Hemos de admitir que, a causa de nuestra impaciencia y excitación por empezar cuanto antes la sección de las Gigantes de la Exploración Espacial, nos saltamos los pasos previos que llevaron a que éstos alcancen tal clasificación. Por lo tanto, es justo que ahora tengamos que hablar de las que abrieron camino, con mayor o menor dificultad, para extender la exploración espacial a la mayoría de los rincones de nuestra pequeña pero enorme parcela galáctica.
Era la mitad del Siglo XX, y en aquella época, dos superpotencias, la URSS y EE.UU., estaban enfrascadas en una “lucha” por conseguir el lugar principal en todos los aspectos de la vida. De manera que ambos países extendieron sus áreas de influencias a gran parte del mundo. Pronto se dieron cuenta que no era espacio suficiente. Aquel ya mítico 4 de octubre de 1957, la URSS se adelantó a EE.UU., consiguiendo colocar en torno a la Tierra aquel artefacto diminuto llamado Sputnik (compañero) 1. La competencia no tenía los brazos cruzados, y a finales de enero de 1958 empataron con Explorer 1, el
primer vehículo que recogió datos científicos del entorno espacial (detectó el cinturón de Van Allen). Pero todavía no era suficiente espacio. Con estos pequeños artefactos se abrían las posibilidades de extender su área de influencia (y sus éxitos) al resto del sistema solar. Y naturalmente, el primer objetivo distinto de la Tierra no pudo ser otro que su compañera, la Luna. Es el cuerpo celeste más cercano, por lo que las naves que se mandarían hacia allí no serían más que el banco de pruebas para poder construir objetos mayores. De esta manera, ambas potencias (posiblemente conociendo los planes del rival) comenzaron a diseñar las primeras sondas que abandonarían la órbita terrestre en busca de otros objetivos. Naturalmente, el que primero consiguiera información desde cerca de Selene se podría proclamar vencedor, aunque el objetivo principal era (sin admitirlo abiertamente) poder situar a un ser humano en la superficie lunar, y tal suceso sería de tal magnitud que la nación perdedora caería postrada ante el vencedor.
primer vehículo que recogió datos científicos del entorno espacial (detectó el cinturón de Van Allen). Pero todavía no era suficiente espacio. Con estos pequeños artefactos se abrían las posibilidades de extender su área de influencia (y sus éxitos) al resto del sistema solar. Y naturalmente, el primer objetivo distinto de la Tierra no pudo ser otro que su compañera, la Luna. Es el cuerpo celeste más cercano, por lo que las naves que se mandarían hacia allí no serían más que el banco de pruebas para poder construir objetos mayores. De esta manera, ambas potencias (posiblemente conociendo los planes del rival) comenzaron a diseñar las primeras sondas que abandonarían la órbita terrestre en busca de otros objetivos. Naturalmente, el que primero consiguiera información desde cerca de Selene se podría proclamar vencedor, aunque el objetivo principal era (sin admitirlo abiertamente) poder situar a un ser humano en la superficie lunar, y tal suceso sería de tal magnitud que la nación perdedora caería postrada ante el vencedor.
EE.UU., por vía de NACA (el antecesor de la actual NASA) desarrolló unas pequeñas naves llamadas Pioneer, con el objetivo de alcanzar por primera vez la velocidad de escape para probar que era posible. Con objetivos similares, la URSS inició el programa Lunik o Luna, para iniciar la exploración de Selene usando toda clase de vehículos. Los primeros intentos, principalmente a causa de lo “rupestre” de la tecnología, no tuvieron éxito. Antes de 1959, se habían lanzado (o casi) tres Pioneer, de las cuales dos se perdieron durante el lanzamiento y la tercera pasó de largo muy lejos de la Luna. Los soviéticos tampoco tuvieron demasiado éxito en los primeros lanzamientos. Todo cambió cuando 1959 apenas había coleccionado un par de días.
La serie de sondas E-1 eran pequeñas esferas con un diseño fuertemente influenciado por el primer Sputnik. Construidas por la oficina de diseño del mítico Sergei Korolev, eran objetos circulares, que contenían en su interior el equipamiento necesario para funcionar, y en el exterior seis pequeñas antenas para transmitir sus señales de radio hacia las estaciones de seguimiento en territorio soviético. Estaba dotada con transmisores de radio y de seguimiento, sistema de telemetría, una batería de alta capacidad, y el equipo científico: un magnetómetro, contador Geiger, contador de partículas y detector de micrometeoritos. Carecía de combustible, por lo que el lanzador debía proporcional el impulso necesario y la capacidad de situarlo en la trayectoria prevista. Esta esfera de 361 kg. fue situada en la punta de un cohete R7 modificado, y lanzada el 2 de enero de 1959. Se considera a Luna 1, como se le nombró posteriormente, la primera nave cósmica, al ser la primera que alcanzó la velocidad de escape necesaria para dirigirse a Selene. El objetivo era obtener información sobre el entorno espacial entre la Tierra y la Luna antes de acabar estrellada contra la superficie de nuestro satélite. Esto provocaría además, que la URSS sería la primera en contactar con la superficie de otro mundo, por lo que en el interior de Luna 1 había dos pequeñas banderolas de metal con el escudo de armas de la URSS y una leyenda que decía más o menos la fecha de llegada a la superficie y el nombre de la nación que la había mandado. Toda esta exaltación patriótica, típica de aquellos días, se convirtió en frustración. Un fallo en el sistema de control del cohete situado en tierra provocó que el encendido de la última etapa del lanzador durara menos tiempo de lo debido. Esto dio como resultado que Luna 1 fallara la Luna. Aún así, proporcionó datos muy importantes, las primeras de su tipo en la historia.
El día después del lanzamiento, con la sonda unida a la última fase del R7, hizo un pequeño experimento: vaciar un tanque de gas de sodio, que provocó que se le considerara un cometa artificial. El suceso fue seguido al detalle, y con ello se obtuvieron detalles del comportamiento de un gas en el espacio. En su camino hacia Selene, los detectores de la sonda hicieron dos descubrimientos clave: primero, detectó partículas energéticas en torno a la Tierra a mayor altitud que las encontradas por Explorer 1 un año antes. Eso indicaba la existencia de un segundo, y más grande, cinturón de Van Allen en torno a nosotros. El segundo hallazgo fue la primera detección directa de un flujo de partículas energéticas ionizadas, o plasma, proveniente directamente del Sol. Básicamente, Luna 1 descubrió el viento solar, uno de los parámetros básicos sobre el cual estudiar los fenómenos de nuestra estrella. 34 horas después del lanzamiento, la sonda pasó a 5.995 km. de la superficie lunar el 4 de enero, donde no detectó nada interesante. Tras pasar por Selene, Luna 1 se transformó en un “planeta artificial”, es decir, que adquirió una órbita heliocéntrica (0.98 x 1.31 unidades astronómicas, inclinación sobre la eclíptica 0.01) y nombrado años después Mechta (sueño). Y allí sigue, revoloteando por encima de nuestras cabezas.
Tras este éxito parcial, la URSS se embarcó en la mejora del diseño. La serie E-1A era en esencia un modelo idéntico, aunque con elementos mejorados de los sistemas que cargaba la serie anterior. El equipo científico era idéntico (algo más sensible) y cargaba también los emblemas de la Unión Soviética junto con la fecha de su llegada a la Luna, declarando una masa algo superior, de 390.2 kg. Después de fracasar con un par de lanzamientos, el 12 de septiembre de 1959 se puso en camino la llamada posteriormente Luna 2. La misión era prácticamente idéntica, es decir, explorar el espacio en torno al sistema Tierra-Luna antes de contactar rudamente con la superficie de Selene. En esencia, Luna 2 proporcionó la misma información que su antecesora, detectando importantes variaciones en el cinturón de Van Allen externo, y añadió a sus registros la detección de cierto magnetismo proveniente de la Luna. Así, tras 33.5 horas de operación, la sonda colisionó con Selene aproximadamente con las coordenadas lunares 29º 06’ N, 0º 00’ W, al este del Mare Serenitatis, en la confluencia de los cráteres Aristides, Archimedes y Autolycus.
Es justo decir que estas primeras Luna abrieron el camino hacia la exploración espacial en general, y la selenita en particular. Poco después del éxito de Luna 2, la número 3 triunfó con claridad, al conseguir las primeras secuencias de una región muy desconocida de la Luna: su cara oculta. Lo mejor, por supuesto, llegó después.
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