, NCC-81623. Es una nave pequeña pero moderna y rápida, perteneciente a la clase Saber de naves estelares. Su tripulación es de cuarenta y dos, entre oficiales y tripulantes. Aunque nominalmente naves de la Flota Estelar, las asignadas al Cuerpo de Ingenieros se gestionan de forma un poco distinta al resto: por lo general, su capitán es un oficial de carrera y con años de experiencia en el mando, y sí, tienen sus servicios de seguridad, personal médico y de ingeniería propios (hasta ingeniero jefe), pero además cuentan con el equipo del Cuerpo de Ingenieros de a bordo, con su material. Aún más: el, o la, oficial al mando del equipo del Cuerpo de Ingenieros actúa también como el primer oficial de la nave, siendo el segundo en la jerarquía de a bordo. Y aunque, en la mayoría de las situaciones, el capitán es quien manda, en cuanto tienen una misión del Cuerpo, el o la líder del equipo es quien toma las riendas. Estos equipos embarcados, como el de la da Vinci, son, en esencia, equipos de respuesta rápida, con las naves llevándoles a cualquier punto en el que se necesiten sus servicios, tanto dentro de territorio de la Federación como, en algún caso, fuera. En la da Vinci, el equipo lo forman siete individuos: la líder del equipo: un especialista en sistemas de propulsión, especialista en sistemas estructurales, especialista informático, especialista en sistemas tácticos, especialista cultural, y especialista en idiomas y criptografía. Supone un grupo heterogéneo de individuos de gran talento y personalidades peculiares que, una vez en acción, no se rigen por una estricta cadena de mandos. Acerca de los personajes de la serie, son de lo más variopinto. Hay cuatro de ellos que ya han aparecido en pantalla, en breves apariciones en uno o dos episodios, siendo, de estos cuatro, el más conocido, aquella novata y torpe alférez que acabó derramando su taza de chocolate caliente a cierto capitán calvo, serio y adusto. En cuanto al resto, fueron creados específicamente para la serie. Además, también aparece alguno ya conocido por las series de televisión y películas.

Ya hemos hablado de la ciencia ficción en la literatura. Un poco. Concretamente, de cómo las novelas plasmaban aquello de lo que se suponía que se sabía sobre el sistema solar, aunque también esta literatura ha hablado de otros mundos, otras civilizaciones, otras maravillas. Pero el conocimiento varía, y las sondas espaciales, y los observatorios orbitales, así como los más modernos activos que tenemos en tierra, han hecho evolucionar ese conocimiento, dando más de una vuelta de tuerca a lo que se sabía, o creían saber. Además, el hecho de que Star Trek haya solicitado ayuda a la NASA varias veces, habla bien de los vínculos entre ciencia y ciencia ficción. Y estos nuevos conocimientos, lo que es ahora aceptado gracias a toda la información recopilada, ha llegado a las historias. Y Star Trek: SCE no es una excepción. Así que, ahora vamos a mostraros cómo lo que se sabe, influye en sus historias.

Cuando pensamos en ciencia ficción, pensamos en mundos remotos, lugares lejanos y fascinantes, repletos de formas de vida casi inconcedibles. En Star Trek: SCE, ocurre casi siempre, sin embargo, también visitan mundos más cercanos al nuestro. Los trabajos de la da Vinci y su tripulación también ocurren en nuestro

propio sistema solar o, como se diría en la saga, el Sector 001. Así, en la historia Ishtar Rising, de los autores Michael A. Martin y Andy Mangels, las entregas número 30 y 31 de la serie, un proyecto de terraformación, llamado Proyecto Ishtar (por la diosa mesopotámica de la fertilidad, que también dio nombre al planeta) solicita sus servicios, en el lugar que nunca pensaríais: Venus. Ya en otra entrada hablamos de cómo los antiguos autores retrataban este planeta como un mundo tropical y vibrante de vida. Eso era antes de las sondas espaciales. Aquí, Venus es lo que es, un infierno abrasador, aplastante, tóxico y corrosivo, y en la primera parte, nos proporcionan los apuntes necesarios para que entendamos este mundo de pesadilla: distancia entre la Tierra y Venus de 40 millones de km., atmósfera de dióxido de carbono creadora de un loco efecto invernadero, temperatura de 480º Celsius, presión atmosférica de noventa bares, como para aplastar a cualquiera en un segundo, una atmósfera muy densa que rota alrededor del planeta en cuatro días, también conocida como súperrotación, carece de placas tectónicas… Hasta lo califican como “olla a presión”. Otro dato que mencionan es el día sinódico (es decir, el periodo de tiempo por el que un cuerpo celeste rota en relación a la estrella a la que orbita) en 117 días, si bien su periodo de rotación es de 243. Afortunadamente, también la historia hace uso de algunas nomenclaturas concedidas a los rasgos superficiales del planeta, como Afrodita e Ishtar Terra, las dos formaciones tipo
continente del planeta, su mayor elevación Maxwell Montes, la zona de Alpha Regio, a 20º latitud Sur… Otro aspecto de Venus que se menciona es el proceso que, cada varios cientos de millones de años (lo cifran en quinientos, actualmente, se baraja entre los 300 y los 600 millones), reforma completamente la superficie del planeta mediante erupciones masivas. Luego, está el tema de la historia: la terraformación. ¿Qué es? Está en la propia palabra, y que ya hemos mencionado, creemos, en una anterior entrada. En palabras sencillas, se trata de hacer habitable un planeta inhóspito. Muchas miradas están puestas en Marte como el objetivo más prometedor y, probablemente, más fácil. Sin embargo, en 1961, el mismísimo Carl Sagan propuso nada menos que hacerlo con Venus. Sin embargo, el plan en la historia es sencillo, pero rocambolesco: pretende expulsar la atmósfera, expandirla en el lado solar para que la irradiación de nuestra estrella evapore y se lleve gran parte de ella. Después, se inyectaría nitrógeno y oxígeno, se desviarían cometas desde el cinturón de Kuiper para que impactasen en el planeta, para así liberar agua y, como guinda del pastel, trasladar Mercurio desde su órbita para transformarlo en satélite de Venus, para así agitar el interior del planeta y crear un campo magnético propio. Lo último, es usar potentes motores para acelerar la rotación de Venus, para igualarla con la terrestre, aunque rotando en sentido contrario. Y aquí viene nuestra cuña de costumbre sobre Venus: en todos los lugares se dice que el planeta rota de forma retrógrada, básicamente por simplificar. La realidad, sin embargo, es otra: el planeta está invertido, con un eje de rotación a 177º sobre la vertical, lo que significa que el polo norte actual es el sur, y viceversa. Claro, aceptando lo de la rotación retrógrada, se pensaría en un impacto que lo provocó. Pero no. Hubo impacto, seguro, pero que invirtió el planeta, de ahí que rote al revés, desde nuestra perspectiva. La razón de tal simplificación venusina es una convención, en la que los astrónomos decidieron no romperse la cabeza, o mejor dicho, no rompérsela a nosotros, gente “ignorante”. ¿Por qué? Lo mismo podríamos preguntar sobre el pobre planeta Plutón, el noveno y último de nuestra parcela galáctica.

Seguimos, y no seguimos, en el sistema solar. Nos explicamos. Hemos estudiado a conciencia, y seguimos haciéndolo, los gigantes de gas, con Júpiter a la cabeza. Esto da pie a suponer que hay ahí fuera muchos

gigantes gaseosos, similares a los nuestros. En la historia Wildfire, de David Mack (números 23 y 24 de la serie), la da Vinci tiene que acudir al rescata de la nave estelar USS Orion, perdida en la atmósfera de un planeta gaseoso, mientras realizaban un experimento. El planeta en cuestión recibe el nombre de Galvan VI, y por la descripción dada, parece enorme. Si hemos aprendido algo de los gigantes de gas, es que cuanto más se desciende, más complicado es el entorno. En nuestro sistema solar tenemos cuatro, Júpiter y Saturno, como gaseosos, y Urano y Neptuno, como gigantes considerados de hielo. Dejando de lado Urano, el resto son similares, aunque no por tamaño: tienen atmósferas turbulentas, meteorologías impredecibles y, sobre todo, emiten de sus interiores grandes cantidades de calor. Nuestras investigaciones muestran sus interiores como sopas de gases y otros elementos y, a medida que se desciende, la cosa se complica. La presión sube, la temperatura se desboca. Recordemos que la sonda suicida de Galileo aguantó 61 minutos de descenso, hasta que, a una profundidad de 156 km, dejó de emitir, al superar la barrera de los 22 bares de presión atmosférica. Más recientemente, Juno nos ha estado mostrando parte del interior joviano en tres dimensiones, viendo que su atmósfera es más profunda de lo que se suponía inicialmente. ¿Y por debajo? A medida que la temperatura y la presión aumentan, haciendo su trabajo, el interior se vuelve más complicado e impredecible: el hidrógeno pasa de gaseoso a líquido, llueve una mezcla de helio y neón, y aún más abajo, a medida que la temperatura y
la presión crecen imparablemente, el hidrógeno se transforma en una sustancia exótica en el que adquiere cualidades metálicas y fluidas. Ésta se llama hidrógeno metálico líquido, y se piensa que crea el potentísimo campo magnético del planeta. ¿Qué temperaturas y presiones se necesitan para crearlo? Temperaturas que alcanzan y superan los 4500ºC, presiones superiores a dos millones de bares. Claro está, hasta ahora no se ha conseguido alcanzar este estado en laboratorio. En cuanto a Galvan VI, la da Vinci encuentra a la Orion a una profundidad de 29.000 km, con temperaturas de 11.000ºC, presiones de 42.000 bares, y corrientes con velocidades de entre 4000 y 7000 km/h, y rodeada de corrientes ascendentes y descendentes, remolinos… El peor lugar. Una diferencia entre nuestro Júpiter y Galvan VI es que el hermano mayor del sistema ofrece una atmósfera de colores mayormente marrones, blancos, rojizos y grises. El de nuestra historia, es por lo general gris azulado, y de apariencia engañosamente plácida. La verdad es que tenemos, con Galvan VI, una buena disección del interior de un gigante gaseoso. Regresando a la historia, sólo decir que Wildfire supone el punto de inflexión de la serie, con profundas repercusiones que se extienden hasta el mismo final. Sin duda, es de las mejores de toda la serie.

Es hora de saltar a los exoplanetas. No sería Star Trek si no visitara mundos nuevos y extraños, exóticos y peligrosos. De todos los que visita la da Vinci, el que más es Sarindar. Más concretamente, quien lo visita,

para una misión, es la líder del equipo del SCE a bordo de la nave. En la historia Invincible, de David Mack y Keith R.A. DeCandido (números 7 y 8 de la serie) la misión es ayudar a una raza con no mucho gusto por la Federación (ni por las mujeres, todo hay que decirlo) que está construyendo un complejo aparato de minería y transporte para la extracción de un mineral demasiado denso para moverlo con medios convencionales. Ese mineral abunda en ese planeta llamado Sarindar (orbitando un sistema estelar binario), que es apodado en la historia como el “planeta de cristal”, porque todo él está formado por elementos cristalinos, desde el propio suelo, hasta las formas de vida, tanto plantas y bosques, como animales de distintos tamaños. Es un planeta basado en el silicio, en el que hay, en palabras de la Comandante, agujas de diamante que sobresalen de las planicies, montañas de cuarzo y topacio, bosques de amatista, flora cristalina fotosintética. Entre esto, y el mineral que extraen, el planeta es completamente a prueba de escáneres y tecnología moderna. Y para complicar más las cosas, se encuentra próximo a una pareja de cuerpos celestes casi imposible: un quásar y un púlsar, que interfiere con las comunicaciones y la navegación en el sistema. Divertido. Ahora, ¿realidad, o ficción? Ya llevamos miles de exoplanetas encontrados, y otros muchos miles más que están por confirmar. Los que menos abundan son los exoplanetas tipo terrestre, y hay uno que podemos decir que se acerca. Lo conocemos como 55 Cancri e. Este exoplaneta orbita alrededor de la estrella principal de un sistema binario de estrellas conocido como 55 Cancri. Situado a 41 años luz, próximo a la constelación de Cancer, lo compone una estrella tipo K en la secuencia principal, similar al Sol o a Alpha Centauri B, aunque algo más pequeña, y una enana roja. Todos los planetas encontrados, cinco en total, orbitan la mayor de ellas, y el primero de ellos es nuestro foco de interés. 55 Cancri e es el más cercano a su
estrella, y fue descubierto en agosto del 2004 usando el método de la velocidad radial, si bien un tránsito posterior, visto en el año 2011 confirmó su presencia. Es una Súper-tierra, un planeta enorme que orbita su estrella a una distancia media aproximada de 2.3 millones de km, por lo que es una verdadera sartén. Tarda 18 horas en orbitarla, y es un planeta que ofrece siempre una misma cara a su estrella. Su tamaño es descomunal, con un radio casi 1.9 veces el terrestre, una masa casi ocho veces superior a la de nuestro planeta, pero sobre todo, una densidad media de 6.7 g/cm3, mientras que la Tierra, el más denso del sistema solar, es de 5.5. ¿Por qué 55 Cancri e es tan denso? Porque una de las explicaciones sobre este planeta nos dice que está compuesto principalmente de carbono, lo que significa que parte de este planeta, sujeto a altas temperaturas, así como una alta presión en su interior, es diamante. Por eso, recibe el apodo del “planeta de Diamante”. Naturalmente, aún quedan muchas cosas que saber de él. Pero si lo buscáis, a lo mejor lo podéis encontrar bajo otro nombre. La razón hay que buscarla en un concurso realizado por la Unión Astronómica Internacional, por el que se invitaba a la gente a proponer nombres para estrellas conocidas por albergar exoplanetas, así como a los propios exoplanetas. Por eso, mientras la estrella 55 Cancri A también recibe el nombre de Copernicus, por el astrónomo polaco Nicolás Copérnico, 55 Cancri e es llamado Janssen, en honor a Zacharias Janssen, fabricante de lentes holandés (1585-1632?) al que le señalan, algunos, como el fabricante de los primeros instrumentos ópticos como el telescopio o el microscopio, afirmaciones aún controvertidas hoy.

Otro tema relativo a exoplanetas es, no la posibilidad de vida, sino cómo es esa vida.  Depende, claro está, de las condiciones del propio planeta: su cercanía a su estrella, su clima, su paisaje… pero sobre todo, parámetros como su masa y densidad, lo que determina su gravedad. Así, en la historia Past Life de Robert

Greenberger (número 15 de la serie) la da Vinci visita el planeta Evora, para estudiar un artefacto antiguo, ajeno a la civilización presente en el planeta. La raza que habita ese mundo, los Evoranos, ya han aparecido en pantalla: al comienzo de la película Star Trek: Insurrection, retratándolos como una especie más bien humanoide, más bajitos (1.4 metros, aproximadamente), de piel más morena, una protuberancia sobre su cráneo, orejas de lóbulos triangulares, y probablemente, una densidad ósea mayor, y la mitad de pesados que un humano de su altura. Más allá de eso, el planeta es similar a la Tierra. Por su parte, en Ring Around the Sky de Allyn Gibson (número 37 de la serie) el planeta al que va la da Vinci es Kharzh’ulla IV, una colonia de una de las especies clásicas de Star Trek, los Tellaritas, esos seres con mal genio, algo bajitos, tirando a rechonchos y de rasgos casi, digámoslo así, porcinos. El planeta de los Tellaritas es un mundo de una gravedad superior a la terrestre, la razón de su fisiología: además de lo comentado, tienen mala visión y problemas en la digestión. En Kharzh’ulla IV, no tienen ese problema. Es un mundo que, aunque similar, es más benigno para la especie, por no decir liviano: su gravedad es el 82% de la terrestre, y el 67% de la de Tellar. En el momento de la historia, los Tellaritas llevan viviendo más de dos siglos en él, por lo que ya están adaptados, y alcanzando alturas de gigantes, llegando hasta los tres metros. Bien, ¿tenemos análogos a algo así? Mirando en nuestro sistema solar, puede. Si nos fijamos en Mercurio y Marte, no pueden ser más distintos, con el primero aproximadamente 2000 km. más pequeño que el planeta rojo. Pero al fijarnos en su gravedad, velocidad de escape, y así, descubrimos que es, en esencia, la misma para ambos. De hecho, el primer parámetro es virtualmente idéntico. La razón la buscamos, y encontramos, en su densidad (Mercurio 5.4, Marte 3.9), porque el primer planeta es muy rico en materiales pesados, como el hierro y el níquel. La menor densidad marciana denuncia cierta carencia en este sentido. ¿Y ahí fuera? Nos trasladamos a uno de los sistemas estelares más fascinantes que se hayan encontrado: TRAPPIST-1. ¿Qué hace tan especial esta estrella diminuta, roja, tranquila, y que dista de nosotros en 39
años luz? Que posee siete planetas, de tamaños similares al terrestre. Hay variedad entre ellos, claro está: el primero. TRAPPIST-1b, el más próximo, aunque tiene un radio y una masa algo superiores al nuestro, ofrece una densidad menor, de aproximadamente 3.98, y una gravedad un 81% la terrestre. El siguiente, el planeta c, también ofrece medidas algo superiores a las terrestres, pero su densidad es mayor (4.87) a su hermano, y por ello, mayor gravedad, casi como la Tierra. TRAPPIST-1e es el más similar a la Tierra, con registros mínimamente menores en radio y masa, pero con una densidad superior (5.65), lo que significa una gravedad también tipo tierra. A éste, se le supone, entre otras posibilidades, un océano global. Cerrando el círculo, el planeta g es, también, mayor, levemente, que la Tierra en radio y masa, pero su densidad (4.1) es menor, y por lo tanto, su gravedad también. Como podéis ver, da igual el tamaño, lo que realmente dicta las características de un planeta es cómo se compone internamente. Si en TRAPPIST-1 hay esta variedad, no digamos lo que puede haber más allá.

Siguiendo con Ring Around the Sky, llegamos a la razón de la historia. En ella, la da Vinci recibe la misión de ayudar al planeta, más bien servir de consultores, en la reparación de su mayor estructura artificial, conocida simplemente como El Anillo. Como describen en la historia, tiene semejanza a una rueda de bicicleta, con sus radios saliendo de un punto central, en este caso el planeta. El Anillo es, en realidad, una gigantesca estación espacial, conectada con la superficie mediante ascensores, que son los radios. Es enorme, de ciento sesenta mil km. de largo, quinientos de ancho, y cincuenta de profundidad, plenamente habitable con espacio para albergar la población de planetas enteros y sobrar sitio, usada también como zona de carga y descarga, así como de astillero para la construcción y reparación de naves. El equipo del SCE de la da Vinci acude a la llamada porque El Anillo fue dañado durante un ataque, perdiendo una sección importante, y corre riesgo de desplomarse sobre el planeta. esta estructura, la verdad, a nosotros nos recuerda a la que es protagonista de una de las novelas clásicas de la ciencia-ficción como es el Mundo Anillo, de Larry Niven. Bien, pero, ¿mito o realidad? Depende. La misión Kepler estuvo casi nueve años buscando exoplanetas, pero mientras lo hacía, también vio otras cosas realmente peculiares. La que más, la encontró alrededor de la estrella denominada KIC 8462852. Fue la astrónoma Tabetha S. Boyajian quien descubrió un perfil de tránsito de lo más inusual en los datos de Kepler. Pertenece a una estrella en la constelación de Cygnus que dista de nosotros 1470 años luz, y rápidamente, esta estrella se la empezó a conocer como “La estrella de Tabby”, o “La estrella de Boyajian”. ¿Qué causa semejante señal de tránsito, que parece más a una sierra? Había, y hay, múltiples teorías. Entre anillos de polvo que rodean la estrella, una nube de cometas en desintegración, un campo de restos planetarios, una estrella compañera
(descubierta el año pasado) formando planetas, un planeta en desintegración, un planeta con un gran sistema de anillos y asteroides troyanos, variaciones de luminosidad intrínsicas, o exolunas en proceso de desmoronamiento, se sigue sin descartar la teoría más radical y, para muchos, descabellada: un anillo artificial alrededor de la estrella, una megaestructura, no uniforme, (al menos, no como en el Mundo Anillo) que está situado de tal forma que bloquea parte de la luz procedente de la estrella. Eso, o algo todavía más complejo, como una Esfera de Dyson. Múltiples observatorios, tanto terrestres como espaciales, han sondeado el sistema, y aunque no se puede confirmar completamente ninguna de las teorías antes mencionadas, tampoco se puede descartar la estructura artificial. Y aunque el SETI no ha detectado señales relativas a civilizaciones alienígenas desde allí, su potencia sigue siendo demasiado baja como para ello. ¿Sabremos la verdad sobre este lugar del cosmos? Ya se verá.

Y nuestro último tema de mención es, casi, una lección abreviada de astrofísica. En la historia de The Demon, de Loren L. Coleman y Randall N. Bills (las entregas número 35 y 36 se la serie) la da Vinci responde a una llamada de socorro. Procede de una estación espacial, que resulta estar en uno de los entornos más agresivos e imperdonables del cosmos: un agujero negro. En la historia, se nos hace una interesante disección. Pero antes, ¿qué es, en realidad, un agujero negro? Bueno, la existencia de estos tragaldabas espaciales fue predicha en el siglo XVIII por John Michell y Pierre-Simon de Laplace. Después, en 1958, David Finkelstein publicó su teoría sobre un objeto de cuya gravedad, nada escapa. Con el hallazgo del primer púlsar en 1967, por Jocelyn Bell Burnell, se empezó a pensar en serio de su existencia, y fue la primera misión de rayos X lanzada al espacio, Uhuru, descubrió el primero, Cygnus X-1, en 1971. A los agujeros negros no se les puede detectar directamente, son sus subproductos (nubes de material súpercalientes que emiten rayos X, chorros de materia que salen de sus polos, una estrella desgarrada) los que denuncian su existencia. Por sus efectos en su entorno, podemos medir sus masas y sus efectos. Por ello, tenemos agujeros negros de masa estelar, los más pequeños, agujeros negros supermasivos, los hermanos mayores, ubicados siempre en los centros galácticos, y los de masa intermedia, los hermanos elusivos, difíciles de detectar. El de The Demon es, afortunadamente, uno de los primeros. La masa del agujero de la historia, apodado “El Demonio”, es de, sólo, cien veces la solar. Y aquí va el primer término: esfera de fotones. Este término se define como la región del espacio en el que la gravedad es tan bestia, que los fotones se ven obligados a orbitar a su alrededor, y desde donde la luz ya no es capaz de escapar. En el caso del Demonio, su diámetro es de 900 km. Más términos: radio Schwarzschild y horizonte de eventos. El primero se refiere a un parámetro físico que se corresponde al radio que define el horizonte de eventos de un agujero negro, asociado a su masa. Este parámetro fue enunciado por Karl Schwarzschild, físico y astrónomo alemán (1873-1916) que dio con una fórmula que solucionó las ecuaciones de campo de la Teoría de la Relatividad General enunciada por Einstein en 1916. En cuanto al horizonte de eventos, o de sucesos, es el límite más allá del cual los eventos, o sucesos, no pueden afectar a un observador. Así, el que pretendiese ver más allá, estaría viendo su propio cogote. También se menciona la dilatación temporal, es decir, la diferencia de tiempo transcurrido entre dos observadores distintos, provocado, en este caso, por un campo gravitacional fuerte (uno situado más alejado vería pasar el tiempo con más rapidez que uno situado más en el interior del campo). El siguiente término es, por el momento, sólo teórico: Radiación de Hawking. Según el físico Stephen Hawking, un agujero negro emitiría una forma de radiación termal en las proximidades del horizonte de eventos como consecuencia de efectos cuánticos relatvísticos, es decir, a la Relatividad, y según la teoría, esta radiación reduce la masa y la energía rotacional de un agujero negro hasta causar una teórica evaporación del cuerpo celeste, lo que significa que aquellos agujeros que están, por decirlo así, inactivos (no se alimentan) acabarán, con el tiempo, desvaneciéndose. Y para terminar, el Anillo de Einstein. Este fenómeno ocurre cada vez que la luz se topa con una gran masa, que curva y distorsiona la luz, por efecto de la gravedad. Se crea por un efecto denominado lente gravitacional, y se usa mucho en astronomía para poder ampliar zonas muy lejanas con un tamaño mayor al que debería. Como su propio nombre implica, un Anillo de Einstein tiende a formar forma de anillo con la luz que curva y distorsiona, generando a su vez que un cuerpo celeste (una estrella, una galaxia…) se pueda ver varias veces en distintos puntos de una imagen de forma simultánea. La da Vinci, al situarse dentro de un campo gravitatorio tan potente, es capaz de ver este efecto a su alrededor. Pues bien, la estación de la que procede la señal de socorro que la da Vinci recibe no está “dentro” del agujero, por suerte para ella, sino que se sitúa en el exterior de la esfera de fotones, aunque soportando 1.5 millones de gravedades. Un último detalle es la forma en que una miembro del equipo describe la imagen que ven del
agujero: como un ojo, a punto de parpadear. Se publicó en el año 2002, y en aquellos días sólo teníamos la imaginación para representar un agujero negro. Ahora, gracias al consorcio EHT, o Telescopio de Horizonte de Eventos, fue capaz de crear la primera imagen de un agujero negro, el supermasivo de M87. Os hacemos una pregunta: ¿la Especialista Cultural acertó? Como podéis ver, no es el entorno más hospitalario. Pero es el SCE, y son capaces de resolver lo que parece irresoluble. Para todo esto, los autores han usado una página web que, a pesar de los años, aún funciona, y cualquiera es capaz de consultar.

Muchas aventuras, incontables peligros, seres poco amistosos, problemas que solucionar… esto es Star Trek: SCE que, a nosotros, nos atrapó ya con la lectura de la primera entrega de la serie. Y además, ciencia, de la buena. ¿Se puede pedir más?