Es hora de volver. Son tres de
los astros más interesantes y variados de nuestro sistema solar, y hace mucho
tiempo que no les vemos en primer plano. Teniendo en cuenta que para la próxima
década tendrán dos, y posiblemente tres, misiones que los indaguen, necesitamos
un puente entre lo antiguo y lo más moderno. Y si el puente ya está allí, habrá
que aprovecharlo.
Hace mucho tiempo que no tenemos
un vistazo, íntimo y personal, con los satélites galileanos. Desde el último
encuentro de Galileo con Io en enero
del 2002, no hemos pasado cerca de ellos, y sólo el vistazo lejano de New Horizons a finales de febrero del
2007 nos permitió contemplar que las cosas no habían cambiado, mucho. Ahora,
con las misiones JUICE y Europa Clipper en plena preparación, y
con la probable selección de IVO, se
necesitará un nuevo contexto para cuando lleguen. ¿Por qué es importante? Hay que
tener en cuenta que los instrumentos de Galileo
eran de última tecnología, en los años 1980, pero cuando se lanzó, ya eran casi
obsoletos. Con los avances que se han dado, esos datos difícilmente resistirían
el paso del tiempo, por lo que necesitamos datos nuevos que ayuden a
complementar lo que ya tenemos, y que sirvan de contexto para el futuro. Aquí entra
en escena la Bella Dama del Espacio, la misión Juno.
La segunda misión New Frontiers,
en órbita joviana desde el 2016, se diseñó para el estudio de Júpiter en
exclusiva, desde lo más interno hasta lo más externo, es decir, desde su núcleo
hasta el entorno magnético que le rodea. A tal efecto, la sonda orbita en una
larga trayectoria polar sobre el planeta, algo que sólo
Cassini ha emulado, en Saturno. Respecto al plan original, al poco
de la inserción orbital, un problema a bordo evitó que la sonda redujera el
tamaño y tiempo de su órbita. Una anomalía en una de las válvulas del motor
principal evitó que
Juno cambiara de
la órbita inicial de 53.5 días a otra de 14. Se asumió, con esto, una misión
principal más larga, obteniendo los mismos resultados pero tardando más en
conseguirlos, y sin duda, ha entregado algunas
cosas realmente sorprendentes
sobre Júpiter, las suficientes como para empezar a reescribir los libros de
texto. Con el fin de la tarea primaria a finales del año pasado, la NASA
decidió aprobar el plan de una fase extendida en la que, si bien el planeta
sigue siendo el principal foco, otros objetivos se suman a su cuenta: los
anillos y, sobre todo, los satélites galileanos.
¿Qué ha hecho posible que ahora Juno pueda verlos de cerca? Su órbita. Es
cierto que sigue en una trayectoria polar, pero a medida que ha ido orbitando
el planeta, su órbita ha migrado. Cuando entró en órbita, la trayectoria
seguía, más o menos, la línea del terminador joviano. Con los años, el apogeo
de su trayectoria ha ido moviéndose hacia el lado en sombra, mientras que los
perigeos han acontecido por toda la cara iluminada. Si bien esta migración en
horizontal es importante, mucho más lo es una migración en vertical. Juno empezó a orbitar al Hermano Mayor del
Sistema con un perigeo situado aproximadamente en el ecuador planetario, pero
con el tiempo, ha ido migrando hacia el norte. Es por esto que, si juntamos su
larga trayectoria alrededor del planeta, y una órbita cuyo perigeo está situado
cada vez más al norte, esto hará posible que no sólo cruce las órbitas de los
galileanos, sino que también se encuentre con ellos.
Es cierto que su misión primaria
ha estado focalizada en Júpiter, pero esto no ha evitado breves, y muy lejanos,
vistazos a los grandes satélites, y algunos de estos vistazos han entregado
alguna novedad sobre alguno de ellos, como la detección de un nuevo punto
caliente en Io, o descubrir hielo amorfo en el polo norte de Ganímedes. ¿Qué
qué es el hielo amorfo? En palabras simples, es hielo afectado por el bombardeo
de la radiación, que altera su estructura cristalina. Y eso, desde cientos de
miles de km. de distancia de ellos. Pero ahora será posible no solo obtener
todo esto, y más, sino que lo será desde más cerca, mucho más cerca.
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Nuevo punto caliente en el polo norte de Io, 16 de diciembre del 2017, 470.000 km.
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En este punto, debemos recordar
que instrumentación carga Juno. Cuenta
con la cámara de divulgación científica JunoCam, el sistema infrarrojo JIRAM,
el espectrógrafo ultravioleta UVS, el radiómetro de microondas, el sistema de
magnetometría con sus compases estelares avanzados, los instrumentos de
partículas JADE y JEDI, el sistema de ondas de radio y plasma The Waves y la
investigación radiocientífica GS. Si bien todo esta carga útil fue diseñada
para el estudio joviano, puede entregarnos muchas cosas y muy interesantes
sobre los satélites galileanos. Por ejemplo, JunoCam, aunque no es, ni por
asomo, una cámara de alta resolución (recordemos, una resolución de 3 km. desde
4000 km. de distancia) el tiempo ha demostrado que es un sistema magnífico,
entregando imágenes increíblemente nítidas del planeta con las que la gente
puede juguetear y compartirlas. El haberse quedado en su órbita inicial ha beneficiado
a esta cámara, porque ha permitido no verse sometida a brutales dosis de
radiación en cadencias de tiempo menores. Por supuesto, no esperéis imágenes de
gran detalle de las superficies de los satélites, pero sí estupendas vistas
globales, tanto en color real, como en infrarrojo, gracias a sus cuatro
filtros. Pero, la verdad, de todos, el que más nos parece una incógnita es el
radiómetro de microondas. ¿Qué podría aportar? Nuestra experiencia con estos
sistemas es terrestre. Casi todos los lanzados en los últimos años son para un
uso secundario. Instalados en los satélites oceanográficos que vigilan la
topografía oceánica, su tarea es medir la cantidad de vapor de agua atmosférica
que puede interferir con los haces de radar que usan los sistemas principales. También
hemos de recordar el sensor del satélite SMOS,
diseñado para registrar la humedad del suelo y la salinidad de los océanos. Antes
de Juno, sólo Mariner 2, que sepamos, portó un radiómetro de microondas, y fue
para tomarle la temperatura a Venus. ¿Qué podría hacer el de Juno, un sistema con cinco canales? No lo
sabemos, ni siquiera si podría usarlo, pero teniendo en cuenta que los cuerpos
celestes emiten radiación de microondas de forma natural, es posible que
entregue algún que otro dato de utilidad. Y por último, recordar que la Bella
Dama del Espacio está estabilizada por rotación, por lo que los sistemas
visuales están adaptados para trabajar en esta plataforma.
Es cierto que los satélites
galileanos son cuatro, sin embargo, Juno
solo se acercará a tres de ellos, y el primero en recibir visita será el mayor
de ellos, y el más grande de todos los satélites del sistema solar.
Durante la misión extendida,
Juno practicará dos acercamientos a
Ganímedes, el primero de ellos aconteciendo el próximo día 7 de junio. Aunque no
sabemos a qué distancias se aproximará, sí sabemos que será muy cerca. Además,
a diferencia de los acercamientos de
Galileo,
casi ecuatoriales, se practicarán en dirección ascendente, observando el
satélite de tal modo que acabará pasando por las proximidades de su polo norte.
Además de conseguir imágenes que ayuden a completar su cartografía,
especialmente en el área polar norte, dos pueden ser los enfoques los
sobrevuelos. El primero es acerca de lo ya hablado antes, el hielo amorfo. Los datos
lejanos mostraron su existencia, pero ahora, al acercarse más, con JIRAM, podrá
calcular su extensión. La otra área de enfoque será, sin duda, su campo
magnético. Con un sistema infinitamente mejor que todos los anteriores, no sólo
nos entregará información sobre su estructura, también su interacción con el
campo magnético joviano, y la formación de auroras. Claro, con la investigación
magnética también será capaz de sondear el posible océano bajo el hielo, los
experimentos de partículas y campos registrarán lo que acontece en los
alrededores del satélite, mientras que la cámara permitirá buscar señales
nuevas en superficie sobre la actividad tectónica o nuevos cráteres de impacto,
si los hay. Como decimos, no serán más que dos, pero sin duda serán muy
interesantes, el aperitivo de
JUICE.
Su siguiente destino es,
obviamente,
Europa. Ya muy conocido por todos como uno de los lugares (junto
con Encélado y Titán de Saturno) en los que buscar vida,
Juno lo sobrevolará tres veces, también en una trayectoria
ascendente, con su máxima aproximación en las proximidades del polo norte. Es mucho
lo que podría enseñarnos, pero lo que más se busca es lo mismo que vio
Cassini en Encélado: chorros de materia
expulsados al espacio. Solo han sido detectados por el telescopio
Hubble desde la distancia, y a pesar de
rebuscar en los datos de
Galileo y
Cassini, no se ha visto nada. Se espera
que el UVS de
Juno sí pueda verlos. Mientras,
JunoCam tratará de conseguir imágenes no solo nuevas, como del polo norte, sino
también de zonas conocidas, en busca de nuevas fisuras en la gruesa capa de
hielo, tarea en la que ayudará JIRAM al buscar anomalías térmicas. Por supuesto,
el magnetómetro también se dedicará, como en Ganímedes, en la obtención de más
señales que confirmen el océano bajo el hielo. También relacionado con la luna,
pero en los alrededores de la órbita, está el torus de Europa, formado por
partículas expulsadas por el satélite y cargados por el potentísimo campo
magnético joviano. Con JEDI y JADE se estudiará qué partículas hay ahí, cómo
interactúan con el campo magnético, etc. De este modo dejará el camino listo
para
Europa Clipper.
Y la función no puede acabar si
no se visita
Io, la volcánica luna joviana. Como uno de los lugares más
dinámicos del sistema solar, en el que cada vez que parpadeas, algo te pierdes,
será muy interesante ver qué ha ocurrido desde los últimos vistazos cercanos,
los de
New Horizons. Se sabe que ha
habido más erupciones, observadas por telescopios basados en Tierra, y sólo
cabe imaginarse qué ha ocurrido en su superficie como consecuencia de ellas.
Juno practicará nada menos que 11
sobrevuelos a Io, y prácticamente todos los instrumentos entregarán información
de suma importancia. Así, JunoCam nos mostrará los cambios generados por las
erupciones, JIRAM y los compases estelares avanzados registrarán los puntos
calientes que delatan a los volcanes en activo, UVS estudiará su exosfera y
observará el material
expulsado por las erupciones, el magnetómetro sondeará en
su océano de lava bajo la litosfera, mientras que entre JADE, JEDI y The Waves
estudiarán el torus de Io y sus partículas, lanzadas por las erupciones,
cargadas por la magnetosfera joviana. Y claro, al sobrevolarlo también en una
trayectoria ascendente, nos permitirá ver con nitidez por primera vez su polo
norte. Vamos, que tendrá trabajo de sobra.
Estos sobrevuelos no sólo son en
beneficio de la ciencia, también para modificar la órbita de Juno. Así, después del primer
acercamiento a Ganímedes, su trayectoria se reducirá, pasando de 53.5 días a
43. Cuando empiece a sobrevolar Europa (el primer acercamiento es el 29 de
septiembre del 2022) la órbita se reducirá a los 38 días, y para cuando realice
los dos primeros a Io (30 de diciembre del 2023 y 3 de febrero del 2024) se habrá
reducido hasta los 33 días. Y todo, para acabar la misión en septiembre del
2025 (o para cuando acabe el combustible, lo que ocurra antes). Una misión no
preparada para esto, pero que nos entregará cosas muy valiosas.
Sí, Juno será el puente entre el conocimiento antiguo y el que las
misiones futuras (dos, tal vez tres) nos entreguen. Nosotros ya estamos
sentados y a la espera. ¿Y vosotros?
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