Phoenix, un tributo

lunes, 24 de abril de 2023

Misión al planeta Tierra: TROPICS

No hace ni un año que hablamos de los diminutos, los Cubesats y su potencial. Da la casualidad, ahora, que si hay suerte, la promesa que encierran puede hacerse realidad. Vamos a ello.

Entre los riesgos meteorológicos de hoy, están los huracanes, cada vez más numerosos, más violentos, más destructivos. Hay necesidad de saber más de ellos, cómo y por dónde avanzan, cómo se forman, la fuerza que adquieren con el tiempo. Los satélites actuales, científicos y operacionales, dan muy buena información, desde sus órbitas polares o de alta inclinación. Pero tienen un problema: es uno cada vez, y pueden tardar en volver a un mismo punto de varias horas a varios días por lo que, a la hora de poder hacer previsiones exactas y puntuales, al final no resultan todo lo útiles que deberían. ¿Cómo remediarlo? De la forma que ya avanzamos: una constelación de satélites, y los Cubesats son la plataforma ideal para ello.

Hasta ahora, los Cubesats lanzados son individuales, de prueba tecnológica del concepto, por lo que ahora estamos hablando de la primera misión científica dedicada a estos temas. Se llama TROPICS (Observaciones Temporales de estructura de Precipitación e intensidad de Tormentas con una Constelación de Satélites pequeños) y apunta a mejorar los pronósticos sobre huracanes y tormentas similares con, especialmente, una alta resolución temporal, imposible de conseguir desde las plataformas de satélite convencionales.

Puesto que se trata de una constelación, todos los satélites que se lanzarán son virtualmente idénticos. Para los satélites TROPICS, se ha escogido una recoleta plataforma 3U con unas medidas de 10 x 10 x 36 cm, plenamente desplegado. El bus, sin embargo, es de 2U, una base fabricada según una plataforma desarrollada por la firma Blue Canyon Technologies, donde se encierra todo lo básico para que un satélite funcione, pero con escasa o nula redundancia, contando con ordenador, almacenaje de datos, comunicaciones por banda-S con una antena monopolo, control de actitud triaxial que incluyen ruedas de reacción en miniatura, sensores de
horizonte terrestre y un escáner estelar, generación de energía con un pequeño panel solar de cinco secciones, desplegable y rotatorio una vez en órbita siguiendo el sol, y batería, así como el control termal con mantas multicapa, radiadores y calentadores eléctricos. La parte del instrumento es la 1U que falta, que se trata de una cabeza con una antena rotatoria pasiva (a 30 rpm) que recibirá la energía de microondas emitida por las tormentas. El sistema ha sido sintonizado en doce canales, siete para construir perfiles de temperatura, tres para perfiles de vapor de agua, uno para perfiles de precipitación, construyendo imágenes, y uno más para mediciones de nubes de hielo. Desde su altitud de trabajo, ofrecerá resoluciones de 27 km para mediciones de temperatura, y 17 km para las de humedad, cubriendo un ancho de escaneo de 2000 km. Su masa es muy pequeña, de apenas 5.34 kg cada uno.

La idea original era de tener en órbita una constelación de seis satélites, que serían lanzados en pares, totalizando, obviamente, tres lanzamientos. Pero a la hora de lanzar el primero, su lanzador, el Rocket 3.3 de la firma privada Astra Space, falló cuando la segunda etapa no se encendió. Puesto que estaba plagado de problemas con sus lanzamientos, la NASA optó por cambiar a otro suministrador de lanzamientos, escogiendo la firma Rocket Lab, y su peculiar lanzador Electron. Este lanzador de 18 metros de altura y 1.2 de diámetro, suele usar entre dos o tres etapas, según el perfil de misión. Para TROPICS, se usará esta última variante. Electron basa su nombre en el hecho de que es un cohete “eléctrico”, es decir, sus turbobombas para alimentar su combustible y oxidante a los motores Rutherford son accionados por motores eléctricos alimentados por baterías de polímero de litio, que a medida que se gastan, se van expulsando para aligerar la masa del lanzador. La primera etapa consiste en nueve motores, con uno sólo en la segunda, y uno más en la tercera. El esquema de lanzamiento sigue sin variar, con el siguiente par, las unidades tres y cuatro, para su próximo lanzamiento, no antes del 1 de mayo. El final, si todo va bien, se fija para no antes del 16 de mayo. Ambos se producirán desde la base de lanzamientos que la firma tiene en Nueva Zelanda, en la península de Mahia, Isla Norte.

Estos cuatro no son los únicos satélites de TROPICS que se han construido. Junto con los perdidos el año pasado, en el año 2021 se lanzó, como una de sus muchas cargas a elevar, el satélite que supuso la prueba de concepto, TROPICS Pathfinder, que entregó sus primeros datos en el posterior mes de septiembre, demostrando un rendimiento excepcional. Con la unión de las cuatro unidades restantes, la constelación quedará casi restaurada.

Aunque los satélites compartirán órbitas, a 550 km de altitud, inclinación a 30º sobre el ecuador, cada par se situará en un plano orbital distinto, lo que significará retornar a una misma localización, no en horas o días, sino cada cincuenta minutos. La tarea principal, una vez la constelación formada, se centrará en estudiar las condiciones existentes en los centros de estas tormentas, sus núcleos. Al igual que CYGNSS se centra en las velocidades en los ojos de los huracanes y similares, esta constelación obtendrá datos de las condiciones medioambientales y de los núcleos internos de estos sistemas de tormentas. Y no sólo eso, también, como ya hemos mencionado, servirá para mejorar los pronósticos sobre la evolución de estos sistemas de tormentas de manera puntual.

Es la última oportunidad para poner estos satélites en marcha. Por lo tanto, suerte a todos.

lunes, 10 de abril de 2023

Las próximas misiones a Júpiter: JUICE

Las primeras misiones jovianas fueron de sobrevuelo. Necesitamos esperar a Galileo para la primera indagación sistemática de todo el sistema de Júpiter y, a Juno para centrarnos en el propio planeta. Y, ¿cuál es el siguiente paso? Ir a por sus satélites galileanos.

Durante la década del 2000, tanto la NASA como la ESA empezaron a estudiar el modo de hacerlo. La agencia americana tenía la vista fijada en Europa, por los descubrimientos de Galileo realizados durante su misión. Pero, ¿y la agencia europea? Tirando a lo "fácil", escogió otro destino fascinante.

El mayor satélite natural del sistema solar orbita en torno al hermano mayor del sistema. Más grande incluso que Mercurio, a primera vista Ganímedes parece una prima hermana de la Luna, pero helada. Sin embargo, hay más de lo que se ve a simple vista, con un más que probable océano bajo su helada corteza y, en especial, su característica más única, su campo magnético. Ya hemos hablado de este lugar en profundidad, así que no nos extenderemos. Ya sólo estas dos características sobran y bastan para justificar un misión para explorarlo. El camino para lograrlo ha sido largo y tortuoso.

Fue hacia mediados y finales de la década del 2000, cuando la NASA y la ESA anunciaron planes conjuntos para el estudio de estos dos satélites jovianos, que también mencionamos aquí. El plan cayó, lo que no impidió que la agencia europea optara por seguir adelante con su sonda.

Perteneciente al programa Cosmic Visión, es la primera misión de gran formato de la agencia, bajo la designación L1, y con el nombre de JUICE, el Explorador de las Lunas Heladas de Júpiter. A primera vista, podría ser una reedición de Galileo, pero que va más allá. Se anunció en el 2012 con un lanzamiento previsto para la década siguiente. Pues bueno, ahí le tenemos, a días del lanzamiento.


JUICE es la mayor sonda interplanetaria desarrollada por la ESA, producida por un consorcio liderado
por Airbus. Sí, es de gran formato, y compleja, porque tiene que lidiar con varios retos, como el de la temperatura, la energía y la radiación. Plegada para el lanzamiento, ofrece unas dimensiones de 4.09 x 2.86 x 4.35 metros, pero una vez desplegada, aumentan a 16.89 x 37.1 x 13.7 metros, por la gran cantidad de apéndices desplegables. Su bus es la base de montaje de todo, albergando lo necesario para funcionar. Por ejemplo, cuenta con un potente ordenador que gestionará todas las operaciones de a bordo, contando con un alto grado de autonomía empotrada en su sistema operativo. A eso se le une un grabador de datos de estado sólido con una capacidad de 1.25 Tb de información, tanto telemetría de la sonda como datos científicos. Para transmitir todo, contará con un sistema de comunicaciones dual, de banda-X y banda-Ka, herencia de BepiColombo, acoplado a una antena de alta ganancia de dos metros y medio de diámetro, fija a la plataforma, una antena de media ganancia direccional, y antenas de baja ganancia. Estabilizada en sus tres ejes para su orientación, emplea lo típico: unidades de medición
inercial, ruedas de reacción, dos escáneres estelares, sensores solares, y un par de cámaras de navegación para las maniobras. En cuanto a la propulsión, un motor principal se ocupará de todas las maniobras más enérgicas, con uno intermedio para correcciones de rumbo y uno más modesto para maniobrar bla sonda si no puede usar sus ruedas de reacción, o para desaturarlas en servicio normal. Para su misión, lleva más de tres toneladas de combustible. JUICE es la segunda misión joviana en usar paneles solares para su generación de energía. De punta a punta, miden 27 metros, y cada uno de cinco secciones, tiene una inusual configuración de forma de cruz, con secciones de 2.5 x 3.5 metros. En total, contabiliza 23560 células, creando una superficie activa de 85 metros cuadrados, los mayores enviados fuera de la Tierra. Y para almacenarla, y soportar largos eclipses, contará con hasta cinco baterías de ion litio. Está fuertemente protegida contra la radiación, pero aunque no se acercará demasiado a lo más potente de los cinturones de radiación jovianos, siempre estará en cierto peligro. Por eso, muchos componentes han sido modificados para ser más tolerantes a la radiación, y las electrónicas están en una bóveda protectora. Y en cuanto a su protección termal, debe tener en cuenta tanto el calor del sistema solar interior como el frío del exterior. Para ello cuenta con mantas multicapa especiales, calentadores eléctricos y radiadores, además de contar con la antena principal como escudo térmico en las etapas más próximas al sol. La
carga útil suponen 280 kg. de instrumentación para un total de doce investigaciones. La cámara de a bordo se llama JANUS, acrónimo (en latín) de Observación Comprensiva de Júpiter, sus Asuntos Amorosos y sus Descendientes, es un sistema reflector con un sistema óptico de tres espejos fuera de ejes, al estilo de las cámaras OSIRIS de la sonda Rosetta. Una rueda de filtros de trece posiciones permitirá realizar observaciones en luz visible y en infrarrojo cercano de los objetivos a estudiar, con resoluciones que van de los diez kilómetros para el planeta, a los 2.4 metros para Ganimedes. Un sensor de gran formato estará protegido para la radiación. MAJIS, el Espectrómetro de Imágenes de los Satélites y Júpiter, indagará en la composición de todo lo que escanee, en un amplio abanico de longitudes de onda desde 0.4 a 5.7 micrones en el visible y en el infrarrojo. Se especializa tanto en minerales como en el estudio de los materiales helados, además de servir como sensor meteorológico para el planeta. En Júpiter su resolución será de cien kilómetros, y de hasta setenta y cinco metros en Ganímedes. JUICE-UVS es el Espectrógrafo Ultravioleta de la sonda. Contribución de la NASA, es la primera unidad de la segunda generación de sensores ultravioleta Alice diseñados para New Horizons y estrenado por Rosetta y que ha sido especialmente modificado para los estudios de las lunas jovianas. Fuertemente protegido de la radiación, se usará en los satélites para estudiar las exosferas, las auroras que puedan producirse, y de las posibles plumas de material que se sospecha que salen del interior de Europa. En Júpiter, se dedicará a su atmósfera y en sus potentes auroras. Para el planeta, la resolución será de 250 kilómetros, para los satélites, de hasta 500 metros, en longitudes de onda de 55 a 210 nanómetros. Interesante es SWI, el Instrimento de Ondas Submilimétricas. Una antena receptora de treinta centímetros de diámetros recibirá la energía en esta banda espectral para indagar acerca de las superficies y exosferas de los satélites, y en Júpiter, de la distribución de la temperatura, la composición y la dinámica de su atmósfera. GALA, el Altímetro Láser de Ganímedes, se dedicará a levantar un mapa topográfico del satélite, en una arquitectura semejante a la del BELA de BepiColombo. Una de las novedades más interesantes de la misión es RIME, el Radar para la Exploración de las Lunas Heladas, penetrará hasta nueve kilómetros de hielo para indagar qué se oculta ahí abajo, obteniendo una resolución vertical de treinta metros. Si hay océanos allí abajo, RIME los detectará. J-MAG, el Magnetómetro de JUICE, apunta a caracterizar el potente campo magnético jovianos, el de Ganímedes, y cómo interactúan. Los sensores, para mayor limpieza en sus mediciones, se sitúan en un mástil de 10.6 metros de largo. PEP, en Paquete de Entorno de Partículas, conjuga seis sensores (uno de la NASA) que estudiarán en profundidad la magnetosfera jovianas y cómo interactúa con los satélites, detectando iones, electrones, gas neutral exosférico, átomos neutrales energéticos y plasma termal. RPWI, la investigación de Ondas de Radio y Plasma, se dedicará al estudio del entorno de plasma y las emisiones de radio naturales producidos alrededor de la sonda, usando cuatro sensores llamados GANDALF, MIME, FRODO y JENRAGE. Entre los sensores de este paquete, contará con cuatro sondas Langmuir, cada una situada en un mástil exclusivo de dos metros y medio de largo. 3GM es el sistema de radio ciencia llamado Gravedad y Geofísica de Júpiter y las lunas Galileanas. Conectado al transpondedor de banda-Ka y su oscilador ultraestable, se usará para sondear el interior del planeta y los satélites y ver cómo son por dentro. También está PRIDE, Interferómetro y Experimento Doppler Radio Planetario, estará conectado con antenas terrestres para, junto con 3GM, para el estudio de la gravedad de los distintos cuerpos que estudie en el sistema jovianos, usando interferometría de base muy larga. Y para acabar, RADEM, un monitor de radiación que tomará datos continuamente sobre la cantidad de radiación que le rodea, lo que puede activar las respuestas de protección dentro de la sonda. Una vez repostada y lista, desplaza una masa de 6042 kg. No es un peso pluma. 

El lanzamiento de JUICE supone el fin de una época para la ESA, porque será la última vez que el potente Ariane 5-ECA se eleve por los cielos de Kourou, evento que ocurrirá a no más tardar del día 13. Así, tras veintiocho minutos de proceso, la sonda volará libre.

Los primeros diecisiete días los usará para el despliegue de todos sus apéndices, mientras sus controladores se preparan para el largo viaje que le espera. Su trayecto, como toda sonda que va para quedarse allí necesita impulso para ganar velocidad, por lo que necesita realizar varios sobrevuelos planetarios. Durante los casi ocho años de travesía, realizará cinco, los dos primeros en agosto del 2024 a la Luna y

a la Tierra, en una maniobra inusual e inédita, que sólo se producirá si se lanza antes del día 18. Si no, sólo a la Tierra. El siguiente será un año después, aproximadamente, a Venus, para volver a la Tierra otras dos veces más, en septiembre del 2026 y enero de 2029. Entrará en el cinturón de asteroides dos veces, pero nada más que se se ha identificado una oportunidad de sobrevuelo asteroidal, en octubre del 2029 al asteroide 223 Rosa, un tipo C de casi 83 km de diámetro. Y la llegada a Júpiter, para julio del 2031.


La tarea científica arrancará seis meses antes de la inserción orbital, y el primer sobrevuelo a un satélite, Ganímedes concretamente, acaecerá siete horas y media antes de entrar en órbita, en el primero de los treinta y cinco sobrevuelos lunares. De ellos, sólo dos serán a Europa, el primero en julio del 2032, antes de una secuencia de encuentros con Calixto los cuales, además de estudiar este satélite, cambiará la inclinación de la órbita elíptica de la sonda que permitirá estudiar de lejos los polos jovianos. A continuación, la última secuencia de acercamientos a Calixto y Ganímedes corregirá la trayectoria de JUICE para hacerla más circular, usando la gravedad jovianas, y así ayudar para la inserción orbital a Ganímedes, que debería producirse en diciembre del 2034, estando primero en una órbita polar elíptica para, después, en una órbita circular, tal vez a 500 km de altitud.

Son muchos los misterios que todavía encierran tanto Júpiter cono sus satélites galileanos, y JUICE apunta a resolver algunos de ellos. Está potentemente equipada para ello, y de la larga lista de preguntas por responder, estas son las cinco principales: ¿Como son los mundos oceánicos de Júpiter? ¿Por qué Ganímedes es tan único? ¿Cómo el complejo entorno jovianos dio forma a los satélites, y vice versa? ¿Cómo es un gigante de gas típico, cómo se forma, y cómo funciona? Y, ¿podría haber, o haber habido, vida en el sistema joviano? Para ello, no perderá de vista nada de lo que ocurra, incluyendo a la dinámica luna Io y, además, trabajar en concierto con la misión de la NASA Europa Clipper, con su lanzamiento previsto, si no hay retrasos, para octubre del 2024.

Pues ya veis, al final el círculo se cierra, porque al final tendremos dos sondas estudiando no sólo Júpiter, sino dos de sus satélites más interesantes. ¿Podemos pedir más? 

martes, 4 de abril de 2023

Misión al planeta Tierra: TEMPO

Uno de los mayores problemas del día a día lo puede ver cualquiera a simple vista. Con alejarse de las ciudades, es difícil de ignorar la boina de contaminación que cuelga sobre las ciudades, por muchos motivos: calefacciones, aires acondicionados, fábricas… Medirlo en tiempo real es el reto, porque nos afecta a todos, a nuestra salud. Cuántas más herramientas tengamos, mejor informados estaremos. Y las espaciales son de las más importantes.

Hasta hace relativamente poco, los sensores atmosféricos que miden la composición atmosférica estaban únicamente en órbita baja terrestre. Satélites como Aura, pero también los meteorológicos, consiguen datos muy importantes, cubriendo nuestro planeta en la práctica totalidad. Pero este paradigma cambió hace relativamente poco. Hacia comienzos de la década del 2010, varias agencias espaciales, como la NASA, se juntaron para buscar formas nuevas para medir la contaminación en las regiones más “sucias” del planeta. Y sólo había una forma ideal: usar la órbita geoestacionaria. En realidad, será una combinación de satélites, de órbita baja y geoestacionaria, para controlar cómo está, cómo evoluciona. ¿Por qué GEO? Ofrece una gran ventaja obvia: una observación continua sobre una única región. Los satélites de órbita baja son muy útiles, pero tienen una limitación: dependiendo de su altitud orbital y el tamaño del campo de visión de sus instrumentos, pueden tardar, en el caso de las órbitas polares sincronizadas con el Sol, de días a varias semanas en volver a una misma localización. Para aquellos sensores no sincronizados con nuestra estrella, orbitando en otras inclinaciones, el tiempo de retorno puede ser de horas. Pero con un sensor geoestacionario, se podrá observar continuamente la región de interés, de día y de noche, si bien en esta parte del día no resultaría tan efectivo. ¿Tiene un inconveniente? Teniendo en cuenta los 36.000 km. de altitud, cualquiera puede pensar en que se trata de sensores con una resolución un tanto pobre, pero no, necesariamente. Depende del sensor, de su tamaño, de su telescopio receptor. Y para demostrar el concepto, la agencia

espacial de Corea del Sur encargó GEMS, el Espectrómetro de Monitorización Medioambiental Geoestacionario. Registrando la luz ultravioleta y visible entre los 300 y los 500 nm, tiene el campo de visión para observar una región de la Tierra de entre 5ºS y 45ºN en latitud, y 75ºE y 145ºE de longitud, cubriendo ciudades como Shanghai, Seul o Tokio, tomando datos de resoluciones de 8 x 7 km, lo que significa que se pueden registrar datos de barrios enteros en un solo pixel, en vez de ciudades enteras. Puesto en órbita el  18 de febrero del 2020 como parte del satélite GEO-KOMPSAT-2B (hoy conocido como Cheollian 2B), se encuentra anclado en la posición 128ºE, funcionando, hasta donde sabemos, sin problemas. Queda demostrado que estar alto no significa necesariamente una pobre resolución. Vayamos ahora con la apuesta de la NASA.

Ya no es necesario crear un satélite para lanzar un instrumento. Ahora, un proyecto puede desarrollar simplemente el instrumento que quiere poner en órbita, y esperar a la mejor oportunidad. Una alternativa de esta nueva forma es la ISS, y otra igual de atractiva es usar los satélites geoestacionarios encargados de las telecomunicaciones. Mediante un programa de cargas útiles huésped, uno de estos satélites ofrece al instrumento energía, control de actitud y ancho de banda para recibir comandos y transmitir la información científica. Pero, en lo demás, el instrumento operará de forma básicamente independiente. Ya hay un aparato con estas características: el instrumento GOLD, que se encuentra acoplado al satélite SES-14 ubicado a 47.5ºW

Como parte de su programa de misiones Earth Venture, la NASA seleccionó TEMPO (Emisiones Troposféricas: Medición de la Contaminación) en el año 2012. Se desarrolló la idea a partir de un concepto de misión geoestacionaria que observara eventos de contaminación en el aire y las costas, propuesto allá por el 2007. Se diseñó para observar la calidad del aire sobre la zona Norteamericana, con alta resolución espacial (siendo capaz de distinguir barrios dentro de las ciudades) y espectral, distinguiendo todo tipo de gases potencialmente contaminantes. Eso sí, si bien la aprobación del instrumento permitió desarrollarlo con cierta rapidez, encontrar un satélite anfitrión no fue tan sencilla. Pero en fin, satélite e instrumento están juntos, y preparados para el lanzamiento.

Como decimos, TEMPO es un instrumento, que ofrece unas amplias medidas (1.4 x 1.1 x 1.2 metros), para nada es ligero (148 kg.) y necesita una buena cantidad de energía para funcionar (163 W). Curiosamente, TEMPO y GEMS son instrumentos casi hermanos, porque fueron desarrollados por la misma firma (Ball). Como su hermano coreano, TEMPO es un espectrómetro que registra longitudes de onda ultravioleta y visible. Su camino de luz es largo y complejo, ya que, cuando la apertura se abre, el primer elemento óptico es un espejo de escaneo, fabricado en carburo de silicio por ligereza e insensibilidad a los cambios de temperatura, acoplado a un sistema pivotante en dos ejes, que no sólo barrerá el campo de visión, también corregirá los movimientos indeseados de su satélite. El resto del sistema lo conforma un telescopio reflector
tipo Schmidt de tres espejos fuera de ejes (f/3), con cada elemento óptico recubierto de aluminio para aumentar la señal de la luz ultravioleta, salvo el primario, que cuenta con un recubrimiento de bloqueo para evitar otras longitudes de onda no deseadas. De ahí, la luz pasa a una diminuta abertura al espectrómetro. La arquitectura escogida para este sistema es uno tipo Offner, que cuenta con un espejo de retransmisión que introduce la luz en el sistema, compuesto por un espejo primario, una rejilla de difracción convexa, un segundo espejo, una lente correctora, y una ventana con filtro antes de llegar al plano focal. Éste está formado por dos sensores CCD, uno junto a otro, virtualmente idénticos (1024 x 2048 pixels), uno para el ultravioleta (290-490 nm) y otro para el de luz visible (540-740 nm). Los CCD están dispuestos de tal forma que sus lados largos se ocupan de la resolución espacial, y los cortos de la espectral. Obtendrá datos con alta resolución espectral (0.6 nm) y espacial (2 km, en dirección norte-sur, 4.5 km en dirección este-oeste) Una unidad de control gestionará toda la operación de TEMPO, y para su control termal cuenta con dos voluminosos radiadores, si bien sus CCD se enfriarán de forma pasiva. ¿Qué podemos decir del satélite portador? Que su nombre es Intelsat-40e,
producido por la firma Maxar a partir de la plataforma de satélite SSL-1300. TEMPO se ha acoplado a su panel superior, y los dos grandes radiadores se proyectan sobre los lados norte-sur del satélite, según su orientación en órbita. Dos grandes paneles solares darán energía a la carga útil de transpondedores de alto rendimiento en banda-C, banda-Ku y banda-Ka. Interesantemente, este satélite recurrirá a un sistema de propulsión, contando con sistemas químicos convencionales y motores iónicos para su posicionamiento en órbita geoestacionario y su mantenimiento de posición. Desconocemos su masa de despegue, pero ya os garantizamos que no será ligero.

Y para lanzarlo, ¿qué? Una opción barata y segura es el Falcon 9, que ofrece prestaciones de sobra para una misión semejante. Usará el núcleo B1076, en el que será su cuarto vuelo tras una misión a la ISS y dos despliegues de decenas de satélites en cada oportunidad. Volará desde Cabo Cañaveral, siendo lanzado el próximo día siete, y el destino final de Intelsat-40e y TEMPO es la órbita geoestacionaria, anclado en los 91ºW.

Una vez en órbita y funcionando, TEMPO capturará todo su campo de visión cada hora, en un proceso de barrido que hará que el espejo de escaneo barra toda Norteamérica, de este a oeste, cubriendo todo Estados Unidos, gran parte de Canadá y una parte importante de México, algo más al sur de su populosa capital. El instrumento producirá productos estándar como perfiles de ozono troposférico, ozono total, dióxido de azufre (cada hora), formaldehido y acetilendiol (tres veces al día), a resoluciones espaciales básicas de ocho kilómetros (norte-sur) por cuatro kilómetros (este-oeste). Para aumentar la resolución y cantidad, el instrumento acumulará, uno sobre otro, los espectros capturados. Pero también se esperan otros resultados, como mediciones de gases traza (dióxido de nitrógeno,
hipobromito entre otros), vapor de agua, aerosoles, estudio de nubes, fluorescencia inducida por el Sol, estudios de irradiación ultravioleta en UVB, estudios de los rayos y sus consecuencias en la atmósfera, detección de quema de biomasa, estudios de elementos halógenos, e incluso podría observar la iluminación nocturna. Todos estos datos se podrán acoplar perfectamente a las imágenes de los satélites GOES actualmente en órbita para así correlacionar los datos de todos estos participantes. Y no sólo eso, porque la información que genere se unirá a la que generan misiones como Sentinel-5P, Aura, Suomi-NPP y los NOAA-20 y NOAA-21 (recién lanzado), a los que se unirá un tercer componente geoestacionario en la forma del instrumento Sentinel-4, que viajará al espacio en los satélites MTG-S.

El ritmo no para, y pronto tendremos un nuevo, y deseado, detective de la atmósfera. ¿Nos dará alguna sorpresa? Permaneced atentos.