Phoenix, un tributo

lunes, 20 de noviembre de 2023

Cuestión de perspectiva

 Si me preguntan por qué nos gusta la astronomía, especialmente aplicada con la astronáutica, es porque nos permite descubrir y visitar mundos nuevos y extraños. El recientemente observado no ha sido una excepción.

La misión Lucy despegó hace dos años, en el 2021, y aún tardará en alcanzar sus objetivos, los asteroides troyanos. ¿Qué hacer mientras tanto? Lo primero, no aburrirse. Lo segundo, buscar cosas que hacer. Eso es lo que ha hecho su equipo.

Sí, es cierto: en el 2025 la misión realizará el ensayo general de sobrevuelo con el asteroide del cinturón principal Donaldjohanson. Sin embargo, tanto antes como después del lanzamiento, los equipos científico y de navegación estuvieron mirando si, por alguna casualidad, la sonda se acercaría a un asteroide mucho antes. A ver, en la primera órbita, había poca posibilidad, ya que estaba cerca de la Tierra (bien podrían haber visto asteroides NEO's). Pero en la segunda, gracias a la energía acumulada por el sobrevuelo terrestre, Lucy entraba en el cinturón de asteroides principal. Con su trayectoria en la mano, se pusieron a revisar las bases de datos de asteroides, los que orbitan cerca de la trayectoria prevista y, por supuesto, que estuvieran allí, y al alcance de una pequeña maniobra. ¿Era posible?

Casos se han dado, desde luego. Por ejemplo, NEAR-Shoemaker sobrevoló el asteroide Mathilde sólo porque el genio del billar cósmico, Robert Farquhar, descubrió la posibilidad antes del lanzamiento, y únicamente si se respetaban los primeros días de la ventana de lanzamiento. Lo consiguió, aunque estaba al límite de sus posibilidades técnicas. El caso de Stardust es más parecido al de Lucy. La misión al cometa Wild 2 estaba transitando por el borde interno del cinturón de asteroides cuando saltó la posibilidad. La instalación de un software de seguimiento autónomo de objetivos permitió la prueba de funcionamiento antes de vérselas con el cometa. Huelga decir que, a pesar de una distancia superior a los tres mil kilómetros del asteroide Annefrank, fue un éxito.

La oportunidad saltó hacia finales del 2022, o comienzos de este año. El interfecto respondía a la nomenclatura de (152830) 1999 VD57. Se descubrió su presencia el 4 de noviembre gracias al proyecto LINEAR de Socorro, Nuevo México. Se declaró que tenía un tamaño de unos setecientos metros, orbita el Sol a distancias de 1.9 y 2.4 unidades astronómicas, y rota sobre sí mismo en unas cincuenta y dos horas. Pertenece a la familia de asteroides del tipo S, o silicatados. Sin duda, es el objeto del cinturón de asteroides más pequeño en ser observado.

¿Por qué esta prueba? A diferencia de anteriores misiones de sobrevuelo, que tiraban imágenes para buscar su objetivo un poco a lo loco (se obtenían muchas imágenes inútiles del espacio vacío), Lucy cuenta con dos herramientas que le ayudarán a encontrar cada uno de sus objetivos y así maximizar su retorno científico. Una es el par de cámaras T2Cam, instaladas en la plataforma de instrumentos, la segunda es un software autónomo. Juntos, en teoría, se diseñaron para que cualquiera de las cámaras detectase el asteroide objetivo y el software permitiría a la sonda mantener la vista fija en él, sin importar las maniobras realizadas. Con un retardo en las comunicaciones de, en este caso, de una media hora (una, o más cuando esté con los troyanos), un control remoto en tiempo real es imposible.

El asteroide, bautizado Dinkinesh (maravilloso en amárico; es también uno de los nombres de fósil Lucy), fue visto por primera vez por la sonda a comienzos de septiembre, en su primera campaña de navegación óptica con su cámara más potente y sensible, L'LORRI. Para cumplir su distancia de paso de 425 km (más bien conservadora, hay que decirlo), lo necesitaba, para así poder maniobrar. En las horas que llevaban al encuentro, la pregunta era: ¿Cómo sería?

Todo hay que decirlo, para nada decepcionó. Resultó que Dinkinesh es un asteroide binario. ¿Resultó una sorpresa? Para este humilde cronista, por supuesto. Para el equipo, no tanto.


Es cierto que varios telescopios terrestres, así como la misión WISE, hicieron estudios del asteroide. Pero es tan pequeño... Sí, ahí estaba, sin embargo se necesitaron algunos de los activos más grandes del mundo, como los telescopios Keck, para obtener datos de interés. Pero lo definitivo llegó con Lucy, antes del encuentro. Nos explicaremos.


En una campaña de navegación óptica, cualquier sonda no hace más que conseguir imágenes para localizar primero, y seguir después, su objetivo mientras ambos viajan por el espacio. Así, ante un fondo fijo de estrellas, podemos ver un puntito moverse de derecha a izquierda, generalmente. Esta operación no para hasta pocas horas antes del encuentro. Pero esas imágenes no sólo son útiles para los navegadores, también el equipo científico obtiene información. La más básica es lo que se conoce como curva de luz, es decir, la variación de la intensidad de la luz reflejada por su superficie a medida que el objeto rota. Por la curva de luz se puede tener una medición precisa de su rotación. La de Dinkinesh revelaba una anomalía, lo que llevó a pensar en que podría tener compañía. No se equivocaron.

En un primer momento, se puede pensar que el mayor de los dos guarda cierto parecido con los asteroides Ryugu y Bennu, los objetivos de Hayabusa2 y OSIRIS-REx, respectivamente. Pero no. Por tamaño, está entre medias, con un diámetro de unos 790 metros. Su superficie exhibe rocas grandes, sí, pero también cráteres, algún que otro risco, zonas relativamente planas... En cuanto a su satélite, es casi una réplica, pero de unos 220 metros de diámetro. Tras el asteroide Ida, visto por Galileo, Dinkinesh es el segundo cuerpo de cinturón principal con un satélite, aunque se trata más de un sistema binario, como Didymos-Dimorphos, visto por DART.

Una operación de sobrevuelo no acaba con su máxima aproximación. Las fases de aproximación y alejamiento son igualmente importantes. Por las distintas perspectivas que ofrecen, las imágenes y los datos pueden darnos una imagen más amplia, más completa. Por ejemplo, nos ayudaría a construir un modelo tridimensional del objeto, ver otras zonas de su superficie... Dinkinesh se superó a sí mismo, de hecho. Seis minutos después de la máxima aproximación, y con el sistema aún en su campo de visión, se añadió una nueva pieza al puzle: el satélite no es uno, sino dos cuerpos, uno junto al otro. ¿Inaudito? Bueno, en un sistema binario de asteroides, es la primera vez que lo vemos. En verdad, ya hemos estudiado dos similares. Uno lo examinó Rosetta en profundidad, el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, con su peculiar forma de patito de goma. El otro nos pilla en la verdadera porra del sistema solar, el objeto del cinturón de Kuiper Arrokoth, visto por New Horizons, con esas dos "galletas" pegadas una junto a otra. Al ver los dos cuerpos que forman el satélite de Dinkinesh, podemos suponer que no difieren demasiado. Y, la verdad, examinando la imagen de alta resolución, ¿no os parece que sobresale por debajo? Opinad, por favor.

Tened en cuenta que aún quedan cosas por saber, misterios que desentrañar, porque faltan los datos de los otros dos instrumentos de Lucy. La misión empezó siendo ya la que más objetos observaría, con siete. Pero, entre unas cosas y otras, ya vamos por los doce, que podrían ser trece si se confirma el probable satélite en Orus. ¿Quién da más?

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