Si hubo algo que tuvimos en aquel confinamiento de hace casi dos años,
fue tiempo. Y tiempo, sobre todo, para leer. Una buena forma de pasar el
tiempo, cuando no se tiene mucho que hacer, es sumergirse en otros universos,
otros tiempos, otras épocas. No somos, por desgracia, lectores tan ávidos como
nos gustaría, aunque esos meses de encierro nos permitieron descubrir una
lectura que, no nos duele decirlo, es de lo mejor que ha pasado por nuestras
manos. O, en este caso, pantalla de ordenador. No solo por las historias, o los
personajes. También, porque se abre hueco en esta crónica, al adaptarse al
progreso de la Astronomía y Astrofísica. Hasta hay un caso, que casi se
adelanta, incluso. Vayamos al tema.
Star Trek es conocida por muchos. Podemos decir que no necesita
presentación. Cabe decir que esta célebre saga no son sólo series de televisión
y películas. Desde su aparición hasta ahora, también ha generado una ingente
cantidad de prosa. Son centenares de títulos que expanden las aventuras vistas
en pantalla, usando los personajes de la Serie Original y Animada, del ciclo de
series que arrancó a finales de la década de 1980 y que terminó en el 2005 (La
Nueva Generación, Espacio Profundo 9, Voyager, Enterprise) o, más
recientemente, las últimas estrenadas, como Discovery o Picard, y a buen
seguro, las futuras también tendrán su rincón en las estanterías. Pero, además,
el papel también ha servido para dar vida a sagas nuevas, exclusivas a este
formato. Nos referimos a una de ellas.
No es, literalmente, y como hemos comentado, un ciclo de historias,
una saga, que se haya plasmado, inicialmente, sobre el papel. Aprovechando la
potencia y el crecimiento de internet y los formatos digitales, la editorial
responsable de publicar las historias basadas en Star Trek lanzó la primera de
una serie de historias desarrollada exclusivamente para su publicación digital.
Ya hemos hablado de la ciencia ficción en la literatura. Un poco. Concretamente,
de cómo las novelas plasmaban aquello de lo que se suponía que se sabía sobre
el sistema solar, aunque también esta literatura ha hablado de otros mundos,
otras civilizaciones, otras maravillas. Pero el conocimiento varía, y las
sondas espaciales, y los observatorios orbitales, así como los más modernos activos
que tenemos en tierra, han hecho evolucionar ese conocimiento, dando más de una
vuelta de tuerca a lo que se sabía, o creían saber. Además, el hecho de que
Star Trek haya solicitado ayuda a la NASA varias veces, habla bien de los
vínculos entre ciencia y ciencia ficción. Y estos nuevos conocimientos, lo que
es ahora aceptado gracias a toda la información recopilada, ha llegado a las
historias. Y Star Trek: SCE no es una excepción.
Así que, ahora vamos a mostraros cómo lo que se sabe, influye en sus historias.
Cuando pensamos en ciencia ficción, pensamos en mundos remotos,
lugares lejanos y fascinantes, repletos de formas de vida casi inconcedibles.
En Star Trek: SCE, ocurre casi siempre, sin embargo, también visitan mundos más
cercanos al nuestro. Los trabajos de la da Vinci y su
tripulación también ocurren en nuestro
propio sistema solar o, como se diría en
la saga, el Sector 001. Así, en la historia Ishtar Rising, de
los autores Michael A. Martin y Andy Mangels, las entregas número 30 y
31 de la serie, un proyecto de terraformación, llamado Proyecto Ishtar (por la
diosa mesopotámica de la fertilidad, que también dio nombre al planeta)
solicita sus servicios, en el lugar que nunca pensaríais: Venus. Ya en otra
entrada hablamos de cómo los antiguos autores retrataban este planeta como un
mundo tropical y vibrante de vida. Eso era antes de las sondas espaciales.
Aquí, Venus es lo que es, un infierno abrasador, aplastante, tóxico y
corrosivo, y en la primera parte, nos proporcionan los apuntes necesarios para
que entendamos este mundo de pesadilla: distancia entre la Tierra y Venus de 40
millones de km., atmósfera de dióxido de carbono creadora de un loco efecto
invernadero, temperatura de 480º Celsius, presión atmosférica de noventa bares,
como para aplastar a cualquiera en un segundo, una atmósfera muy densa que rota
alrededor del planeta en cuatro días, también conocida como súperrotación,
carece de placas tectónicas… Hasta lo califican como “olla a presión”. Otro
dato que mencionan es el día sinódico (es decir, el periodo de tiempo por el
que un cuerpo celeste rota en relación a la estrella a la que orbita) en 117
días, si bien su periodo de rotación es de 243. Afortunadamente, también la
historia hace uso de algunas nomenclaturas concedidas a los rasgos superficiales
del planeta, como Afrodita e Ishtar Terra, las dos formaciones tipo continente
del planeta, su mayor elevación Maxwell Montes, la zona de Alpha Regio, a 20º
latitud Sur… Otro aspecto de Venus que se menciona es el proceso que, cada
varios cientos de millones de años (lo cifran en quinientos, actualmente, se
baraja entre los 300 y los 600 millones), reforma completamente la superficie
del planeta mediante erupciones masivas. Luego, está el tema de la historia: la
terraformación. ¿Qué es? Está en la propia palabra, y que ya hemos mencionado,
creemos, en una anterior entrada. En palabras sencillas, se trata de hacer
habitable un planeta inhóspito. Muchas miradas están puestas en Marte como el
objetivo más prometedor y, probablemente, más fácil. Sin embargo, en 1961, el
mismísimo Carl Sagan propuso nada menos que hacerlo con Venus. Sin embargo, el
plan en la historia es sencillo, pero rocambolesco: pretende expulsar la
atmósfera, expandirla en el lado solar para que la irradiación de nuestra
estrella evapore y se lleve gran parte de ella. Después, se inyectaría
nitrógeno y oxígeno, se desviarían cometas desde el cinturón de Kuiper para que
impactasen en el planeta, para así liberar agua y, como guinda del pastel,
trasladar Mercurio desde su órbita para transformarlo en satélite de Venus,
para así agitar el interior del planeta y crear un campo magnético propio. Lo
último, es usar potentes motores para acelerar la rotación de Venus, para
igualarla con la terrestre, aunque rotando en sentido contrario. Y aquí viene
nuestra cuña de costumbre sobre Venus: en todos los lugares se dice que el
planeta rota de forma retrógrada, básicamente por simplificar. La realidad, sin
embargo, es otra: el planeta está invertido, con un eje de rotación a 177º
sobre la vertical, lo que significa que el polo norte actual es el sur, y
viceversa. Claro, aceptando lo de la rotación retrógrada, se pensaría en un
impacto que lo provocó. Pero no. Hubo impacto, seguro, pero que invirtió el
planeta, de ahí que rote al revés, desde nuestra perspectiva. La razón de tal
simplificación venusina es una convención, en la que los astrónomos decidieron
no romperse la cabeza, o mejor dicho, no rompérsela a nosotros, gente “ignorante”.
¿Por qué? Lo mismo podríamos preguntar sobre el pobre planeta Plutón, el noveno
y último de nuestra parcela galáctica.
Seguimos, y no seguimos, en el sistema solar. Nos explicamos. Hemos estudiado
a conciencia, y seguimos haciéndolo, los gigantes de gas, con Júpiter a la
cabeza. Esto da pie a suponer que hay ahí fuera muchos
gigantes gaseosos,
similares a los nuestros. En la historia Wildfire, de David Mack
(números 23 y 24 de la serie), la da Vinci tiene
que acudir al rescata de la nave estelar USS Orion,
perdida en la atmósfera de un planeta gaseoso, mientras realizaban un
experimento. El planeta en cuestión recibe el nombre de Galvan VI,
y por la descripción dada, parece enorme. Si hemos aprendido algo de los
gigantes de gas, es que cuanto más se desciende, más complicado es el entorno.
En nuestro sistema solar tenemos cuatro, Júpiter y Saturno, como gaseosos, y
Urano y Neptuno, como gigantes considerados de hielo. Dejando de lado Urano, el
resto son similares, aunque no por tamaño: tienen atmósferas turbulentas,
meteorologías impredecibles y, sobre todo, emiten de sus interiores grandes
cantidades de calor. Nuestras investigaciones muestran sus interiores como
sopas de gases y otros elementos y, a medida que se desciende, la cosa se
complica. La presión sube, la temperatura se desboca. Recordemos que la sonda
suicida de Galileo aguantó 61 minutos
de descenso, hasta que, a una profundidad de 156 km, dejó de emitir, al superar
la barrera de los 22 bares de presión atmosférica. Más recientemente, Juno nos ha estado mostrando parte del
interior joviano en tres dimensiones, viendo que su atmósfera es más profunda
de lo que se suponía inicialmente. ¿Y por debajo? A medida que la temperatura y
la presión aumentan, haciendo su trabajo, el interior se vuelve más complicado
e impredecible: el hidrógeno pasa de gaseoso a líquido, llueve una mezcla de
helio y neón, y aún más abajo, a medida que la temperatura y
la presión crecen imparablemente,
el hidrógeno se transforma en una sustancia exótica en el que adquiere
cualidades metálicas y fluidas. Ésta se llama hidrógeno metálico líquido, y se
piensa que crea el potentísimo campo magnético del planeta. ¿Qué temperaturas y
presiones se necesitan para crearlo? Temperaturas que alcanzan y superan los
4500ºC, presiones superiores a dos millones de bares. Claro está, hasta ahora
no se ha conseguido alcanzar este estado en laboratorio. En cuanto a Galvan VI,
la da Vinci encuentra a la Orion a una
profundidad de 29.000 km, con temperaturas de 11.000ºC, presiones de 42.000
bares, y corrientes con velocidades de entre 4000 y 7000 km/h, y rodeada de
corrientes ascendentes y descendentes, remolinos… El peor lugar. Una diferencia
entre nuestro Júpiter y Galvan VI es que el hermano mayor del
sistema ofrece una atmósfera de colores mayormente marrones, blancos, rojizos y
grises. El de nuestra historia, es por lo general gris azulado, y de apariencia
engañosamente plácida. La verdad es que tenemos, con Galvan VI, una buena
disección del interior de un gigante gaseoso. Regresando a la historia, sólo
decir que Wildfire supone el punto de inflexión de la serie, con profundas repercusiones
que se extienden hasta el mismo final. Sin duda, es de las mejores de toda la
serie.
Es hora de saltar a los exoplanetas. No sería Star Trek si no visitara
mundos nuevos y extraños, exóticos y peligrosos. De todos los que visita la da Vinci, el que más es Sarindar. Más concretamente, quien lo visita,
para una misión, es
la líder del equipo del SCE a bordo de la nave. En la historia Invincible,
de David Mack y
Keith R.A. DeCandido (números 7 y 8 de la serie) la misión es ayudar a una raza
con no mucho gusto por la Federación (ni por las mujeres, todo hay que decirlo)
que está construyendo un complejo aparato de minería y transporte para la
extracción de un mineral demasiado denso para moverlo con medios
convencionales. Ese mineral abunda en ese planeta llamado Sarindar (orbitando
un sistema estelar binario), que es apodado en la historia como el “planeta de
cristal”, porque todo él está formado por elementos cristalinos, desde el
propio suelo, hasta las formas de vida, tanto plantas y bosques, como animales
de distintos tamaños. Es un planeta basado en el silicio, en el que hay, en
palabras de la Comandante, agujas de diamante que sobresalen de las planicies,
montañas de cuarzo y topacio, bosques de amatista, flora cristalina
fotosintética. Entre esto, y el mineral que extraen, el planeta es
completamente a prueba de escáneres y tecnología moderna. Y para complicar más
las cosas, se encuentra próximo a una pareja de cuerpos celestes casi
imposible: un quásar y un púlsar, que interfiere con las comunicaciones y la
navegación en el sistema. Divertido. Ahora, ¿realidad, o ficción? Ya llevamos
miles de exoplanetas encontrados, y otros muchos miles más que están por
confirmar. Los que menos abundan son los exoplanetas tipo terrestre, y hay uno
que podemos decir que se acerca. Lo conocemos como 55 Cancri e. Este exoplaneta
orbita alrededor de la estrella principal de un sistema binario de estrellas
conocido como 55 Cancri. Situado a 41 años luz, próximo a la constelación de
Cancer, lo compone una estrella tipo K en la secuencia principal, similar al
Sol o a Alpha Centauri B, aunque algo más pequeña, y una enana roja. Todos los
planetas encontrados, cinco en total, orbitan la mayor de ellas, y el primero
de ellos es nuestro foco de interés. 55 Cancri e es el más cercano a su
estrella, y fue descubierto en agosto del 2004 usando el método de la velocidad
radial, si bien un tránsito posterior, visto en el año 2011 confirmó su presencia.
Es una Súper-tierra, un planeta enorme que orbita su estrella a una distancia
media aproximada de 2.3 millones de km, por lo que es una verdadera sartén. Tarda
18 horas en orbitarla, y es un planeta que ofrece siempre una misma cara a su
estrella. Su tamaño es descomunal, con un radio casi 1.9 veces el terrestre,
una masa casi ocho veces superior a la de nuestro planeta, pero sobre todo, una
densidad media de 6.7 g/cm3, mientras que la Tierra, el más denso
del sistema solar, es de 5.5. ¿Por qué 55 Cancri e es tan denso? Porque una de
las explicaciones sobre este planeta nos dice que está compuesto principalmente
de carbono, lo que significa que parte de este planeta, sujeto a altas
temperaturas, así como una alta presión en su interior, es diamante. Por eso,
recibe el apodo del “planeta de Diamante”. Naturalmente, aún quedan muchas
cosas que saber de él. Pero si lo buscáis, a lo mejor lo podéis encontrar bajo
otro nombre. La razón hay que buscarla en un concurso realizado por la Unión Astronómica
Internacional, por el que se invitaba a la gente a proponer nombres para
estrellas conocidas por albergar exoplanetas, así como a los propios
exoplanetas. Por eso, mientras la estrella 55 Cancri A también recibe el nombre
de Copernicus, por el astrónomo polaco Nicolás Copérnico, 55 Cancri e es
llamado Janssen, en honor a Zacharias Janssen, fabricante de lentes holandés (1585-1632?)
al que le señalan, algunos, como el fabricante de los primeros instrumentos
ópticos como el telescopio o el microscopio, afirmaciones aún controvertidas
hoy.
Otro tema relativo a exoplanetas
es, no la posibilidad de vida, sino cómo es esa vida. Depende, claro está, de las condiciones del
propio planeta: su cercanía a su estrella, su clima, su paisaje… pero sobre
todo, parámetros como su masa y densidad, lo que determina su gravedad. Así, en
la historia Past Life de Robert
Greenberger (número 15
de la serie) la da Vinci visita el planeta Evora, para estudiar un artefacto
antiguo, ajeno a la civilización presente en el planeta. La raza que habita ese
mundo, los Evoranos, ya han aparecido en pantalla: al comienzo de la película Star Trek: Insurrection,
retratándolos como una especie más bien humanoide, más bajitos (1.4 metros,
aproximadamente), de piel más morena, una protuberancia sobre su cráneo, orejas
de lóbulos triangulares, y probablemente, una densidad ósea mayor, y la mitad
de pesados que un humano de su altura. Más allá de eso, el planeta es similar a
la Tierra. Por su parte, en Ring Around the Sky de Allyn
Gibson (número 37 de la serie) el planeta al que va la da Vinci es Kharzh’ulla IV,
una colonia de una de las especies clásicas de Star Trek, los Tellaritas, esos
seres con mal genio, algo bajitos, tirando a rechonchos y de rasgos casi,
digámoslo así, porcinos. El planeta de los Tellaritas es un mundo de una
gravedad superior a la terrestre, la razón de su fisiología: además de lo
comentado, tienen mala visión y problemas en la digestión. En Kharzh’ulla IV, no
tienen ese problema. Es un mundo que, aunque similar, es más benigno para la
especie, por no decir liviano: su gravedad es el 82% de la terrestre, y el 67%
de la de Tellar. En el momento de la historia, los Tellaritas llevan viviendo
más de dos siglos en él, por lo que ya están adaptados, y alcanzando alturas de
gigantes, llegando hasta los tres metros. Bien, ¿tenemos análogos a algo así?
Mirando en nuestro sistema solar, puede. Si nos fijamos en Mercurio y Marte, no
pueden ser más distintos, con el primero aproximadamente 2000 km. más pequeño
que el planeta rojo. Pero al fijarnos en su gravedad, velocidad de escape, y
así, descubrimos que es, en esencia, la misma para ambos. De hecho, el primer
parámetro es virtualmente idéntico. La razón la buscamos, y encontramos, en su
densidad (Mercurio 5.4, Marte 3.9), porque el primer planeta es muy rico en
materiales pesados, como el hierro y el níquel. La menor densidad marciana
denuncia cierta carencia en este sentido. ¿Y ahí fuera? Nos trasladamos a uno
de los sistemas estelares más fascinantes que se hayan encontrado: TRAPPIST-1.
¿Qué hace tan especial esta estrella diminuta, roja, tranquila, y que dista de
nosotros en 39 años luz? Que posee siete planetas, de tamaños similares al
terrestre. Hay variedad entre ellos, claro está: el primero. TRAPPIST-1b, el
más próximo, aunque tiene un radio y una masa algo superiores al nuestro,
ofrece una densidad menor, de aproximadamente 3.98, y una gravedad un 81% la
terrestre. El siguiente, el planeta c, también ofrece medidas algo superiores a
las terrestres, pero su densidad es mayor (4.87) a su hermano, y por ello, mayor
gravedad, casi como la Tierra. TRAPPIST-1e es el más similar a la Tierra, con
registros mínimamente menores en radio y masa, pero con una densidad superior (5.65),
lo que significa una gravedad también tipo tierra. A éste, se le supone, entre
otras posibilidades, un océano global. Cerrando el círculo, el planeta g es,
también, mayor, levemente, que la Tierra en radio y masa, pero su densidad (4.1)
es menor, y por lo tanto, su gravedad también. Como podéis ver, da igual el
tamaño, lo que realmente dicta las características de un planeta es cómo se
compone internamente. Si en TRAPPIST-1 hay esta variedad, no digamos lo que
puede haber más allá.
Siguiendo con Ring Around the Sky,
llegamos a la razón de la historia. En ella, la da Vinci recibe
la misión de ayudar al planeta, más bien servir de consultores, en la
reparación de su mayor estructura artificial, conocida simplemente como El
Anillo. Como describen en la historia, tiene semejanza a una rueda de
bicicleta, con sus radios saliendo de un punto central, en este caso el
planeta. El Anillo es, en realidad, una gigantesca estación espacial, conectada
con la superficie mediante ascensores, que son los radios. Es enorme, de ciento
sesenta mil km. de largo, quinientos de ancho, y cincuenta de profundidad,
plenamente habitable con espacio para albergar la población de planetas enteros
y sobrar sitio, usada también como zona de carga y descarga, así como de
astillero para la construcción y reparación de naves. El equipo del SCE de la da
Vinci acude a la llamada porque El Anillo fue dañado durante un ataque,
perdiendo una sección importante, y corre riesgo de desplomarse sobre el
planeta. esta estructura, la verdad, a nosotros nos recuerda a la que es
protagonista de una de las novelas clásicas de la ciencia-ficción como es el Mundo
Anillo, de Larry Niven. Bien, pero, ¿mito o realidad? Depende. La misión Kepler
estuvo casi nueve años buscando exoplanetas, pero mientras lo hacía, también
vio otras cosas realmente peculiares. La que más, la encontró alrededor de la
estrella denominada KIC 8462852. Fue la astrónoma Tabetha S. Boyajian quien descubrió un perfil de tránsito
de lo más inusual en los datos de Kepler.
Pertenece a una estrella en la constelación de Cygnus que dista de nosotros
1470 años luz, y rápidamente, esta estrella se la empezó a conocer como “La
estrella de Tabby”, o “La estrella de Boyajian”. ¿Qué causa semejante señal de
tránsito, que parece más a una sierra? Había, y hay, múltiples teorías. Entre
anillos de polvo que rodean la estrella, una nube de cometas en desintegración,
un campo de restos planetarios, una estrella compañera
(descubierta el año
pasado) formando planetas, un planeta en desintegración, un planeta con un gran
sistema de anillos y asteroides troyanos, variaciones de luminosidad
intrínsicas, o exolunas en proceso de desmoronamiento, se sigue sin descartar
la teoría más radical y, para muchos, descabellada: un anillo artificial
alrededor de la estrella, una megaestructura, no uniforme, (al menos, no como
en el Mundo Anillo) que está situado de tal forma que bloquea parte de la luz
procedente de la estrella. Eso, o algo todavía más complejo, como una Esfera de
Dyson. Múltiples observatorios, tanto terrestres como espaciales, han sondeado
el sistema, y aunque no se puede confirmar completamente ninguna de las teorías
antes mencionadas, tampoco se puede descartar la estructura artificial. Y
aunque el SETI no ha detectado señales relativas a civilizaciones alienígenas
desde allí, su potencia sigue siendo demasiado baja como para ello. ¿Sabremos
la verdad sobre este lugar del cosmos? Ya se verá.
Y nuestro último tema de mención es, casi,
una lección abreviada de astrofísica. En la historia de The Demon, de Loren L. Coleman y Randall N.
Bills (las entregas número 35 y 36 se la serie) la da Vinci
responde a una llamada de socorro. Procede de una estación espacial, que
resulta estar en uno de los entornos más agresivos e imperdonables del cosmos:
un agujero negro. En la historia, se nos hace una interesante disección. Pero antes,
¿qué es, en realidad, un agujero negro? Bueno, la existencia de estos
tragaldabas espaciales fue predicha en el siglo XVIII por John Michell y
Pierre-Simon de Laplace. Después, en 1958, David Finkelstein publicó su teoría
sobre un objeto de cuya gravedad, nada escapa. Con el hallazgo del primer
púlsar en 1967, por Jocelyn Bell Burnell, se empezó a pensar en serio de su
existencia, y fue la primera misión de rayos X lanzada al espacio, Uhuru,
descubrió el primero, Cygnus X-1, en 1971. A los agujeros negros no se les
puede detectar directamente, son sus subproductos (nubes de material
súpercalientes que emiten rayos X, chorros de materia que salen de sus polos,
una estrella desgarrada) los que denuncian su existencia. Por sus efectos en su
entorno, podemos medir sus masas y sus efectos. Por ello, tenemos agujeros negros de masa estelar, los más pequeños, agujeros negros supermasivos, los
hermanos mayores, ubicados siempre en los centros galácticos, y los de masa
intermedia, los hermanos elusivos, difíciles de detectar. El de The
Demon es, afortunadamente, uno de los primeros. La masa del agujero de la
historia, apodado “El Demonio”, es de, sólo, cien veces la solar. Y aquí va el
primer término: esfera de fotones. Este término se define como la región del
espacio en el que la gravedad es tan bestia, que los fotones se ven obligados a
orbitar a su alrededor, y desde donde la luz ya no es capaz de escapar. En el
caso del Demonio, su diámetro es de 900 km. Más términos: radio Schwarzschild
y horizonte de eventos. El primero se refiere a un parámetro físico que se
corresponde al radio que define el horizonte de eventos de un agujero negro,
asociado a su masa. Este parámetro fue enunciado por Karl Schwarzschild, físico
y astrónomo alemán (1873-1916) que dio con una fórmula que solucionó las
ecuaciones de campo de la Teoría de la Relatividad General enunciada por
Einstein en 1916. En cuanto al horizonte de eventos, o de sucesos, es el límite
más allá del cual los eventos, o sucesos, no pueden afectar a un observador. Así,
el que pretendiese ver más allá, estaría viendo su propio cogote. También se
menciona la dilatación temporal, es decir, la diferencia de tiempo transcurrido
entre dos observadores distintos, provocado, en este caso, por un campo
gravitacional fuerte (uno situado más alejado vería pasar el tiempo con más
rapidez que uno situado más en el interior del campo). El siguiente término es,
por el momento, sólo teórico: Radiación de Hawking. Según el físico Stephen Hawking,
un agujero negro emitiría una forma de radiación termal en las proximidades del
horizonte de eventos como consecuencia de efectos cuánticos relatvísticos, es
decir, a la Relatividad, y según la teoría, esta radiación reduce la masa y la
energía rotacional de un agujero negro hasta causar una teórica evaporación del
cuerpo celeste, lo que significa que aquellos agujeros que están, por decirlo
así, inactivos (no se alimentan) acabarán, con el tiempo, desvaneciéndose. Y para
terminar, el Anillo de Einstein. Este fenómeno ocurre cada vez que la luz se
topa con una gran masa, que curva y distorsiona la luz, por efecto de la
gravedad. Se crea por un efecto denominado lente gravitacional, y se usa mucho
en astronomía para poder ampliar zonas muy lejanas con un tamaño mayor al que
debería. Como su propio nombre implica, un Anillo de Einstein tiende a formar
forma de anillo con la luz que curva y distorsiona, generando a su vez que un
cuerpo celeste (una estrella, una galaxia…) se pueda ver varias veces en
distintos puntos de una imagen de forma simultánea. La da
Vinci, al situarse dentro de un campo gravitatorio tan potente, es capaz de
ver este efecto a su alrededor. Pues bien, la estación de la que procede la
señal de socorro que la da Vinci recibe no está “dentro” del
agujero, por suerte para ella, sino que se sitúa en el exterior de la esfera de
fotones, aunque soportando 1.5 millones de gravedades. Un último detalle es la
forma en que una miembro del equipo describe la imagen que ven del agujero:
como un ojo, a punto de parpadear. Se publicó en el año 2002, y en aquellos
días sólo teníamos la imaginación para representar un agujero negro. Ahora,
gracias al consorcio EHT, o Telescopio de Horizonte de Eventos, fue capaz de crear
la primera imagen de un agujero negro, el supermasivo de M87. Os hacemos una
pregunta: ¿la Especialista Cultural acertó? Como podéis ver, no es el entorno
más hospitalario. Pero es el SCE, y son capaces de resolver lo que parece
irresoluble. Para todo esto, los autores han usado una página web que, a pesar
de los años, aún funciona, y cualquiera es capaz de consultar.
Muchas aventuras, incontables peligros, seres poco amistosos, problemas
que solucionar… esto es Star Trek: SCE que, a nosotros, nos atrapó ya con la
lectura de la primera entrega de la serie. Y además, ciencia, de la buena. ¿Se
puede pedir más?