Phoenix, un tributo

sábado, 31 de diciembre de 2022

Resumen del año 2022

Es el resumen. Si por algo dominará este 2022 es por un nombre: James Webb. Sí, se lanzó perfectamente el año pasado, y a estas alturas, ya trabaja a todo gas. Fueron seis primeros meses de inserción orbital, despliegues complejísimos, alineamientos, chequeos, revisiones… Todo salió bien, para entregarnos su primera luz. Y por supuesto, no ha decepcionado. Como comprenderéis, hasta ahora es difícil extraer resultados espectaculares de él, su tarea no ha hecho más que comenzar, si bien los primeros apuntes son de nota. Ya que estamos con telescopios espaciales, otro con casi su misma edad ya entrega su promesa. La misión IXPE es todo un éxito, ayudándonos a revelar un aspecto hasta ahora no muy conocido del cosmos. Mucha misión le queda. Ah, y en otro hito, tenemos la imagen de nuestro agujero negro supermasivo. Como la del que hay en M87, pero algo más… digamos, borrosa. Pero espectacular, sin duda. Otro aspecto que domina este año es… la maldita guerra, que ni siquiera el espacio se ha librado. Aquí, el  caballo de batalla ha sido la ISS. Con Rusia con un “si me voy, si me quedo” continuo, nunca ha estado más en el alambre. Pero, todo hay que decirlo, ahora no sólo hay astronautas de la NASA volando en las Soyuz, también hay cosmonautas rusos haciéndolo en las naves de SpaceX. La guerra también ha causado otras consecuencias: en la misión de rayos X Spektr-RG, el instrumento alemán eROSITA fue apagado en febrero, la cooperación Rusia-ESA se ha suspendido, imposibilitando el lanzamiento de ExoMars 2022 (la ESA está preparando una alternativa propia), los cohetes rusos apenas se usan ya para lanzamientos comerciales… En fin, es la guerra. Como guerra hay en Marte, donde hemos perdido dos de los guerreros. La misión de ISRO, MOM, desapareció tras un eclipse, para no volver a escuchar nada de ella, mientras que el lander InSight nos ha dejado por falta de energía. Tenía los paneles solares tan polvorientos, que no se ha podido hacer nada más por él. Pero lo que nos ha dado, y seguirá dándonos, con sus datos archivados, es un regalo. En cuanto a los que aún permanecen, algún que otro problema para MAVEN, observaciones interesantes del resto, y en el suelo, Curiosity y Perseverance siguen
con sus rutas. El primero, ya con diez años rodando por Marte, tenía pensado hacer un desvío hacia el oeste, una región llamada Greenheug Pediment, zona que ya visitó en otra de sus secciones. Sin embargo, el terreno que encontró hubiera sido criminal para sus ruedas. Resultado: media vuelta, y seguir el ascenso al Aeolis Mons por una ruta más suave. Y taladrados, muchos, entre ellos el primero en el área rica en sulfatos. No muchos más problemas ha tenido. Para el segundo, recorrer Jezero es casi como un rally como el Dakar,
con sus dunas. Ha adquirido más muestras (hubo problemas con el sellado de un par de ellas), un poco de regolito, y paseado por la zona, antes de adentrarse, ya el año que viene, en la región del delta. Pero antes, toca depositar diez tubos de muestras en una localización cuidadosamente escogida. Es una medida de seguridad con vistas al futuro, a la misión de recogida de muestras que planean la ESA y la NASA de forma conjunta. Y, ¿qué decir de Ingenuity? Aún aguanta, para los que dudáis. Ya ha acumulado más de una hora de vuelo, con casi ocho kilómetros recorridos en el aire, contemplando parte del hardware de descenso y aterrizaje descartado, por el camino. Sí, también ha tenido sus problemas, pero ya está reprogramado para sortearlos, y para una mejor navegación. Ahora es el explorador que prometía ser. No son los únicos por el sistema solar. Parker Solar Probe y Solar Orbiter continúan con sus misiones sin apenas despeinarse, BepiColombo practicó su segundo sobrevuelo a
Mercurio en junio, OSIRIS-REx sigue en camino, y con misión extendida aprobada, Hayabusa2 continúa sin problemas, Juno ha visitado más satélites galileanos (incluyendo un problemilla reciente), New Horizons está en hibernación, se ha hecho reparación de Voyager 1 en la distancia, Lucy practicó su sobrevuelo a la Tierra sin problemas, si bien el panel solar no completamente desplegado sigue sin asegurarse en su lugar, Y no busquéis a Psyche, no se lanzó. Problemas de hardware y software han impedido su despegue este año. Y hablando de lanzar, dos que dieron que hablar, como el, al fin, primer vuelo normal de Starliner en mayo (el siguiente de prueba, ya con tripulación, se ha fijado para abril del año que viene), y el más importante, Artemis 1, con una prueba completa del gran cohete SLS y la nave completa Orion, un vuelo prácticamente perfecto, desde su despegue en noviembre y su amerizaje en diciembre. Ah, y para China, grandes noticias, porque su estación espacial está completa, con los lanzamientos de los otros dos módulos que la conforman. Y por si fuera poco, primer reemplazo en órbita, al estilo de lo que se produce en la ISS. Ahora, con sus más modernas instalaciones, la ciencia mundial se la rifa. ¿Volarán astronautas de otros países allí? No descartemos nada. Año este de algunas altas, varias de ellas importantes: todo un pelotón a la Luna (CAPSTONE, Danuri, LunaH-Map, Lunar IceCube, LunIR,
Argomoon, EQUULEUS, Lunar Flashlight, Hakuto-R1 y el rover Rashid), satélites meteorológicos como GOES-T, JPSS-2 y MTG-I1, de observación terrestre como el alemán EnMAP, el hidrológico y oceanográfico SWOT… y poco más. Alguno hemos perdido, de los lanzados este año, como NEAScout, OMOTENASHI, o un par de satélites Pleiades, y en la lista de bajas hay que añadir, a las marcianas ya mencionadas antes, más que previsiblemente, al satélite ICON, el sexto satélite de la constelación CYGNSS… y DART, que en un evento espectacular y con mayor éxito al esperado, colisionó con el asteroide Dimorphos, alterando su órbita alrededor de Didymos en más de media hora. ¿Y
qué nos espera para el 2023? JUICE a Júpiter y sus satélites helados galileanos, Psyche a su asteroide, un par de misiones de ISRO a la Luna y el Sol, el observatorio europeo Euclid, otras misiones selenitas como Lunar Trailblazer o Luna 25, así como las del programa comercial de la NASA, el probable estreno de la nave Dream Chaser en su variante de carga, en el también estreno del nuevo lanzador Vulcan, más Mercurio, Marte dando la lata, OSIRIS-REx entregándonos su tesoro, y otras cosas de las que ahora no nos acordamos. Y no nos olvidemos de lo imprevisto. Pues nada, aquí estamos, e intentaremos estar aquí para contarlo.

Ventana al espacio (CLXV)

Los Pilares de la Creación, desde el telescopio espacial James Webb.

jueves, 8 de diciembre de 2022

Misión al planeta Tierra: SWOT

Si ya tenemos en órbita satélites como Jason-3 o Sentinel-6A, ¿qué sentido tiene lanzar uno más para la tarea? Fácil: para ir más allá. Ahora veremos cómo.

Es cierto, y estos no son los únicos que estudian los océanos, sus corrientes, su aumento pequeño pero medible… Los dos Sentinel-3, o la misión SARAL-AltiKa, por no mencionar CryoSat-2 en su tiempo libre, añaden datos a esta inmensa base de datos de topografía oceánica que arrancó con TOPEX-Poseidon hace tanto tiempo. Pero, aunque los océanos suponen un porcentaje altísimo en lo que se refiere al contenido de agua de la Tierra, en superficie se ven otras masas que contienen el líquido elemento: ríos, lagos, embalses. Y, en cierto sentido, estas son aún más importantes para la vida en nuestro planeta.

Las diversas civilizaciones se han asentado siempre, o casi, a orillas del agua. Ríos como el Nilo, el Tigris y el Éufrates, el Yangtzé, el Amazonas, el Mississippi, el Danubio… O lagos, como los Grandes lagos de Norteamérica, el lago Victoria de África, el Mar Caspio de Asia… Por no olvidarnos de los embalses, viejos y modernos, obra del ser humano. Todos están sujetos a variaciones en sus niveles, por sequías, irrigaciones, deshielo estacional, evaporación, y otros sucesos y fenómenos. Claro, podéis pensar que su medición y control es fácil: basta con ir allí y ver cómo andan. Pero en ríos como el propio Amazonas, el Rhin, el Congo, el río Amarillo, son sencillamente demasiado largos como para asumir que una medición en un punto vale para todo un río. Misma analogía se pueden hacer a los lagos, como el Garda, el Poyang, el Tanganika, o a embalses repartidos por todo el mundo. Y, por supuesto, hay lugares a los que acceder a pie, o en vehículo, ya sea por tierra, ya por mar, puede ser imposible, por imponderables ya sean políticos, ya sean geográficos. Así que, para tener una perspectiva global, qué mejor que un satélite que estudie toda, o casi, el agua de la Tierra, salada y dulce.

Para desarrollar una misión de estas características, ha sido necesaria una importante cooperación entre agencias espaciales como la americana NASA, la francesa CNES, la canadiense CSA/ASC y la del Reino Unido. Su método es bien conocido, ya que la idea es usar altímetros de radar, que se ha demostrado como la mejor forma de practicar estos estudios. El problema radica en los sistemas actuales, que resultan muy útiles apuntando a los océanos, pero carecen de resolución cuando se trata de indagar las masas hídricas tierra adentro. Por ello, ha sido necesaria la creación de una nueva forma de altimetría por radar para poder conseguir estos nuevos parámetros con una resolución más que adecuada.

La misión se llama SWOT (Agua Superficial y Topografía Oceánica) y va mucho más allá de sus primos Jason. Es un satélite más pesado, con más instrumentación, y vuelve a la tarea científica, en vez de los antecesores, ya centrados en tareas operacionales. Su resolución será superior, siendo capaz de distinguir formaciones diez veces más pequeñas que antes. Sin duda, cambiará cómo vemos el agua terrestre de un modo inaudito.

Una vez en el espacio, SWOT tendrá unas medidas de cinco metros de alto por 14.9 de envergadura con sus paneles solares desplegados. CNES es la responsable de su bus, similar a la plataforma PROTEUS usada en los Jason, incorporando todo lo básico para funcionar, como un ordenador que posee una memoria de estado sólido de 2.3 TB. Para descargar semejante volumen de datos cuenta con el habitual sistema dual: banda-S para la información básica de estado (cuatro veces al día) y banda-X (transmitiendo a 620 Mbps, veintiún veces al día) para la descarga de datos a alta velocidad. Para su electricidad confía en sus paneles solares los cuales, cuando se combinan, ofrecen una superficie activa de
treinta y un metros cuadrados, siguiendo al Sol constantemente, generando de sobra para los sistemas de a bordo y cargar su batería de ión-litio. Estabilizado en sus tres ejes de forma estable y precisa para su orientación, cuenta con unidades de referencia inercial, sensores solares, dos escáneres estelares, ruedas de reacción y electroimanes conectados a un magnetómetro. El paquete completo, vamos. Por supuesto, usa propulsión, con cuatro pequeños motores alimentados por un tanque de ciento treinta litros de capacidad. Y el control termal cuenta con los elementos de costumbre: radiadores, mantas termales y calentadores eléctricos. Un sistema diseñado para ser especialmente severo en lo que se refiere a mantener la temperatura de manera rigurosa, porque el instrumento principal es capaz de generar hasta un kilovatio de calor, de ahí que cuente con su propio radiador exclusivo. El instrumento principal se llama KaRIn, Interferómetro Radar de banda-Ka. Diseñado por el JPL, y con importantes contribuciones de las otras agencias, en un sistema que confía en dos antenas que, una vez en el espacio, se desplegarán mediante un mástil proporcionando una
separación entre elementos de diez metros. Esto significa dos antenas, dos campos de visión, que tras el procesado se complementarán para proporcionar una alta resolución. Cada antena podrá ver franjas de la Tierra de hasta cincuenta kilómetros de ancho. Usará dos modos operativos: para estudios oceánicos empleará el de baja resolución, que con todo será superior a la de sus antecesores, mientras que el de alta resolución se usará sobre superficie sólida, en busca de las masas de agua que encierran. Sí, KaRIn posee una escasa cobertura, y sus campos de visión prácticamente ni se solapan. Por ello, cuenta con un altímetro radar convencional, el Poseidon-3C, un ejemplar idéntico al de Jason-3, en el sentido que registra dos bandas de forma continua (Banda-Ku y banda-C) sobre una gran extensión de terreno, u océano. En determinados casos, podrá calibrar a KaRIn. Y si tiene un altímetro radar Poseidon, posee un radiómetro de microondas, AMR, proporcionado por el JPL, que es virtualmente idéntico al de Jason-3, también, con la misión de indagar en contenido de vapor de agua atmosférico para corregir así los datos del radar. Por supuesto, como satélite de altimetría por radar, necesita conocer de forma precisa su posición y altitud, por lo que cuenta con el paquete de determinación de órbita precisa formado por el sistema DORIS (Orbitografía Doppler y Radio posicionamiento Integrado por Satélite, herencia de Sentinel-3), un receptor de GNSS y un retroreflector láser. Con su tanque de combustible hasta arriba, dará un peso en báscula de dos mil doscientos kilogramos. No es un peso pluma.

Será el tercer satélite oceanográfico en ser lanzado por un Falcon 9, desde la base californiana de Vandenberg. El 15 de diciembre es la fecha de despegue y, para cuando el lanzador haya terminado su trabajo, SWOT estará próximo a su órbita de trabajo, a 890 km. de altitud, inclinada 78 grados con respecto al ecuador, sin sincronía con el Sol. Cumpliendo catorce órbitas al día, tardará veintiún días en cubrir toda la Tierra.

A lo largo de su misión de tres años, una vez verificado su funcionamiento en órbita, tendrá los siguientes objetivos: Proporcionar un inventario global de recursos hídricos; Entender dónde está el agua, de dónde viene y a dónde va; observar en gran detalle la topografía oceánica; mejorar nuestra comprensión del papel de los océanos en el cambio climático; y medir las condiciones oceánicas cerca de las costas. En los océanos, SWOT podrá ver detalles sin precedentes, de tamaños de hasta cien kilómetros de diámetro, permitiendo así distinguir componentes de la circulación oceánica como remolinos o corrientes. También merced a esa resolución podrá captar detalles nunca antes vistos en las zonas costeras. Investigar corrientes o remolinos ayudará a entender el transporte del exceso de calor atrapado, a dónde va, y esas cosas, mientras que los estudios costeros hará que

se puedan ver mejor los efectos del aumento del nivel del mar en la aparición de inundaciones o en la generación de tormentas repentinas. Pero SWOT no es sólo una misión oceanográfica, sino hidrológica, porque podrá registrar lagos y embalses mayores de 62.500 metros cúbicos y cursos fluviales de cien metros de ancho o más. Con estos datos sobre el 95% de la superficie terrestre, se podrá hacer una estimación de la cantidad de agua almacenada, cambios en el volumen almacenado, interpretar la evaporación a la hora de alimentar tormentas. Su campo de aplicación es mucho más amplio que el de los Jason y el actual Sentinel-6A, porque no se remitirá a los océanos, sino también al interior de la Tierra, a preocupaciones como el agua potable para las ciudades, riesgos de inundaciones, etc. Como podéis ver, muy importante.

SWOT es una misión que ha tardado en gestarse, pero que, visto lo visto, sin duda merece, y mucho, la pena su presencia en órbita. A por ello.

martes, 6 de diciembre de 2022

Misión al planeta Tierra: MTG-I1

Cuántas veces habremos escuchado eso de: “las imágenes del satélite Meteosat”, que damos tan por sentado. Pero, ¿qué es Meteosat? ¿Dónde está Meteosat? ¿Cómo es Meteosat? ¿No habéis sentido nunca una pizca de curiosidad? Si tenéis unas pequeñas dudas sobre estos satélites, vamos a resolveros algunas.

La idea de un satélite de aplicaciones surgió en la antecesora de la Agencia Europea del Espacio, el ESRO, a comienzos de la década de 1970, y aprobado en 1972. Todo coincidió con la idea global de formar una red de satélites meteorológicos ubicados en órbita geoestacionaria. ¿Por qué esta trayectoria es tan interesante? Ya lo habremos mencionado alguna vez, y lo repetiremos: por la posibilidad de situar un satélite allí porque estará fijo sobre una localización específica de la Tierra. El resultado fue una serie de satélites que producirían la NASA, Europa. (ESA desde 1975), la Unión Soviética y Japón, con un total de cinco unidades creando una visión global de nuestro planeta, llamado Programa Global de Investigación Atmosférica o GARP. Desconocemos como era la unidad producida por la Unión Soviética, pero el resto usó un diseño básico de un satélite estabilizado por rotación y un instrumento básico de imágenes en luz visible e infrarroja. Si bien las unidades de la NASA y de Japón fueron producidos por la misma firma, el satélite europeo fue construido por un consorcio liderado por el Contratista Principal Aerospatiale de Francia,  mientras el instrumento era desarrollado por la inglesa Matra Marconi. El primer Meteosat fue el único lanzado por un cohete ajeno a la familia Ariane, con el Delta 2914 siendo quien lo hizo, el 23 de septiembre de 1977, para ocupar su posición sobre la latitud 0º, observando Europa, África y el océano Atlántico oriental el siete de diciembre, adquiriendo
su primera imagen dos días después. Desgraciadamente, un fallo en el diseño a bordo de los sistemas energéticos averió sin remisión su cámara y sus sistemas de diseminación de datos, casi dos años después de entrar en funciones. Hubo que esperar que el reemplazo, Meteosat-2 fuera lanzado el 19 de junio de 1981, ya en un Ariane 1 desde Kourou. El siguiente, Meteosat-3, no lo hizo hasta junio de 1988, en el primer vuelo del Ariane 4. Éste fue particular porque era un prototipo de desarrollo que fue modificado para volar. Esto se hizo porque los dos vuelos anteriores (el original fue apagado en 1984 cuando se agotó su combustible) eran vuelos de demostración y desarrollo. Los siguientes formaban parte ya del Programa Operativo Meteosat (MOP), lo que significaba ser construidos para servir a la organización europea de diseminación de datos meteorológicos por satélite EUMETSAT. El primero bajo MOP, Meteosat-4, llegó a la órbita ni un año después de su hermano, en marzo de 1989, con las unidades quinta y sexta siendo enviadas en marzo de 1991 y noviembre de 1993. A medida que los nuevos volaban, los viejos eran retirados, con el segundo siendo desactivado (fuera de órbita geoestacionaria) en 1991, el tercero en 1995, el cuarto en 1996, el quinto en el 2005, y el sexto en el 2011, acabando como servicio de retransmisión de datos de plataformas marítimas y terrestres. Entre tanto, se tuvo que construir una séptima unidad (como Programa de Transición Meteosat) para servir de puente entre la primera generación y sus relevos, conocidos como MSG, Meteosat Second Generation.

Para los nuevos Meteosat, se optó por la barata decisión de ser continuistas en su diseño, mientras que satélites como los GOES pasaban a plataformas modernas estabilizadas en sus tres ejes en vez de usar tambores rotatorios. Su instrumento principal, SEVIRI, es una versión mejorada de la original, y el mismo consorcio desarrolló cuatro satélites MSG, todos lanzados por los Ariane 5, con MSG-1 elevado en agosto del 2002 (y recientemente retirado como Meteosat-8), y las tres siguientes en diciembre del 2005 (MSG-2, Meteosat-9), julio del 2012 (MSG-3, Meteosat-10) y julio del 2015 (MSG-4, Meteosat-11), siendo estos tres aún los activos, mientras que la séptima unidad del programa no fue retirado hasta abril del 2017.

Actualmente, las cosas están del siguiente modo: Meteosat-11 es, desde el 2018, el satélite primario para EUMETSAT en 0º (cadencia, una imagen cada quince minutos), mientras que su hermano mayor funciona como Servicio de Escaneo Rápido (una imagen cada cinco minutos) en posición 9.5º este, situado sobre el continente africano, y el más antiguo está reposicionado desde junio de este año como satélite primario en el océano Índico en 45.5º E. Obviamente, el servicio necesita renovarse por completo, sobre todo por la aparición de nuevas prioridades de observación, pronóstico y alerta. Y esta renovación está a punto de empezar.

La idea para una tercera generación de satélites Meteosat surgió hacia el año 2000. Era cierto que aún no se había lanzado el primero de los MSG, sin embargo, ya había que plantear esas preguntas: ¿hacia dónde tenían que ir los satélites? ¿Qué capacidades mantener? ¿Qué otras aumentar, o incorporar? En línea con lo que se iba proponiendo en otras agencias, la ESA y EUMETSAT fueron perfilando el proyecto, para optar por un diseño radicalmente nuevo, completamente distinto a lo que ya tenían. Entre los años 2008 y 2012 formularon los planes definitivos de la que sería la continuación del servicio.

Meteosat, todo hay que decirlo, es el programa de observación terrestre más longevo en el que la ESA ha formado parte, con el primer ejemplar convirtiéndose en el primer satélite europeo en capturar imágenes de nuestro planeta. Desde 1981 hasta la fecha, el servicio no ha sido interrumpido. Esto significa un flujo constante de imágenes de la Tierra desde su percha en los 0º del que se sirven los servicios meteorológicos no sólo de Europa, sino de toda la región que observa. La nueva serie, MTG (Meteosat Third Generation) avanzará el sistema hacia lo profundo del siglo XXI, incrementando lo que ya se tiene, e introduciendo alguna que otra nueva prestación que mejorará los pronósticos aquí abajo. Vamos a conocerles.

Estamos a pocos días del lanzamiento de la primera unidad. Es un gran satélite, con unas medidas, plegado para el lanzamiento, de 2.3 x 2.8 x 5.2 metros. Su bus tiene forma rectangular, alojando, por supuesto, todo lo necesario para funcionar. Un ordenador de vuelo gestionará todas las funciones de a bordo mediante la Unidad de Administración del Satélite, donde todo se procesa y en donde todo se conecta, incluyendo la instrumentación. Un módulo importantísimo será el PDD (descarga de datos de la carga útil) la cual, como su propio nombre indica, es la responsable de amasar la información generada por los elementos de observación de a bordo y su transmisión. Y para transmitirlo, usará un sistema de frecuencia dual, usando
banda-S para recepción de comandos y transmisión de telemetría del hardware de a bordo, y banda-Ka para la descarga de toda la información recopilada por los sistemas de abordo, empleando una antena desplegable. Estabilizado en sus tres ejes como forma de control de actitud, cuenta con unidades de referencia inercial, sensores solares, escáneres estelares, cinco ruedas de reacción, y sus propulsores que conforman el módulo de propulsión llamado UPS, Sistema de Propulsión Unificado, con dieciséis propulsores pequeños para maniobras y control de actitud, y el potente motor LAE (Motor de Apogeo Líquido), empleando un sistema bipropelente, es decir, usa combustible y oxidante (hidracina y tetróxido de nitrógeno, concretamente) para crear la propulsión. LAE sólo se usará una vez, para la inserción en órbita geoestacionaria. Para su generación de energía, dos paneles solares, uno por lateral, plenamente rotatorios que producen suficiente cantidad como para alimentar los sistemas de a bordo y cargar las baterías del satélite. En cuanto a su protección termal, recurre a lo básico, como mantas multicapa, radiadores, calentadores eléctricos, mientras que cada instrumento cuenta con su propio sistema de refrigeración. Y ahora, la carga útil. Uno de los requisitos durante la planificación era la de poder tener dos funciones de observación: imágenes de todo el disco terrestre en alta resolución espectral era una, e imágenes de alta resolución en alta cadencia otra. ¿Y si
fundirlas en un único paquete? Os presentamos FCI, la Cámara Flexible Combinada. Un enorme bafle dirige la luz a un espejo plano, de carburo de silicio con un recubrimiento de plata, pivotante en dos ejes, lo que permitirá al sistema conseguir una imagen de todo el disco terrestre. Este espejo entregará la luz al telescopio del sistema, una unidad reflectora tipo Korsch fuera de ejes y tres espejos de Zerodur, también con recubrimientos de plata (diámetro de entrada treinta centímetros, longitud focal 1650 milímetros), que a su vez la lleva a un espejo que sirve al Ensamblaje de Separación Espectral, que separa la luz recibida mediante divisores de haz dicróticos en cinco grupos espectrales, uno para longitud de onda visible (sensores tipo CMOS registrando cinco bandas espectrales a 444, 510 640, 865 y 914 nm) y el resto para infrarrojo cercano e infrarrojo. Éstos están aislados dentro de una carcasa de titanio, en el interior de un criostato. Cada camino óptico tiene unas llamadas ópticas frías, que separan y concentran el resto de longitudes de onda diseñadas para observar nuestro planeta. Son sensores que exigen refrigeración
activa, de ahí que estén dentro de un criostato, con su propio camino óptico aislado del resto. Usa criorefrigeradores activos y radiadores para desechar el calor al espacio. Detectan el infrarrojo cercano en 1.38, 1.61, 2.25 micrones, en infrarrojo en 3.8, 6.3, 7.35, 8.7 y 9.66 micrones, e infrarrojo termal en 10.5, 12.3 y 13.3 micrones. Esto hace que FCI registre dieciséis bandas espectrales, con resoluciones de uno a dos kilómetros, con las bandas espectrales de 640 nm, 2.25, 3.8 y 10.5 micrones usadas en ambos modos de imágenes soportado por FCI. Todo para un voluminoso instrumento que posee unas medidas de 1.57 x 1.72 x 2.2 metros, desplaza una masa de casi cuatrocientos kilogramos, y necesita 495 vatios para funcionar, generando un volumen de datos de 68 Mbps. El segundo instrumento introduce una capacidad nueva en el sistema Meteosat. El deseo era ser capaz de detectar rayos en la atmósfera, una tarea que, durante años, llevó a cabo el satélite TRMM con su instrumento LIS, y llevada a órbita geoestacionaria con el
sensor GLM de los satélites de la serie GOES-R. Para Meteosat, el aparato se llama LI, Cámara de Rayos. Se ha optado por una sencilla configuración de cuatro telescopios tipo refractor que usan cinco lentes y, antes, dos filtros especiales: la ventana de rechazo solar, y el filtro de banda estrecha. Cada telescopio cuenta con una apertura de 110 milímetros y una longitud focal de 190.8 mm., entregando la luz a sensores tipo CMOS de 1000 x 1170 pixels. El sistema registrará una única longitud focal sintonizada específicamente en los 777.4 nm y, combinando los cuatro telescopios, cubrirá casi toda la Tierra (más del 80% de su superficie) con una resolución básica de 10 km, que puede reducirse a 4.5 para los eventos de tormentas. Es un instrumento tirando a caprichoso, porque puede generar un volumen de datos superior a lo que el satélite puede admitir. Para ello cuenta con herramientas de software que limitan esta característica. Será una cámara de alta velocidad, porque detectar rayos lo exige, además de contar con un procesado de a bordo que hará la detección. Estos dos son los sistemas principales, pero no los únicos, ya que cuenta con una Unidad de Monitorización de Radiación, o RMU, que tomará datos del nivel de radiación que experimentará el satélite en órbita geoestacionaria, un sistema de adquisición y retransmisión de datos (DCU, con su antena asociada) para plataformas meteorológicas situadas en lugares remotos, y el receptor GEOSAR de retransmisión de señales emitidas por las balizas de Búsqueda y Rescate, como parte del sistema COSPAS/SARSAT. Su vida de servicio se cifra en ocho años y medio, pero tendrá consumibles para superar los diez. Con todo su combustible cargado (un total de 1.9 toneladas) desplazará una masa de 3800 kg.

Su lanzamiento se ha fijado para el día 13, y será elevado por un Ariane 5-ECA desde el CSG de Kourou, Guayana Francesa. Pero no lo hará solo, porque este satélite, MTG-I1, ocupará la posición inferior dentro de la cofia. Es más, estará dentro de una cofia secundaria. Sobre él se sitúan dos satélites de telecomunicaciones, los Galaxy 35 y Galaxy 36. Así se aprovecha el viaje. En cuanto el lanzador termine su tarea, los tres estarán en la órbita elíptica conocida como GTO, es decir, órbita de transferencia geoestacionaria. Así, en el punto más elevado, MTG-I1 usará el motor LAE para insertarse en GEO, la órbita geoestacionaria, a 36000 km. de la superficie. A pesar de gastar una cantidad muy importante de combustible, aún poseerá el 20% de la cantidad original, suficiente para aguantar años.

Una vez en órbita, ya como Meteosat-12, ocupará la posición 0º para iniciar su servicio, tras sus pruebas en órbita, por supuesto. Pero MTG-I1 será sólo el inicio. Cuando se planificó la tercera generación, se decidió separar funciones. El que está a punto de volar, es el que posee instrumentos de imágenes, de ahí la I en su nombre. Hay un segundo tipo que es el MTG-S, que portará sensores de sondeo atmosférico. La ESA producirá un total de seis satélites, cuatro MTG-I y dos MTG-S, con tres de ellos funcionando en constelación: dos de imágenes y uno de sondeo. El concepto es el siguiente: habrá un satélite de imágenes que escaneará el globo terráqueo entero cada diez minutos, con un segundo centrado únicamente sobre el continente europeo a una cadencia superior, de dos minutos y medio. Entre medias, el sondeador capturará datos del globo terráqueo cada sesenta minutos, y de área local cada quince. De esta otra serie, no esperamos su lanzamiento hasta el 2024.

Pues ya veis, cambio de guardia en la vigilancia meteorológica geoestacionaria. Pero no desfallezcáis, con los satélites meteorológicos polares pronto pasará lo mismo, con una segunda generación de satélites MetOp en producción. Horizontes despejados.