Ya las tenemos aquí: las
finalistas para ser la (o las) próximas misiones Discovery. A partir de ahora,
les queda un año para mejorar todavía más las propuestas seleccionadas antes de
que la NASA escoja las que serán las misiones número 15 y 16 de este longevo y
exitoso programa de exploración planetaria.
El programa Discovery ha dado pie
de explorar cuerpos celestes anteriormente no visitados, o de investigar de un
nuevo modo otros ya bien examinados. A pesar de todo, hay destinos que todavía
no ha tocado. Ya lo sabéis, las misiones de este programa han visitado
asteroides (dos ya concluidas y dos por lanzar), cometas (dos con éxito, la
tercera se quedó por el camino), la Luna, Marte, Mercurio, el Sol, además de
una misión exoplanetaria. De entre estos destinos, todos concentrados en el
sistema solar interior, falta uno: Venus. Y no nos podemos olvidar que, hasta
ahora, ninguna se ha aventurado al sistema solar exterior, más allá del
cinturón de asteroides principal. Parece que los gestores de Discovery han decidido
subsanar esta carencia con las cuatro propuestas finalistas seleccionadas, dos
a Venus y dos al sistema solar exterior, con destino cada una a satélites
singulares. Conozcámoslas mejor.
Lo cierto es que ya las hemos
mencionado en una anterior entrada, en la que hablamos acerca de las lagunas
sobre nuestros conocimientos sobre la Diosa de la Belleza. La primera es DAVINCI+, la Investigación de la
Atmósfera Profunda de Venus de Gases Nobles, Química e Imágenes Plus. Esta es
la segunda vez que llega a la final, la vez anterior solo como DAVINCI, y de entonces a ahora se han
producido algunos cambios. Bien, el propósito sigue siendo el mismo: estudiar
la composición exacta de la atmósfera venusina usando instrumentación moderna,
con la intención de resolver las preguntas que versan sobre el origen, la
evolución, la probable presencia de un océano pretérito en la superficie y la
actividad volcánica en el planeta, entre otras cosas. Mientras que la propuesta
del 2016 solo contemplaba la sonda atmosférica (provocando una misión breve y
un retorno de datos limitado), DAVINCI+
transforma la etapa de crucero como un orbitador equipado con una cámara
especialmente diseñada para estudiar Venus. Es cierto que misiones anteriores
han hecho lo que DAVINCI+ pretende
repetir, pero las últimas en hacerlo alcanzaron el planeta hace 35 años, y en
este tiempo la tecnología de detección ha avanzado enormemente. El perfil de
misión para la nueva propuesta es el siguiente: se lanzaría a finales de mayo
del 2026 en trayectoria de transferencia directa a Venus, durando el tránsito
seis meses, al final de los cuales la combinación orbitador-sonda atmosférica
practicarían un sobrevuelo al planeta para permitir que la cámara de la misión
tome imágenes de Venus en infrarrojo y ultravioleta (además contaría con un
modo experimental de campo ancho en luz visible), comenzando un tránsito de
retorno al planeta durante dos órbitas en las que se incluye un segundo
sobrevuelo para la obtención de imágenes. Solo al final de este tránsito, de 16
meses de duración, se lanzaría la sonda atmosférica, dos días antes del
encuentro, y mientras el orbitador cumple su función de plataforma de
retransmisión de datos, el elemento principal de la misión cumpliría la suya,
empleando un espectrómetro de masa a la última (herencia del SAM de Curiosity), instrumentación para la
investigación de la estructura atmosférica, y finalmente, una cámara de
descenso que capturará toda la caída hasta la superficie, primero en luz
infrarroja, y luego en luz visible, permitiendo éstas últimas obtener
información para generar modelos de elevación digitales, con un sistema
herencia de los diseñados también para Curiosity).
Interesantemente, la sonda atmosférica de DAVINCI+
apunta a caer en una de las regiones conocidas como Tessera, concretamente la
llamada Alfa Regio, para tratar de entender sus orígenes y su evolución. Aquí no
acabaría la misión, porque el orbitador seguiría volando, orbitando el Sol
durante otros siete meses más antes de, finalmente, entrar en órbita, para una
tarea primaria de seis meses indagando en el planeta con su único instrumento. DAVINCI+ es una respuesta directa a una
de las necesidades de la comunidad científica que ya reclamaron en un informe del 2010.
También conocida es VERITAS, la misión de Emisividad, Radio
Ciencia, InSAR, Topografía y Espectroscopia de Venus. Su tarea es la de
compilar un mejor mapa de la superficie de Venus empleando un sistema de radar
de apertura sintética, o SAR, más potente que el que cargó Magallanes en su día, fabricando así una cartografía casi global
con resoluciones de 30 metros o mejores. Con Magallanes, este mapa solo ofrece una resolución de 1 km., y como se ha demostrado en otros cuerpos
del sistema solar, una mejor resolución también da mejor información sobre cómo
se ha desarrollado, cuáles han sido sus procesos, qué ocurre actualmente, y
descubrir cosas nuevas. Este sistema de SAR se basa en los desarrollados para
estudios terrestres, pero adaptado en tamaño y masa, así como para soportar
altas temperaturas, para operar en Venus, contando con una característica muy
interesante que es la interferometría por SAR, en la que se pueden juntar dos
imágenes de una misma zona pero tomadas con días o semanas de separación y ver
qué cambios se han producido, o si ha habido cambios. A este sistema de SAR,
que trabajaría en banda-X (sistemas anteriores lo hacían en banda-S) se le
suma, como en la vez anterior, una cámara infrarroja para, aprovechando las
ventanas atmosféricas que son transparentes en esta longitud de inda, estudiar
no la geografía, y si no la geología. De hecho, Venus es la anomalía en el
sistema solar, porque desconocemos cuál es exactamente la composición de su
superficie, todo por las nubes que todo lo cubren. Como orbitador, VERITAS quedaría en una trayectoria
polar, pero a diferencia de misiones anteriores, usaría el aerofrenado para
reducir su órbita para hacerla extremadamente cerrada y circular, situada a 250
km. de altitud, no solo beneficiosa para el SAR y la cámara infrarroja, también
para hacer estudios profundos de radio ciencia y así poder caracterizar mejor
la estructura interna de Venus. Huelga decir que la sonda deberá estar más que
preparada para soportar los duros rigores en el entorno planetarios, en lo que
a calor recibido se refiere.
Lanzándonos más allá del cinturón
de asteroides, una de las propuestas al sistema solar exterior apunta nada
menos que a Io. La volcánica luna joviana es objeto de un altísimo interés, y un
equipo científico lleva luchando desde el 2009 por sacar adelante una misión
hacia allí. Conocida inicialmente como Io
Observer, apuntaba a observar en el satélite los procesos de formación
planetaria en acción, véase vulcanismo, porque se entiende que estos procesos
han sido importantes en los cuatro planetas interiores, así como en la Luna. De
ese modo, la intención era indagar en Io de fuera hacia adentro para responder
a este proceso fundamental. Pero el tiempo pasaba, al igual que las
oportunidades. Así, para la vez anterior, la propuesta, ya conocida como IVO (el Observador de los Volcanes de io),
se reformuló con otro objetivo en mente: el calor. Las mediciones muestran
temperaturas extremas en la superficie, con puntos calientes que superan los
1000ºC. Obviamente, el calor proviene del interior, y aunque sabemos más o
menos como se genera (la gravedad de Júpiter por un lado, y la resonancia
orbital con Europa y Ganímedes por el otro), la verdadera intención es
averiguar cómo se propaga. Este calentamiento por mareas es muy importante, y
este satélite es el mejor colocado para estudiarlo. Una de las preguntas
importantes que IVO
pretende
responder es exactamente dónde se produce ese calor por el calentamiento por
mareas, si en el manto poco profundo, o si está distribuido por todo el
interior del satélite. También se quiere responder a la duda de si hay un
océano de magma bajo la superficie, y si sí, si es permanente o, como suponen
algunos, temporal. Por último, la intención de la misión es saber cómo pierde
calor enviado al espacio. Lo que suponen los científicos es que lo hace a
través de las fisuras abiertas en la corteza por las que sale esa lava. Esto último
permitiría estudiar el entorno joviano, fuertemente influido por todo lo que
esta luna expulsa en cada erupción, creando una estructura en forma de donut
alrededor del planeta siguiendo más o menos la órbita de Io. Para observar Io,
se necesitará una sonda que debe ser un auténtico acorazado contra la
radiación, porque este satélite está metido muy en el fondo de la sopa
radiactiva que empapa todo el entorno joviano. Con un lanzamiento fijado entre
los años 2026 y 2028, IVO usaría
asistencias gravitatorias a Marte y la Tierra para llegar a Júpiter en el 2031.
Aprovechando la inserción orbital alrededor del planeta, sobrevolaría Io no
solo para un primer examen, también para inclinar su órbita 45º, para así
permitir pasos sobre el satélite en dirección norte-sur a toda velocidad, para
evitar en lo posible una fuerte ducha radiactiva. La misión duraría 10 órbitas
y 4 años, completando nueve pasos adicionales, con distancias mínimas de
sobrevuelo no inferiores a los 200 km. IVO,
alimentada por paneles solares, estaría equipada con seis investigaciones (cámara
de alta resolución y cámara termal montadas en un sistema móvil, un
magnetómetro, detector de plasma, espectrómetro de masa y sistema de radio
ciencia) con una séptima potencial en forma de una cámara de campo ancho como contribución
estudiantil. En resumen, ciencia candente.
La última apunta lejos,
lejísimos, casi en la porra. De hecho, su vista está fija en el mayor planeta
de la maravilla azul, Neptuno. Sí, el más que interesante Tritón. No solo es
enorme, también es sugerente por su órbita (al contrario que casi todos los
satélites), por su superficie y por ser un cuerpo geológicamente activo. No nos
podemos olvidar también de su pequeña, pero notoria atmósfera. Un mundo sin
igual, se decía, y antes de que New
Horizons sobrepasara Plutón, había quien afirmaba que este planeta sería
muy parecido a Tritón, y no se equivocaron. Lamentablemente, solo Voyager 2 lo ha explorado de cerca, con
instrumentación ya en su momento obsoleta, y una menor capacidad de retorno
científico. Aún así, nos enseñó un lugar fascinante y activo, con una
superficie joven, con casquetes de nitrógeno congelado que se subliman, con
géiseres de nitrógeno, y probablemente con un océano líquido bajo su
superficie. Además, su atmósfera es peculiar por una ionosfera muy cargada, más
que la de cualquier objeto helado del sistema solar exterior. ¿Qué más se puede
pedir? Ya puestos, más geografía, porque Voyager
2 solo observó un 40% de su superficie. Para ampliar nuestros conocimientos
sobre Tritón, se ha ideado la propuesta Trident,
que pretende indagarlo como New Horizons
hizo con Plutón, usando un sobrevuelo rápido directo. Así, la sonda ha de ser
sencilla, con un bus compacto alimentado por dos RTG’s multi misión y equipado
con cámara de alta resolución y espectrómetro infrarrojo, cámara de campo
ancho, magnetómetro, espectrómetro de plasma y el sistema de radio ciencia. La sonda
se lanzaría a mediados del 2026, realizaría asistencias gravitatorias a la
Tierra (3), Venus y Júpiter, para salir en rumbo directo hacia Neptuno y
Tritón, alcanzando su objetivo para mediados del 2038 tras un crucero de 12
años. Tres intenciones tienen en mente para Trident:
explorar las evoluciones de los cuerpos celestes de camino a los mundos habitables,
indagar lo que provoca los procesos activos en aquellos lugares, y ver zonas
del satélite que no hemos visto. Con esta exploración, se pretenden responder
cuatro preguntas: ¿Hay un océano? ¿Qué procesos reforman la superficie? ¿Qué genera
las plumas de Tritón? Y ¿por qué es tan intensa la ionosfera de Tritón? Siempre
tiene que haber una misión exótica.
Cuatro misiones, cuatro. Todas con
intenciones muy poderosas, y ciencia más que interesante. Lamentablemente, toca
escoger, y en este punto, resulta difícil saber cuál tiene la delantera. ¿Cuál será,
será? La que sea llegará.
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