Con la carrera espacial por llegar a la Luna en plena ebullición (y sobre todo tras el discurso del presidente Kennedy en 1961 en el que anunció el propósito de enviar gente a la Luna antes de acabar la década) la necesidad de información sobre nuestro compañero era más necesaria que nunca. Tras los primeros acercamientos, tomas de contacto (a base de estrellar sondas en la superficie lunar) y los primeros vehículos en órbita, el siguiente paso era aterrizar suavemente en en suelo selenita. A tal respecto los proyectos de ambas potencias iban encaminados hacia ese propósito. Mientras la URSS mantenía su programa multipropósito Luna, los americanos dividían sus proyectos dependiendo del propósito de sus misiones. Por lo tanto el proyecto encargado de hacer aterrizar sondas en la Luna fue llamado Surveyor. El asunto es que si se quería llevar gente a corretear los terrenos lunares había que comprobar la consistencia del suelo, ya que se creía que los mares lunares, al ser en su inmensa mayoría grandes acumulaciones de arena de bastantes metros de profundidad, todo lo que se mandara podría acabar hundiéndose. Para comprobar (o no) esta teoría, se requería aterrizar vehículos allí.
Tras llevar a Luna 3 por detrás de la Luna, el siguiente esfuerzo de los proyectos soviéticos sería aterrizar una sonda sobre su superficie. Los primeros intentos empezaron en 1963, y cada año hasta 1966 se siguió enviando cada vez un número mayor para realizar ese objetivo, hasta que al fin se consiguió el éxito
Era Luna 9, diseñado y construido por la oficina de diseño de Korolyov. El conjunto completo desplazaba una masa de 1580 kg. en el momento del despegue, que incluía la sonda de aterrizaje unida a una pesasa etapa de crucero. La sonda en sí era una esfera de unos 100 kg. de masa y 58 centímetros de diámetro, el único instrumental que portaba era un medidor de radiación y una cámara de fotos. Fue lanzada, como habitualmente, desde el cosmódromo de Baikonur, el 31 de enero de 1966, y tras una fase de crucero sin incidentes, fue liberada para su aterrizaje, a unos 15 metros de la superficie, y para amortiguar el aterrizaje usó una forma primitiva de airbag para suavizar el impacto. Tras la toma de Luna, el contenedor hermético se abría, sus pétalos se extendían y sus antenas y cámara se desplegaba. La cámara que portaba equipaba un sistema que rotaba un espejo, lo que le confería una visión de 360º. Finalmente se posó el 3 de febrero en el Oceanus Procellarum, en las coordenadas 7,08ºN-64,4ºW, y funcionó hasta el día 6.
La curiosidad fue que las imágenes no fueron transmitidas primeramente, y la transmisión de Luna 9 fue recibida por la antena del observatorio de Jodrell Bank, en Inglaterra, cuyos trabajadores comprobaron que el formato de la transmisión era idéntico al sistema internacional de transmisión de imágenes para la prensa. Aprovechando esto, el diario británico Daily Express, consiguió un receptor apropiado para recibir del observatorio las imágenes y consiguió publicarlas, y desde ahí viajaron a todo el mundo. Con ésto se especuló que lo ocurrido había sido una maniobra de la URSS, ya que se pensaba que se había instalado un transmisor estándar que cualquiera podría seguir, aunque específicamente apropiado para Jodrell Bank.
Las imágenes, olvidándonos de este folloncillo, proporcionaban una perspectiva lunar completa, y podía verse buena parte del horizonte hasta 1.4 km. del vehículo. Lo más importante fue que se comprobó que el regolito lunar era lo suficientemente compacto como para resistir el peso de las sondas y, por lo tanto, abrió la puerta a sondas de aterrizaje más pesadas, e incluso los Lander de los Apollo. Éstas fueron las primeras imágenes superficiales de un mundo extraterrestre, y el comienzo de una nueva fase de la carrera espacial, que acabaría con el primer hombre el la Luna.
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