No es nuestra intención repetirnos, no. Ya hablamos de Landsat en su día, con motivo del despegue de Landsat 8. Más de ocho años después, han pasado muchas cosas, y en unos días, un nuevo ejemplar, el noveno, quedará situado en órbita para continuar la tarea.
Landsat 8 introdujo este programa en el nuevo siglo, con sus sistemas a la última y con una calidad difícil de igualar. Tras su despegue en febrero del 2013, se convirtió en el satélite principal, permitiendo la jubilación del veteranísimo Landsat 5, y trabajando en coordinación con Landsat 7 y Earth Observing-1. Lamentablemente, también perdimos éste último, en el 2017, quedando nada más que los dos Landsat, orbitando a pocos minutos el uno del otro. Pero hay que entender que Landsat 7 no es un jovencito, ya tiene 21 años en órbita, y con sus problemas (en cada escena, pierde hasta un 25% de los datos por una avería en el sensor), por lo que su retiro está ya próximo. Ya comentamos que existe otro programa que tenía objetivos similares, el francés SPOT, pero ahora estos satélites se han pasado a la muy alta resolución, de 2.5 metros, por lo que se han salido de la ecuación. Eso hizo que Landsat se quedase solo… hasta la llegada de los satélites Sentinel-2. Gestionados por la ESA en nombre del programa Copernicus de la Comisión Europea, esta constelación comparte mucho con Landsat, desde objetivos hasta la cobertura espectral. Es más, su único instrumento es de características más que similares a las del principal de Landsat 8. Pero Sentinel-2 es diferente: para empezar, orbita a mayor altitud (786 km. por los 705 de Landsat), cubre más terreno (290 km. por los 185 de Landsat), y ofrece mayor resolución (10, 20 y 60 metros en multiespectral, por los 15 en pancromático, 30 multiespectral y 100 en infrarrojo termal). Sin embargo, la mayor diferencia es su posicionamiento en órbita: uno solo retornaría al mismo lugar de la Tierra en 10 días, pero como ambos orbitan con una separación de 180º, el tiempo de retorno se reduce a apenas cinco días. Esta cualidad permite incrementar el volumen de datos generados acerca de fenómenos efímeros o situaciones de alarma, pero también es útil para vigilar cosechas, controlar la expansión urbana, y mantener un ojo sobre los problemas provocados por el cambio climático, y ninguno más visible como el retroceso de los glaciares. Esta constelación, desplegada entre los años 2015 y 2017, lleva trabajando desde entonces, sin problemas aparentes. Duda: ¿acaso Landsat y Sentinel-2 compiten? En realidad, no. Ya antes del lanzamiento de la primera unidad Sentinel-2, tanto la NASA y el USGS (quien gestiona todo lo relacionado con Landsat) por un lado, como la ESA y la Comisión Europea por el otro, entendieron que ambos programas son complementarios entre sí, de modo que se firmaron acuerdos de cooperación, hasta el punto en que los primeros pueden recoger, procesar y distribuir datos de Sentinel-2, y los segundos pueden hacer lo propio con los de Landsat. Es casi como tener dos constelaciones en distintos puntos, recogiendo información con sólo horas entre una adquisición y otra. Es una gran ventaja, y más cuando fue posible, para los Landsat, aumentar, ya casi desde el principio de la misión de Landsat 8, incrementar el número de escenas recopiladas. El plan previo al despegue preveía unas 400 al día, pero con el satélite ya en operaciones, el número de escenas se incrementó a más de 700. También se aplicó a Landsat 7, pasando de las 375 a más de 450. Otra duda: ¿qué ha aportado Landsat 8 al programa? No sólo ha doblado el número de escenas capturadas, procesadas y distribuidas desde que funciona, sino que su impacto se aplica a TODA la base de datos de Landsat, que son casi cincuenta años de datos, y millones de escenas, hasta tal punto, que con las imágenes adquiridas, ha sido posible reprocesar TODA la base de datos bajo un único estándar. Esto demuestra la potencia del último satélite.No todo son fuegos artificiales, claro está. Si bien Landsat 8 está en buenas condiciones, han surgido problemas con uno de sus sensores, TIRS. Se aceptó cierto riesgo al lanzarlo, sí, pero ha demostrado un buen rendimiento. Eso sí, al poco de ser elevado, cuando capturó sus primeras secuencias, se vio que por el telescopio entraba luz solar no deseada, lo que reducía la calidad de las adquisiciones. Pero el mayor problema, sin embargo estaba en la avería de las electrónicas de un elemento denominado codificador del Espejo de Selección de Escenas, impidiendo saber al instrumento en la posición en la que está, lo que ha llevado a temporales apagados del sensor hasta resolver los problemas. Hay que recordar que se garantizó su funcionamiento para 3 años, y ya están muy atrás. A pesar de todo, Landsat 8 sigue al pie del cañón, y en unos días su gemelo le acompañará en órbita.
Landsat 9 despegará con una misión simple, la continuidad. Este era el mismo objetivo de su antecesor, tarea que ha cumplido con creces. ¿Aporta algo nuevo? No, en realidad. Entonces, ¿por qué se ha tardado tanto en lanzarlo? En eso ya no nos metemos. Pero sí tenemos que decir que su importancia es tal, que Landsat es ahora un recurso estratégico, por lo que tiene el apoyo de las más altas instituciones del estado. Su importancia, así, es capital.Landsat es de vital importancia,
y el objetivo del noveno satélite es, como ya hemos dicho, la continuidad de la
base de datos. En un mundo en crisis como en el que estamos, con desastres en
cada rincón del planeta, con científicos buscando resolver los misterios de la
formación de la Tierra, y con el reto de comprender e intentar mitigar el
cambio climático, se necesita más que nunca. Y los próximos Landsat, sin duda,
serán todavía más innovadores y necesarios, si cabe.
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