Si ya tenemos en órbita satélites como Jason-3 o Sentinel-6A, ¿qué
sentido tiene lanzar uno más para la tarea? Fácil: para ir más allá. Ahora veremos
cómo.
Es cierto, y estos no son los únicos que estudian los océanos, sus
corrientes, su aumento pequeño pero medible… Los dos Sentinel-3, o la misión SARAL-AltiKa,
por no mencionar CryoSat-2 en su
tiempo libre, añaden datos a esta inmensa base de datos de topografía oceánica
que arrancó con TOPEX-Poseidon hace
tanto tiempo. Pero, aunque los océanos suponen un porcentaje altísimo en lo que
se refiere al contenido de agua de la Tierra, en superficie se ven otras masas
que contienen el líquido elemento: ríos, lagos, embalses. Y, en cierto sentido,
estas son aún más importantes para la vida en nuestro planeta.
Las diversas civilizaciones se han asentado siempre, o casi, a orillas
del agua. Ríos como el
Nilo, el Tigris y el Éufrates, el
Yangtzé, el Amazonas,
el Mississippi, el
Danubio… O
lagos, como los
Grandes lagos de Norteamérica, el
lago
Victoria de África, el Mar
Caspio de Asia… Por no olvidarnos de los
embalses, viejos y modernos, obra del ser humano. Todos están sujetos a
variaciones en sus niveles, por sequías, irrigaciones, deshielo estacional,
evaporación, y otros sucesos y fenómenos. Claro, podéis pensar que su medición
y control es fácil: basta con ir allí y ver cómo andan. Pero en ríos como el
propio Amazonas, el Rhin, el Congo, el río Amarillo, son sencillamente
demasiado largos como para asumir que una medición en un punto vale para todo
un río. Misma analogía se pueden hacer a los lagos, como el Garda, el Poyang, el
Tanganika, o a embalses repartidos por todo el mundo. Y, por supuesto, hay
lugares a los que acceder a pie, o en vehículo, ya sea por tierra, ya por mar,
puede ser imposible, por imponderables ya sean políticos, ya sean geográficos. Así
que, para tener una perspectiva global, qué mejor que un satélite que estudie
toda, o casi, el agua de la Tierra, salada y dulce.
Para desarrollar una misión de estas características, ha sido
necesaria una importante cooperación entre agencias espaciales como la
americana NASA, la francesa CNES, la canadiense CSA/ASC y la del Reino Unido. Su
método es bien conocido, ya que la idea es usar altímetros de radar, que se ha
demostrado como la mejor forma de practicar estos estudios. El problema radica
en los sistemas actuales, que resultan muy útiles apuntando a los océanos, pero
carecen de resolución cuando se trata de indagar las masas hídricas tierra
adentro. Por ello, ha sido necesaria la creación de una nueva forma de
altimetría por radar para poder conseguir estos nuevos parámetros con una
resolución más que adecuada.
La misión se llama
SWOT (Agua
Superficial y Topografía Oceánica) y va mucho más allá de sus primos
Jason. Es un satélite más pesado, con
más instrumentación, y vuelve a la tarea científica, en vez de los antecesores,
ya centrados en tareas operacionales. Su resolución será superior, siendo capaz
de distinguir formaciones diez veces más pequeñas que antes. Sin duda, cambiará
cómo vemos el agua terrestre de un modo inaudito.
Una vez en el espacio,
SWOT
tendrá unas medidas de cinco metros de alto por 14.9 de envergadura con sus
paneles solares desplegados.
CNES es la responsable de su bus, similar a la
plataforma PROTEUS usada en los
Jason,
incorporando todo lo básico para funcionar, como un ordenador que posee una
memoria de estado sólido de 2.3 TB. Para descargar semejante volumen de datos
cuenta con el habitual sistema dual: banda-S para la información básica de
estado (cuatro veces al día) y banda-X (transmitiendo a 620 Mbps, veintiún veces
al día) para la descarga de datos a alta velocidad. Para su electricidad confía
en sus paneles solares los cuales, cuando se combinan, ofrecen una superficie
activa de
treinta y un metros cuadrados, siguiendo al Sol constantemente,
generando de sobra para los sistemas de a bordo y cargar su batería de
ión-litio. Estabilizado en sus tres ejes de forma estable y precisa para su
orientación, cuenta con unidades de referencia inercial, sensores solares, dos
escáneres estelares, ruedas de reacción y electroimanes conectados a un
magnetómetro. El paquete completo, vamos. Por supuesto, usa propulsión, con
cuatro pequeños motores alimentados por un tanque de ciento treinta litros de
capacidad. Y el control termal cuenta con los elementos de costumbre:
radiadores, mantas termales y calentadores eléctricos. Un sistema diseñado para
ser especialmente severo en lo que se refiere a mantener la temperatura de
manera rigurosa, porque el instrumento principal es capaz de generar hasta un
kilovatio de calor, de ahí que cuente con su propio radiador exclusivo. El instrumento
principal se llama KaRIn, Interferómetro Radar de banda-Ka. Diseñado por el
JPL, y con importantes contribuciones de las otras agencias, en un sistema que
confía en dos antenas que, una vez en el espacio, se desplegarán mediante un
mástil proporcionando una
separación entre elementos de diez metros. Esto significa
dos antenas, dos campos de visión, que tras el procesado se complementarán para
proporcionar una alta resolución. Cada antena podrá ver franjas de la Tierra de
hasta cincuenta kilómetros de ancho. Usará dos modos operativos: para estudios
oceánicos empleará el de baja resolución, que con todo será superior a la de
sus antecesores, mientras que el de alta resolución se usará sobre superficie
sólida, en busca de las masas de agua que encierran. Sí, KaRIn posee una escasa
cobertura, y sus campos de visión prácticamente ni se solapan. Por ello, cuenta
con un altímetro radar convencional, el Poseidon-3C, un ejemplar idéntico al de
Jason-3, en el sentido que registra
dos bandas de forma continua (Banda-Ku y banda-C) sobre una gran extensión de
terreno, u océano. En determinados casos, podrá calibrar a KaRIn. Y si tiene un
altímetro radar Poseidon, posee un radiómetro de microondas, AMR, proporcionado
por el JPL, que es virtualmente idéntico al de
Jason-3, también, con la misión de indagar en contenido de vapor de
agua atmosférico para corregir así los datos del radar. Por supuesto, como
satélite de altimetría por radar, necesita conocer de forma precisa su posición
y altitud, por lo que cuenta con el paquete de determinación de órbita precisa
formado por el sistema
DORIS (Orbitografía Doppler y Radio posicionamiento
Integrado por Satélite, herencia de
Sentinel-3),
un receptor de GNSS y un retroreflector láser. Con su tanque de combustible
hasta arriba, dará un peso en báscula de dos mil doscientos kilogramos. No es
un peso pluma.
Será el tercer satélite oceanográfico en ser lanzado por un Falcon 9, desde la base californiana de
Vandenberg. El 15 de diciembre es la fecha de despegue y, para cuando el
lanzador haya terminado su trabajo, SWOT estará
próximo a su órbita de trabajo, a 890 km. de altitud, inclinada 78 grados con
respecto al ecuador, sin sincronía con el Sol. Cumpliendo catorce órbitas al
día, tardará veintiún días en cubrir toda la Tierra.
A lo largo de su misión de tres años, una vez verificado su
funcionamiento en órbita, tendrá los siguientes objetivos: Proporcionar un
inventario global de recursos hídricos; Entender dónde está el agua, de dónde
viene y a dónde va; observar en gran detalle la topografía oceánica; mejorar
nuestra comprensión del papel de los océanos en el cambio climático; y medir
las condiciones oceánicas cerca de las costas. En los océanos, SWOT podrá ver detalles sin precedentes,
de tamaños de hasta cien kilómetros de diámetro, permitiendo así distinguir
componentes de la circulación oceánica como remolinos o corrientes. También merced
a esa resolución podrá captar detalles nunca antes vistos en las zonas
costeras. Investigar corrientes o remolinos ayudará a entender el transporte
del exceso de calor atrapado, a dónde va, y esas cosas, mientras que los
estudios costeros hará que
se puedan ver mejor los efectos del aumento del
nivel del mar en la aparición de inundaciones o en la generación de tormentas repentinas.
Pero SWOT no es sólo una misión
oceanográfica, sino hidrológica, porque podrá registrar lagos y embalses
mayores de 62.500 metros cúbicos y cursos fluviales de cien metros de ancho o
más. Con estos datos sobre el 95% de la superficie terrestre, se podrá hacer
una estimación de la cantidad de agua almacenada, cambios en el volumen
almacenado, interpretar la evaporación a la hora de alimentar tormentas. Su campo
de aplicación es mucho más amplio que el de los Jason y el actual Sentinel-6A,
porque no se remitirá a los océanos, sino también al interior de la Tierra, a
preocupaciones como el agua potable para las ciudades, riesgos de inundaciones,
etc. Como podéis ver, muy importante.
SWOT es una misión que ha
tardado en gestarse, pero que, visto lo visto, sin duda merece, y mucho, la
pena su presencia en órbita. A por ello.
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