El criadero estelar M78, desde Euclid. (Fuente: ESA/Euclid/Euclid Consortium/NASA, image processing by J.-C. Cuillandre (CEA Paris-Saclay), G. Anselmi)
jueves, 31 de julio de 2025
miércoles, 23 de julio de 2025
Misión al planeta Tierra: NISAR
Nuestro planeta es un mundo en movimiento. No nos referimos a su rotación, ni siquiera a su traslación. No. Aunque no lo notemos bajo nuestros pies, nuestro planeta se mueve: las placas tectónicas, las corrientes oceánicas, los ríos, los acuíferos... Por ello, está en constante cambio. A veces lento, a veces traumático. Y para vivir en nuestro mundo lo más tranquilos posible, necesitamos advertencias de cuándo puede ocurrir uno de estos cambios.
Tenemos toda una panoplia de sensores a nuestra disposición para estudiar la superficie terrestre, y si bien una imagen convencional nos da mucha información, no pinta toda la escena. Sí, cámaras como las OLI de Landsat o las MSI de Sentinel-2 son sistemas pasivos, recogiendo la luz reflejada desde la superficie terrestre. Con los sistemas activos, la cosa cambia.
Hay dos formas de estudios activos: herramientas láser como los LIDAR, o su equivalente de radio, el radar. La mejor manera es usar sistemas de radar llamados SAR, radares de apertura sintética que, en resumen, usan su movimiento orbital para simular una antena mucho mayor a la que se transporta al espacio. Se usan, en la actualidad, diversas frecuencias de radio con ellos: banda-X, banda-S, banda-X, o banda-L. Todas tienen sus ventajas, sus inconvenientes. Y, en ningún caso, un satélite puede mezclar frecuencias. Cada satélite está anclado a una en concreto, lo mismo que una cámara puede ver sólo las longitudes de onda que le han instalado. ¿Qué se podría mezclar en un satélite más de una frecuencia de radar? Técnicamente posible, pero nunca se había intentado... Hasta ahora.
Os presentamos a NISAR, la misión de SAR NASA-ISRO. Porque no hay nada mejor que combinar recursos para crear una potente herramienta para el estudio de la Tierra, una especialmente útil para entender nuestro mundo en movimiento. La asociación entre la NASA y la agencia espacial de la India no es sólo para reducir el presupuesto total, es para hacer diversos estudios regionales y locales en el subcontinente indio, de ahí la segunda frecuencia de radar.
Decir que NISAR es un satélite complejo es quedarse cortos. Es una auténtica obra de ingeniería porque debe acoplar componentes proporcionados por ambas agencias y hacerlos funcionar. Así, su bus se basa en la plataforma I3K, o INSAT 3000, usada por ISRO en muchos satélites geoestacionarios con masas cercanas o superiores a los tres mil kilogramos. Muchos elementos son tirando a básicos, otros son de alto rendimiento, como su sistema do control de actitud y su propulsión, puesto que el satélite debe orbitar por un estrechísimo corredor de apenas quinientos metros durante toda su misión. Gran parte de los sensores de control de actitud son componentes de ISRO, salvo el receptor GPS, que lo proporciona el JPL. También de la NASA es el grabador de datos de alta capacidad (más de 9 Terabits de datos) y alta velocidad. En cuanto al sistema de comunicaciones, al cincuenta por ciento: sistema bidireccional de banda-S para recepción de comandos y envío de telemetría, y uno de muy alto rendimiento, de la NASA, trabajando en banda-Ka empleando una antena parabólica acoplada a un brazo móvil en dos ejes, capaz de hasta 3.5 Gbps de velocidad de transmisión. En cuanto a energía, usará dos paneles solares de tres secciones cada uno, generando hasta cuatro kilovatios de electricidad, por las altas demandas de los sistemas de radar. La NASA,concretamente el JPL, se ha encargado de la estructura que integra los dos sistemas de radar y la antena común. Esta estructura se conoce como IRIS, la Estructura Integrada del Instrumento Radar, que posee forma hexagonal alargada y aloja las cadenas emisoras y receptoras de cada radar, sistemas de manejo de datos para cada radar, una carga útil para coordinarse con los sistemas del bus, y la antena reflectora. El sistema de banda-L procede de la NASA, con una antena de conjunto de fase de 24 elementos, doce por cada polarización. El sistema de banda-S es de ISRO, y cuenta con cuarenta y ocho elementos en su antena, 24 por cada polarización. A diferencia de otros satélites de SAR como los Sentinel-1, Daichi-2, o Cosmo-Skymed, su antena principal es de tejidos do, una rejilla flexible y desplegable con un producto que no sólo alargará su vida, también la hará más eficiente a la hora de recibir las señales de radar. Similar a la usada en la misión SMAP, tiene doce metros de diámetro, estando al final de un mástil de nueve, llamada IRAS, que acopla los escáneres estelares en su base y el receptor de GPS en su extremo superior. A diferencia a la instalada en el satélite antes mencionado, la de NISAR no rotará. Una vez desplegada, otorgará a ambos SAR una cobertura de hasta 242 km, con resoluciones de entre dos y ocho metros, dependiendo del modo. ISRO se encargó de la integración del bus, el JPL de la de los sistemas de SAR, e ISRO de la integración final y pruebas completas, incluyendo la de compatibilidad. Con el observatorio completo, NISAR desplazará una masa de 2380 kg.
ISRO también se ocupa de las operaciones de lanzamiento. Y el escogido para la tarea es el GSLV Mk. 2, lanzador de tres etapas (primera sólida, segunda líquida, tercera criogénica) y cuatro aceleradores laterales de combustible líquido, usando una cofia nueva de cuatro metros de diámetro. El lanzamiento se producirá el 30 de julio desde la plataforma número dos del Centro Espacial Satish Dhawan, en la isla de Sriharikota, en la costa sureste de la península de la India. La órbita buscada es a 747 km de altitud, polar y sincrónica solar, siguiendo casi el terminador terrestre.
Apenas separado de la última etapa, su propulsión le elevará hasta la órbita definitiva, empezando el proceso de verificación, de noventa días de duración prevista. Y el gran hito será el despliegue de su antena, sólo entonces los radares se pondrán en marcha.
Su misión base es de tres años, y sus áreas de enfoque son, básicamente, tres: ecosistemas, deformación, y criosfera. En el primer ámbito, estudiará la extensión de la vegetación, controlará la deforestación y el uso del suelo, cuantificando cuánta masa forestal existe, llevando a cálculos sobre la cantidad de carbono almacenado en los árboles, los bosques, y cambios rápidos o repentinos en los ecosistemas, consecuencia de la acción del ser humano o por el cambio climático. En la segunda disciplina, trata de detectar, con detalle milimétrico, movimientos del suelo, tanto horizontales como verticales, provocados por terremotos, erupciones volcánicas, deslizamiento de tierras, vaciado de acuíferos... Las zonas urbanas son propensas al hundimiento del suelo, especialmente por la concentración de edificios demasiado altos, y por el tipo de suelos. Las zonas de contacto entre las placas tectónicas y también son zonas de riesgo, obviamente, así como las costeras. La intención es intentar alertar en avance de un posible riesgo o, una vez producido un evento peligroso, proporcionar servicios de respuesta rápida para la mitigación de los efectos causados. El tercer ámbito se centra no sólo en las regiones polares, también en los glaciares del mundo. Usará sus capacidades para calcular, a escala centimétrica, cuánto hielo se está perdiendo, vigilara el hielo marino a la deriva, calculará cuánto contribuye el deshielo al aumento del nivel del mar y vigilará el permafrost. Además, el agua será un objetivo adicional para la misión, no sólo la que vemos, también la que no. Inundaciones, efectos en zonas costeras, sobre explotación de acuíferos... Curiosamente, ISRO también tiene sus propios objetivos: vigilancia y caracterización agrícola, estudio sobre corrimientos de tierra, glaciares del Himalaya, humedad del suelo, procesos costeros, batimetría costera, vientos costeros, vigilar el hielo antártico alrededor de las estaciones científicas de la India, y vigilancia de peligros. NISAR, como misión de SAR, observará sin importar la hora del día, ni el tiempo que haga, en modos polarimétrico, interferométrico, y uno nuevo llamado SweepSAR. Gracias a las dimensiones de la antena, los dos radares pueden mandar sus señales de radar y, a la hora de recibir la señal de retorno cada elemento de la antena se enciende de forma independiente, barriendo de hecho cada elemento de la antena, que inmediatamente se procesan conjuntamente y combinándose en tiempo real. Este modo permitirá cubrir todo el ancho de escaneo en alta resolución; ancho de escaneo que cubrirá toda la Tierra en doce días. Al ser una misión conjunta, con cada agencia con sus propios objetivos, existe un plan de observación para satisfacer a ambos socios. Por lo general, sólo un radar actuará (el de banda-L el que más, hasta un 50%, con picos de hasta el 70%) pero es plenamente capaz de usar ambos al mismo tiempo. Dependiendo de cómo vaya la misión, los tres años pueden convertirse en un mínimo de cinco.
Ya veis, toda una compleja y complicada misión, con beneficios para todos, puesto que sus datos estarán abiertos para que cualquiera los use. En fin, un proyecto muy indeseado que pronto se pondrá en marcha. Suerte.
lunes, 21 de julio de 2025
Misión al planeta Tierra: TRACERS
Estamos en época de máximo solar, y una de sus consecuencias aquí en la Tierra son las auroras polares, ya en el norte, ya en el sur. No hay que perder el hecho de que nuestro planeta está excelentemente protegido contra todo lo que nos echa nuestra estrella... salvo en dos pequeñas regiones, precisamente en los polos. ¿Cómo es posible?
Cuando los campos magnéticos de la heliosfera y la Tierra chocan, acaban liberando energía de manera explosiva en un fenómeno llamado reconexión magnética. Sí, es mucho más complejo, y gracias al cuarteto MMS lo estamos comprendiendo mejor que nunca. Para lo que nos interesa, resulta que esa energía liberada por la reconexión viaja siguiendo las líneas del campo magnético terrestre, y que acaban llegando hasta la propia Tierra por las regiones polares. Estas regiones se conocen como cúspides polares, y son regiones magnéticas con una forma más o menos de chimenea, y por esa razón las partículas del viento solar llegan a la atmósfera, y se producen las auroras. Aún queda mucho por saber de este fenómeno, por eso tenemos lista para el lanzamiento una misión doble para estudiar estas regiones pobremente exploradas.
Su nombre es TRACERS, acrónimo de Satélites para el Reconocimiento de la Reconexión y Electrodinámicas de la Cúspide en Tandem. Sí, es largo, algo rimbombante y tiene pinta de que la cosa será compleja. No os equivocáis, puesto que lo que hará no son hermosas imágenes, sino tomar datos de una región muy pequeña y estrecha. Ah, y serán dos los satélites que se encargarán de esta misión.
¿Qué razón hay para usar dos satélites en la misión? Bueno, uno puede proporcionar información útil, pero con dos veremos la variabilidad del entorno que han de investigar. Ambas unidades, T1 y T2, son casi idénticas en su diseño. La firma Millennium Space Systems, perteneciente a Boeing, ha proporcionado los buses basados en la plataforma ALTAIR, debidamente modificadas para la misión. Cada uno mide 0.95 de alto por 1.32 de ancho. Su forma es octogonal, y buena parte de sus elementos van en las plataformas superior e inferior, con algunos en diversos paneles laterales. Su construcción es enteramente en aluminio, y se ha diseñado para proporcionar la máxima limpieza magnética. En cuanto sus sistemas, tanto sus aviónicas como sus sistemas energéticos son inherentes a la plataforma. Comunicará usando banda-S, descargando datos y telemetría a 6 Mbps, y recibirá comandos a 32 kbps. Con antenas tipo parche, su cobertura será virtualmente omnidireccional. Son satélites estabilizados por rotación, empleando unidades de medición inercial, magnetómetros triaxiales, un sensor solar, un receptor de GPS más una bobina de torque magnético para mini maniobras y correcciones. Su ratio nominal será de 10 rpm. Y usará propulsión con combustible de hidracina que se usará para la separación y para ajustes y alineamientos. El Sol proporcionará toda la energía, gracias a once paneles solares, ocho en los laterales y el resto en la plataforma inferior. Dará toda la energía para los sistemas de a bordo y para cargar una batería de ión-litio. En cuanto a su protección termal, la básica con elementos activos y pasivos. La instrumentación la conforman cinco sensores, además de portar una indagación tecnológica. ACE, el Analizador para Electrones de la Cúspide, emplea un sensor tipo analizador electrostático que absorbe los electrones en un rango de 20 a 11.500 eV. En el instrumento, los electrones penetrarán por una abertura superior, recorriendo un complicado camino hasta la placa microcanal que es el detector. Es capaz de tomar mediciones con una resolución temporal de 0.05 segundos. La idea de este aparato (versión evolucionada del usado en dos cohetes de sondeo) es medir la distribución y los flujos de los electrones en función de la energía y la dirección. Será capaz de detectar estas partículas descendiendo por la cúspide (precipitación de electrones) así como ascendiendo. De esta forma, se determinará la extensión de la propia cúspide magnetosférica. ACI, Analizador para Iones de la Cúspide, es otro analizador electrostático, basado en el HPCA de los satélites MMS. Igualmente con ACE, en su interior se encuentra otra placa microcanal. Se dedicará a medir la distribución tridimensional de la velocidades de los iones de energías entre 10 eV y 20 keV, tomando un espectro bidimensional cada 0.3 segundos. La propia rotación de los satélites añade la tercera dimensión al tiempo que permite ver completamente a su alrededor. Su propósito es ver las señales de dispersión donde los iones más energéticos vistos en las latitudes más bajas dispersan la energía por "pasos", es decir, que a una latitud la energía permanece constante, pero al dar el siguiente "paso" la energía cae. Esta información ayudará a saber si la reconexión magnética es variable espacial o temporalmente, es decir, si lo es en una misma latitud, o a latitudes más altas. EFI, el Instrumento de Campos Eléctricos, consiste en un par ortogonal de sensores de campo eléctrico. Empleará antenas que se separan hasta siete metros de la plataforma, además de contar con un sensor esférico de 8 Cm de diámetro. Capaz de medir campos eléctricos de baja o alta frecuencia, usará la detección de baja frecuencia para ver el acoplamiento de la energía y el ímpetu en el lugar de la reconexión a la cúspide baja; con la alta frecuencia, verá el acoplamiento de las fuentes relacionado con el calentamiento de la ionosfera local, además de permitir establecer las estimaciones exactas de la densidad del plasma local. MAG, es el clásico magnetómetro de núcleo saturado triaxial. Con herencia de misiones como MMS, InSight o más recientemente Europa Clipper, con su rango de medición de ± 64.000 nT, medirá los campos magnéticos del plasma, para ayudar a la comprensión de las causas sobre las firmas de las partículas en la cúspide. Con la detección de los campos magnéticos de fondo que desvían los locales dará con la firma de los procesos tanto locales como remotos, el acoplamiento viento solar-magnetosfera-ionosfera, las corrientes eléctricas y las ondas de plasma de baja frecuencia. MSC, la Bobina de Búsqueda Magnética, es otro de esos instrumentos con larga herencia, en este caso de misiones como ISEE-3/ICE, Wind, Juno o Van Allen Probes, cuenta con tres sensores idénticos en configuración triaxial, dos orientados paralelos a dos de las antenas dipolares de EFI, y el tercero paralelo al eje de rotación del satélite. Al igual que MAG, un mástil sólido lo separa del bus del satélite. Su tarea consiste en medir la variabilidad a alta frecuencia temporal para determinar la extensión de la estructura dinámica de la cúspide asociadas con la reconexión temporal o espacial. La Caja de Electrónicas Comunes, o MBC, controlará el funcionamiento de EFI, MAG y MSC en todos los sentidos. Y la indagación tecnológica se llama MAGIC, Magnetómetros para la innovación y la Capacidad. Antes que nada, intrahistoria. Resulta que el diseño actual de los magnetómetros de núcleo saturado triaxiales que se usan actualmactualmente datan de la década de 1960 y que se han estado fabricando hasta 1996. Que se hagan más, se diría. Ese es el caso: no se puede, porque los conocimientos técnicos para producirlos se han perdido en la historia. Los núcleos actuales se fabrican de una aleación que consiste en: 6% de molibdeno, 81.3% de níquel, y el resto de hierro. Son los núcleos S1000, y los expertos, para aguantar la cada vez menor cantide ellos, reciclan algunos. Esto es insostenible, ya que, para los próximos años se prevé el lanzamiento de muchas misiones heliofísicas o de exploración del sistema solar. Por eso, se necesita una solución. Es la Universidad de Iowa la que ha desarrollado nuevos tipos de magnetómetros, fabricados desde cero. MAGIC consiste en dos tipos distintos. En la unidad T2 se instalará una unidad convencional de núcleo de anillo, con dos elementos para una medición triaxial. En el T1 se monta una configuración novel de "teseracto" basado en un grupo de sensores "Racetrack", cada uno de forma rectangular, insertados dentro de una bobina en forma de caja. No son vitales para los objetivos científicos, sino que su misión es la de demostrar esta nueva generación de detectores magnéticos. En cada satélite, se situarán en el mástil del MAG, más cerca del bus. Estos sensores tienen el potencial de dar sensores de menos ruido, otros más pequeños para satélites miniaturizados o para constelaciones. Cada satélite, una vez repostado, desplazará una masa inferior a los 200 kg.
Serán lanzados usando un Falcon 9 de SpaceX. En configuración de lanzamiento los dos satélites TRACERS estarán uno sobre otro. Sí, es mucho cohete para tan poca cosa, sin embargo con ellos van otros tres satélites: Athena EPIC, PExT y REAL. Se producirá desde Vandenberg, California, y los gemelos quedarán situados en una órbita inusual para satélites de su tipo y misión, a 590 km de altitud, sincrónica solar y polar, con suficiente inclinación para pasar por la cúspide polar norte en constante luz diurna.
Después de pasar las verificaciones en órbita, su misión comenzará. Su separación variará entre los diez segundos y los dos minutos para capturar la variabilidad en la cúspide. A lo largo de su misión, sus datos ayudarán a resolver su objetivo de misión: conectar la cúspide magnetosférica con la magnetopausa; descubrir cómo las variaciones espaciales o temporales en la reconexión magnética mueve la dinámica de la cúspide. Para ello, busca resolver tres cuestiones: determinar si la reconexión magnética es variable espacialmente o temporalmente para los tipos del viento solar; para la variación temporal en la reconexión, determinar la evolución del ratio de la reconexión; determinar hasta qué extensión las estructuras dinámicas de la cúspide se asocian a la reconexión temporal o a la reconexión espacial.
Ya veis: pueden ser pequeños (de hecho, forman parte de la serie SMEX del programa Explorer) pero lo que buscan hacer TRACERS es colosal, complejo. Y no lo hará solo, puesto que cooperará con misiones como Parker Solar Probe, y las más recientes EZIE y PUNCH, generando información complementaria. Sí, las más grandes acaparan titulares, pero son las pequeñas las más importantes. Suerte.
martes, 15 de julio de 2025
Hace diez años...
Parece mentira, pero cómo pasa el tiempo. Los nueve años que pasaron desde el lanzamiento hasta llegar fueron MUY largos, pero con la perspectiva actual, el encuentro aún parece que sucedió ayer. Porque sí, fue ayer cuando hicieron diez años desde que New Horizons completara su examen del sistema de Plutón, es decir, el propio planeta (si bien algunos siguen empeñados en que no lo sea) y sus satélites Caronte, Nix, Hydra, Styx y Kerberos. De meros puntos de luz allá en la porra, se convirtieron en mundos con personalidad propia, lugares con los que soñar, imaginar. Y, bueno, por supuesto, sabemos mucho más que antes de ellos, claro. Descuidad, que cuando os despistéis os encontraréis por aquí una entrada con todo lo que la misión nos enseñó.
Así, celebrando la efeméride, qué mejor que mostraros a los protagonistas.
Y, por último, la que considero la imagen más icónica del encuentro: la mirada atrás:
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Fuente de todas: NASA/Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory/Southwest Research Institute |
Ah, si queréis ver más joyas del encuentro, sólo podéis buscar aquí.
lunes, 7 de julio de 2025
¿Sí, o no?
Durante los primeros meses de este año, la prensa estalló con titulares. ¿Podría ser que un asteroide se la diera con nosotros en el 2032? Con cada día que pasaba, con cada observación nueva, todo parecía apuntar a una resolución, hasta que... En fin, no mareemos la perdiz.
Empecemos con una pequeña lección: ¿cómo detectamos asteroides hoy en día? Bueno, gracias a multitud de telescopios por todo el mundo. En especial, diversos conjuntos de pequeños telescopios, muchos de ellos robotizados, que cuentan con un gran campo de visión para cubrir de este modo el máximo trozo de cielo posible, dentro de sus posibilidades. Ahí tenemos, por ejemplo, el sistema ATLAS, el PanSTARRS, el Catalina Sky Survey, el Space Surveillance Telescope, o el proyecto LINEAR, entre otros. Digamos que uno de estos telescopios localiza un punto de luz en movimiento entre el fondo de estrellas. De ahí pasa al Minor Planet Center, el hogar de los datos de objetos menores del sistema solar y, a través de sus bases de datos, se comprueba si es un objeto conocido, un vehículo artificial o, en este caso, un nuevo descubrimiento. Si se trata de este último hecho, se solicitará más información, lo que requiere más observaciones para poder computar su órbita, establecer su rotación y su tamaño... Estos datos pasan a sistemas como Sentry o NEODyS, cuya función es establecer el riesgo (o no) de impacto de un asteroide recién descubierto con la Tierra. Si resulta que estos sistemas establecen una posibilidad de impacto superior al 1%, entonces la IAWN emitirá una alerta, empujando de este modo a los observatorios del mundo a observar este asteroide potencialmente peligroso, para confirmar o, con el tiempo, descartar cualquier riesgo.
Entra el asteroide 2024 YR4. Fue descubierto el 27 de diciembre del 2024, desde la estación del sistema ATLAS en Chile. ¿Por qué esta nomenclatura? No hace falta decir que lo primero es por su año de descubrimiento. Lo siguiente tiene su pequeña miga: la Y indica que fue localizado en la segunda mitad del mes de diciembre, mientras que lo de R4 nos dice que es la asignación provisional número 117 de esa mitad de mes. Los primeros datos orbitales revelaron que este asteroide realizó su máxima aproximación a la Tierra dos días antes de su descubrimiento, pasando a 828.000 km. de nosotros. Lejos, pero demasiado cerca. No sería hasta pasado casi un mes desde su descubrimiento que, con las observaciones acumuladas y los datos en los respectivos sistemas, se alertó de que existía una posibilidad de un 1.3% de que este objeto impactara contra la Tierra el 22 de diciembre del 2032. Por esta razón, la IAWN emitió una circular el 29 de enero de este año, lo que motivó a que los observatorios del mundo fijaran su vista en este asteroide.
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Fuente: ESO/O. Hainaut |
Claro, desde que lo descubrimos, teníamos un problema: cada día que pasaba, el asteroide se alejaba de nosotros. Puesto que su tamaño no es precisamente gigante (en aquellos días, su tamaño se estimaba entre los 40 y los 90 metros) eso lo hace muy débil, reflejando relativamente poca luz, entre el 5 y el 25% de la que recibe de nuestra estrella. Esto significa que observatorios gigantes, como el VLT de Cerro Paranal, los telescopios Gemini, el Gran Telescopio de Canarias, los observatorios Keck, el telescopio Subaru, y otros por el estilo son los más capacitados para indagar en un miembro tan pequeño de la familia del sistema solar. Por lo tanto, si estos telescopios son tan escasos, y tienen programas científicos previos, sólo se puede observar el asteroide en todo hueco disponible entre las observaciones ya programadas.
A pesar de todo, con las diversas observaciones fue posible establecer una órbita para 2024 YR4. Así, tiene un perihelio de 0.85 unidades astronómicas, con un afelio de 4.2, necesitando casi cuatro años para completar una órbita inclinada 3.4º con respecto a la eclíptica. Pero estos datos son, a día de hoy, provisionales.
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Fuente: ESA |
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Fuente: NASA, ESA, CSA, STScI, Andy Rivkin (APL) |
Pero, ¿pasará? Eso depende. Y lo hace debido, especialmente, a su siguiente paso cercano a la Tierra, ya en el año 2028. Existe una incertidumbre demasiado grande.
A pesar de lo mucho que hemos observado el asteroide, la información recogida aún no es suficiente como para confirmar, o descartar, cualquier impacto contra la Luna. A esto hay que sumar lo pequeño que es, de modo que resulta complicado observarlo. La siguiente oportunidad para recabar información será en el 2028, con una máxima aproximación a la Tierra para el 17 de diciembre, a más de 8 millones de km., más o menos, por la incertidumbre. Claro, antes se podrá observar durante bastante tiempo, ya que su perihelio será un mes antes, el 19 de noviembre. Sólo en esta oportunidad nos permitirá obtener información más fiable sobre la posibilidad, o no, de impacto. Actualmente se cifra que podría pasar a 10.700 km. de la superficie lunar, pero como decimos, la incertidumbre es muy grande, de hasta 74.000 km, de ahí que no se descarte el impacto. Hay otro problema para hacer estimaciones finales para el probable impacto en el 2032: cuando pase en el año 2028, la trayectoria del asteroide se alterará como consecuencia de la gravedad conjunta de la Tierra y la Luna. Sí, la distancia es grande, pero aún así se modificará su órbita. Esta es la principal razón de la gran incertidumbre que existe sobre si impactará o no contra Selene. Y por eso la oportunidad para observarlo en la siguiente oportunidad es tan importante.
Tener esta enorme incertidumbre es un problema. Y, en parte, se podría solucionar con observaciones previas al descubrimiento oficial, o mediante ocultaciones estelares. Pues bien, ni uno, ni otro. En el primer caso, si bien se han revisado bases de datos de las instalaciones ya antes mencionadas, y nada hasta la fecha. En el segundo caso, se ha intentado observar el asteroide pasando ante estrellas, pero tampoco ha habido suerte. Otra cosa: ¿Por qué no lo hemos encontrado antes? Es, en esencia, un caso semejante al del meteorito de Cheliabinsk: vino desde el lado del Sol. Porque ese es un punto ciego en nuestra red de búsqueda de asteroides. Y, hasta la fecha, no tenemos forma de ver asteroides que vienen desde este punto ciego. Pero la tendremos, en forma de las misiones NEOMIR de la ESA, y NEO Surveyor de la NASA; eso sí, no esperamos que la primera de estas dos misiones, la de la NASA despegue pronto, puesto que está programada para no antes de finales del 2027.
Ahora, si 2024 YR4 finalmente se la da contra la Luna, ¿qué pasaría? Pues poca cosa, la verdad. Es cierto que, en vista de su tamaño, pueda hacer poca cosa, hay que tener en cuenta a la velocidad a la que viaja, lo que añade ímpetu a la probable potencia de impacto. Para ponerlo en perspectiva, el impacto generaría una potencia equivalente a 340 veces la bomba atómica que los americanos tiraron contra Hiroshima, lo que llevaría a crear un impacto de entre 500 y 2000 metros de diámetro. Y, ¿dónde? Con la gran incertidumbre que hay, es difícil anticiparlo, si bien pueda caer en un corredor establecido entre los Mare Humorum y Mare Nubium. Simplemente dejaría una marca más de las muchas que tiene nuestro satélite. Nada de modificar órbitas, ni su rotación, ni su eje. Nada de eso. Un tortazo y nada más.
¿Los titulares estaban justificados? ¿Debemos asustarnos porque pueda caernos un asteroide? Ya lo hemos dicho: no es cuestión de si cae, sino de CUANDO va a caer. Porque pasará, más tarde o más temprano, pero pasará. Más vale pecar de precavidos que no de dejados. Y no vendría mal tener preparada una sonda tipo DART, por si las moscas, claro.
lunes, 30 de junio de 2025
domingo, 29 de junio de 2025
Misión al planeta Tierra: MTG-S1
Sí, vamos con algo de retraso respecto lo anunciado, pero en nada volará rumbo al espacio. Nos referimos al segundo satélite de la serie Meteosat Third Generation, que al fin está listo para volar.
MTG-I1, ya operativo, se encuentra un poco solo en su percha geoestacionaria, obteniendo desde allí imágenes de altísima calidad que benefician a los pronósticos meteorológicos de toda Europa. Pero hace falta la otra mitad de la ecuación en los satélites meteorológicos geoestacionarios: la capacidad de sondeo atmosférico. ¿Por qué es tan importante? Porque nos informará sobre temperatura atmosférica, niveles de humedad, circulación de nubes... Y además, otro instrumento de a bordo proporcionará información sobre gases de efecto invernadero y otros, productos similares a los que ya vemos en otros instrumentos geoestacionarios.
¿Tiene sentido hablar de las tripas de MTG-S1? Bueno, depende de si queréis que repitamos o no. Es cierto que el bus es común a ambos tipos de satélites, si bien este ofrece unas medidas distintas: 2.4 x 3.0 x 5.2 metros en configuración de lanzamiento, es decir, es algo mayor. En su interior, casi nada cambia: su ordenador de vuelo gestionará todas las funciones de a bordo mediante la Unidad de Administración del Satélite, también cuenta con el PDD (descarga de datos de la carga útil) cuya función es acumular la información generada por los elementos de observación de a bordo y su transmisión; equipa un sistema de frecuencia dual, usando banda-S para recepción de comandos y transmisión de telemetría del hardware de a bordo, y banda-Ka para la descarga de toda la información acumulada por su carga útil, empleando una antena desplegable. Estabilizado en sus tres ejes como forma de control de actitud, cuenta con unidades de referencia inercial, sensores solares, escáneres estelares, cinco ruedas de reacción, y sus propulsores que conforman el módulo de propulsión llamado UPS, Sistema de Propulsión Unificado, con dieciséis propulsores pequeños para maniobras y control de actitud, y el potente motor LAE (Motor de Apogeo Líquido), empleando un sistema bipropelente, es decir, usa combustible y oxidante (hidracina y tetróxido de nitrógeno, concretamente) para crear la propulsión. LAE sólo se usará una vez, para la inserción en órbita geoestacionaria. Para su generación de energía, dos paneles solares, uno por lateral, plenamente rotatorios que producen suficiente cantidad como para alimentar los sistemas de a bordo y cargar las baterías del satélite. En cuanto a su protección termal, recurre a lo básico, como mantas multicapa, radiadores, calentadores eléctricos, mientras que cada instrumento cuenta con su propio sistema de refrigeración. A todo esto se añade la Unidad de Monitorización de Radiación, o RMU, que tomará datos del nivel de radiación que experimentará el satélite en órbita geoestacionaria, sistema de adquisición y retransmisión de datos (DCU, con su antena asociada) para plataformas meteorológicas situadas en lugares remotos, y el receptor GEOSAR de retransmisión de señales emitidas por las balizas de Búsqueda y Rescate, como parte del sistema COSPAS/SARSAT. Igual que su hermano de imágenes, MTG-S1 equipa dos instrumentos. El principal es el Sondeador Infrarrojo IRS. Se trata de un complejo sensor interferométrico hiperespectral que no es nada ligero, con una masa de casi 500 kg. Para ello, emplea lo que se conoce como espectrómetro de transformación Fourier, el cual tiene en su corazón un interferómetro tipo Michelson con un ensamblaje de escaneo móvil y una parte fija. El telescopio, con un gran bafle de entrada también cuenta con un propio ensamblaje de escaneo para observar todo el disco terrestre desde órbita geoestacionaria en un patrón plenamente programable. Cuenta con dos conjuntos de sensores de mercurio-cadmio-telurio, registrando bandas espectrales (en las secciones del infrarrojo de onda media e infrarrojo de onda larga) mediante interferogramas generados en el instrumento. Será capaz de registrar zonas de la Tierra con una resolución de 4 x 4 km, cubriendo todo el globo una vez cada sesenta minutos, y cubriendo áreas locales cada quince. Una vez los datos en Tierra, generará productos de temperatura, humedad, viento y gases traza para así formar mapas tridimensionales de la atmósfera. El segundo instrumento se llama Sentinel-4. Forma parte del programa Copernicus, y es la tercera pata de la constelación de sensores geoestacionarios dedicados al estudio de los gases de efecto invernadero, tras el GEMS surcoreano, y el TEMPO de la NASA. Desde órbita geoestacionaria, complementará la información que recaba Sentinel-5P desde órbita baja, y el futuro Sentinel-5 en los satélites MetOp-SG. Con unas dimensiones de 1.1 x 0.7 x 1.4 metros y una masa de 200 kg. sólo el módulo óptico, se trata de un espectrómetro de imágenes que observará en luz ultravioleta, visible (305-500 nm) e infrarrojo cercano (750-775 nm). Cuenta con un telescopio equipado con un bafle potente, una estrecha abertura que define el campo de visión, rejillas de transmisión y otros elementos, hasta entregar la luz a un par de sensores CCD, uno para las longitudes de onda de ultravioleta y visible, el otro para el infrarrojo cercano. Como IRS, es un sensor hiperespectral, registrando multitud de longitudes de onda de manera simultánea con una resolución de 8 x 8 km. Gracias a su sensibilidad, será capaz de detectar gases traza como dióxido de nitrógeno, ozono, dióxido de azufre, formaldehído, entre otros, más partículas de aerosol, midiendo no sólo cantidad, sino también distribución vertical para aerosoloes, azufre y dióxido de azufre. Su vida de servicio será también de ocho años y medio, pero tendrá consumibles para superar los diez. Una vez a plena carga, declarará un peso en báscula de 3800 kg.
Cualquiera podría esperar que este satélite fuera lanzado desde Kourou usando el novísimo Ariane 6. Y esa era la idea. Sin embargo, los retrasos en su desarrollo, y el pequeño problema en su vuelo inaugural empujaron a la ESA y a EUMETSAT, su operador final, a cambiar a una opción más fiable: el Falcon 9 de SpaceX. El 1 de julio, despegará desde Cabo Cañaveral, y en este vuelo no habrá recuperación de la primera etapa, porque el lanzador necesitará de toda su potencia para entregar semejante satélite a su trayectoria de transferencia a órbita geoestacionaria. Una vez se separe de la etapa superior, MTG-S1 recurrirá a sus propios medios para establecerse en su posición, casi pegado a su hermano MTG-I1, ya Meteosat-12, en latitud 0º.
Una vez establecido en su posición, y tras la verificación, el nuevo satélite, que será Meteosat-13, comenzará su misión entregando información complementaria a la de su hermano de imágenes, fusionando lo que genera el primero, las imágenes, con los datos de sondeo que producirá el segundo. Y no nos olvidamos que a esta constelación debe unirse un segundo satélite de imágenes de la constelación, pero esa será otra historia.
En estos tiempos en que los datos meteorológicos están en cuestión, y a la vez son más importantes que nunca, satélites como MTG-S1 resultan imprescindibles. A por ello.
viernes, 20 de junio de 2025
¿A dónde vas, Tianwen-2?
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Fuente: CASC |
Llevamos sabiendo de este proyecto chino desde hace años, y siempre con escasa información, que es lo habitual en estos casos, la verdad. Que no informemos, o lo hagamos poco, sobre las misiones chinas no es por no querer, sino por lo poco que sabemos, y que acaban divulgando las autoridades del país con el tiempo. Con Tianwen-2 no es una excepción; de hecho, han ido un poco más allá. Lo que sí tenemos, sin embargo, es información de sus destinos. Sí, destinos, en plural. Y, la verdad, con lo poco que sabemos de todo el proyecto en general, nos quedamos con la miel en los labios a la hora de querer conocer hasta el último tornillo de la sonda. Es lo que hay.
Así, sin que sirva de precedente, empezaremos a hablar de lo que más sabemos, que es de sus destinos.
Descubierto el 27 de abril del 2016 desde el telescopio Pan-STARRS 1 de Hawai'i, el asteroide 2016 HO3 es un objeto que entra en la categoría de los NEO's, encuadrado en el grupo de asteroides Apollo. En el 2019 recibió la que es su designación oficial: 469219 Kamoʻoalewa, un nombre que viene a significar, más o menos, "el fragmento que oscila", o así, extraído del poema épico Hawaiano Kumulipo. De este asteroide lo que más llama la atención es su órbita. Su trayectoria en torno al Sol le lleva entre un perihelio de 0.9 unidades astronómicas a 1.1 ua, una inclinación sobre la eclíptica de 7.8º, y una duración aproximada de 365.77 días. Se clasifica, y esto es lo más interesante, como un cuasi-satélite de la Tierra, a pesar de que nunca llega a estar en las proximidades de nuestro planeta. Lo más cerca que ha estado de la Tierra, siguiendo sus movimientos orbitales, fue a 12.44 millones de km. allá por diciembre de 1923. Resulta que, situado en un marco de referencia rotatorio,
parece rodear elípticamente a la Tierra, pero no se trata de un satélite natural y, aunque no es el único en esta configuración, de todos los cuasi-satélites es el más estable. Además, en referencia con los puntos de Lagrange L4 y L5 posee lo que se conoce como órbita de herradura. Si esto os ha llamado la atención, lo siguiente bien puede hacer que os caigáis del asiento. Si bien se asume que este asteroide puede, y ojo, puede, ser un asteroide tipo S, su composición es más bien de silicatos. ¿Esto es importante? A ver: orbita en las proximidades de la Tierra, espectralmente es más rojo que los asteroides del tipo que le han asignado, ergo... Sí, resulta que la teoría más asumida nos informa que Kamoʻoalewa es... ¡un trozo de la Luna! ¿Será verdad? Bueno, no del todo hasta que se llegue. Según los estudios, bien se asemeja a las muestras retornadas por misiones como Apollo 14 y Luna 24, si bien la teoría nos dice que su origen podría ser más bien el cráter Giordano Bruno, de la cara oculta selenita. Claro, también podría ser, de hecho, un asteroide tipo S o tipo L. Su tamaño se calcula en un margen de entre 40 y 100 metros, si bien el albedo puede indicarnos que están en el margen más bajo. Ah, y rota sobre sí mismo en algo más de 28... ¡minutos! Ya veis, y ha habido, hasta Tianwen-2, propuestas de misiones hasta allí. Sólo la misión china se atreve a acudir. Con una misión muy concreta... Pero ya hablaremos de ello.
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Fuente: NASA/JPL-Caltech |
Que no os engañe la nomenclatura porque, aunque su denominación sea 311P/PanSTARRS, es decir, más propia de un cometa, se trata más bien de un asteroide. Uno situado dentro del cinturón principal. Fue descubierto antes que nuestro anterior protagonista, el 27 de agosto del 2013, de nuevo por uno de los telescopios del proyecto PanSTARRS. Aclaremos: ¿es, o no es, un cometa? Claro, viendo las
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Fuente: https://x.com/AJ_FI |
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Fuente: CNSA |
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Fuente: CNSA |
lunes, 9 de junio de 2025
Aves de paso
Cuando se planea una misión, una que busca llegar a un lugar remoto o a un objetivo esquivo, las asistencias gravitatorias están a la orden del día. Planetas como Venus, la Tierra, incluso Júpiter son los objetivos obvios. Más extraño resulta realizarlo a un planeta que es, a día de hoy, el más visitado.
¿Marte, como estación de paso? Resulta que son pocos los que miran al Planeta Rojo a la hora de hacer un sobrevuelo. Venus, claro, tiene buena masa, y como la Tierra es algo mayor, obviamente en el sistema solar interior son las elecciones obvias. Si por Marte no se ha hecho hasta recientemente ha sido porque no resultaba ventajoso. Sólo por las alineaciones planetarias se puede aprovechar su gravedad y, bueno, se trata de un empujón que no se puede menospreciar.
No fue hasta el año 2007 que una sonda espacial practicó una asistencia gravitatoria a Marte. Sí, ya otras misiones, en los años Sesenta, pasaron por allí, y la gravedad marciana alteró sus rutas, pero sin destinos diferentes del sistema solar.
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Marte... ¿morado? (Combinación de filtros naranja, verde y ultravioleta cercano) Fuente: ESA & MPS for OSIRIS Team MPS/UPD/LAM/ IAA/RSSD/INTA/ UPM/DASP/IDA, 2007 |
Y hasta la fecha...
A la hora de preparar las entradas para las misiones Hera y Europa Clipper nos dimos cuenta que no sólo compartían base de lanzamientos, y empresa lanzadora. Sus despegues estaban separados por apenas una semana. Aún más, prácticamente ambas tenían una ruta de salida virtualmente idéntica, que les puso de camino directo hacia Marte para así aprovechar su gravedad. Curioso, ¿no?
Claro, hay que entender la energía de los lanzamientos al ver que la primera en pasar por Marte fue la segunda lanzada, y con buen margen. Y, ya que se pasa, qué mejor que tomar unas cuantas fotos de un lugar del que obtenemos imágenes a diario. Veamos qué han conseguido estas dos.
El 1 de marzo, Europa Clipper pasó a 884 km. de la superficie marciana, con el objetivo de acumular velocidad y ponerse en rumbo de retorno a la Tierra, antes de marchar directo a Júpiter. La verdad, era una oportunidad demasiado buena para no aprovecharla. Aunque, la verdad, resultó quizás algo decepcionante. Nos explicamos: desde el año 2001, en Marte está Mars Odyssey, y su cámara termal THEMIS. Da la casualidad que a bordo de la sonda a Europa está E-THEMIS, una evolución de ese sistema. Eso significaba realizar una intercomparación entre ambos sistemas. Claro, hubiéramos esperado ver imágenes mejores, pero... Se optó porque E-THEMIS capturara imágenes de Marte aproximadamente un día antes de la máxima aproximación, a una distancia de más o menos 1.6 millones de km. del planeta. No hace falta decir que no son imágenes especialmente sugerentes, para nada. Pero sí han
resultado útiles para poder ver que es capaz de registrar la temperatura con un alto grado de exactitud, sobre todo comparando sus registros con el THEMIS de Mars Odyssey. ¿Decepcionante? Sin duda alguna. Ah, y otro de los instrumentos de Europa Clipper también se probó, esta vez en las proximidades de Marte. Se trata de su radar subsuperficial REASON. Carecemos de información sobre si ha revelado algo interesante en esta prueba, pero según lo informado, operó sin problemas, puesto que en Tierra fue imposible probar semejante sistema. Y por último, se obtuvo la verificación de la funcionalidad del experimento de radio ciencia. ¿Por qué no se probó, por ejemplo, el sistema de cámaras EIS? Porque sus cubiertas no se abrirán hasta pasado el sobrevuelo terrestre, ya en el año 2027. Eso sí, se ha probado su funcionalidad, y no parece haber problemas de momento. En fin, decepcionante...
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Fuente de ambas: NASA/JPL-Caltech/ASU |
Si el paso de Europa Clipper te dejó con ganas de más, o con mal sabor de boca, dos semanas después fue el turno de la misión europea Hera. En su camino al asteroide binario Didymos-Dimorphos, la pequeña sonda aprovechó la visita marciana para coger energía orbital y así acortar su camino de camino a su destino. Y aunque mucho más modesta que la sonda de la NASA, nos ha entregado mejores resultados. Claro, su destino está a ojos vista... En fin, que la sonda está bien equipada para el estudio de cualquier cuerpo celeste, y quedó ampliamente demostrado en el acercamiento a Marte. En su caso, la distancia fue más lejana, con una máxima aproximación a unos 5700 km. de la superficie marciana, pero pasando hasta 300 km. de su luna más lejana y menos conocida como es Deimos. Y esa era una oportunidad que, para nada, se iba a dejar pasar.
En un despliegue de lo más interesante, la ESA decidió hacer una emisión en directo para que todos pudieran ver las imágenes según se recibían desde Hera (teniendo en cuenta, por supuesto, el retardo en la señal de comunicaciones). Y fueron imágenes de los tres sistemas principales en ese sentido: la cámara AFC, el espectrómetro hiperespectral Hyperscout-H y el sistema termal japonés TIRI. Eso significa toda una galería de imágenes.
Todas las imágenes que tenemos las tomó cuando Hera se situaba a 1000 km. de Deimos. En ellas se evidencia la diferencia en campo de visión de las tres cámaras. AFC nos mostró el satélite más pequeño de Marte como una mota oscura frente a la más brillante superficie del planeta. Los cráteres resultan sin duda evidentes en Marte, con el cráter Huygens en la parte superior, y en la esquina inferior derecha, una parte de la cuenca Hellas.
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Pero... ¿no habíamos quedado que Marte era rojo? Imagen en infrarrojo cercano (Fuente: ESA) |
De TIRI, poseemos dos cosas. La primera es una imagen termal de la misma región aproximada. Los colores más oscuros reflejan temperaturas más frías, los más claros... Bueno, está claro. Y aquí tenemos la cuenca Hellas como una zona fría, pero Deimos como una mota realmente brillante. ¿Por qué? Al carecer de atmósfera, es como la Luna, y otros satélites semejantes: se calienta muy fácilmente. Claro, si tenemos en cuenta que el material de la superficie del satélite es más oscura, resulta que, al igual que el asfalto o el carbón, atrapa el calor con mayor facilidad. Marte, al estar cubierta su superficie de regolito, tarda más en calentarse. De hecho, temperaturas de más de veinte grados en superficie es todo un récord en el planeta. La segunda es una secuencia de los últimos segundos de su aproximación al segundo satélite marciano hasta que, en la última, está a unos 1000 km. de Deimos. Sin código de color, el pequeño satélite con forma de haba sigue destacando como más brillante que Marte, además de poder ver las distintas regiones del planeta también con diferencias de temperatura por su mayor o menor oscuridad.
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Fuente: ESA/GMV |
Ya lo veis, dos sobrevuelos, dos éxitos, sin el Drama Marciano influyendo en estas dos visitas. Y, como podéis comprobar, da igual que sea poca la ayuda que Marte pueda proporcionar, pero es suficiente, hasta el punto de que Hera, gracias a un sobrevuelo tan efectivo, ha podido acortar en un mes su tiempo de viaje hacia su destino, para poder llegar al sistema binario Didymos-Dimorphos no en diciembre del 2026, sino en noviembre.
Venus sigue siendo la reina de las asistencias gravitatorias en el sistema solar interior, con maniobras que datan de 1974 y Mariner 10, y más recientemente aprovechadas por Parker Solar Probe y Solar Orbiter, con el próximo sobrevuelo para poco menos de dos meses con JUICE. Ah, y para que conste, el año que viene toca otro acercamiento a Marte para una maniobra semejante: la prima hermana de Dawn, la sonda Psyche, también aprovechará la gravedad del planeta rojo para acortar su tiempo de viaje a su destino. Tras superar unos problemas en su sistema de impulsión iónica, la misión sigue en plazo para el sobrevuelo.
Con retraso, sí, pero aquí informamos de todo lo que se pueda. Tal vez estas sean operaciones poco interesantes para algunos, pero vitales para las misiones en marcha. Ya sabéis: las sondas no están ahí arriba aburriéndose por el espacio. Tienen sus propias tareas que cumplir. Como todos.
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