Phoenix, un tributo

lunes, 7 de julio de 2025

¿Sí, o no?

 Durante los primeros meses de este año, la prensa estalló con titulares. ¿Podría ser que un asteroide se la diera con nosotros en el 2032? Con cada día que pasaba, con cada observación nueva, todo parecía apuntar a una resolución, hasta que... En fin, no mareemos la perdiz.

Empecemos con una pequeña lección: ¿cómo detectamos asteroides hoy en día? Bueno, gracias a multitud de telescopios por todo el mundo. En especial, diversos conjuntos de pequeños telescopios, muchos de ellos robotizados, que cuentan con un gran campo de visión para cubrir de este modo el máximo trozo de cielo posible, dentro de sus posibilidades. Ahí tenemos, por ejemplo, el sistema ATLAS, el PanSTARRS, el Catalina Sky Survey, el Space Surveillance Telescope, o el proyecto LINEAR, entre otros. Digamos que uno de estos telescopios localiza un punto de luz en movimiento entre el fondo de estrellas. De ahí pasa al Minor Planet Center, el hogar de los datos de objetos menores del sistema solar y, a través de sus bases de datos, se comprueba si es un objeto conocido, un vehículo artificial o, en este caso, un nuevo descubrimiento. Si se trata de este último hecho, se solicitará más información, lo que requiere más observaciones para poder computar su órbita, establecer su rotación y su tamaño... Estos datos pasan a sistemas como SentryNEODyS, cuya función es establecer el riesgo (o no) de impacto de un asteroide recién descubierto con la Tierra. Si resulta que estos sistemas establecen una posibilidad de impacto superior al 1%, entonces la IAWN emitirá una alerta, empujando de este modo a los observatorios del mundo a observar este asteroide potencialmente peligroso, para confirmar o, con el tiempo, descartar cualquier riesgo.

Entra el asteroide 2024 YR4. Fue descubierto el 27 de diciembre del 2024, desde la estación del sistema ATLAS en Chile. ¿Por qué esta nomenclatura? No hace falta decir que lo primero es por su año de descubrimiento. Lo siguiente tiene su pequeña miga: la Y indica que fue localizado en la segunda mitad del mes de diciembre, mientras que lo de R4 nos dice que es la asignación provisional número 117 de esa mitad de mes. Los primeros datos orbitales revelaron que este asteroide realizó su máxima aproximación a la Tierra dos días antes de su descubrimiento, pasando a 828.000 km. de nosotros. Lejos, pero demasiado cerca. No sería hasta pasado casi un mes desde su descubrimiento que, con las observaciones acumuladas y los datos en los respectivos sistemas, se alertó de que existía una posibilidad de un 1.3% de que este objeto impactara contra la Tierra el 22 de diciembre del 2032. Por esta razón, la IAWN emitió una circular el 29 de enero de este año, lo que motivó a que los observatorios del mundo fijaran su vista en este asteroide.

Fuente: ESO/O. Hainaut
Aparte de su órbita, es importante conocer al interfecto. Observatorios como el Gran Telescopio de Canarias o el Lowell Discovery Telescope realizaron primeros estudios espectroscópicos del asteroide, revelando que podría ser un tipo-S o sus derivados tipo-L o tipo-K, todos rocosos. Otras observaciones, del Observatorio Gemini, lo sitúan en el tipo-R de asteroides, cercano a Vesta. Mientras, los activos del Observatorio Europeo Austral, como son el VLT y el telescopio de La Silla, ambos en Chile, obtuvieron datos fotométricos, que revelaron un periodo de rotación sin duda rápido, de 19'5 minutos. Aún más, se estableció su forma como alargada, altamente aplanada y, para seguir con el divertimento, rota de forma retrógrada.

Claro, desde que lo descubrimos, teníamos un problema: cada día que pasaba, el asteroide se alejaba de nosotros. Puesto que su tamaño no es precisamente gigante (en aquellos días, su tamaño se estimaba entre los 40 y los 90 metros) eso lo hace muy débil, reflejando relativamente poca luz, entre el 5 y el 25% de la que recibe de nuestra estrella. Esto significa que observatorios gigantes, como el VLT de Cerro Paranal, los telescopios Gemini, el Gran Telescopio de Canarias, los observatorios Keck, el telescopio Subaru, y otros por el estilo son los más capacitados para indagar en un miembro tan pequeño de la familia del sistema solar. Por lo tanto, si estos telescopios son tan escasos, y tienen programas científicos previos, sólo se puede observar el asteroide en todo hueco disponible entre las observaciones ya programadas.

A pesar de todo, con las diversas observaciones fue posible establecer una órbita para 2024 YR4. Así, tiene un perihelio de 0.85 unidades astronómicas, con un afelio de 4.2, necesitando casi cuatro años para completar una órbita inclinada 3.4º con respecto a la eclíptica. Pero estos datos son, a día de hoy, provisionales.

Fuente: ESA
Como ya mencionamos antes, en el momento de la emisión de la circular, el riesgo de impacto se cifraba en el 1.3%. Apenas había pasado una semana cuando, gracias a nuevas observaciones computadas en los diversos sistemas de seguimiento, la cifra acabó aumentando, al 1.8%. Y para el día 18 de febrero, ya estaba en el 2.8%, lo que implicaba superar el porcentaje más alto que se había alcanzado, cuando se calculó un 2.7% para el asteroide Apophis en el 2004. Y no dejó de aumentar, llegando a un pico de 3.1%. Sin embargo, empezaron a llegar datos más precisos, lo que significó reducir la posibilidad a una demasiado baja como para si quiera cuantificarla. Claro, desde el mes de marzo, el número de observatorios que podían verlo se redujo a aquellos con espejos primarios de, mínimo, cuatro metros de diámetro y, desde abril, sólo aquellos de ocho metros en adelante, cada vez menos, como hemos dicho. Aún así, la información proporcionada han permitido reducir la probabilidad a virtualmente cero. ¿Dejamos de estar en riesgo? Sí... y no.

Fuente: NASA, ESA, CSA, STScI, Andy
Rivkin (APL)
Entra en acción el gran telescopio James Webb. ¿Por qué no se ha usado antes? Bueno, como sucede con las instalaciones en Tierra (y con el telescopio Hubble) este potente observatorio espacial tiene un programa que lleva semanas, incluso meses, establecido. Sólo cuando se requieren observaciones de alta prioridad el programa se paraliza para estudios como éste. Y sin duda, su exquisita resolución en el infrarrojo puede darnos información definitiva sobre este pequeño asteroide. En los días 8 y 26 de marzo pasado, esta imponente instalación espacial observó el asteroide con sus sistemas NIRCam y MIRI, permitiéndonos obtener información más definitiva sobre su tamaño: posee un diámetro de unos 60 metros, con un margen de error de siete metros, con un albedo de entre el 8 y el 18%, consistente con un tipo-S de asteroides. Más importante fueron los datos de trayectoria acumulados por esas observaciones, porque si bien descartaron cualquier posibilidad de impacto contra la Tierra... resultó que aumentó las posibilidades de que lo haga contra la Luna, pasando del 1.7% a finales de febrero al 3.8% a finales de marzo. Y su última observación, antes quedar demasiado lejos como para ser observado, y debido a las restricciones de apuntamiento del propio observatorio, realizada en el pasado mes de mayo, provocó que aumentaran las posibilidades de impacto selenita hasta el 4.3%.

Pero, ¿pasará? Eso depende. Y lo hace debido, especialmente, a su siguiente paso cercano a la Tierra, ya en el año 2028. Existe una incertidumbre demasiado grande. 

A pesar de lo mucho que hemos observado el asteroide, la información recogida aún no es suficiente como para confirmar, o descartar, cualquier impacto contra la Luna. A esto hay que sumar lo pequeño que es, de modo que resulta complicado observarlo. La siguiente oportunidad para recabar información será en el 2028, con una máxima aproximación a la Tierra para el 17 de diciembre, a más de 8 millones de km., más o menos, por la incertidumbre. Claro, antes se podrá observar durante bastante tiempo, ya que su perihelio será un mes antes, el 19 de noviembre. Sólo en esta oportunidad nos permitirá obtener información más fiable sobre la posibilidad, o no, de impacto. Actualmente se cifra que podría pasar a 10.700 km. de la superficie lunar, pero como decimos, la incertidumbre es muy grande, de hasta 74.000 km, de ahí que no se descarte el impacto. Hay otro problema para hacer estimaciones finales para el probable impacto en el 2032: cuando pase en el año 2028, la trayectoria del asteroide se alterará como consecuencia de la gravedad conjunta de la Tierra y la Luna. Sí, la distancia es grande, pero aún así se modificará su órbita. Esta es la principal razón de la gran incertidumbre que existe sobre si impactará o no contra Selene. Y por eso la oportunidad para observarlo en la siguiente oportunidad es tan importante.

Tener esta enorme incertidumbre es un problema. Y, en parte, se podría solucionar con observaciones previas al descubrimiento oficial, o mediante ocultaciones estelares. Pues bien, ni uno, ni otro. En el primer caso, si bien se han revisado bases de datos de las instalaciones ya antes mencionadas, y nada hasta la fecha. En el segundo caso, se ha intentado observar el asteroide pasando ante estrellas, pero tampoco ha habido suerte. Otra cosa: ¿Por qué no lo hemos encontrado antes? Es, en esencia, un caso semejante al del meteorito de Cheliabinsk: vino desde el lado del Sol. Porque ese es un punto ciego en nuestra red de búsqueda de asteroides. Y, hasta la fecha, no tenemos forma de ver asteroides que vienen
desde este punto ciego. Pero la tendremos, en forma de las misiones NEOMIR de la ESA, y NEO Surveyor de la NASA; eso sí, no esperamos que la primera de estas dos misiones, la de la NASA despegue pronto, puesto que está programada para no antes de finales del 2027.

Ahora, si 2024 YR4 finalmente se la da contra la Luna, ¿qué pasaría? Pues poca cosa, la verdad. Es cierto que, en vista de su tamaño, pueda hacer poca cosa, hay que tener en cuenta a la velocidad a la que viaja, lo que añade ímpetu a la probable potencia de impacto. Para ponerlo en perspectiva, el impacto generaría una potencia equivalente a 340 veces la bomba atómica que los americanos tiraron contra Hiroshima, lo que llevaría a crear un impacto de entre 500 y 2000 metros de diámetro. Y, ¿dónde? Con la gran incertidumbre que hay, es difícil anticiparlo, si bien pueda caer en un corredor establecido entre los Mare Humorum y Mare Nubium. Simplemente dejaría una marca más de las muchas que tiene nuestro satélite. Nada de modificar órbitas, ni su rotación, ni su eje. Nada de eso. Un tortazo y nada más.

¿Los titulares estaban justificados? ¿Debemos asustarnos porque pueda caernos un asteroide? Ya lo hemos dicho: no es cuestión de si cae, sino de CUANDO va a caer. Porque pasará, más tarde o más temprano, pero pasará. Más vale pecar de precavidos que no de dejados. Y no vendría mal tener preparada una sonda tipo DART, por si las moscas, claro.

domingo, 29 de junio de 2025

Misión al planeta Tierra: MTG-S1

 Sí, vamos con algo de retraso respecto lo anunciado, pero en nada volará rumbo al espacio. Nos referimos al segundo satélite de la serie Meteosat Third Generation, que al fin está listo para volar. 

MTG-I1, ya operativo, se encuentra un poco solo en su percha geoestacionaria, obteniendo desde allí imágenes de altísima calidad que benefician a los pronósticos meteorológicos de toda Europa. Pero hace falta la otra mitad de la ecuación en los satélites meteorológicos geoestacionarios: la capacidad de
sondeo atmosférico. ¿Por qué es tan importante? Porque nos informará sobre temperatura atmosférica, niveles de humedad, circulación de nubes... Y además, otro instrumento de a bordo proporcionará información sobre gases de efecto invernadero y otros, productos similares a los que ya vemos en otros instrumentos geoestacionarios.

¿Tiene sentido hablar de las tripas de MTG-S1? Bueno, depende de si queréis que repitamos o no. Es cierto que el bus es común a ambos tipos de satélites, si bien este ofrece unas medidas distintas: 2.4 x 3.0 x 5.2 metros en configuración de lanzamiento, es decir, es algo mayor. En su interior, casi nada cambia: su ordenador de vuelo gestionará todas las funciones de a bordo mediante la Unidad de Administración del Satélite, también cuenta con el PDD (descarga de datos de la carga útil) cuya función es acumular la información generada por los
elementos de observación de a bordo y su transmisión; equipa un sistema de frecuencia dual, usando banda-S para recepción de comandos y transmisión de telemetría del hardware de a bordo, y banda-Ka para la descarga de toda la información acumulada por su carga útil, empleando una antena desplegable. Estabilizado en sus tres ejes como forma de control de actitud, cuenta con unidades de referencia inercial, sensores solares, escáneres estelares, cinco ruedas de reacción, y sus propulsores que conforman el módulo de propulsión llamado UPS, Sistema de Propulsión Unificado, con dieciséis propulsores pequeños para maniobras y control de actitud, y el potente motor LAE (Motor de Apogeo Líquido), empleando un sistema bipropelente, es decir, usa combustible y oxidante (hidracina y tetróxido de nitrógeno, concretamente) para crear la propulsión. LAE sólo se usará una vez, para la inserción en órbita geoestacionaria. Para su generación de energía, dos paneles solares, uno por lateral, plenamente rotatorios que producen suficiente cantidad como para alimentar los sistemas de a bordo y cargar las baterías del satélite. En cuanto a su protección termal, recurre a lo básico, como mantas multicapa, radiadores, calentadores eléctricos, mientras que cada instrumento cuenta con su propio sistema de refrigeración. A todo esto se añade la Unidad de Monitorización de Radiación, o RMU, que tomará datos del nivel de radiación que experimentará el satélite en órbita geoestacionaria, sistema de adquisición y retransmisión de datos (DCU, con su antena asociada) para plataformas meteorológicas situadas en lugares remotos, y el receptor GEOSAR de retransmisión de señales emitidas por las balizas de Búsqueda y Rescate, como parte del sistema COSPAS/SARSAT. Igual que su hermano de
imágenes, MTG-S1 equipa dos instrumentos. El principal es el Sondeador Infrarrojo IRS. Se trata de un complejo sensor interferométrico hiperespectral que no es nada ligero, con una masa de casi 500 kg. Para ello, emplea lo que se conoce como espectrómetro de transformación Fourier, el cual tiene en su corazón un interferómetro tipo Michelson con un ensamblaje de escaneo móvil y una parte fija. El telescopio, con un gran bafle de entrada también cuenta con un propio ensamblaje de escaneo para observar todo el disco terrestre desde órbita geoestacionaria en un patrón plenamente programable. Cuenta con dos conjuntos de sensores de mercurio-cadmio-telurio, registrando bandas espectrales (en las secciones del infrarrojo de onda media e infrarrojo de onda larga) mediante interferogramas generados en el instrumento. Será capaz de registrar zonas de la Tierra con una resolución de 4 x 4 km, cubriendo todo el globo una vez cada sesenta minutos, y cubriendo áreas locales cada quince. Una vez los datos en Tierra, generará productos de temperatura, humedad, viento y gases traza para así formar mapas tridimensionales de la atmósfera. El segundo instrumento se llama Sentinel-4. Forma parte del programa Copernicus, y es la tercera pata de la constelación de sensores
geoestacionarios dedicados al estudio de los gases de efecto invernadero, tras el GEMS surcoreano, y el TEMPO de la NASA. Desde órbita geoestacionaria, complementará la información que recaba Sentinel-5P desde órbita baja, y el futuro Sentinel-5 en los satélites MetOp-SG. Con unas dimensiones de 1.1 x 0.7 x 1.4 metros y una masa de 200 kg. sólo el módulo óptico, se trata de un espectrómetro de imágenes que observará en luz ultravioleta, visible (305-500 nm) e infrarrojo cercano (750-775 nm). Cuenta con un telescopio equipado con un bafle potente, una estrecha abertura que define el campo de visión, rejillas de transmisión y otros elementos, hasta entregar la luz a un par de sensores CCD, uno para las longitudes de onda de ultravioleta y visible, el otro para el infrarrojo cercano. Como IRS, es un sensor hiperespectral, registrando multitud de longitudes de onda de manera simultánea con una resolución de 8 x 8 km. Gracias a su sensibilidad, será capaz de detectar gases traza como dióxido de nitrógeno, ozono, dióxido de azufre, formaldehído, entre otros, más partículas de aerosol, midiendo no sólo cantidad, sino también distribución vertical para aerosoloes, azufre y dióxido de azufre.  Su vida de servicio será también de ocho años y medio, pero tendrá consumibles para superar los diez. Una vez a plena carga, declarará un peso en báscula de 3800 kg.

Cualquiera podría esperar que este satélite fuera lanzado desde Kourou usando el novísimo Ariane 6. Y esa era la idea. Sin embargo, los retrasos en su desarrollo, y el pequeño problema en su vuelo inaugural empujaron a la ESA y a EUMETSAT, su operador final, a cambiar a una opción más fiable: el Falcon 9 de SpaceX. El 1 de julio, despegará desde Cabo Cañaveral, y en este vuelo no habrá recuperación de la primera etapa, porque el lanzador necesitará de toda su potencia para entregar semejante satélite a su trayectoria de transferencia a órbita geoestacionaria. Una vez se separe de la etapa superior, MTG-S1 recurrirá a sus propios medios para establecerse en su posición, casi pegado a su hermano MTG-I1, ya Meteosat-12, en latitud 0º.

Una vez establecido en su posición, y tras la verificación, el nuevo satélite, que será Meteosat-13, comenzará su misión entregando información complementaria a la de su hermano de imágenes, fusionando lo que genera el primero, las imágenes, con los datos de sondeo que producirá el segundo. Y no nos olvidamos que a esta constelación debe unirse un segundo satélite de imágenes de la constelación, pero esa será otra historia. 

En estos tiempos en que los datos meteorológicos están en cuestión, y a la vez son más importantes que nunca, satélites como MTG-S1 resultan imprescindibles. A por ello.

viernes, 20 de junio de 2025

¿A dónde vas, Tianwen-2?

Fuente: CASC
 En la noche del pasado día 28 de mayo, desde el Centro de lanzamiento de satélites de Xichang, en China, despegó en un lanzador CZ-3B la que bien podría ser la gran aventura de esta década. Y decimos podría porque, como con casi todas las misiones chinas, está envuelta en en misterio, y en este caso, no sabemos por qué, aún más. 

Llevamos sabiendo de este proyecto chino desde hace años, y siempre con escasa información, que es lo habitual en estos casos, la verdad. Que no informemos, o lo hagamos poco, sobre las misiones chinas no es por no querer, sino por lo poco que sabemos, y que acaban divulgando las autoridades del país con el tiempo. Con Tianwen-2 no es una excepción; de hecho, han ido un poco más allá. Lo que sí tenemos, sin embargo, es información de sus destinos. Sí, destinos, en plural. Y, la verdad, con lo poco que sabemos de todo el proyecto en general, nos quedamos con la miel en los labios a la hora de querer conocer hasta el último tornillo de la sonda. Es lo que hay.

Así, sin que sirva de precedente, empezaremos a hablar de lo que más sabemos, que es de sus destinos.

Descubierto el 27 de abril del 2016 desde el telescopio Pan-STARRS 1 de Hawai'i, el asteroide 2016 HO3 es un objeto que entra en la categoría de los NEO's, encuadrado en el grupo de asteroides Apollo. En el 2019 recibió la que es su designación oficial: 469219 Kamoʻoalewa, un nombre que viene a significar, más o menos, "el fragmento que oscila", o así, extraído del poema épico Hawaiano Kumulipo. De este asteroide lo que más llama la atención es su órbita. Su trayectoria en torno al Sol le lleva entre un perihelio de 0.9 unidades astronómicas a 1.1 ua, una inclinación sobre la eclíptica de 7.8º, y una duración aproximada de 365.77 días. Se clasifica, y esto es lo más interesante, como un cuasi-satélite de la Tierra, a pesar de que nunca llega a estar en las proximidades de nuestro planeta. Lo más cerca que ha estado de la Tierra, siguiendo sus movimientos orbitales, fue a 12.44 millones de km. allá por diciembre de 1923. Resulta que, situado en un marco de referencia rotatorio,
Fuente: NASA/JPL-Caltech
parece rodear elípticamente a la Tierra, pero no se trata de un satélite natural y, aunque no es el único en esta configuración, de todos los cuasi-satélites es el más estable. Además, en referencia con los puntos de Lagrange L4 y L5 posee lo que se conoce como órbita de herradura. Si esto os ha llamado la atención, lo siguiente bien puede hacer que os caigáis del asiento. Si bien se asume que este asteroide puede, y ojo, puede, ser un asteroide tipo S, su composición es más bien de silicatos. ¿Esto es importante? A ver: orbita en las proximidades de la Tierra, espectralmente es más rojo que los asteroides del tipo que le han asignado, ergo... Sí, resulta que la teoría más asumida nos informa que Kamoʻoalewa es... ¡un trozo de la Luna! ¿Será verdad? Bueno, no del todo hasta que se llegue. Según los estudios, bien se asemeja a las muestras retornadas por misiones como Apollo 14 y Luna 24, si bien la teoría nos dice que su origen podría ser más bien el cráter Giordano Bruno, de la cara oculta selenita. Claro, también podría ser, de hecho, un asteroide tipo S o tipo L. Su tamaño se calcula en un margen de entre 40 y 100 metros, si bien el albedo puede indicarnos que están en el margen más bajo. Ah, y rota sobre sí mismo en algo más de 28... ¡minutos! Ya veis, y ha habido, hasta Tianwen-2, propuestas de misiones hasta allí. Sólo la misión china se atreve a acudir. Con una misión muy concreta... Pero ya hablaremos de ello.

Que no os engañe la nomenclatura porque, aunque su denominación sea 311P/PanSTARRS, es decir, más propia de un cometa, se trata más bien de un asteroide. Uno situado dentro del cinturón principal. Fue descubierto antes que nuestro anterior protagonista, el 27 de agosto del 2013, de nuevo por uno de los telescopios del proyecto PanSTARRS. Aclaremos: ¿es, o no es, un cometa? Claro, viendo las
Fuente: NASA, ESA, D. Jewitt (University of
California, Los Angeles),
J. Agarwal (Max Planck
Institute for Solar System Research),
H. Weaver (Johns Hopkins
University Applied Physics
Laboratory), M. Mutchler
(STScI), and S. Larson (University
of Arizona)
impactantes imágenes del telescopio Hubble, la respuesta sería sí. Tenemos que aclarar, sin embargo, que existen diversos asteroides que parecen comportarse como un cometa. ¿Qué tipo de asteroide puede ser? Se ignora, pero se le ve emitiendo diversas colas de material, hasta seis, posible resultado de un evento propulsivo natural, es decir, la presión de la radiación solar sobre su superficie. ¿Por qué pasa esto? Por eso irá, por eso irá, para averiguarlo. Se ha seguido su órbita, que rodea nuestra estrella en 3.24 años, con un perihelio de 1.9 unidades astronómicas, y un afelio de 2.2. Se cree que su diámetro medio es algo menor de los 500 metros y, según observaciones fotométricas y de curva de luz, bien podría poseer un satélite, cuyo tamaño sería de unos 200 metros. Ah, y revisando imágenes del Sloan Digital Sky Survey que datan del año 2005, resultó que ahí estaba nuestro protagonista, con una actividad tipo cometa más bien imperceptible. Más ingredientes a la sopa.

Fuente: https://x.com/AJ_FI
Ahora pasemos a hablar de la sonda. Sí, nos repetiremos: la información sobre Tianwen-2 es escasa. Hasta tal punto es el secreto de esta misión que por no tener, ni siquiera tenemos imágenes reales de la sonda estando en Tierra. A través de gráficos podemos ver cómo es. Su bus tiene una forma aproximadamente cúbica, con una antena de alta ganancia fija, más otros apéndices. Sí, al verla, llama la atención una cosa: sus paneles solares. Os recordarán a los de Lucy, y según lo visto, son en esencia idénticos. Estos paneles solares decagonales son tipo Ultraflex, que emplean un sustrato ligero y flexible que, plegados para el lanzamiento, apenas ocupan espacio y, a diferencia de otros paneles solares como los de JUICE o Psyche, ahorran mucha masa, lo que significa incrementar la masa de la sonda, ya en cuestión de instrumentación, ya en cuestión de combustible. Además, las células incorporadas son extremadamente eficientes, en este caso siendo capaces de convertir hasta el 34% de la luz solar en energía a distancias de Helios de tres unidades astronómicas. Esta selección no es casual, porque nos lleva al segundo detalle de la misión, éste menos visible. Porque la sonda, además de equipar propulsión química convencional, dispone de dos motores iónicos, similares a los usados en misiones como Deep Space 1, Dawn y DART, todas misiones a cuerpos menores. Los de Tianwen-2 tendrán una capacidad de empuje máximo de hasta 116 milinewtons, aunque desconocemos si la misión podrá usarlos al mismo tiempo. En cuanto a su instrumentación, se trata de once investigaciones: una cámara multiespectral, cámara a color de campo medio, espectrómetro de imágenes de visible e infrarrojo, espectrómetro termal, magnetómetro, un radar, analizador de eyecta, analizadores de partículas, tanto neutrales como cargadas, una cámara de navegación y un sensor laser LIDAR. La masa total de la sonda se cifra en algo más de dos toneladas.

Fuente: CNSA
Tianwen-2
 ya está en el espacio, obvio, y según una nota de prensa de la Agencia Espacial Nacional de China, opera sin problemas y sus paneles solares están plenamente desplegados, lo que ilustran con la imagen de una cámara de monitorización a todo color y alta definición, en la que vemos, en la primera imagen real de la sonda, uno de los paneles decagonales plenamente iluminado. ¿Qué camino le espera? Pues uno un poco largo. Para llegar a su primer destino, Kamoʻoalewa, necesitará de aproximadamente un año, con una maniobra de espacio profundo con su propulsión química convencional para el mes de octubre de este año. La fecha de llegada se ha fijado para el 4 de julio del año que viene, con la maniobra de captura ejecutada un mes antes aproximadamente. Entonces, pasará unos nueve meses explorando el asteroide con su instrumentación hasta el momento culminante: la toma de muestras. Para esto, cuenta con dos sistemas distintos. Uno resulta semejante al método usado por las dos sondas Hayabusa, una suerte de tubo acabado en un disco de cinco centímetros. El proceso será semejante al usado por OSIRIS-REx en Bennu, al aproximarse muy, muy despacio, tocar la superficie y retirarse. El segundo sistema es algo que no se ha probado hasta la fecha en el espacio. Consiste en una especie de rueda, o así, que arañará la superficie, con la sonda posada durante un tiempo estipulado (no se sabe cuánto) usando una serie de delgadas patas que la mantendrán fija sobre la superficie. Con los dos métodos completados, las muestras se guardarán en una cápsula de retorno.

Fuente: CNSA
Desde abril a noviembre del 2027, la sonda volará de regreso a la Tierra, con la fecha de entrega prevista de la cápsula para el día 29 de ese mes. Será entonces cuando ponga en uso serio sus motores iónicos, iniciando la verdadera aventura. Tras el sobrevuelo posterior a soltar la cápsula de retorno de muestras, le toca dirigirse hacia el cinturón de asteroides. Este periodo bajo impulsión iónica será toda una prueba de ingeniería para la sonda y su equipo en Tierra, porque supondrá toda una demostración para acumular experiencia en órbitas de transferencia empleando la tecnología de la impulsión iónica. Si todo sale como planean, llegará a 311P/PanSTARRS hacia enero del 2035. Una vez allí, indagará este objeto durante, al menos, según el plan, tres meses. Por supuesto, en este caso no habrá recogida de muestras, será pura indagación científica remota.

De una misión con tan escasa información, poco más podemos rascar. Pero aquí queda. Espero que os sea suficiente, y estéis atentos a más información (Por ejemplo, aquí, previa traducción, y aquí) para cuando llegue. Desde aquí, estaremos atentos.

lunes, 9 de junio de 2025

Aves de paso

 Cuando se planea una misión, una que busca llegar a un lugar remoto o a un objetivo esquivo, las asistencias gravitatorias están a la orden del día. Planetas como Venus, la Tierra, incluso Júpiter son los objetivos obvios. Más extraño resulta realizarlo a un planeta que es, a día de hoy, el más visitado.

¿Marte, como estación de paso? Resulta que son pocos los que miran al Planeta Rojo a la hora de hacer un sobrevuelo. Venus, claro, tiene buena masa, y como la Tierra es algo mayor, obviamente en el sistema solar interior son las elecciones obvias. Si por Marte no se ha hecho hasta recientemente ha sido porque no resultaba ventajoso. Sólo por las alineaciones planetarias se puede aprovechar su gravedad y, bueno, se trata de un empujón que no se puede menospreciar.

No fue hasta el año 2007 que una sonda espacial practicó una asistencia gravitatoria a Marte. Sí, ya otras misiones, en los años Sesenta, pasaron por allí, y la gravedad marciana alteró sus rutas, pero sin destinos diferentes del sistema solar.

Marte... ¿morado? (Combinación
de filtros naranja, verde y
ultravioleta cercano)
Fuente: ESA & MPS
for OSIRIS Team
MPS/UPD/LAM/
IAA/RSSD/INTA/
UPM/DASP/IDA, 2007
En su largo trayecto hacia el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, la misión Rosetta tuvo que tomar prestada mucha energía orbital, no sólo de tres acercamientos a la Tierra, sino que también uno a Marte, ya que estaba por allí. Acaeció el 25 de febrero del año 2007, con la sonda pasando a 250 km. de la superficie, en la cara nocturna del Planeta Rojo. Nos entregó imágenes estupendas del planeta, además de cumplimentar la maniobra que tenía preparada. Una asistencia gravitatoria complicada que se ejecutó con brillante éxito, como el resto de su misión.






Casi dos años después, fue otra misión compleja como Dawn la que practicó la maniobra. Programada para el 17 de febrero del 2009, la sonda a impulsión iónica (por muchos, incluso un servidor, considerada la primera nave espacial de la historia) se aproximó al planeta a 549 km. de su superficie. Una entrada en modo seguro por un pequeño error en la programación de sus instrucciones entorpeció su obtención de datos de prueba, pero aún así nos mostró un pequeño retazo de las formas geológicas del Planeta Rojo.




Y hasta la fecha... 

A la hora de preparar las entradas para las misiones Hera y Europa Clipper nos dimos cuenta que no sólo compartían base de lanzamientos, y empresa lanzadora. Sus despegues estaban separados por apenas una semana. Aún más, prácticamente ambas tenían una ruta de salida virtualmente idéntica, que les puso de camino directo hacia Marte para así aprovechar su gravedad. Curioso, ¿no?

Claro, hay que entender la energía de los lanzamientos al ver que la primera en pasar por Marte fue la segunda lanzada, y con buen margen. Y, ya que se pasa, qué mejor que tomar unas cuantas fotos de un lugar del que obtenemos imágenes a diario. Veamos qué han conseguido estas dos.

El 1 de marzo, Europa Clipper pasó a 884 km. de la superficie marciana, con el objetivo de acumular velocidad y ponerse en rumbo de retorno a la Tierra, antes de marchar directo a Júpiter. La verdad, era una oportunidad demasiado buena para no aprovecharla. Aunque, la verdad, resultó quizás algo decepcionante. Nos explicamos: desde el año 2001, en Marte está Mars Odyssey, y su cámara termal THEMIS. Da la casualidad que a bordo de la sonda a Europa está E-THEMIS, una evolución de ese sistema. Eso significaba realizar una intercomparación entre ambos sistemas. Claro, hubiéramos esperado ver imágenes mejores, pero... Se optó porque E-THEMIS capturara imágenes de Marte aproximadamente un día antes de la máxima aproximación, a una distancia de más o menos 1.6 millones de km. del planeta. No hace falta decir que no son imágenes especialmente sugerentes, para nada. Pero sí han
Fuente de ambas:
NASA/JPL-Caltech/ASU
resultado útiles para poder ver que es capaz de registrar la temperatura con un alto grado de exactitud, sobre todo comparando sus registros con el THEMIS de Mars Odyssey. ¿Decepcionante? Sin duda alguna. Ah, y otro de los instrumentos de Europa Clipper también se probó, esta vez en las proximidades de Marte. Se trata de su radar subsuperficial REASON. Carecemos de información sobre si ha revelado algo interesante en esta prueba, pero según lo informado, operó sin problemas, puesto que en Tierra fue imposible probar semejante sistema. Y por último, se obtuvo la verificación de la funcionalidad del experimento de radio ciencia. ¿Por qué no se probó, por ejemplo, el sistema de cámaras EIS? Porque sus cubiertas no se abrirán hasta pasado el sobrevuelo terrestre, ya en el año 2027. Eso sí, se ha probado su funcionalidad, y no parece haber problemas de momento. En fin, decepcionante...

Si el paso de Europa Clipper te dejó con ganas de más, o con mal sabor de boca, dos semanas después fue el turno de la misión europea Hera. En su camino al asteroide binario Didymos-Dimorphos, la pequeña sonda aprovechó la visita marciana para coger energía orbital y así acortar su camino de camino a su destino. Y aunque mucho más modesta que la sonda de la NASA, nos ha entregado mejores resultados. Claro, su destino está a ojos vista... En fin, que la sonda está bien equipada para el estudio de cualquier cuerpo celeste, y quedó ampliamente demostrado en el acercamiento a Marte. En su caso, la distancia fue más lejana, con una máxima aproximación a unos 5700 km. de la superficie marciana, pero pasando hasta 300 km. de su luna más lejana y menos conocida como es Deimos. Y esa era una oportunidad que, para nada, se iba a dejar pasar.

En un despliegue de lo más interesante, la ESA decidió hacer una emisión en directo para que todos pudieran ver las imágenes según se recibían desde Hera (teniendo en cuenta, por supuesto, el retardo en la señal de comunicaciones). Y fueron imágenes de los tres sistemas principales en ese sentido: la cámara AFC, el espectrómetro hiperespectral Hyperscout-H y el sistema termal japonés TIRI. Eso significa toda una galería de imágenes. 

Todas las imágenes que tenemos las tomó cuando Hera se situaba a 1000 km. de Deimos. En ellas se evidencia la diferencia en campo de visión de las tres cámaras. AFC nos mostró el satélite más pequeño de Marte como una mota oscura frente a la más brillante superficie del planeta. Los cráteres resultan sin duda evidentes en Marte, con el cráter Huygens en la parte superior, y en la esquina inferior derecha, una parte de la cuenca Hellas.






Pero... ¿no habíamos quedado que Marte
era rojo? Imagen en infrarrojo 
cercano (Fuente: ESA)
Como se puede ver, el campo de visión de Hyperscout-H es mucho mayor, abarcando, desde la misma distancia, casi la mitad del planeta. La cuenca Hellas podemos verla casi en su totalidad, así como diversos cráteres de grandes proporciones, no sólo el Huygens, también el Schiaparelli. La zona brillante en la parte superior es una zona más brillante, la región de Terra Sabaea. Y Deimos sigue apareciendo como una mancha oscura flotando en el espacio. Muy interesante.


De TIRI, poseemos dos cosas. La primera es una imagen termal de la misma región aproximada. Los colores más oscuros reflejan temperaturas más frías, los más claros... Bueno, está claro. Y aquí tenemos la cuenca Hellas como una zona fría, pero Deimos como una mota realmente brillante. ¿Por qué? Al carecer de atmósfera, es como la Luna, y otros satélites semejantes: se calienta muy fácilmente. Claro,  si tenemos en cuenta que el material de la superficie del satélite es más oscura, resulta que, al igual que el asfalto o el carbón, atrapa el calor con mayor facilidad. Marte, al estar cubierta su superficie de regolito, tarda más en calentarse. De hecho, temperaturas de más de veinte grados en superficie es todo un récord en el planeta. La segunda es una secuencia de los últimos segundos de su aproximación al segundo satélite marciano hasta que, en la última, está a unos 1000 km. de Deimos. Sin código de color, el pequeño satélite con forma de haba sigue destacando como más brillante que Marte, además de poder ver las distintas regiones del planeta también con diferencias de temperatura por su mayor o menor oscuridad.

Fuente: ESA/GMV
Esto no es todo: Hera posee un sistema de navegación autónomo basado en formaciones superficiales, semejante al que tuvo que usar OSIRIS-REx en Bennu durante su exploración. Puesto que el control remoto directo de una sonda en el espacio profundo es imposible, la ESA ha desarrollado esta herramienta. Vinculada a la cámara AFC, se probó en Marte cuando el planeta abarcaba todo el campo de visión del sistema. Este sistema autónomo, desarrollado por un equipo de la firma GMV de España y Rumanía, fue capaz de registrar y rastrear más de cien formas superficiales (mayormente cráteres) durante veinte minutos, en una prueba que, en Tierra, resulta imposible de poder hacer. 

Ya lo veis, dos sobrevuelos, dos éxitos, sin el Drama Marciano influyendo en estas dos visitas. Y, como podéis comprobar, da igual que sea poca la ayuda que Marte pueda proporcionar, pero es suficiente, hasta el punto de que Hera, gracias a un sobrevuelo tan efectivo, ha podido acortar en un mes su tiempo de viaje hacia su destino, para poder llegar al sistema binario Didymos-Dimorphos no en diciembre del 2026, sino en noviembre.

Venus sigue siendo la reina de las asistencias gravitatorias en el sistema solar interior, con maniobras que datan de 1974 y Mariner 10, y más recientemente aprovechadas por Parker Solar Probe y Solar Orbiter, con el próximo sobrevuelo para poco menos de dos meses con JUICE. Ah, y para que conste, el año que viene toca otro acercamiento a Marte para una maniobra semejante: la prima hermana de Dawn, la sonda Psyche, también aprovechará la gravedad del planeta rojo para acortar su tiempo de viaje a su destino. Tras superar unos problemas en su sistema de impulsión iónica, la misión sigue en plazo para el sobrevuelo.

Con retraso, sí, pero aquí informamos de todo lo que se pueda. Tal vez estas sean operaciones poco interesantes para algunos, pero vitales para las misiones en marcha. Ya sabéis: las sondas no están ahí arriba aburriéndose por el espacio. Tienen sus propias tareas que cumplir. Como todos.