Phoenix, un tributo

domingo, 27 de diciembre de 2009

Sopa de satélites (I)

Salvo Mercurio y Venus, todos los planetas tienen satélites. Ya sean más grandes, o más pequeños, están presentes, dando compañía a sus planetas, influyéndolos de alguna forma. Más cerca, más lejos, qué más da, siempre están allí, aunque en algunos casos no los veamos. Esta disertación es para hablar de quizás los más importantes, y seguramente los más curiosos.

La Luna (o Selene, como prefiráis), es importante para nosotros porque es nuestro único satélite. Lo es porque es el primero que hemos estado explorando habitualmente, y el único que hemos podido pisar. Lo que llama la atención es su tamaño: el diámetro de la Luna es de 3.476 km., lo que la convierte en parte del "top ten" de los satélites del sistema solar. Lo curioso es que tanto su rotación como su órbita alrededor nuestro es idéntico, es decir, 28'7 días, por lo que siempre ofrece la misma cara hacia la Tierra. Tuvimos que esperar hasta 1959 para ver (o algo) la cara oculta, cuando la sonda soviética Luna 3 obtuvo las primeras instantáneas del desconocido lugar. No eran precisamente esclarecedoras, pero nos dejaron adivinar algo de cómo era esa zona lunar. También tuvieron el don de hacer que los americanos se tiraran de los pelos, sobre todo cuando el comité de nomenclaturas de la Unión Astronómica Internacional dio permiso a la Unión Soviética a nombrar las estructuras recientemente encontradas. La Luna es un erial, un mundo completamente seco, cubierto en muchas zonas de su superficie de polvo, el llamado regolito. Muchos de los "mares" de la cara que vemos desde Tierra no son más que vastas acumulaciones del regolito, tal vez formado por erupciones volcánicas en los primeros tiempos de nuestro satélite, o los restos pulverizados de los impactos que generaron los cráteres. Además, la Luna nos influye más de lo que parece. Las mareas que hay en los mares terrestres son causados por la Luna y sus movimientos alrededor nuestro. Y hay una cosa más que comentar sobre la Luna. Selene actualmente está a 384.000 km. de media de altura sobre nosotros, y gracias a los sensores láser dejados por las misiones Apollo, sabemos que se aleja de nosotros, muy lentamente, pero lo hace. Llegará un día en que los eclipses solares no serán totales, solo anulares, motivado por esa causa. Ahora mismo se me viene a la mente una imagen poética. Imaginaos en la época, digamos, que cuando el hombre no era más que un cazador-recolector. En esa época nuestro satélite estaba mucho más cerca, y probablemente cuando estaba en fase llena, debía iluminar tanto la noche, que para aquella gente debía ser algo absolutamente fascinante. Actualmente hay muchos planes, y desde que la última misión del Apollo regresó de su superficie, mucho se ha soñado con instalar allí bases, laboratorios, y más allá, colonias en las que poder liberar el exceso de población. Los proyectos actuales son para colocar allí estaciones de abastecimiento para posteriormente enviar naves tripuladas a Marte. A nadie se le escapa la idea que la Luna será nuestro trampolín hacia el sistema solar, aunque hay que decir que los proyectos para instalar bases en suelo lunar llevan al menos 9 años de retraso, básicamente porque no hay financiación suficiente para ello. Si hubiera una agencia espacial mundial...

Seguimos avanzando por el sistema solar, alejándonos hacia los confines de él, cuando llegamos a Marte, para hablar de Miedo y Terror. Los dos satélites del planeta rojo, Fobos y Deimos, encontrados laboriosamente, como ya contamos, son dos objetos más parecidos a asteroides que a otra cosa. Baja densidad, escaso tamaño, forma irregular, todos los ingredientes para afirmar que fueron capturados hace miles de años cuando Marte poseía mucha más atmósfera. Fobos, de la forma de una patata, posee unas dimensiones de 28x20 km., y está plagado de cráteres, cuyo mayor de ellos, el Stickney, tiene unas raras estructuras radiales por todo su borde exterior. Su órbita es de 7 horas y 30 minutos, por lo que gira alrededor de Marte tres veces al día. Y lo más extraño: su órbita se va acercando a Marte, y llegará un día en que caiga al planeta por los efectos gravitatorios que Marte le provoca. Actualmente hay una misión casi preparada para ser enviada a investigarle: la rusa Phobos-Grunt, heredera de las dos que intentaron llegar en 1988, ya está en la base de lanzamientos, a la espera (no sabemos a qué) de ser enviada allí. Esperemos que tenga una buena y productiva misión. Por su parte, Deimos es más pequeño (12x10) y con forma de haba. Orbita Marte cada 30 horas y 14 minutos, y tiene varios cráteres. Es singular por ser uno de los satélites menos craterizados del sistema solar, y abundan en él los terrenos llanos. Se conoce menos este satélite, ya que solo se le ha visto desde lejos, la última la potentísima Mars Reconnaissance Orbiter y sus extremadamente sensibles instrumentos y cámaras. Ambos satélites, para redondear en sus rarezas, tienen unas órbitas perfectamente circulares, los únicos del sistema solar, y orbitan el planeta al revés que otros muchos objetos: salen por el este, circulan por el cielo y se ponen por el oeste. Allí los eclipses son frecuentes, y han sido vistos tanto por sondas de superficie como por las de órbita, éstas cuando han captado la sombra de Fobos en la superficie marciana. Puede que no sean los más grandes o los que más afecten a su planeta, pero son bastante dignos de mención por estar donde están y cómo están.


Avanzando hacia los exteriores del sistema solar, alcanzamos al hermano
mayor del sistema: Júpiter. Gracias al primer telescopio que fabricó, Galileo encontró alrededor de Júpiter cuatro puntos que estaban rodeándole por el ecuador. Corría el año 1610, y acababa de descubrir a sus cuatro "obedientes soldados": Io, Europa, Ganímedes y Calixto. Io es el satélite galileano más cercano a Júpiter, y aunque es apenas doscientos kilómetros mayor que la Luna, es quizás el objeto celeste más activo del sistema solar. Tiene un diámetro de 3.630 km., y causó sensación cuando en 1979 Voyager 1 lo observó por vez primera: por toda su superficie había numerosos volcanes, la inmensa mayoría en actividad. Y durante el acercamiento de Voyager 2 incluso uno de ellos hizo erupción (algo que Galileo y Cassini volvieron a contamplar 21 años después), por lo que tras la Tierra era el segundo objeto del sistema solar con semejante actividad actualmente. Al estar dentro del cinturón de radiación del planeta su exploración se antojaba (y aún lo hace) difícil, pero eso no fue impedimento para que Galileo, sobre todo en sus últimos meses de misión, se acercara incluso a 300 km. de él. Por desgracia sus ordenadores se reiniciaban cuando alcanzaba cierta dosis de radiación, lo que provocó que muchos datos se perdieran, pero otros muchos por suerte llegaron a nosotros, e incluso imágenes de alta resolución, las mejores tomadas hasta la fecha. Lo más sorprendente, es que Io no tiene cráteres de impacto. Si los había ya no están, seguramente borrados por la incesante actividad volcánica provocada por las fuerzas de marea que provoca Júpiter al estar tan cerca, y que han destrozado su interior. Todo es azufre en su superficie, y toda plagada de volcanes, además la radiación reinante lo hace bastante inhabitable. Un lugar de lo más insólito. Todo lo contrario es Europa: es un satélite helado, con una gruesa capa de hielo que tal vez alcance los 100 km. de profundidad. Con diámetro de 3.121 km., podría encerrar bajo el hielo un océano de aguas cristalinas y chimeneas de vapor humeante proveniente de las profundidades del satélite. Todo esto casi se asegura gracias a los datos de las Voyager, de Galileo y de New Horizons. Un primer apunte lo dejó Voyager 2. El índice de luz que reflejaba Europa era mayor que el de muchos otros del sistema joviano, y al contemplar las líneas que recorren el satélite, se dieron cuenta de que era hielo toda su superficie. Años más tarde Galileo, que mucho nos enseñó por allá, al pasar más cerca, observó muchas similitudes con las capas de hielo de los polos norte y sur de la Tierra: fracturas por desplazamiento, largas lenguas como si fueran glaciares, deriva... No cabía duda, ahí abajo hay agua. Si añadimos la deriva (confirmada por New Horizons) a que apenas tiene cráteres, hacen que la superficie de Europa sea muy dinámica, lenta pero dinámica. Y al hablar de océano bajo el hielo, chimeneas de vapor interno del satélite, especulan los científicos, que ahí abajo podría haber vida. No se sabe de que tipo, pero vida. Por ello se prepara una especie de submarino que pueda llegar a tal profundidad y confirmar (o no) que hay bichos por allá. Esa si que sería una grandísima noticia. Cerca de él se encuentra Ganímedes. El gigante del sistema solar, con 5.262 km. de diámetro, es el satélite más grande del sistema solar. Parecido a la Luna en un primer golpe de vista, no tiene nada que ver: Su capa externa está formada por hielo, y por debajo hay una corteza de silicatos, probablemente dividida por placas tectónicas como en la Tierra, aunque parece que no ha tenido actividad reciente de ellas en mucho tiempo. Muchos cráteres poblan su superficie, muchos de ellos parecidos a los de la Luna, pero con un fondo liso. Una región destacable es Regio Galileo, un antiguo y gran cráter de impacto, borrado por la actividad geológica, y lo que nos ha quedado es una zona oscura, con anillos concéntricos, de 10 km. de ancho y 100 de profundidad. Es de las más visibles. Si se le mira más adentro, es probable que se encuentre algo líquido o fluido por debajo de la corteza, quizás el responsable de la tectónica de placas que podría tener. Por su superficie también se ha detectado algún flujo volcánico recorriendo la superficie. Todo parece indicar una superficie bastante vieja, pero para redondear el espectáculo que nos ofrece Ganímedes, es el único satélite que posee su propio campo magnético, probablemente creado para protegerse del de Júpiter. Esta es una de las mayores joyas que nos brinda el sistema joviano. Y nos queda Calixto. El cuarto de los satélites galileanos es apenas más pequeño que Mercurio (4.878 km.) ya que su diámetro es de 4820 km. Si pensáramos en una atalaya para la exploración de Júpiter, esta sería la mejor. Su posición lejana al cinturón de radiación evitaría que nos envenenáramos por su causa, y desde luego, es uno de los satélites con superficie más vieja, aunque también es helada. Más que ningún otro, rebosa cráteres de impacto. Por todas partes, uno encima del otro, está saturado de ellos, y tiene la característica de que no tiene apenas relieves destacables. Sin embargo, tiene quizás una de las estructuras más impresionantes del sistema solar. El cráter Valhalla, una gigantesca estructura en anillos de hasta 2.748 km. de diámetro en su anillo más externo. Originada tal vez por un gigantesco impacto, es una de las estructuras más curiosas encontradas ahí fuera, pero que tampoco ha dejado de ser víctima de los impactos asteroidales. Su superficie, es una mezcla de hielo y roca, y da la casualidad de que mucho material de su superficie coincide con la de muchos asteroides del cinturón principal. Al igual que Europa, puede ser otro candidato a tener un océano subsuperficial, pero en Calixto es algo menos probable. En fin, es un satélite estable, sin nada de actividad geológica, por lo que lo dicho antes, que sirva como base para futuras exploraciones del sistema joviano es bastante factible, y con todo ese hielo en superficie, podría ser un punto de apoyo en el que parar a repostar y proseguir camino hacia el exterior del sistema solar.

Eso es lo que haremos en otra entrada, para seguir hablando sobre los satélites más curiosos e importantes del sistema solar. No sabemos cuántos satélites hay exactamente en total en nuestro vecindario, pero solo conocemos apenas una pequeña parte de ellos. Muchos de ellos son pequeños mundos de roca, tal vez asteroides enanos o cometas que perdieron su cola hace mucho tiempo. Por eso, desde Tierra o desde las sondas espaciales (Cassini en Saturno tiene una cuenta de satélites nuevos bastante importante) siguen apareciendo por los planetas. Nos queda Saturno (con muchos y muy variados), Urano (lo poco que sabemos de ellos), Neptuno (el helado Tritón), y por supuesto, Plutón y Caronte (siempre seguiremos considerando planeta a Plutón), un sistema que rota en armonía gracias a un punto de gravedad separado del centro del planeta. No desfallezcais, la continuación de esta disertación llegará pronto.

PD.: El día 31 resumiremos este año que ha sido por desgracia poco fértil en noticias sobre el espacio, tanto en nuestra crónica como en esta herramienta de apoyo. Un saludo.

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