Heraldos de catástrofes, desastres, muerte y destrucción, los cometas eran vistos con gran temor por la gente. Siempre estaban presentes cuando ocurría algún suceso calamitoso. Ahora, por suerte, la gente se maravilla ante el formidable espectáculo que muestran. El camino desde ese punto hasta ahora ha sido largo, y gracias a las sondas espaciales, sabemos más que nunca cómo son, de dónde provienen y su influencia sobre el sistema solar entero.
Las crónicas de civilizaciones como la babilonia, la china, la egipcia, la griega, o la romana, relataron el paso de estos cuerpos, como presagios (en muchos casos) de mala fortuna o sucesos desgraciados, mientras que destacados científicos de la época sugerían que eran fenómenos atmosféricos. Esto cambió gracias a las extraordinarias observaciones del peculiar Tycho Brahe, considerado el mejor observador de su época. No fue hasta 1577 cuando este sujeto, usando las mediciones que había acumulado (tanto suyas como de otros), afirmó que los cometas son cuerpos celestes, más lejanos que la Luna, y por lo tanto, objeto de estudio astronómico. Esta teoría no cuajó demasiado en dos de los más grandes astrónomos de la época. Galileo siguió afirmando que eran fenómenos atmosféricos (es probable que no apuntara su telescopio a ninguno de ellos), mientras que Johannes Kepler, aunque aceptaba los postulados de Tycho, afirmaba que no estaban sujetos a las mismas leyes de movimiento planetario que él mismo descubrió (las tres leyes de Kepler), sino que viajan entre planetas describiendo líneas rectas. Astrónomos tan notables como Robert Hooke o Giovanni Cassini aceptaron los postulados de Tycho. La confirmación definitiva de los cometas como objetos celestes, y que además orbitaban alrededor del Sol, fue el trabajo de Sir Isaac Newton y su Ley de la Gravitación Universal, demostrando (gracias al cometa que pasó por allí en 1680) que los cometas recorren trayectorias fuertemente elípticas alrededor de Helios. Pero, ¿cuántos existen?, y ¿cómo diferenciarlos?
Fue el gran amigo de Newton, Edmund Halley, el que puso en práctica los postulados de esta Ley. De esta manera, echó mano de los registros históricos, y observó que cada 74 y 79 años, un mismo cometa visitó nuestro planeta varias veces en los últimos siglos. Usando los anteriores perihelios de este objeto, lanzó la predicción de que regresaría en 1759. Por desgracia, falleció 14 años antes del regreso, y aunque casi falló la predicción (no asomó hasta diciembre de ese año), en su honor, se le empezó a llamar el cometa de Halley. El ser humano tuvo que esperar hasta el siglo XIX cuando se pudo computar la órbita de un segundo cometa. A partir de ahí, la fiebre cometaria comenzó a surgir.
Cada vez fueron apareciendo nuevos cometas, y muchos de ellos mostraban órbitas muy distintas. Debido a esto, se empezó a clasificar a los cometas dependiendo del tipo de órbitas, un método usado actualmente. La mayoría de ellos pertenecen a los conocidos como cometas de la familia de Júpiter (unos 450), y poseen cortas órbitas que son frecuentemente perturbadas por la gravedad joviana. Otra categoría son los tipo Halley (unos 64) que describen largas órbitas que les llevan al fondo del sistema solar, y por último, están los cometas no periódicos (tanto los de la familia de Júpiter como los tipo Halley son periódicos, o de periodo corto), objetos muy brillantes que tardan miles de años en volver, si es que vuelven, volviéndolos impredecibles. Uno de los últimos de este tipo fue el Hale-Bopp de 1997. Recientemente, se ha realizado otra clasificación, simplificando la categorización de estos objetos. De esta manera, un cometa que posee una P/ en su nombre, significa que es un cometa periódico. C/ significa que es un cometa no periódico (la designación de Hale-Bopp es C/1995 O1). Cuando un cometa está marcado como X/, quiere decir que su órbita es tan errática que no ha podido ser calculada, y la reciben muchos de los cometas de tiempos históricos. Cuando un cometa recibe D/, significa que es un cometa conocido que ha desaparecido por diversas causas (fragmentación, o simplemente porque se ha perdido). Y por último, la designación A/ significa que un cuerpo distinto a un cometa (principalmente asteroides) han sido confundidos con un cometa. Al igual que con los asteroides, existen raras excepciones. Se conoce un cometa (29P/Schwassmann-Wachmann 1) cuya órbita es paralela y exterior (por lo tanto, casi circular) a Júpiter, pero muestra cierta actividad que lo delata como un cometa. Otro objeto similar, que recibió el nombre de 2060 Chiron, que orbita de manera inestable entre Saturno y Urano, fue primero calificado como asteroide, hasta que observaron cierta actividad cometaria, por lo que también se lo conoce como 95P/Chiron. No es el único, ya que hasta 5 cometas reciben doble nomenclatura como asteroide y cometa. Generalmente, los cometas reciben los nombres de su descubridor (las excepciones son Halley, Encke y Biela), ya sean personas, agrupaciones, y más recientemente, artefactos espaciales.
Ya bien entrada la era espacial, el ser humano había alcanzado la Luna, Venus y Marte, y se preparaba para llegar a Júpiter y Mercurio. De momento, los cometas, por peligrosidad y por tener órbitas extrañas, no cautivaron a los técnicos y científicos. Además, en aquella época se pensaba que los cometas no eran más que nubes de pequeñas partículas que se evaporaban cuando alcanzaban el perihelio de sus órbitas, formando así sus fantásticas colas. Aún con esta teoría, en enero de 1974, conseguimos obtener los primeros detalles, un poco por casualidad, de un cometa en el perihelio.
Observado por primera vez el 7 de marzo de 1973 por el astrónomo checo Lublos Kohoutek, (recibió la designación C/1973 E1, el tercero que descubrió), este cometa no periódico se esperaba con gran expectación. Al provenir de las profundidades del sistema solar, se suponía que sería, como fue llamado, el “cometa del Siglo”, sin embargo, resultó decepcionante, aunque fue visto a simple vista. Realizó su perihelio el 28 de diciembre de ese año, para resurgir por el otro lado y volver a ser observado. Ya a principios de 1974, este cometa Kohoutek (hay otros tres con el mismo nombre) había cruzado la órbita de Venus, cuando una sonda espacial,
Mariner 10, pasó “cerca” de su cola. Armada con un buen número de instrumentos científicos, en este encuentro la sonda solo usó sus espectrómetros ultravioleta para detectar la expulsión de moléculas de agua de su cola. Después de estos datos interesantes, se centró en las maniobras que le esperaban. Si es notable este cometa, es porque fue el primero en ser estudiado por humanos desde la órbita terrestre. Tanto la tripulación de la estación de la NASA
Skylab como la dotación de la cápsula soviética
Soyuz 13 siguieron y analizaron de lejos este cuerpo, que no arrojó pistas sobre sus misterios.
Los científicos se estaban reservando las misiones cometarias para lanzarlas en busca del cometa Halley. En aquellos días, el astrónomo Fred Whipple lanzó su teoría sobre las “bolas de nieve sucia”, enunciando que los cometas eran objetos sólidos con una gran cantidad de compuestos volátiles congelados que se evaporaban al alcanzar el perihelio, y que a cuenta de esto, también expulsaban minúsculos fragmentos de su superficie pero a velocidades inimaginables. Además de publicar su teoría, habló de que si un vehículo espacial quería visitar un cometa, debería recibir una fuerte protección. Este fue el origen del llamado escudo Whipple, un conjunto de láminas de material súperresistente que deberían detener estos fragmentos de cometa para poder realizar un estudio sin peligro. De esta manera, la resistencia de este escudo dependerá de su espesor y de sus materiales, y también de la distancia a la que se esperaba que llegara. En la década de 1980, las agencias espaciales más importantes empezaron a preparar sondas para poder estudiar al más famoso y simbólico de ellos. A este conjunto de sondas se le conoció como la “armada del Halley”.
Quien más fuerte apostó por este cometa fue la Unión Soviética, que preparó sus dos sondas gemelas Vega 1 y 2. El Japón se estrenó en el espacio profundo con las poco arriesgadas Sakigake y Suisei, mientras que la Agencia Europea del Espacio se asociaba con la NASA para poner en marcha una exploración doble, construyendo cada organización una sonda. Por desgracia, al estar la NASA centrada en el desarrollo y explotación del Transbordador Espacial, abandonó este proyecto, dejando sola a la ESA, que no se amilanó y terminó la construcción de su primera sonda espacial: Giotto.
Eso no quiere decir que la NASA se quedara con los brazos cruzados. Aunque no tendría sonda específica para estudiar de cerca al cometa Halley, ahí fuera tenía algún chisme que podía entregar datos valiosos. Y centró sus miradas en
ISEE-3. Lanzada el 12 de agosto de 1978, esta era la última de una terna de vehículos cuya misión era estudiar el viento solar y su influencia en la magnetosfera terrestre (de ahí su nombre, Explorador Sol/Tierra Internacional) con dos satélites terrestres y este notable vehículo, el primero en la historia en entrar en órbita en torno al punto L1. Cuando la misión ISEE se dio por terminada, la NASA tenía en sus manos un vehículo muy capaz, con trece experimentos de partículas y campos todavía válidos, así que, tras cancelar su sonda cometaria, reformuló la misión del
ISEE-3 para convertirlo en
ICE, Explorador Cometario Internacional. El 1 de septiembre de 1982 abandonó el L1 rumbo a la Tierra, y usó la gravedad lunar para situarse en órbita heliocéntrica. El objetivo era que pudiera estudiar el cometa Halley, pero había que ver como respondía. De esta manera, fue programada para encontrarse con otro cometa.
Descubierto por Michel Giacobini el 20 de diciembre de 1900 desde Niza, y redescubierto por Ernst Zinner desde Bamberg (Alemania) el 23 de octubre de 1913, es un cometa de la familia de Júpiter, que recorre una órbita altamente elíptica (de 1 x 6 unidades astronómicas) e inclinada (31.8º) en 6.6 años. No es de los más activos, aunque se sospecha que provoca la lluvia de meteoritos de las Dracónidas. La órbita de ICE fue diseñada de tal forma que atravesaba la órbita de este cometa, llamado 21P/Giacobini-Zinner, el 11 de septiembre de 1985. Pasó a 7.800 km. de su núcleo, cruzando la cola de plasma. Su objetivo, más que estudiar las propiedades del cometa, era la de definir la interacción del viento solar con la cola y la coma del cometa, obteniendo datos interesantes de estos efectos. Gracias a los datos de telemetría, se estimó un tamaño de su núcleo de unos 2 km. de diámetro. La prueba resultó satisfactoria, y la sonda se comportó estupendamente. Estaba lista para encontrarse con el Halley.
1P/Halley es sin duda el más célebre, aunque es un bicho raro entre los cometas. Conocido desde la antigüedad, como hemos visto fue Edmund Halley quien reconoció su periodicidad, hecho que le dio su nombre. Cuando su órbita se computó, se dieron cuenta que era bastante particular. Orbita al Sol de manera retrógrada, a lo largo de una órbita que transcurre entre las 0.6 y las 35.1 unidades astronómicas, con una inclinación de 162.3º (¿recordáis Tritón?). De esta manera, Halley siempre aparece por el lado contrario que el resto de los cometas, y siempre mostrando una intensa actividad. El actual período orbital es de 75.3 años, aunque suele modificarse a causa de la influencia gravitatoria joviana. Las primeras sondas que salieron en busca del cometa fueron las soviéticas Vega. Lanzadas el 15 y 21 de diciembre de 1984, eran grandes vehículos de más de cuatro toneladas de masa, equipadas con una larguísima lista de instrumentos (incluyendo cámaras, espectrómetros, sondeadores infrarrojos, sondas de plasma o magnetómetros) que incluían además un complemento para poder estudiar Venus mediante sobrevuelos y el lanzamiento de vehículos de descenso (que incluían aterrizadores y globos atmosféricos). Protegidas detrás de escudos Whipple de escaso grosor estudiarían desde la distancia la actividad y el núcleo cometario. Posteriormente, se pusieron en camino las japonesas y la europea. Sakigake fue lanzada el 7 de enero de 1985, como una mezcla entre demostrador tecnológico e investigador científico, cargando instrumentos de partículas y campos. El 2 de julio, Giotto era elevada desde la Guayana Francesa, y finalmente, Suisei hizo lo propio el 18 de agosto, equipada con dos instrumentos. Todas ellas se encontrarían con el cometa Halley a principios de marzo de 1986.
Vega 1 comenzó a adquirir imágenes del Halley el 4 de marzo, y tenían doble propósito: por un lado, científico, por el otro, ayudar a Giotto a dirigirse hacia el núcleo. En ellas, el cometa no era más que un borrón difuso, oculto tras los chorros de materia, mientras que su espectrómetro infrarrojo mostró temperaturas más cálidas de las esperadas para un cuerpo helado. Pasó a 8.889 km., y aunque la sonda sufrió una ducha importante de partículas, no dejó de funcionar en ningún momento, y durante tres horas
de aquel día 6, examinó minuciosamente al Halley. Vega 2 empezó a observar al Halley el 7, y obtuvo imágenes más claras, mientras que los otros instrumentos arrojaban datos similares. El día 9 se acercó a 8.030 km., recogiendo datos muy importantes e imágenes de mejor resolución que su sonda hermana. Después de observar por última vez el objeto el 11, las sondas soviéticas se alejaron para siempre, con un álbum de más de 1.500 secuencias. Ese mismo día, Sakigake completó su máximo acercamiento, a la lejana distancia de 6.99 millones de km., para estudiar los efectos del viento solar sobre el cometa. El día 8, eso es, tres días antes, Suisei se aproximó a 151.000 km., obteniendo imágenes en ultravioleta y recibiendo dos impactos en su estructura. Solo quedaba Giotto, que se zambulló en la cola del Halley el 14. Pasó a unos peligrosísimos 596 km. de su núcleo, obteniendo imágenes sobresalientes del núcleo y de los chorros de gas. Por desgracia, un gran impacto de un fragmento soltado del núcleo golpeó a Giotto, provocando una desorientación que provocó que su escudo Whipple no la protegiera, para después recibir nuevos impactos, que provocaron varios daños, el peor la pérdida de la cámara. Cuando se volvió a estabilizar tras el encuentro, envió todo lo que recolectó. Posteriormente, ICE pasó por la cola a 28 millones de km. del núcleo, sin peligro para la sonda. Gracias a todo lo enviado por la armada del Halley, pudimos comprobar que la teoría de Whipple era correcta. El núcleo posee unas medidas de 15 x 8 x 11 km., baja densidad (0.6 g/cm3), como
indicativo de que es un conjunto de rocas unido, y una superficie bastante abrupta (a pesar de que tenemos solo un 20% de su superficie observada con detalle) con un cráter, montañas, cordilleras y depresiones. Su coma se extendía alrededor del núcleo unos 100.000 km., mientras que la cola medía más de 100 millones de km. Los chorros de materia se mostraron como de un 80% de vapor de agua, 17% monóxido de carbono, entre 3 y 4% de dióxido de carbono y trazas de hidrocarburos. Los espectrómetros de masa de las Vega mostraron que parte del material del cometa era casi idéntico al de las condritas carbonáceas, o asteroides tipo C, delatando un muy bajo albedo de su superficie (0.04). Las imágenes mostraron una especie de capa de polvo muy negro, capaz de retener el calor detectado por las Vega. Solo un 10% de la superficie del Halley era activa en aquel momento, mostrando que el núcleo del cometa, más que ser una bola de nieve sucia, era una bola sucia nevada. A partir de los siete chorros de materia observados, se calculó un ratio de pérdida de sustancia de 3 toneladas por segundo. Las partículas tenían una masa muy similar a las partículas del tabaco. Se observaron dos tipos de moléculas de polvo: uno de ellos contenía carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno, mientras que el segundo tenía calcio, hierro, sodio, magnesio y silicio. Su composición isotópica resultó ser idéntica a la del Sol, delatando uno de los objetos más viejos del sistema solar. La conclusión, era generalmente un objeto de carbono con materiales volátiles congelados. Todos se quedaron sorprendidos. El próximo perihelio del Halley no sucederá hasta el 28 de julio del 2061.
A pesar de los daños recibidos, Giotto aún era una sonda muy válida para el estudio cometario, por lo que los ingenieros decidieron dejar a la sonda en hibernación a la espera de que cualquier cometa apareciera en las cercanías y poder llevar a Giotto para allá. En 1990, se comprobó que la oportunidad se presentó sola: 26P/Grigg-Skjellerup. Descubierto por John Grigg desde Nueva Zelanda en 1902, y redescubierto por John Francis Skjellerup desde Suráfrica, es un cometa que a lo largo de su historia ha variado notablemente su órbita alrededor de Helios. En 1922 su perihelio era de 0.89 unidades astronómicas, para pasar a 0.99 en 1977, y actualmente, 1.12 desde 1999. Su perihelio, situado a 4.9 unidades astronómicas, está influenciado fuertemente por Júpiter, delatando un pequeño tamaño. Su órbita está bastante inclinada (22.4º), y tarda actualmente 5.31 años. Aprovechando su cercanía al perihelio en 1992, Giotto fue reactivada en 1990 para ponerla de nuevo a punto. El 10 de julio de 1992 la sonda pasó a 200 km. del cometa, permitido por la escasa actividad de este viejo y gastado astro. Sin embargo, mostró bastante influencia magnética sobre el viento solar, demostrando que esta antigualla todavía tenía cosas que decir. Después de este encuentro, Giotto fue desactivada para siempre, completando una de las mejores misiones de la historia.
En 1993, el mundo científico entró en ebullición: se anunció que un cometa, el P/1993 F2 (Shoemaker-Levy 9) impactaría con Júpiter en julio de 1994. Descubierto el 27 de marzo de 1993 desde el telescopio Schmidt de Monte Palomar por Eugene y Carolyn Shoemaker y David Levy, se dieron cuenta que su actual órbita le llevaba hacia el gigante gaseoso. No solo eso: el gigantesco tirón gravitatorio del planeta había provocado que el núcleo se fragmentara en hasta 21 trozos. Estudios posteriores mostraron que este cometa había sido capturado por el hermano mayor del sistema, y su anterior perigeo al planeta, ocurrido en 1992, había provocado ese cambio de rumbo. Muchos empezaron a observar ese tren de fragmentos (de entre unos cientos de metros hasta 2 km.) a medida que se acercaba al planeta, mientras que otros estaban planeando las observaciones con varios observatorios espaciales. Desde la órbita terrestre, el Telescopio Espacial Hubble y el observatorio alemán de rayos X ROSAT fueron programados para observar atentamente el momento del impacto, pero lo mejor vino desde otro punto del sistema solar.
Tras cruzar el cinturón de asteroides después del acercamiento al asteroide 243 Ida, Galileo se estaba preparando para entrar en el área de influencia gravitacional de Júpiter para poder entrar en su órbita en diciembre de 1995. Pronto el planeta quedó a tiro de su cámara, y cuando la noticia del suceso de la colisión cometaria llegó a oídos de sus controladores y científicos, programaron a la sonda para poder estudiar sus fragmentos. Sin duda, la posición ventajosa de la gran sonda permitió entregar cosas interesantes sobre lo que quedaba del cometa. Llegado ya el mes de julio de 1994, la cámara de Galileo fue programada, debido a la incertidumbre acerca del tiempo de los impactos, para que adquiriera imágenes en una secuencia larga, por si conseguía detectar alguno de los impactos. Los científicos de la misión admitieron que con su sonda, tenían un asiento de primera fila para observar los
impactos. Así, la cámara SSI captó uno de los últimos impactos, el espectrómetro NIMS dos de ellos, y el PPR otros tres. La información proporcionada por estos instrumentos resultó vital, y uniéndolos a los adquiridos desde la órbita terrestre, fue la base de los estudios posteriores sobre meteorología joviana y estructura de los cometas. El impacto movilizó en Júpiter muchas moléculas de sulfuro, amoniaco, y sulfuro de hidrógeno. Eso sí, también se detectaron materiales cometarios tales como hierro, magnesio y silicio. A pesar de observar moléculas de agua, más parecían provenir del cometa que del planeta. Los impactos provocaron explosiones gigantescas (el equivalente de hacer explotar el arsenal nuclear de la Tierra seiscientas veces) y generaron brutales ondas sísmicas. Cuando Galileo alcanzó la órbita del planeta, las marcas todavía existían. Gracias a los datos proporcionados aquellos seis días de julio, apartamos la idea de que el sistema solar es un lugar plácido y tranquilo, para sustituirla por otra más violenta y peligrosa. Con esto, Júpiter se mostró como el “gran limpiador” del sistema solar, barriendo todo objeto peligroso hacia sí mismo. Después del impacto, Shoemaker-Levy 9 cambió su designación, y ahora se le conoce como D/1993 F2.
Un nuevo cometa de la categoría de los no periódicos visitó la Tierra en la primavera de 1996. Descubierto por Yuji Hyakutake el 31 de enero de 1996, C/1996 B2 (Hyakutake) apareció de repente. Calificado como el Gran Cometa de 1996, precedió en un año al espectacular Hale-Bopp, y llegó cuando una legión de objetos espaciales estaban observando buena parte del cielo. Con una inclinación orbital de 128º (órbita estimada en 0.23 x 3.410
unidades astronómicas, en unos 70.000 años) llegaba desde abajo hacia arriba, alcanzando el perihelio el 1 de mayo de 1996. Ese mismo día, la cola “golpeó” los sensores de una sonda solar mítica:
Ulysses. Los instrumentos detectaron una disminución de los protones que llegaban a la sonda, así como una alteración en la fuerza y dirección del campo magnético local. Años después, tras analizar en profundidad los datos de aquellos días, se dieron cuenta que
Ulysses había cruzado la cola iónica del Hyakutake, que se extendía al menos 3.8 unidades astronómicas. Magnífico.
De regreso hacia el Sol,
Ulysses tuvo una segunda oportunidad de analizar cometas. El interfecto fue esta vez el
C/1999 T1 (McNaught-Hartley), y no fue algo provocado por la sonda, sino por Helios, ya que una eyección de masa coronal (o CME) alcanzó el cometa, provocando que la cola iónica se dirigiera directamente a la sonda. Los datos mostrados en este encuentro resultaron similares a los del Hyakutake. La lástima de los últimos encuentros cometarios fue que no pudimos adquirir imágenes de sus núcleos, es más, las únicas que teníamos eran las del Halley, por lo que más pronto que tarde, esto tenía que cambiar.
Septiembre de 1999. Posición: entre las órbitas de la Tierra y Marte. Situación: finalización de la misión principal. Así se encontraba Deep Space 1, dos meses después de su encuentro semi exitoso con el asteroide 9969 Braille. Tenía buena salud, de manera que los técnicos de la misión ejercieron el derecho a ampliar la tarea de su sonda. En ese momento, el proyecto se preparó para visitar dos objetos menores del sistema solar. Por un lado, 107P/Wilson-Harrington, uno de los pocos cometas también clasificados como asteroides (4015 Wilson-Harrington), un viejo cometa que perdió su cola en 1949, y resultaba interesante saber que sucede en un cometa cuando ha ocurrido eso. Por el otro, 19P/Borrely, un cometa todavía bastante activo, pero que ya había perdido buena parte de su provisión de material. Por motivos de seguridad (Deep Space 1 carecía de protección y casi todo su hardware estaba montado en su exterior) se decidió ir primero al Wilson-Harrington.
Nunca llegó. Dos meses después de ponerse en camino de su nuevo destino, el escáner estelar de la sonda falló, y durante 7 meses estuvo a la deriva, a la espera de que sus técnicos idearan una nueva manera de que se controlara. El desarrollo de un nuevo software lo permitió: de esta manera, Deep Space 1 empezó a usar su cámara MICAS para suplir la herramienta perdida. A causa de esto, perdió la oportunidad de ir hacia el Wilson-Harrington, pero sin duda, gracias a la flexibilidad de su motor iónico, era factible alcanzar su segundo destino. 19P/Borrely, descubierto el 28 de diciembre de 1904 desde Marsella por Alphonse Borrely, es uno de los más viejos elementos entre los cometas de periodo corto. Para ser un cometa, su órbita no es demasiado elíptica (1.35 x 5.83 unidades astronómicas, inclinación 30.3º), y tarda 6.8 años en recorrerla. A pesar de no tener demasiada actividad, la verdad es que es uno de los más interesantes precisamente por ello. Sin embargo, tuvimos que esperar a la llegada de Deep Space 1 para observarlo con claridad.
El 22 de septiembre del 2001, la sonda pasó a 2.171 km. del núcleo cometario, medida de precaución ante los chorros de materia del Borrely. Sin embargo, a pesar de la distancia, nos entregó (obviamente) los mejores resultados sobre un cometa hasta la fecha. Las imágenes de MICAS (resolución máxima,
47 metros) mostraban un núcleo alargado (8 x 4 x 4 km.), oscuro (albedo, 0.03) pero con abundantes chorros de materiales. Es muy poco denso (0.3 g/cm3), lo que le delata como un conglomerado de rocas. Su superficie, como la del Halley estudiada por las
Vega, es bastante más caliente de lo esperado. Su espectrómetro infrarrojo mostró una zona completamente seca, carente del material que expulsaba. Esto llevó a dos teorías: o la superficie ha sido secada por el calor del Sol, o el hielo provenía del interior del núcleo, cubierto por una capa de material oscuro. Sin embargo, los mejores datos los proporcionó el instrumento de plasma PEPE, mostrando que el viento solar se frenaba alrededor del cometa, pero que las partículas que expulsaba el cometa se aceleraban. La coma iónica del cometa se extendía hasta 1.500 km. del núcleo, y el entorno de plasma se alteraba de manera asimétrica a su paso por el cometa. Además, se detectó un pico magnético cerca del núcleo cometario. Sin duda, fueron pocos los medios, pero los resultados fueron muy importantes, tanto, que ayudaron a la NASA a planificar posteriores encuentros cometarios que tenía ya programados.
El 3 de julio del año 2002, la NASA lanzó la misión definitiva sobre el estudio de los cometas (con el permiso de
Rosetta, claro está). Adscrita al programa Discovery, el proyecto
CONTOUR (Tour por Núcleos Cometarios) buscaba realizar una comparación entre varios cometas distintos para obtener pistas sobre su formación, y con ello, de la creación del sistema solar. Esto lo realizaría acercándose lo máximo posible a los núcleos cometarios (a unos suicidas 100 km. de distancia), y en los momentos de los perihelios de cada cometa, añadiendo todavía más riesgos a la misión. De esta manera, se diseñó una sonda lo más simple posible (con las partes móviles mínimas e imprescindibles), muy fácil de operar, y fuertemente protegida. Para investigar sus objetivos, se ocultaría detrás de un grueso escudo Whipple (25 centímetros de espesor a base de capas alternativas de Kevlar y Nextel) y usaría sus cuatro experimentos científicos: un conjunto de cámara remota y espectrógrafo (CRISP), un instrumento que combinaba una cámara de alta resolución (4 metros) y un muy sensible espectrómetro infrarrojo para cartografiar el hielo y la mineralogía del núcleo (hasta 100 metros); una cámara a color de campo ancho
(CFI) que observaba a través de un agujero practicado en el escudo Whipple (y detrás de un cristal blindado) que sería utilizada primero durante la aproximación (técnica de navegación óptica) para después estudiar los chorros de materiales a todo color; un analizador de partículas cometarias (CIDA) con el que estudiaría la composición del polvo que golpeara en el objetivo del instrumento; y un potente espectrómetro de masa y gases (NGIMS) con el que examinar las moléculas e iones que rodean al cometa. En el momento del lanzamiento, la sonda desplazaba una masa de 970 kg. Casi todo en esta misión era particular: la sonda poseía dos modos de estabilización, utilizaría tecnología innovadora y estrenaría métodos interesantes. Un
Delta 2-7425 la situó en órbita, y en vez de salir inmediatamente de la órbita terrestre, allí se quedó seis semanas. Esta estancia alrededor de la Tierra era buscada, ya que se buscaba minimizar los costes y optimizar los recursos de la sonda. Una vez lanzada fuera del sistema Tierra-Luna, tardaría un año y medio en alcanzar su primer objetivo, vía asistencia gravitatoria terrestre un año después de salir, para encontrarse con el cometa 2P/Encke (uno de los viejos conocidos de nuestro sistema solar, con más de 57 visitas al sistema solar interior, y que aún exhibe una sorprendente actividad) el 12 de noviembre del 2003, para después, completando tres nuevas asistencias gravitatorias terrestres (agosto del 2004, febrero del 2005 y febrero del 2006), encontrarse con el tren de fragmentos del 73P/Schwassmann-Wachmann 3 (descubierto en 1930, a principios de la década de 1990 se fragmentó en unos seis fragmentos, en el que se esperaba observar el material del interior del cometa) el 19 de junio del 2006, y si aún se encontraba en buen estado, y tras completar dos nuevos acercamientos a la Tierra (febrero del 2007 y del 2008) arrimarse al 6P/d’Arrest (otro venerable anciano) el 16 de agosto del 2008 como misión extendida, quedando después disponible para cualquiera que quisiera usarlo. Para salir de la órbita terrestre con sus propios medios, recibió un propulsor de combustible sólido
Star-30BP, considerado muy fiable, empotrado dentro de la estructura de la sonda y cuya tobera se encontraba en el centro del escudo Whipple. El 15 de agosto recibió la orden para encender el propulsor, y se puso en marcha. Cuando la maniobra estaba a punto de finalizar, el contacto con
CONTOUR se perdió. Inmediatamente, los controladores empezaron a llamar a la sonda, y a la vez pidieron a varios astrónomos que observaran la zona en la que estaba para ver si distinguían algo. Y
lo distinguieron: siguiendo la trayectoria de escape prevista, se vieron hasta tres objetos brillantes, separados por pocos kilómetros. Inmediatamente, se abrió la comisión de investigación para aclarar lo sucedido. La conclusión fue que un problema en la combustión en la última fase del encendido provocó una explosión, arrancando pedazos de la estructura de la sonda, dañando tan gravemente los sistemas de a bordo que su transmisión se perdió. Los últimos intentos de comunicación se realizaron el 20 de diciembre. Aún bajo el shock de perder su sonda, el investigador principal acudió a los despachos de la NASA para proponer la elaboración de una segunda sonda. Bajo el argumento (muy razonable) de que como aún tenían los planos de la sonda (a pesar de no tener piezas de repuesto), la elaboración de esta segunda
CONTOUR saldría por menos de la mitad de la factura de la sonda original, y con un lanzamiento para el año 2006. Por desgracia, la NASA hizo oídos sordos, y así, uno de los proyectos más apasionantes de la historia acabó bajo la ignominia y el olvido.
El primer proyecto cien por cien cometario de la NASA,
Stardust, era la cuarta sonda del programa Discovery, y la primera de la terna de misiones cometarias de la agencia americana. Tenía una misión muy especial: acercarse lo máximo posible a un cometa para recoger muestras de la coma usando una raqueta rellenada de un material llamado Aerogel, denominado alguna vez como “humo sólido”. Además de este propósito, estaba decentemente equipada para el estudio cometario con tres instrumentos y la radio de la nave, y protegida detrás de escudos Whipple. Después de un viaje de casi seis años, el 2 de enero del 2004 alcanzó su objetivo: 81P/Wild 2. Este cometa fue descubierto por Paul Wild el 6 de enero de 1978 desde Zimmerwald (Suiza). Antiguamente orbitaba lejos del Sol siguiendo una trayectoria circular, pero en 1974 un encuentro con Júpiter lo impulsó por primera vez en su historia hacia el sistema solar interior. Actualmente sigue una trayectoria de 1.6 x 5.3 unidades astronómicas (inclinación 3.2º), tardando 6.4 años en recorrerla. Si se escogió al Wild 2 como objetivo para la misión
Stardust fue porque este es un cometa relativamente intacto, con unos pocos perihelios sobre el Sol y, por lo tanto, aún conserva gran parte de su material volátil. De esta manera, la sonda se acercó hasta 237 km. de distancia del núcleo cometario, adquiriendo imágenes y datos del cometa, a la vez que recolectaba esas preciadas muestras. Tras ello, tardó dos años más hasta que regresó para entregárnoslas. Así, el 15 de enero del 2006 recogimos las primeras partículas cometarias para estudiarlas usando microscopios. La sonda en sí quedó en órbita solar, a la espera de que la encargaran nuevos cometidos. Entre los datos recogidos por
Stardust y el análisis de las muestras, tenemos mucha
información sobre los cometas en general, y Wild 2 en particular. Las imágenes nos mostraron un núcleo alargado (5.5 x 4 x 3.3 km.), algo más denso que el resto explorados (0.6 g/cm3), y con una agreste geografía: existen montañas, agujeros, depresiones, desfiladeros, cráteres, etc., y la sonda pudo observar hasta 10 chorros de material. Los análisis de las partículas (tanto realizados por la sonda como los practicados a las muestras) mostraban abundancia de carbono puro, silicatos cristalinos (que se forman a muy altas temperaturas) y algunos elementos orgánicos, como glicina. Posteriormente, análisis más profundos hallaron cosas de aún más interés: la firma de un tipo de isótopo de oxígeno que solo se puede formar en el sistema solar interior, así como hierro y sulfuro de cobre, que solo se forman al contacto con agua líquida. Algo fantástico.
A finales de la década de 1990, la NASA tenía encima de la mesa dos misiones diferentes cuyo objetivo cometario era el mismo. Asociada al programa tecnológico New Millenium,
Deep Space
4/Champollion era un proyecto más centrado en la validación de nuevos componentes tecnológicos que en la pura ciencia, pero con un programa científico muy importante. Compuesto por un pequeño orbitador-nodriza y un aterrizador, el objetivo final era la recogida de muestras cometarias tomadas de la misma superficie del objeto. Para ello, estaría dotada de 20 nuevos adelantos tecnológicos (incluyendo un nuevo tipo de motor iónico) repartidos entre los dos vehículos, mientras que el orbitador cargaba un sistema de televisión y un analizador de polvo, y la sección de aterrizaje cargaba un conjunto de cámaras de descenso, microscópicas y espectrómetro infrarrojo, cámaras panorámicas, espectrómetro de rayos Gamma, espectrómetro de masa/cromatógrafo de gas, sondas analizadoras de propiedades físicas, y el sistema de recolección consistente en un taladro y una cápsula de retorno. Mucho de este material era novedoso, y tendría que demostrarse que funcionaba en el espacio. Se esperaba que fuera lanzada en abril del 2003, alcanzando su destino en el año 2006. Por otra parte, adscrita al programa Discovery, la
misión
Deep Impact proponía el envío de una sonda de sobrevuelo y un vehículo de impacto para colisionar contra el objeto de destino y sacar a la luz el material de las capas internas del cometa. Provocado por la necesidad de montar esta segunda nave, y a las restricciones de presupuesto, el instrumental científico se redujo a tres cámaras, dos en la sonda principal y una tercera en el impactador. Por ello, se buscaba que los principales observatorios espaciales observaran en el momento del contacto para estudiar la nube de material allá donde la sonda de sobrevuelo no podía. Además, la distancia de la nave principal con el cometa sería bastante lejana, por lo que la protección era la mínima imprescindible. Esto obligó a incorporar en la misión
Deep Impact la cámara más potente jamás montada en una sonda de investigación del sistema solar. Su lanzamiento debía ocurrir en enero del 2004, alcanzando al cometa a principios de julio del 2005. Llegados a 1999, se tomó la decisión:
Deep Impact seguiría adelante, mientras que
Deep Space 4/Champollion resultó cancelada.
El cometa 9P/Tempel 1 es uno de los más seguidos desde su descubrimiento. A decir verdad, es uno de los que más veces ha desaparecido y recuperado. El primero en detectarlo fue Wilhelm Tempel el 3 de abril de 1867 desde Marsella. En aquellos días se calculó que orbitaba alrededor de Helios en 5.68 años. Lo perdieron durante 68 años, hasta que volvió a aparecer en 1967. El astrónomo Brian Marsden fue quien lo reencontró, y realizando cálculos, se percató que su trayectoria era alterada de manera notable por la gravedad joviana. Poco después, volvió a desaparecer, para recuperarlo a principios de 1972, para observarlo continuamente desde entonces. La órbita actual del Tempel 1 transcurre entre las 1.5 y las 4.7 unidades astronómicas del Sol (inclinación 10.5º), y posee una resonancia 1:2 con Júpiter. Gracias a su continua observación, lo convertía en un objeto ideal para poder mandar una sonda espacial. Así fue, y Deep Impact (la última del trío cometario de la NASA) fue lanzada hacia él el 12 de enero del 2005.
La primera sesión de fuegos artificiales cósmicos provocados por el ser humano ocurrió cuando el Impactor de
Deep Impact colisionó con la superficie del cometa el 4 de julio. Desde la distancia, la sonda principal, vía espectrómetro infrarrojo situado en su sistema HRI, pudo observar muchas cosas interesantes. Los telescopios más potentes colocados en órbita terrestre también diseccionaron el material emitido. Por desgracia, el cráter provocado por el impacto no pudo verse por el destello de la colisión y la nube de escombros posterior, pero se observaron cosas muy interesantes. Tempel 1 posee
unas dimensiones de 7.6 x 4.9 km., con una superficie bastante suave, varios cráteres de pequeño tamaño, y cierto terreno plano que parecía que había sufrido un corrimiento. Se vieron dos regiones similares a las observadas en el cometa Borrely, aunque con unos límites distintos. Gracias al impacto se obtuvo la conclusión que los procesos de impacto en este cometa son controlados por gravedad, consistiendo el cometa en un grupo de rocas unidas de manera gravitatoria. Esto dio un resultado de la densidad del Tempel 1 de 0.62 g/cm3, casi tan denso como Wild 2. Usando esos datos, también se llegó a la conclusión de que existía en su interior mucho espacio vacío. El impacto expulsó hasta 30 millones de kilogramos de material al espacio. Bajo el espectrómetro infrarrojo de
Deep Impact, el material era finísimo, más fino que un pelo humano, y detectó restos de arcillas, carbonatos (que solo se forman al contacto con agua líquida), sodio y silicatos cristalinos. Otros resultados mostraron la presencia de esmectita, sulfuros metálicos, carbono amorfo e hidrocarburos policíclicos aromáticos. Un informe final mostró la causa de que las superficies cometarias carezcan de capas de hielo: éstas están en el interior del cometa, cubiertas sobre capas de otros elementos, pero que a pesar de ello son calentados a causa de la luz solar, creando los conocidos chorros. Además, gracias al telescopio de infrarrojo
Spitzer, se calculó su albedo en 0.04. Entre
Deep Impact y el
Impactor, se pudo observar un 30% del núcleo, con una resolución menor de 10 metros, mientras que la región documentada por la nave de impacto, de unos dos kilómetros cuadrados, fue fotografiada con una mejor resolución, de apenas centímetros. Entre estos datos, y los entregados posteriormente por
Stardust, la información sobre los cometas parecía cuadrar, pero hacía falta comparar estos datos con otros objetos distintos a los observados, por lo que se necesitaban nuevas misiones.
Tras haber superado con mucho todas las expectativas científicas de la misión, la testaruda sonda Ulysses todavía seguía alerta y funcionando en el año 2007, cuando pudo encontrarse con un tercer cometa. C/2006 P1 (McNaught), un cometa de los considerados no periódicos, fue detectado el 7 de agosto del 2006 desde el observatorio de Siding Spring, Australia, y se comprobó que venía desde muy lejos. Completó su perihelio (a 0.17 unidades astronómicas del Sol, inclinación 77.8º) el 12 de enero del 2007, y se pudo comprobar que era el más brillante que había pasado por la Tierra en 40 años, aunque solo los habitantes del hemisferio sur pudieron disfrutarlo durante los dos primeros meses del 2007. El 3 de febrero, Ulysses cruzó su cola a mucha distancia del núcleo, y los instrumentos pudieron averiguar la composición de sus moléculas. Se pudo detectar una muy particular molécula de oxígeno especialmente cargada eléctricamente, resultado del contacto del viento solar con una cola iónica extremadamente potente. También detectó que la velocidad del viento solar se reducía a la mitad por efecto del contacto con la coma del cometa. Tiempo después, analizando los datos, se llegó a la conclusión de que el núcleo del McNaught era posiblemente el más grande detectado en un cometa. Simplemente para enmarcar.
El deseo de comparar los datos recogidos por
Deep Impact con otro cuerpo de igual tipo, llevó a sus administradores a solicitar una misión extendida. Tras su aprobación, se designó al cometa 85P/Boethin como objetivo, que lo visitaría a finales del 2008 tras realizar otras tareas. Sin embargo, la desaparición de este cometa provocó que su destino cometario cambiara. Esta vez, el asignado fue el 103P/Hartley 2, el objetivo secundario, por si el primero era inviable. Este cambio provocó una pequeña alteración en el desarrollo del programa, y hasta noviembre del 2010 no podríamos echarle un vistazo. Encontrado por Malcom Hartley desde el observatorio de Siding Spring, en Australia, el 15 de marzo de 1986, no llamaba la atención de manera particular. Posee una órbita bastante elíptica (1.05 x 5.87 unidades astronómicas, inclinación 13.6º), recorriéndola en 6.46 años. Se hicieron cálculos, afirmando que era un diminuto fragmento de 1.2 km., pero poco más se sabía. Tendría que ser
Deep Impact quien arrojara
luz sobre este cuerpo, y vaya si lo hizo. El 4 de noviembre del 2010, la sonda pasó a 694 km. del Hartley 2, obteniendo las mejores imágenes recogidas de un núcleo cometario. Tiene unas dimensiones de 2.2 x 0.4 km., y una violenta actividad. Pudo ver más de 15 chorros de material, y detectó trozos, más que partículas, del tamaño de pelotas de baloncesto abandonando la superficie. En ella detectó enormes bloques de rocas, alguno tan grande como un edificio de 16 plantas. El cometa parecía ser alimentado por dióxido de carbono helado (o hielo seco). Las imágenes fueron lo suficientemente claras para enlazar zonas específicas de la superficie con los chorros de gas. Además de los bloques, el resto de su superficie era plana y lisa, sin una geografía accidentada como otros anteriormente vistos. Una última sorpresa fue que, además de rotar sobre su eje, se balanceaba alrededor de otro. El veredicto era que Hartley 2 es un objeto inusual, que expulsa principalmente dióxido de carbono que se lleva consigo el poco hielo de agua que todavía posee. Un cometa sorprendente visto por una formidable sonda espacial.
Hacia el 2007, los expertos en cometas deseaban más que nunca ver una cosa: el cráter provocado por el I
mpactor en el Tempel 1. Un grupo de técnicos propuso a la NASA la construcción de una sonda que iría allí con ese propósito principal. Otro grupo abogó por realizar una aproximación distinta de esa tarea: enviar una sonda ya existente. Estos eran los relacionados con
Stardust. Ya que tenían una sonda sin hacer nada, y en un excelente estado de funcionamiento, sugirieron que su sonda podría ser enviada al encuentro del Tempel 1. Resultaba razonable, ya que una extensión de la misión de esta sonda saldría por cuatro duros, mal contados, mientras que la construcción de una sonda nueva resultaría excesivamente costosa. Así, se tomó la decisión de que Stardust acabaría sus días pasando muy cerca de este cometa. Así comenzó la misión NExT. Además de intentar ver el cráter generado, esta sonda estudiaría de manera distinta este cuerpo celeste de cómo lo hizo
Deep Impact, pasando además a mucha menor distancia, para obtener resultados de alta resolución. Entre lo deseado, se quería observar si la superficie cometaria había sufrido cambios tras dos perihelios consecutivos, además de analizar las partículas de la coma (composición, flujo y tamaño) y obtener medidas precisas sobre las masas del núcleo. Así fue, y el 14 de febrero del 2011,
Stardust se convirtió en la sonda que ha pasado más cerca
de un núcleo cometario. Logró arrimarse a 181 km. del Tempel 1, proporcionando una cobertura mucho más amplia de su superficie. Gracias a ella ahora podíamos observar un 70% de su superficie, viendo nuevos terrenos, y en cuanto a los ya vistos, se comprobó que se había alterado de manera perceptible. Se pudo comprobar que una de las zonas planas se había retraído. Otras se habían difuminado, y había marcas que evidenciaban otras alteraciones. Y si, pudo ver (o así) el cráter provocado, básicamente observando un pequeño anillo de material oscuro. Se calculó que poseía 150 metros de diámetro, y una pequeña elevación central. El resto de datos confirmaron en buena medida las informaciones recogidas por
Deep Impact, y de esta manera, Tempel 1 es calificado como el cometa mejor estudiado del sistema solar, y el primero que ha sido visitado en dos perihelios consecutivos. Magnífico.
La misión de la Agencia Europea del Espacio
Rosetta es la más compleja jamás enviada al estudio de un cometa. Cargada con 21 experimentos científicos entre el orbitador y su vehículo de aterrizaje, está diseñada para proporcionarnos el estudio más detallado de la vida de uno de estos cuerpos. Debería haber despegado en enero del 2003, pero tuvo que quedarse en Tierra por culpa de los problemas que tenía en aquel momento el potente lanzador
Ariane 5. A causa de esto, perdió su destino, el 46P/Wirtanen, y se tuvo que escoger nuevo objetivo y diseñar una nueva trayectoria. Finalmente, el escogido fue 67P/Churyumov-Gerasimenko, un objeto descubierto en 1969 por K. Churyumov (de la
Universidad de Kiev) y S. Gerasimenko (del Instituto de Astrofísica de Dushanbe, actual Tajikistán). Se estima que posee un núcleo de entre 4 y 5 km. de diámetro, y recorre una órbita de 1.24 x 5.71 unidades astronómicas, inclinada 7.1º. Debido al mayor tamaño del núcleo del 67P, se tuvo que reconstruir el tren de aterrizaje de
Philae, el complemento de superficie de
Rosetta, para que soporte el contacto con la superficie de este cometa. Al final, fue lanzada el 2 de marzo del 2004, y ha completado la inmensa mayoría del viaje, realizando una trayectoria EEMEGA (asistencias gravitatorias Tierra-Tierra-Marte-Tierra) y cumpliendo sus dos visitas programadas a asteroides (2867 Steins en septiembre del 2008 y 21 Lutetia en julio del 2010). Ahora se encuentra en hibernación, ahorrando energía y recursos, a la espera de que a principios del 2014 se despierte para preparar su llegada. Si al final lo consigue,
Rosetta se convertirá en el primer vehículo en orbitar un cometa, en enviar un pequeño aterrizador a la superficie del núcleo, y el primero en observar desde corta distancia su evolución a lo largo de su órbita por el sistema solar interior.
Rosetta cazará al 67P en mayo del 2014, cerca de la órbita joviana. A causa de esto, actualmente es la sonda que porta paneles solares que funciona a mayor distancia de Helios. Esto lo garantiza usando unos enormes paneles solares que le proporcionan una envergadura de 32 metros, y dispone de 64 m2 de superficie activa. Solo existen dos sondas con paneles solares comparables a los de
Rosetta: la misión asteroidal
Dawn se ha visto obligada a disponer 36 m2 en sus paneles solares debido a los requerimientos energéticos de su sistema de impulsión iónica, y la sonda joviana
Juno, para poder funcionar adecuadamente en torno al hermano mayor del sistema, ha equipado tres paneles solares que proporcionan 60 m2 para la recolección de la radiación solar. Cuando
Rosetta alcance la órbita de su objetivo, lo estudiará hasta después del perihelio, proporcionando una visión más clara de cómo cambia a medida que se acerca a Helios. Por ello, tanto desde su órbita como desde la superficie, los datos que nos proporcione esta misión serán cruciales para el conocimiento de los cometas.
Además de los mencionados, otros artefactos espaciales han proporcionado cosas interesantes sobre los cometas. El primer observatorio orbital en infrarrojo,
IRAS, estuvo durante 10 meses haciendo un reconocimiento del cielo en esta longitud de onda, y eso le permitió descubrir muchas cosas. Entre ellas, en el sistema solar fue capaz de localizar seis cometas, y una gran nube de material asociada al cometa Tempel 2. Otros satélites situados en órbita terrestre también han ampliado nuestros conocimientos sobre el tema. Generalmente, las misiones solares estudian al Sol usando una serie de instrumentos especiales. Uno de estos vehículos fue
Solar Maximum Mission, centrado en estudiar los fenómenos físicos que suceden en el disco del Sol. Utilizando un sistema especial llamado coronógrafo (un aparato que consiste en una especie de máscara que es capaz de bloquear la luz solar, permitiendo el estudio de la casi invisible corona) se puede observar el espacio que rodea a Helios sin interferencias, y usando este sistema,
Solar Maximum Mission fue capaz de observar un nuevo tipo de cometas, que recibieron el nombre de Sungrazers. Estos miembros son conocidos por pasar extremadamente cerca del Sol. Algunos sobreviven para volver, mientras que otros han sido vistos de manera que se lanzaban “de cabeza” hacia nuestra estrella, provocando su desintegración. A partir de esto, se pudo abrir el proyecto
Sungrazer, con el que se buscaba encontrar más objetos de ese tipo. El lanzamiento de
SOHO en diciembre de 1995 ha permitido llevar a la práctica el Sungrazer. Cuando se situó en su órbita alrededor del punto L1 a principios de 1996, empezó a trabajar, y el coronógrafo LASCO, utilizando sus tres
canales, ha descubierto prácticamente la mitad de todos los cometas conocidos. Hacia la mitad del año 2011, usando este instrumento, ha localizado 2.500 cometas, que muchos han acabado “suicidándose” contra la superficie solar. No son los únicos que han visto como interactúan los cometas con el Sol. El 20 de abril del 2007, la sonda
STEREO-Ahead estaba observando al Sol cuando apareció el cometa 2P/Encke por allí, y en ese preciso momento, una eyección de masa coronal (CME)
alcanzó al cometa, separando su cola iónica del núcleo del cometa. Posteriormente se vio como el propio cometa volvía a generar su cola. Eso fue una gran muestra del efecto de los fenómenos solares sobre unos cuerpos tan frágiles. Otros observatorios más modernos han proporcionado estudios cometarios. La petición de la gente de la misión
Deep Impact de usar los observatorios espaciales permitió usar telescopios de luz visible (
Hubble), de infrarrojo (
Spitzer), de rayos X (
Chandra, XMM-
Newton), de ultravioleta (
GALEX) y multilongitud de onda (
Swift) para que no se escapara ningún detalle. Además de este uso,
Spitzer también ha observado varios cometas desde la distancia, entre ellos el segundo destino de la desdichada
CONTOUR, el
73P/Schwassmann-Wachmann 3, en el perihelio que debería haber recibido visita. El más potente
Herschel echó una mano a
Deep Impact en el año 2010 cuando éste estudió al
103P/Hartley 2, detectando su hiperactividad.
WISE, el heredero de
IRAS, a lo largo de sus 13 meses de operación, consiguió descubrir además más de
20 cometas nuevos. El satélite de rayos X
ROSAT demostró que los cometas también emitían esta energía, permitiendo los posteriores estudios del Tempel 1. Futuros telescopios y sondas solares (como el observatorio
James Webb o la sustituta de
SOHO,
Solar Orbiter) posiblemente incrementen nuestra perspectiva sobre ellos.
Son tiempos perversos para la exploración espacial. Más allá de Rosetta, no existen misiones aprobadas con destino a los cometas. El programa Discovery, entre las tres propuestas para lanzar en el 2016, tenía una con destino a uno de estos cuerpos (el 46P/Wirtanen), pero la elección de un nuevo aterrizador marciano ha provocado su descarte. En cuanto a otras agencias, la verdad es que no se sabe si podrían intentar alguna. Desde aquí, estaremos expectantes.