Ya está. Se acabó. La fase de sobrevuelos de BepiColombo ha concluido. Desde ahora, sólo queda la inserción orbital, para la que nos toca esperar hasta noviembre del año que viene. Y en este tiempo de sobrevuelos, la sonda y sus equipos en tierra no han estado de brazos cruzados.
Seis sobrevuelos, seis, entre octubre del 2021 y el pasado día ocho, a distancias tan pequeñas como casi 170 km y tan grandes como más de 37.000. Como con MESSENGER en su día, estos sobrevuelos se han usado para calibración, corrección de la velocidad y la trayectoria... Y para la ciencia. Sí, lo han sido puesto que gracias a sus geometrías únicas se han podido completar estudios de regiones que, para cuando llegue a la órbita, serán inalcanzables.
No hace falta decir que lo más habitual son las imágenes. Y, aunque MPO no ha podido usar su sistema de visión principal, ahí estaban las tres cámaras de monitorización instaladas en el MTM. Para nada han desmerecido, mostrándonos los preciosos paisajes de Mercurio (con alguna primicia, incluso) mientras el conjunto navegaba por las cercanías. Ah, y con secciones de la sonda en primer plano. Sin embargo, esto no ha sido lo único.
Tampoco hace falta comentar que BepiColombo es la misión más completa enviada al primer planeta, con dos orbitadores (MPO y Mio) con instrumentaciones dedicadas a la función de cada vehículo. Así, cada sobrevuelo ha supuesto toda una oportunidad para las distintas herramientas de que disponen. Eso no significa que pudieran usar TODOS sus instrumentos a la vez, porque las restricciones propias de la configuración de crucero hacen imposible que algunos de ellos capturen datos.
Durante el primer sobrevuelo, BepiColombo realizó un acercamiento que le llevó, desde el hemisferio norte, en la cara nocturna al sur, en la diurna. Eso permitió que el magnetómetro de MPO capturara, por primera vez, datos de la magnetosfera del planeta próxima a la superficie de las regiones sureñas de Mercurio. Ni Mariner 10 ni MESSENGER pudieron hacerlo, por sus trayectorias y, en el caso de la segunda, por su órbita. Aunque no fue mucho, resultó más que de sobras para tener un primer vistazo. También echó un vistazo el espectrómetro ultravioleta PHEBUS. El único de los aparatos visuales de MPO con un claro campo de visión, estudió la exosfera del planeta, detectando elementos como el oxígeno y el calcio, procedentes de la superficie. ¿Cómo llegan allí? Dos procesos: ya bien por impactos de micrometeoritos, ya por la agresión del viento solar. Un instrumento especial en MPO es ISA el cual, durante ese primer acercamiento, registró la reacción de la sonda a la hora de entrar y salir de la sombra del planeta, la presión del viento solar en sus superficies... y cómo la apertura móvil de PHEBUS retornaba a su posición segura, quedando bloqueada. Y Miotambién se unió a la fiesta. Si bien sus instrumentos están parcialmente bloqueados por el escudo solar, y el orbitador está diseñado para rotar sobre sí mismo, uno de sus instrumentos, el MPPE, registró la aceleración de electrones en la magnetosfera, para precipitarse hacia la superficie, creando así una aurora de rayos X, un fenómeno visto en casi todos los planetas magnetizados. Ahí es nada.
De los demás acercamientos, la verdad, es poco lo que nos ha llegado. Sí, los datos se siguen analizando, aún hoy, puesto que sacar sentido a lo que detectan es complejo. Y, aunque la magnetosfera de Mercurio tiene sólo un 1% de la potencia del terrestre, ofrece un funcionamiento semejante. Por ejemplo, ¿cómo acelera los electrones para generar las auroras de rayos X? A través de un tipo de onda electromagnética de nominada Onda Chorus. También está presente en la Tierra (es la causante de los incrementos de radiación en torno a nosotros, afectando negativamente a los satélites) y en otros cuerpos con campos magnéticos propios. El instrumento que hizo la detección también es de Mio, el PWI, que detectó estas ondas en zonas localizadas del la magnetosfera diurna del planeta. Allí, la líneas del campo magnético están tan distorsionadas que, cuando se juntan y se separan, generan gran cantidad de energía (reconexión magnética), lo que lleva a la creación de estas ondas y a la aceleración de las partículas.
Durante el tercer acercamiento, otra vez el MPPE de Mio hizo otro hallazgo. Sí, puesto que detectó una zona fronteriza, próxima a la superficie, donde hay un plasma turbulento en el borde de la magnetosfera. En esa región, causó sorpresa detectar partículas con una variada cantidad de energía, en una concentración nunca antes vista en Mercurio. Aún más: en los datos pudieron ver iones, calentados y energéticos, en regiones tanto ecuatoriales como en bajas latitudes de la magnetosfera. ¿Qué hacen ahí? La respuesta más convincente es que se trata de lo que se denomina una corriente de anillo, e esencia una corriente eléctrica formada por las partículas energéticas atrapadas en una magnetosfera. Hasta la fecha, no se había detectado algo así allí. La de Mercurio parece ser parcial, no un anillo completo, y por el momento no se conoce el proceso que lo crea a apenas unos cientos de kilómetros de la superficie.
Durante la vida de la misión, se ha descubierto un fenómeno curioso: cuando la sonda es calentada por el Sol, ésta se carga eléctricamente. Es importante porque, en ese estado, es como un imán que repele a otro del mismo polo, sólo que repele iones más fríos y pesados. Pero cuando pasó por la sombra de Mercurio en ese tercer sobrevuelo, la carga desapareció, posibilitando la detección de los iones del plasma más frío, registrando iones de oxígeno, sodio y potasio, sin duda originados desde la superficie. Y todo, visto en tres dimensiones, cómo se distribuye en la región.
El quinto sobrevuelo ha sido el más lejano a Mercurio, en una geometría parecida a la del segundo de Mariner 10 en septiembre de 1974. Y ha sido especial puesto que permitió al espectrómetro infrarrojo MERTIS tomar sus primeros datos de la superficie. ¿Cómo ha sido posible? Si bien el puerto planetario sigue bloqueado, el puerto espacial, usado para calibración, no. Y con un parche de software fue posible, como en los sobrevuelos a la Tierra (Luna) y a Venus, generar datos válidos. Si bien la resolución, debido a la distancia, es de varias decenas de kilómetros, hay rasgos superficiales que empiezan a aparecer. Aún es muy pronto para extraer conclusiones, claro, pero supone un gran avance. Es, de hecho, la primera imagen en infrarrojo medio que se captura de Mercurio, y se confía en que, en el rango de longitudes de onda en que está sintonizado, MERTIS nos entregue, por fin, parte de la respuesta de qué minerales componen la superficie de Mercurio. Sí, puede parecerse a la Luna por aspecto, pero sólo refleja dos tercios de la luz que alcanza a nuestro satélite. Ah, y pese a que posee un gran núcleo de hierro y níquel (entre el setenta y el ochenta y cinco por ciento del radio planetario) su superficie es extremadamente pobre en hierro. ¿Por qué? Esa es una de las razones por la que hemos enviado a BepiColombo.
Si leísteis nuestra entrada de presentación de la misión (que eso esperamos), recordaréis que este debía ser el año de su inserción orbital. Pues no, por desgracia. Pueden salir problemas allí donde nadie los espera. Por ello, resultó una desagradable sorpresa el que, el 26 de abril del año pasado, al encender los motores iónicos para un segmento de impulsión, éstos lo hicieran entregando un novel de empuje inferior al previsto. Sí, al poco tiempo se consiguió aumentar el nivel de empuje al 90% total, pero no más allá. En vista de que el problema (en alguna parte entre los paneles solares del MTM y sus sistemas de procesado de energía) no tenía visos de solucionarse, y que en los niveles de empuje conseguidos posteriores a la anomalía imposibilitaban la llegada en la fecha prevista, el equipo de vuelo ha sorteado el problema aumentando un año más el tiempo de crucero, implicando una nueva fecha de llegada fijada para noviembre del 2026, y un inicio de la fase científica para inicios del 2027, sin apenas impacto al programa científico establecido. Con eso, nos vale.
Perdón por las "palabrotas", por la terminología que hemos usado. Pero es lo que hay, puesto que lo que más tenemos es información de lo que sucede no en Mercurio, si no en sus alrededores. Si escribimos esto es para que sepáis que, a pesar de todo, está alerta y funcionando, y lista para desentrañar los misterios que aún esconde el primer planeta. Viento en popa.
Por eso, próxima estación: Mercurio. Y final de trayecto.
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