Phoenix, un tributo

lunes, 21 de noviembre de 2022

Las próximas misiones a la Luna: Lunar Flashlight

Según los estudios, el agua en la Luna puede tener dos formas: hielo enterrado bajo la superficie, varios metros bajo el regolito; y escarcha de hielo de agua, que se puede encontrar en los primeros centímetros del regolito. Ahora que estamos en plena lucha por cuantificar cuánta agua hay en nuestro satélite, especialmente cuando se plantea la ocupación lunar por el ser humano, se buscan formas de tener cifras concretas.

Clementine empezó el baile, que siguió Lunar Prospector, ampliado por misiones como Chandrayaan-1, LCROSS y LRO. De acuerdo con todos los datos, el polo sur cuenta con las mayores reservas, lo que significa que es allí donde hay que centrar los esfuerzos. Las diversas misiones lunares que volarán con Artemis 1 (ya hemos hablado de ellas) se centran en hacer mediciones de hielo de agua, pero con aproximaciones distintas: espectrometría de neutrones, infrarroja… Hay una más que debería haberles acompañado, pero que no llegó a tiempo de la fecha límite, lo que significó que se tuvo que buscarle acomodo en otro lanzamiento.

De las diversas formas que hay de examinar el hielo de agua selenita, la que usará Lunar Flashlight es sin duda la más pintoresca. Se decidió que una de las formas de estudiar el problema era usando espectrometría infrarroja. El problema estaba en el lugar que se debe estudiar: las regiones en sombra permanente o PSR. Allí, no llega nunca, o casi nunca, la luz solar. Eso implicaba que se necesitaba una fuente de iluminación. En un primer momento, y de la mano con NEAScout, esta misión también contaría con una vela solar que, en su caso, serviría para iluminar la zona que examinar. Pero lo acabaron desechando. El resultado final es una aproximación, cuanto menos, insólita, al problema.

El número total de Cubesats que iba a volar con Artemis 1 era de trece, pero tres de ellos, Lunar Flashlight entre ellos, se quedaron fuera. Sí, es un Cubesat que emplea el factor de forma 6U, como los ya mencionados.

Su bus está fabricado en aluminio, con unas medidas de 11.6 x 23.9 x 36.6 cm, alojando lo necesario para funcionar en su interior y exterior. Por sus reducidas dimensiones, la redundancia es limitada o prácticamente nula. Su ordenador, usando un procesador LEON3-FT gestionará las operaciones de a bordo autónomamente, almacenando toda la información generada en una memoria flash de ocho gigabytes. Todo este sistema ocupa un volumen de 1U. Su sistema de control de actitud es el BCT XACT-50, que alberga todo lo necesario en un único paquete. Para sus comunicaciones, empleará el transpondedor para Cubesats Iris 2.1 que trabaja en banda-X, usando dos antenas de baja ganancia para todas las comunicaciones. Para la energía, paneles solares, dos pares de tipos distintos, uno sólido y un segundo desplegable en tres secciones, cargando las baterías de a bordo. Posiblemente, el aspecto más interesante de la pequeña sonda es su propulsión. Es convencional, sí, con cuatro propulsores diseñados para trabajar con un nuevo tipo de combustible: AF-M315E, también conocido como ASCENT, probado con éxito en la misión GPIM. Es un combustible “verde” que es menos tóxico que la hidracina habitual lo que le hace más seguro de manejar y almacenar. Es más denso, lo que permite almacenar más en un mismo tipo de tanque, y proporciona un impulso específico mayor. La propulsión doblará porque además de para maniobras correctoras, se usará para controlar su actitud en caso necesario. En cuanto a su protección termal, la típica de medios activos y pasivos, con mantas multicapa, radiadores y calentadores eléctricos. Su instrumento es un reflectómetro láser. Esto significa que
necesita una fuente de iluminación para poder tomar los datos. El sistema se compone de un transmisor láser y el sistema receptor, todo ocupando un volumen 2U. El transmisor láser cuenta con cuatro diodos emisores, cada uno en una longitud de onda específica: dos para mediciones del espectro continuo (1.064 y 1.85 micrones) y dos para la detección de hielo de agua (1.495 y 1.99 micrones). El sistema cuenta con una batería propia, separada de la del sistema energético de la sonda, proporcionada por Sony (la de la sonda es de Panasonic) que se empleará para hacer disparar los láseres. En cuanto éstos reboten en la superficie, serán recogidos por un telescopio receptor con un espejo paraboloide de 70 x 70 milímetros, completamente construido en aluminio, con un eje desviado casi treinta grados. De ahí, va al sensor, una unidad de dos milímetros de diámetro, de un solo pixel, elaborado en arseniuro de indio y galio, dentro de una carcasa situada en uno de los laterales del montaje del espejo. Esto dota al sistema de una longitud focal de setenta milímetros y, para evitar luz no deseada en el diminuto detector, su carcasa cuenta con una apertura repleta de bafles y vanos. Para refrigerar el detector de forma continua a -60ºC cuenta con un radiador estabilizado por un regulador. Por supuesto, el transmisor de los láseres también cuenta con su propio radiador, siempre mirando al espacio profundo. Con su combustible cargado, su masa de despegue será de catorce kilogramos.

Puede parecer poquísima cosa para un Falcon 9, pero fue el escogido para elevarlo a la Luna. Será una de muchas cargas secundarias de la misión principal, el lander privado japonés Hakuto-R Misión 1, que carga con el rover Rashid, o Emirates Lunar Mission. Se ha asignado esta misión al núcleo con el número serial B1073.5, que ya ha volado cuatro veces, tres con decenas de satélites de la constelación Starlink y la restante, con el satélite de telecomunicaciones SES-22. Según el calendario de lanzamientos, no volará hasta el 28 de noviembre.

Una vez separado y volando en solitario, Lunar Flashlight tardará aproximadamente unos 190 días en alcanzar la Luna, usando una trayectoria que hará que la sobrevuele antes tres veces, dos de ellas acompañadas de pasos cercanos a la Tierra. El destino es una órbita muy especial, una trayectoria muy alargada alrededor de Selene denominada Órbita de Halo Casi Rectilínea. No es una órbita elíptica al huso. Es muy compleja la explicación, se nos escapa, pero la NASA ha puesto los ojos en ella para su estación tripulada Gateway porque al ser casi estable, se necesitará poco combustible para mantenerse en ella. Pero lo necesitará, sin embargo, con maniobras periódicas, como pasa en las órbitas de halo en los puntos de Lagrange. Su apogeo será de unos 70.000 km, con un perigeo, sobre el polo sur selenita, que podría llegar hasta los doce, tardando siete días en completarla. Para Lunar Flashlight, el paso por el perigeo coincidirá con el polo sur lunar.

Una vez instalada en su órbita de trabajo, la misión principal de este pequeño activo se planea para durar dos meses, si bien el tiempo de operación en cada paso por el perigeo durará de entre dos a tres minutos, lo que aguante la carga de la batería de los láseres. Éstos, una vez el sistema quede activado, dispararán en secuencia, con tiempos de entre uno a seis milisegundos, con periodos de espera entre disparos idénticos, pero la cadencia nominal ser de seis milisegundos, también. En la superficie, cada láser tendrá una huella de, al menos, treinta y cinco metros de diámetro, y se espera que en el tiempo de operación de los láseres, se cubra una sección recta de diez kilómetros, tanto por cráteres en sombra como por zonas iluminadas. El hecho de que haya cuatro longitudes de onda diferentes, dos para agua y dos que no, servirá para comparación. El regolito lunar carece de huellas espectrales en esta región del infrarrojo de onda corta, mientras que las longitudes de onda seleccionadas para agua cuentan con profundas señales espectrales. Esto significa que, al comparar ambas, junto con mediciones de fondo recogidas de manera pasiva por el detector, se conseguirán los resultados buscados. ¿Qué hará el resto del tiempo de cada órbita? Descargar la información, cargar la batería de los láseres, ejecutar maniobras para mantenerse en su órbita… esas cosas. Si al final de esta misión principal aún cuenta con combustible, la misión podría proseguir, pero su final quedará cantado: impactar con la superficie lunar.

Ya lo veis: otra solución imaginativa con la que investigar el problema del agua en la Luna. Y no os preocupéis. Pronto habrá otra más, pero en un formato algo más grande.