Por si preguntáis por qué preferimos miles, millones de veces, el
invierno al verano, daremos una razón de peso: por más frío que haga, puedes
ponerte capas y capas, en forma de abrigos, bufandas, guantes, y demás
artículos, de manera que será relativamente poco el fresco que os alcance. Pero
durante el verano, ¡ay, el verano!, por más ropa que te quites, el calor
seguirá siendo el mismo. Da lo mismo que te vayas a una playa (que no sirven
para mucho, a nuestro juicio) o te pongas a la sombra, tendrás calor igual.
Claro, para evitarlo, o te metes en una nevera, o te sitúas bajo un aire
acondicionado. Pero en fin, para aquellos que lo pasen bien con las
temperaturas bajillas que solemos tener por acá, deciros que por allí fuera hay
rincones que tienden a ser algo más frescos que nuestro propio planeta. Así
que, acompañadnos, eso sí, con algo de ropa apropiada, aunque un par de esquíes
no os vendrían nada, nada mal.
En los rincones más lejanos de nuestra parcela galáctica, nos
encontramos con la maravilla azul, Neptuno, pero no nos detendremos allí, sino
en su mayor satélite, el extraordinario Tritón. Como el séptimo mayor satélite
y el decimo sexto mayor objeto del sistema solar, es sin duda un mundo que
hasta la fecha no tiene paralelo en cuanto a geografía. A diferencia de otros
lugares de esta sección nuestra de la galaxia, sabemos relativamente poco de
este fascinante lugar, pero lo poco es tremendo: un casquete polar de
nitrógeno, criovolcanes, pocos cráteres de impacto, fallas, terrenos llanos, y
una muy delgada atmósfera. Con colores rosados y tirando al marrón, se nos
ofrece una superficie generalmente llana, salvo esa zona llamada cantalupo, por
la cáscara de un tipo de melón. Tiene que ser un lugar fantástico por el que
viajar, y con una temperatura que no está nada mal. Así, la única sonda que se
aventuró por Tritón, la veteranísima Voyager
2, registró la, en aquel momento, temperatura más baja del sistema solar, o
sea, unos agradables -235º C. ¿A qué os dan ganas de agarrar el petate y viajar
hacia allá? Solo hay una pequeña pega, ya que podríais tardar un poquillo en
llegar, ya que Neptuno, y por lo tanto, Tritón, se encuentran a una distancia
media al Sol de unos 4.503 millones de km. de nuestra estrella, unas 30.1
unidades astronómicas. Minucias.
Moviéndonos hacia el interior del sistema solar, nos encontramos con
el inexpresivo Urano. Esta bola de hielo y gas de color verdoso apenas dista de
Helios unos 2.877 millones de km., en total 19.2 unidades astronómicas, por lo
que naturalmente las temperaturas resultan un tanto más templadas. Pero a pesar
de su suave y tranquila apariencia, bien merece una visita. Los anillos más
oscuros del sistema solar, varios satélites fascinantes como Miranda, un campo
magnético absolutamente inusual, y sobre todo, por encima de todo lo demás, la
inclinación axial de todo el sistema, de 98º con respecto a la vertical. La
verdad es que Urano es un pequeño misterio, porque nadie sabe el por qué de esa
inclinación, pero otra cosa extraña es que, a diferencia de los otros gigantes
de gas, parece carecer de una fuente de calor interna, por lo que tiene una
temperatura algo bajilla, alcanzando los -210º C, la más fresca entre los
planetas gaseosos. Por ello, la meteorología del planeta es sin duda la más
tranquila, con vientos suaves, ausencia casi completa de ciclones similares a
la Gran Mancha Roja, y una insolación uniforme aunque escasa. Pero si os parece
curioso todo lo de Urano, estáis visitando su hemisferio iluminado, y decidís
pasar al lado nocturno, no hace falta que os abriguéis más, ya que Voyager 2 vio que también en esa parte
del planeta la temperatura de de esos mismos -210º C. ¿A qué mola? Porras,
tenemos que volver a Urano y Neptuno.
Seguimos nuestra odisea camino del interior del sistema solar para
parar en el Señor de los Anillos. Este inmenso y maravilloso muro almacena
innumerables rarezas, y muchas de ellas se centran en el satélite gigante del
planeta, el increíble Titán. El lugar del sistema solar más lejano a nuestra
estrella en el que
hemos depositado un vehículo espacial encierra bajo su
densísima atmósfera una geografía que a simple vista parece más terrestre que
extraterrestre. Aquí podremos visitar las dunas de Xanadu Regio, cráteres
enormes como Menrva, formaciones inusuales como Hotei Arcus, lagos enormes en
el polo norte como los Kraken y Ligeia Mare, balsas más modestas como Ontario
Lacus, ríos que recorren la superficie, cordilleras de dimensiones y alturas
modestas, algún que otro criovolcán, y todo eso bajo la lluvia. Pero no os engañéis,
no es agua lo que cae, son hidrocarburos, y tampoco es agua lo que rellena los
lagos, también son hidrocarburos. ¿Pero qué mundo es este que se parece a la
Tierra pero que a la vez es tan distinto? Bueno, tal vez tenga que ver con su
temperatura. Si bien posee una atmósfera tremenda (lo que le hace único en el
sistema solar) con una capa de nubes que, como la de Venus, no deja que los
instrumentos visuales puedan ver nada de lo que se esconde debajo, su lejanía
al Sol (1.427 millones de km., 9.6 unidades astronómicas) provoca que el
termómetro baje hasta unos templados -179º C. Con este registro todo el líquido
se acumula en forma de metano y etano, siendo más preponderante el segundo en
el suelo, y el primero en la atmósfera. Aquí el agua se congela al instante,
pero estas sustancias exóticas tienen un punto de congelación más bajo que eso,
de ahí que tienda a acumularse. Desde luego, en una guía de viaje del sistema
solar, podemos imaginar cómo anuncian una visita a Titán: recorrer inmensos
campos de dunas, viajar en globo sobre su superficie, y navegar por los lagos.
¿Qué más se puede pedir?
Ahora paramos a repostar, después de viajar un montón de distancia,
junto al hermano mayor del sistema. Si hay un lugar en el que tomarse un
descanso contemplando una visión gloriosa como es la dinámica atmosférica de
Júpiter y cargar pilas (y combustible) lejos de la radiación joviana, ese es Calixto. El tercer
satélite y el décimo objeto del sistema solar por tamaño, es
un mundo congelado y extremadamente viejo, conteniendo abundante hielo en su
superficie. Además, ofrece el espectáculo de una superficie extremadamente
craterizada, sobre todo el impresionante Valhalla. Eso sí, a pesar de los
enormes accidentes, no encontrarás ni fallas ni montañas ni nada que se le
parezca. Hasta donde alcanza la vista, todo son cráteres. Su superficie es casi
puro hielo de agua, mezclado con un material más oscuro, pero con la
consistencia de las rocas más duras de la Tierra, de ahí que sea capaz de
aguantar toda agresión asteroidal o cometaria sin casi inmutarse. Entonces,
¿cuán frío es Calixto?, bueno, podríamos decir que es hasta templado,
alcanzando solo los -150º C. Está a unos 778 millones de km. de Helios,
aproximadamente 5.2 unidades astronómicas. Casi a la vuelta de la esquina.
Cruzando el cinturón de asteroides, hacemos parada en el planeta rojo.
Con decir que recibe un 50% menos de luz solar que la Tierra indica que estamos
ante un mundo fresco, lejos de aquellas temperaturas “del sur de Inglaterra”
que pronosticó Percival Lowell. Irónicamente, conocemos con mejor precisión la
superficie marciana que los fondos oceánicos de nuestro planeta, y ya sabéis lo
que Marte ofrece: el mayor volcán del sistema solar, un cañón gigantesco,
cráteres de todas formas y tamaños, los restos fosilizados de una pretérita
acción hídrica, una inmensa planicie absolutamente llana, y sobre todo, todas
las sondas que hemos puesto sobre su suelo. En realidad Marte es una forma
extrema de los desiertos terrestres. Mientras por aquí los desiertos suelen ser
sofocantes de día (el calor solar se acumula en la arena y reverbera en la
atmósfera a causa de la humedad que todavía existe y retiene el calor) y
heladores por la noche (ese calor solar, ya sin impedimentos, sale de la
Tierra), allí, al no existir una humedad significativa en los primeros metros de su tenue atmósfera, provoca
cosas raras. Así, si pones la mano en el suelo,
notarás temperaturas por encima de los cero grados, y en días de máxima
insolación puede subir hasta los 20º C. Pero levántala, sólo un metro del
suelo, y se te helará al instante, ya que el aire es incapaz de retener ese
calor. Además, la presencia de casquetes polares nos dice que allí las
temperaturas tienden a bajar bastante. De hecho, el registro del mercurio nos
indicará de qué están compuestas ambas acumulaciones heladas. Mientras en el
norte tenemos la temperatura hasta calurosa de -68º C, evidenciando la
existencia de hielo de agua, en el sur este registro cae en picado hasta los
-123º C, que es casi la temperatura en la que el dióxido de carbono se congela.
A una distancia media a Helios de 228 millones de km., más o menos 1.52
unidades astronómicas de nuestra estrella, estas temperaturas parecerán
prácticamente verano para algunos. A los que no les gusten los destinos
masificados, recomendamos que visitéis otros lugares.
Y ahora nos arrimamos a las mismas barbas del Sol. ¡Un momento, para!,
nos diréis. ¿Cómo es posible que acercándonos al Sol encontramos un sitio lo
suficientemente fresco como para salir aquí? Pues sí, y es el fascinante
Mercurio. Ya hablamos en su momento de cómo hacer allí un vuelta y vuelta es
una operación de alto riesgo, y que aquellos que se cansen de tanto sol pueden
dar dos pasos y encontrar temperaturas más agradables. Eso es cierto porque a merced
de su lenta rotación y a la resonancia entre rotación y traslación, hay zonas
que tardan 176 días en volver a ver a Helios. Claro, si mientras la parte del
planeta que da a nuestra estrella se abrasa, luego, al rotar el planeta, ese
calor retenido por la oscura y volcánica superficie se empieza a ir al espacio,
y cuando ya deja de recibir luz, ese calor se evacua a toda velocidad, por lo
que la temperatura, al no existir una atmósfera apreciable, se desploma
hasta
alcanzar casi la temperatura de Titán: los -180º C, lo que significa una
variación entre el día y la noche de apenas 600º C. Y el caso es que en los
polos puede ser todavía inferior. Allí hay varios cráteres cuyos fondos nunca,
y repetimos, NUNCA, llega la luz solar, e investigaciones desde la Tierra
empleando radares permitió descubrir un material reflectante a las ondas de
radio. ¿Agua? No se podía saber hasta llegar allí, y ahora que lo conseguimos
con la pequeña pero increíble MESSENGER,
podemos dar la respuesta, que no es otra que un rotundo SÍ. Y todo, a unos 58
millones de km. Tremendo, ¿no?
Para aquellos perezosos a los que no les guste viajar demasiado lejos
ni pasar largas horas (o días, o meses, o años si nos ponemos) tenemos nuestro
satélite. Selene es un cuerpo que no brilla demasiado por nada en especial, a
pesar de ser el quinto mayor satélite del sistema solar. A los 105º C de su
lado diurno, como en el caso de Mercurio, en apenas dos semanas podemos pasar
en un mismo sitio a unos -150ºC por la misma razón. Suficiente para algunos,
demasiado alta para nosotros, así que lo mejor es viajar hacia los polos, donde
estaremos en nuestra salsa. Porque sí, en la Luna ocurre como en Mercurio,
existen cráteres que jamás reciben luz solar, por lo que sus fondos retienen
hielo, un hallazgo irrefutablemente demostrado hace varios años. Con una
inclinación sobre su eje de rotación de apenas 5º, allí se acumulan enormes
cantidades de hielo de agua, más en el sur que en el norte, pero lo suficiente
como para generar aire para respirar, agua para beber y combustible para naves
espaciales. ¡Ah, la tecnología moderna, lo que permite! Si, ya que los avances
en instrumentación científica proporcionan resultados mejores a los que se
tenían hace apenas 10 años, por ello, mandar medidores de temperatura a la
última en sensores, como el radiómetro
DIVINER a bordo de Lunar Reconnaissance Orbiter, deparan grandes sorpresas, porque, ¿a
qué no imagináis que el polo sur selenita es actualmente el lugar con la
temperatura más baja de todo el sistema solar? Pues lo es, ya lo creemos, ya
que este versátil aparato registró una medición de ni más ni menos que -238º C.
Queda claro que a veces no hace falta irse a la auténtica porra para encontrar
extremos, los tienes a la vuelta de la esquina.
¡Vuelve a parar, alto!, volveréis a decirnos, y después nos
realizaréis esta pregunta: ¿y qué pasa con Plutón, el noveno y último planeta
del sistema solar? Claro, tratándose de la última frontera de esta parcela
cósmica nuestra, por obligación debe ser el sitio más fresco de todos. En
principio debe ser así, pero como ya hemos dicho alguna vez, es por el momento
una auténtica terra incógnita para nosotros y para los astrónomos.
Todo lo que
sabemos de Plutón proviene de estudios basados en Tierra, tanto en la
superficie como desde la órbita. ¿Qué es fresco? Claro. ¿Cuánto? Bueno, ya
sabemos que la mejor manera de saberlo es ir allá y comprobarlo de primera
mano, pero si queréis una respuesta, lo más aproximado parece ser de unos -230º
C, un poco más cálido que Tritón. ¿Por qué? Para responder a preguntas como esa
(y para provocar más, dadlo por seguro) está la estupenda New Horizons, que si todo va bien, a mediados de julio nos
proporcionará muchas respuestas, que desde aquí esperamos con una mezcla de
paciencia y ansia. Un momento inigualado en la historia de la exploración del
sistema solar.
¿A que ahora el invierno de la Tierra no os parece tan crudo? Siempre
habrá algún quisquilloso al que no le guste algo de fresco, pero bueno, ellos
se lo pierden. Allí arriba, más allá del cinturón de asteroides, hay un montón
de mundos fascinantes que esperan ser visitados, o para ser más precisos,
volver a ser visitados. Nosotros iremos sin pensarlo, con los ojos cerrados.
¿Nos acompañáis?
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