Phoenix, un tributo

lunes, 30 de noviembre de 2009

Épocas y épicas

Si uno se fija en las misiones de las sondas espaciales, solo se habla de sus magníficos resultados, sus impresionantes fotos (las que puedan hacerlas)... Vamos, de sus misiones en sus lugares de destino. Pero tan importante o más incluso es el viaje hacia sus destinos, ya que en muchos casos las misiones se han truncado cuando navegaban por el espacio a la espera de entrar en órbita o aterrizar, según sea el caso. En la época actual ya son pocos los casos de que una sonda se haya perdido en el camino, gracias sobre todo a los nuevos métodos y las tecnologías que cada vez se van instalando en los vehículos. Aunque en algunos casos ni la tecnología punta salva a un artefacto de los rigores espaciales.

Sin embargo, en los primeros tiempos posteriores al lanzamiento del Sputnik 1, con la rudimentaria técnica de los años 1960 era prácticamente milagroso que las primitivas sondas sobrevivieran a tan largas misiones. También dependían de sus lanzadores, cohetes que no eran más que versiones de misiles de largo alcance a los que se les quitaba la cabeza nuclear que llevaban como carga de combate para dejar sitio a las sondas a lanzar. En muchos casos estos cohetes ni siquiera llegaban a traspasar la atmósfera por lo que esas sondas que llevaban se perdían. No son los casos de los que vamos a hablar, porque habría poco que contar.

Cuando comenzó la carrera espacial entre la URSS y los Estados Unidos, en ambos lados había dos formas de entender la fabricación de las sondas espaciales. Mientras los técnicos soviéticos elaboraban auténticos mastodontes de varias toneladas de peso, los fabricantes americanos montaban auténticos mecanos de cientos de miles de piezas, gracias a las técnicas de miniaturización que se empezaron a conocer por aquellos días. Aún con esas técnicas dispares, incluso los artefactos más simples podían fallar. Como ejemplo, años antes del desembarco tripulado en la Luna, la NASA ensayó con sondas de impacto para que en los últimos momentos de la misión las cámaras de televisión que portaban tomaran imágenes a una altura muy baja, para caracterizar los terrenos lunares. Pues bien la serie Ranger, fabricada para tal fin, se puede calificar de un fracaso relativo. Para una misión tan aparentemente sencilla como es estrellarse en la Luna, solo las tres últimas, las Ranger 7, 8 y 9 realizaron la misión exitosamente. El resto, a causa de fallos técnicos, fracasaron. Pero una cosa es el ámbito cercano de la Luna, otra muy diferente el ir más allá del sistema Tierra-Luna.

Como en muchas de sus ocasiones a lo largo de su historia, la URSS quiso llevarse la primicia de ser la primera potencia en colocar una sonda hacia otro planeta. El destino: Marte. Para ello prepararon dos sondas gemelas, las Marsnik 1 y 2. Ambas misiones fracasaron, razón por la cual nunca se supo de ellas. Solo gracias a informes de espionaje se supo que existían. Esto ocurrió en 1960. Dos años después el próximo objetivo se marcó en Venus, el planeta hermano a nosotros. Para el estudio de este planeta la URSS estrenó la serie Venera, con las números uno y dos, y la NASA inauguró el programa Mariner, también con los números uno y dos. De cada oleada, solo las número dos alcanzaron su destino, y la primera en hacerlo fue Mariner 2. Lanzada el 27 de agosto de 1962, era una sonda idéntica en diseño a las Ranger, pero equipada con distintos instrumentos, los indispensables para empezar a conocer a Venus. Cuando fue lanzada, muchos de los que la habían fabricado, e incluso parte del equipo científico que la controlaba, no tenía muchas esperanzas de que llegara a Venus en funcionamiento, a causa de que la señal de radio que Mariner 2 bajara a niveles casi imperceptibles por las antenas de espacio profundo. Pero esto no fue lo único que le ocurrió durante el trayecto. A la semana del lanzamiento, la sonda perdió la orientación, posiblemente por el impacto de algún objeto. Gracias a los giróscopos la sonda consiguió reorientarse. Un mes después, tras un tiempo sin incidencias, de repente uno de los paneles solares falló, lo que provocó que la mayoría de la instrumentación se apagara. Una semana después el panel volvía a funcionar y reactivaron progresivamente los instrumentos de a bordo. Lo malo es que ese mismo panel solar falló definitivamente dos semanas después, por lo que se quedó solo con la energía de un panel solar. Por suerte, al estar cada vez más cerca del Sol, la sonda pudo funcionar por completo con la energía de ese único panel solar, y, siguiendo su órbita solar, se acercó a 35.000 km. de la superficie de Venus el 27 de diciembre de 1962, acabando su misión al mes siguiente. No fue un camino de rosas.

En cuanto a las sondas soviéticas, Venera 2 pasó por las cercanías de Venus... pero hacía varios meses que había dejado de transmitir. Ese era el endémico problema de las sondas soviéticas: eran auténticos monstruos, pero cuando se ponían en camino hacia sus destinos, con el tiempo la señal se perdía, eso las que conseguían salir de la órbita terrestre. La serie Venera son originalmente 16 vehículos, pero fueron muchos más los que se fabricaron en el nombre del programa de investigación de Venus. Las que no conseguían abandonar el planeta, ya sea durante el despegue o porque la fase para abandonar la órbita fallaba, acababan recibiendo el nombre Cosmos y un número. Hubo muchas de estas. Pero de momento no es el caso. Gracias a Mariner 2 se midieron las temperaturas (más de 400º C), se averiguó que la atmósfera estaba compuesta de dióxido de carbono, que sus nubes tenían un espesor de 60 km., y que el planeta rota en dirección retrógrada (Más tarde se supo que no giraba así sino que el eje está a 177º inclinado, por lo que el polo norte es el sur y viceversa). Entonces la URSS preparó una primicia: que una sonda atravesara la atmósfera de Venus y llegara a la superficie. Tras muchos intentos y fallos de todo tipo, por fin una consiguió llegar a su destino: Venera 4. Este vehículo equipaba una pequeña sonda de superficie, que montaba instrumentos para analizar la atmósfera y capa de nubes in situ. La sonda de superficie fue soltada el 18 de octubre de 1967, e inició el descenso. El primer intento de aterrizar quedó en eso, en intento, porque mientras bajaba los rigores venusinos hicieron aparición para un artefacto humano por vez primera. Antes de que su transmisión se cortara abruptamente, sus instrumentos indicaban que estaba calculando una presión atmosférica de 18 atmósferas. Cuando se perdió el contacto supusieron sus controladores que se había estrellado contra la superficie. Pues bien, la realidad era más grave: a 26 km. de altura se espachurró como una lata vieja, víctima de la presión reinante. Estudios posteriores gracias a los datos tomados indicaban que la presión atmosférica en Venus era similar a la que hay en las profundidades de los océanos. Por ello si querían llegar a la superficie, y obviamente funcionar, tenían que preparar las futuras sondas al estilo de los batiscafos más resistentes. Para ello gruesas planchas de titanio fueron incluidas en el diseño de los próximos vehículos. Esto probablemente fue lo que salvó a la siguiente que alcanzó la superficie: Venera 7. Una vez más, tras un intento infructuoso de lanzar una sonda similar, ésta llegó a Venus, y soltó el módulo de superficie el 15 de diciembre de 1970, iniciando ésta el descenso. Tras decelerar atmosféricamente, se abrió el paracaídas, y empezó a transmitir. Salvo el fallo de uno de los canales de comunicación (para desesperación de sus controladores) la sonda operaba bien, hasta que cuando estaba a 10 metros de la superficie, el cable del paracaídas se rompió, para desesperación de los científicos, cayendo prácticamente en picado hacia el suelo. A la sonda se le dio por perdida, un nuevo fracaso más... salvo que estudiando el ruido de fondo que recibía la antena de espacio profundo situada en Crimea, a la semana, se consiguió encontrar la señal de Venera 7, indicando que había estado funcionando durante 23 minutos en la superficie, había desplegado sus antenas hacia la Tierra, y calculando una temperatura en superficie de 477º C y una presión de 90 atmósferas, la misma que hay en los océanos a 2.500 metros de profundidad en los océanos de la Tierra. Encantador. Por suerte misiones posteriores sobrevivieron más tiempo, e incluso consiguieron tomar imágenes desde la misma superficie. Pero esa, es otra historia.

Pasaba el tiempo, mejoraban las sondas... pero eso no implicaba que los viajes por el espacio fueran más fáciles. Incluso las mejores sondas, con sus grandes resultados, han tenido un trayecto plagado de problemas, como fue el caso de uno de nuestros referentes, de nuestras luminarias: la aventurera Mariner 10 hacia Mercurio. La última sonda de la serie Mariner se quiso que tuviera un destino especial y hasta la fecha no revisado: el primer planeta del sistema solar. Esta sonda, diseñada y construida en tiempo récord, fue lanzada el 3 de noviembre de 1973, y tras salir de la órbita terrestre, fijó rumbo a Venus, lugar en el que alteraría su trayectoria para coger el camino a Mercurio. Su viaje estuvo plagado de incidencias. Para empezar, uno de los sistemas de reserva, mejor dicho parte del sistema de reserva de alimentación de energía, o para resumir, la batería de reserva, quedó averiada por razones desconocidas, por lo que si, el sistema principal hubiera dejado de funcionar habría condenado la misión. Pequeños problemas fueron ocurriendo cada vez que avanzaba hacia Venus, y cuando estaba a 4 días de sobrevolarlo, comenzó la sonda a oscilar en el eje de rotación, tal vez a causa de una avería en uno de los giróscopos. Para paliar la oscilación se dispararon los propulsores de nitrógeno, cosa que apenas consiguieron. Al ver que poco o nada se conseguía se decidió apagar los propulsores (a causa del excesivo consumo de combustible) y desconectar los giróscopos. A dos días del acercamiento a Venus se tomó la decisión de utilizar el sensor de la Estrella Canopus y la posición del Sol para orientarse. Así pasó el 6 de febrero de 1974 a 4.000 km. de Venus, obteniendo las primeras instantáneas de la turbulenta atmósfera Venusina. Tras el sobrevuelo, y tras un nuevo uso de los propulsores de nitrógeno para estabilizar la sonda, provocada por la extensión del brazo magnético al fin, se decidió usar una técnica novedosa que ahora es práctica casi habitual entre las sondas espaciales (Y que MESSENGER esta usando como nadie): usar el viento solar como combustible. Para ello los paneles solares servían como velas y la antena de alta ganancia como timón. Gracias a esto consiguió alcanzar la órbita de Mercurio y sobrevolarle cada 176 días: el 29 de marzo de 1974, el 21 de septiembre de 1974 y el 16 de marzo de 1975, con tres pasadas exitosas, caracterizando menos de la mitad de la superficie y encontrando que el planeta tiene campo magnético. A pesar de las calamidades, realizó una misión redonda.

El viaje a Marte tampoco era nada fácil. La serie de sondas Mars tampoco estaban exentas de calamidades, pero aunque la serie Venera al final consiguió varios éxitos, el programa marciano de la URSS nunca se libró de fracasos estrepitosos. Tras la pérdida de las Marsnik, en 1963 Mars 1 fue lanzada en ruta directa de Marte, pero al mes del lanzamiento se perdió la comunicación, y muda pasó a 100.000 km. de su superficie. Tardaron hasta 1971 en lanzar nuevas sondas, cuando la NASA había enviado tres Mariner (las cuatro, seis y siete) que habían tomado datos e imágenes durante sus sobrevuelos en 1964 y 1969. Para ese año, en el que Marte estuvo más cerca que nunca (hasta esa fecha) de nosotros, se preparó toda una "ofensiva" de sondas hacia el planeta rojo. La NASA preparó las Mariner 8 (falló el cohete y acabó en el fondo del Atlántico) y 9 (tuvo que suplir a su compañera, y realizó una misión increíble), y la URSS nada menos que tres mastodontes, dos de ellas, las Mars 2 y 3 incorporaban módulos de aterrizaje. La primera en partir era soviética, la posteriormente llamada Cosmos 419. Más dotada que sus acompañantes, que si consiguieron partir con éxito, ésta fue lanzada correctamente, pero cuando se intentó activar la fase para enviar esta sonda al planeta rojo, no se consiguió nada. Al final, tras unos esfuerzos desesperados acabó reentrando en la atmósfera terrestre y quedó destruida. Revisando el esquema de programación de la fase de escape, vieron que el reloj que iniciaba el motor estaba programado para 1,5 AÑOS, en vez de horas. Con ese plan a Marte no se llega. Por lo tanto, las Mars 2 y 3 soviéticas y la Mariner 9 americana fueron las que al final partieron hacia el planeta. En el otoño de 1971, desde telescopios terrestres, se empezaron a observar espesas acumulaciones de polvo que se estaban levantando en el polo sur, y entonces se anunció que cuando las sondas llegaran Marte, el planeta estaría cubierto por una capa de polvo que cubriría el planeta. No se equivocaron, y cuando llegaron las tres sondas una tormenta de polvo como nunca antes se había visto se había abatido sobre el planeta, y esa tormenta estaba en pleno apogeo. Para desgracia de las sondas soviéticas, estaban preprogramadas para comenzar la actividad nada más entrar en órbita. Además de la tormenta de polvo, Mars 3 sufrió problemas con su propulsor cuando entraba en órbita, y acabó a una distancia enorme del planeta. Peor les fue a las sondas de superficie. La que portaba Mars 2 (según las malas lenguas solo equipaba un aparato de radio y un escudo con la hoz y el martillo) se estrelló en el borde este de la cuenca Hellas Planitia según los datos del transmisor. La que soltó Mars 3 realizó un descenso de libro, a pesar de la tormenta, y consiguió posarse tranquilamente en la superficie, y funcionó... durante 20 segundos. Al menos le dio tiempo de enviar una imagen, no muy esclarecedora, todo hay que decirlo. Lo peor era que las sondas de órbita malgastaban combustible y energía fotografiando un planeta completamente cubierto, mientras que Mariner 9 cerró sus cámaras hasta que la situación se despejase, gracias a la flexibilidad de la programación de la sonda y al combustible de reserva que poseía. Al final en enero de 1972 la sonda abrió sus cámaras, y un nuevo mundo surgió a los ojos de los científicos, convirtiendo a Mariner 9 en una de las gigantes de la exploración espacial. Pero eso lo contaremos en otro momento. Por cierto, en 1973 los rusos lo volvieron a intentar, con cuatro sondas, y el fracaso fue aún más estrepitoso.

Desde que las triunfantes sondas Viking dejaron de funcionar en 1982, ninguna se había atrevido a regresar a Marte. La URSS (en sus últimos tiempos), vista la primicia de la NASA de haber conseguido aterrizar dos sondas en el planeta rojo (y sobre todo que funcionaran) decidieron dar otra vuelta de tuerca. Para ello prepararon dos sondas gemelas, las Phobos 1 y 2, para llegar a Marte, colocarse en su órbita y utilizarla para al final entrar en órbita del satélite Fobos, investigarlo y enviar sondas de superficie. Eran otras sondas colosales, como era habitual en la Unión soviética. Lanzadas en 1988, se perdió el contacto con Phobos 1 a los dos meses del despegue. Por lo que los esfuerzos se centraron en Phobos 2. Ésta llegó a Marte en enero de 1989, y empezó las maniobras para llegar a la órbita de Fobos. Durante las maniobras realizó varios descubrimientos interesantes en Marte, el más importante indicaba que en el lado nocturno hay una pérdida de iones de la atmósfera. Es decir, aún ahora Marte sigue perdiendo atmósfera. Tras tomar datos térmicos de la superficie marciana, se dedicó a las maniobras hacia Fobos. Hasta que, nadie supo por qué, el 27 de marzo el contacto se perdió, a pocos días de alcanzar Fobos y entrar en su órbita. El drama marciano regresaba.

Y lo hizo cuando la americana Mars Observer se perdió a 3 días de llegar al planeta, en 1993, y con ella una gran inversión. Ésta era la sonda más potente lanzada a Marte, y el perderla fue un duro golpe. Al poco, con la llegada de un nuevo director general a la NASA, comenzó la era de las misiones baratas. Y la primera de ellas ha sido la última en irse: Mars Global Surveyor. Esta gigante de la exploración espacial era en esencia la versión barata de perdida Mars Observer, ya que equipaba las réplicas de cámaras de alta resolución MOC, del altímetro láser MOLA, entre otros. El 7 de noviembre de 1996 fue lanzada con rumbo a Marte, y llevaba solo un tercio del combustible que su predecesora. Esto era porque se iba a usar una técnica llamada aerofrenado que, usando la atmósfera marciana, le iba a servir para alcanzar su órbita de trabajo. Mars Global Surveyor llegó a Marte el 11 de septiembre de 1997, y una semana después comenzó el aerofrenado. Para ello la sonda se tenía que zambullir en la alta atmósfera del planeta para que, con el rozamiento, perdiera velocidad y redujera la órbita. Una configuración especial de los paneles solares y la antena de alta ganancia servían para optimizar este rozamiento. Pero al mes de iniciado el aerofrenado, previsto para 3 meses, se detectó que uno de los paneles solares oscilaba cada vez que rozaba con la atmósfera, a causa de que, cuando ese panel se desplegó después del lanzamiento, la bisagra que lo unía al cuerpo de la sonda había quedado en mala posición. Cada vez que MGS se zambullía en la atmósfera el panel oscilaba más y más, y corría riesgo de romperse si se seguía con las maniobras de aerofrenado. Había que tomar una decisión. Se pensó que era mejor dejarla en la órbita en la que estaba, ya que estaba consiguiendo resultados de una elevadísima calidad. Pero al final, gracias a unas pruebas a un panel de reserva, decidieron continuar el aerofrenado, a un ritmo más lento, y con un rozamiento menor al inicialmente previsto, además de dar la vuelta a los paneles solares para utilizar el lado que equipaban las células solares, para no forzar la bisagra dañada. Un año después el aerofrenado se completó con éxito, dejando a MGS en una órbita muy parecida a la inicialmente prevista y comenzó su labor, una labor que finalizó en noviembre del 2006 debido a un software mal diseñado que le provocó una pérdida de orientación, y por lo tanto, perdió su energía. Ahora mismo MGS duerme el sueño de los justos, para siempre...

En 1999 Japón se embarcó en su propio proyecto marciano. Nozomi era una sonda para estudios atmosféricos, llevaba preparada desde hacía tiempo. Al final fue lanzada. En su viaje tenía previstos sobrevuelos a la Tierra y la Luna, para después ser enviada a Marte con la velocidad acumulada. El drama marciano volvió a atacar: cuando se preparaba para un encendido en uno de esos acercamientos, una válvula de los conductos de combustible se rompió, y la sonda perdió gran parte de su combustible. Una válvula de emergencia cerró el conducto dañado y pudo conservar una pequeña parte, pero el daño estaba hecho. Necesitaría iniciar un viaje a Marte tan despacio para utilizar el combustible disponible que habría que esperar dos años para que se diera una conjunción oportuna. Al final en el 2003 se colocó con destino Marte, pero cuando estaba a dos meses de alcanzar el planeta detectaron que el escaso combustible estaba prácticamente congelado, por lo que sería muy arriesgado el entrar en órbita. Por lo tanto, se le dio fin a la misión y Nozomi pasó de largo, sin decir una palabra. Un triste final.

Ese mismo 1999 la oleada de misiones baratas de la NASA, Mars Climate Orbiter y Mars Polar Lander se dirigían al planeta. Primero llegaría el orbitador, luego el aterrizador. Pasaban los meses, MCO se acercaba a Marte, casi lo tenía a la vista. Entonces se preparó la sonda para conectar el motor de la sonda para ser atrapada por la gravedad marciana, se encendió el propulsor, y luego, nada. No reapareció al otro lado del planeta. Se había perdido. Nadie sabía por qué, todo indicaba que iba bien. Preguntando a la empresa constructora sobre si algo podría haber fallado, no supieron contestar, hasta que miraron las unidades métricas utilizadas. Un error humano hizo que la sonda reconociera solo las unidades métricas inglesas, a saber: millas, pies, etc, contrariamente a las que usaba el JPL de la NASA, que usaban el sistema métrico clásico: kilómetros, metros, etc. La investigación posterior indicó que la sonda estaba más cerca de Marte de lo planeado, y que al final acabó estrellándose contra la superficie. El programa de misiones baratas sufrió un golpe mortal, y el segundo cuando MPL también se perdió.

Para acabar, y más recientemente, otra sonda japonesa está sufriendo toda clase de calamidades. Otro proyecto ambicioso, encargado de alcanzar un asteroide, posarse en él, recoger muestras del suelo del asteroide y regresar a la Tierra. Se trata de Hayabusa. Ya nada más despegar vibraciones de más averiaron uno de los cuatro motores iónicos. Posteriormente una tormenta solar averió parte de la electrónica de la sonda, y por lo tanto, a los motores iónicos restantes, por lo que la potencia de éstos se redujo apreciablemente. Cuando por fin llegó al asteroide Itokawa, cuando se aproximaba a él para un aterrizaje de prueba una señal de alarma provocó la suspensión del descenso, y automáticamente soltó la microsonda que portaba, perdiéndose en el espacio. Tras este susto se decidió por fin aterrizar para completar la misión. Mientras bajaba, nueva señal de alarma, y cuando las antenas terrestres la perdieron de vista, Hayabusa se medio estrelló contra la superficie, a causa de un error de navegación. Cuando por fin se contactó con ella, estaba a 100 km del asteroide y había agotado el combustible convencional que portaba, además de perder casi todos los giróscopos. En el plazo también había perdido un segundo motor iónico, por degradación. Visto el estado en el que se encontraba, decidieron hacerla regresar, a ver si, de casualidad, cogió algo del suelo del asteroide. Y para redondear el catálogo de calamidades, un tercer motor iónico también ha dejado de funcionar. Ahora mismo, Hayabusa (o lo que queda) viaja con destino hacia nosotros, en un estado lamentable, pero aún en funcionamiento. Si hay suerte este aguerrido vehículo nos alcanzará en junio del 2010. Pero lo dicho, si hay suerte.

Hay mucho más, claro está, pero esto es quizás lo más notorio. Muchas calamidades, muchos triunfos frente a la adversidad, y sobre todo, el no rendirse hasta el final. Es lo que nos llega por parte de las sondas espaciales. Las misiones no siempre son tan plácidas como lo pintan, y esta disertación es un ejemplo de ello.

PD.: Es probable que escribamos una segunda parte, las hay que también reclaman atención. Muchas heroinas hay allí arriba.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Ventana al Espacio (VII)


El núcleo de la galaxia M83, desde el Hubble.

Ni supermanes ni ángeles

Si quisiéramos escribiríamos sobre todas las hazañas de los astronautas, desde 1961 hasta ahora, a saber: El primer hombre en el espacio, Yuri Gagarin, que tuvo la valentía de subirse en ese objeto rudimentario llamado Vostok 1, y que acabó su viaje aterrizando a 600 km. del lugar previsto (algo que las autoridades de la URSS omitieron convenientemente); de cómo el astronauta Grissom, tras su vuelo suborbital y posterior amerizaje en el océano atlántico, tuvo que salir de su cápsula Mercury buceando porque se estaba hundiendo; la primera valiente mujer, Valentina Tereshkova, en otra Vostok, orbitando varias veces la Tierra; el primer paseo espacial, realizado por el mítico Alexei Leonov, y emulado tiempo después por Ed White (de ahí su famosa frase de: "Me siendo como un millón de dólares"); la inmensa valentía ante la tragedia de Vladimir Komarov, que durante el primer vuelo de la Soyuz, un vuelo desastroso, en el que prácticamente falló todo en la cápsula, consiguió arreglárselas para conseguir un control parcial para descender a la Tierra (previa despedida para su mujer), entró en la atmósfera y llegó a Tierra... pero fallaron los paracaídas y acabó cayendo a una velocidad balística, falleciendo Komarov en el impacto; del coraje de los tres astronautas del Apollo XIII, que tras la explosión de un tanque de oxígeno en el módulo de servicio Odyssey, se refugiaron en el módulo lunar Aquarius, consiguieron dar la vuelta a la Luna y regresar sanos y salvos (el fracaso más exitoso, lo llamaron); y más recientemente el valor de la dotación de la gran estación Mir, el 24 de junio de 1997, cuando Vasili Tsibliyev, Alexandr Lazutkin y Michael Foale, en pleno ensayo de acoplamiento manual de una Progress de carga, se perdió el control de ésta, acabando estrellándose contra uno de los módulos de la estación rusa, originando una microscópica brecha en el casco por donde la atmósfera se perdía, y consiguieron, tras mucho sufrimiento, tensión, y por supuesto, miedo, cerrar el módulo dañado y así salvar el complejo; y por supuesto el valor de John Glenn, que tras su viaje al espacio en 1962, regresó en 1998 a bordo del transbordador Discovery, cuando contaba con 77 años (acompañado por el primer astronauta español Pedro Duque). Hay muchos más actos valerosos, aunque el verdadero acto de valor es el de colocarse dentro de lo podría convertirse en una bomba en potencia...

Sin embargo, en diciembre del 2006, un suceso llenó los telediarios. Una astronauta de la NASA, Lisa Nowak, que en julio de ese año había participado en una misión a la ISS, había agredido a una oficial del ejército. El suceso ocurrió en Florida. Cada cierto tiempo se conocían nuevas sobre el suceso. La astronauta Nowak había conducido sin parar desde Houston hasta Orlando para atacarla. El por qué se conoció al poco: La astronauta, enamorada de un compañero de profesión, cegada por un ataque de celos, al ver a su compañero del brazo de la militar, se le cruzaron los cables, y pensando en la gran puñalada trapera que le había dado, quiso acabar con la vida de la militar. El suceso quedó en agresión, gracias a los reflejos de la agredida, y la astronauta fue detenida al poco. Las consecuencias llegaron pronto: Nowak fue expulsada del cuerpo de astronautas, y su compañero William Ofelein, también, al tiempo que desde la NASA se lanzaba un comunicado diciendo que a partir de ese momento se iba a ser más riguroso a la hora de seleccionar astronautas.

Esto lo contamos ahora porque hace unos días se ha conocido el veredicto, y se le ha condenado a Nowak a un poco tiempo de cárcel y a trabajos en beneficio de la comunidad. Por cierto, Ofelein y su pareja siguen siéndolo. Podría ser mal de amores, un caso aislado, pero no es el caso. Muchos sucesos en los que astronautas son protagonistas los hay. Un año antes del culebrón Nowak, un astronauta recién jubilado, quizás con depresión, fue encontrado muerto en su casa en California, al parecer se suicidó. Otro caso nos lleva a una base aérea, donde los pilotos de los transbordadores hacían pruebas con aviones supersónicos, y uno de ellos se puso a realizar maniobras muy arriesgadas. Tras eso fue suspendido temporalmente de sus funciones. Al poco se supo que había tenido problemas con su pareja. Hace poco se supo, aunque el director de la NASA por aquel entonces lo negara, que ha habido casos en los que astronautas han ido al espacio con síntomas claros de embriaguez. Quizás el caso más conocido de autodestrucción es el de Edwin Aldrin, uno de los héroes del 20 de julio de 1969. Tras regresar de la Luna, después de los desfiles, de los reconocimientos, los viajes por todo el mundo, cayó en una enorme depresión, de ahí al alcoholismo, y de ahí al borde del suicidio. Con el tiempo, y tras casarse por segunda vez, consiguió recuperarse de todo. Queda claro que la presión que tienen los astronautas es asfixiante. Y como muestra, algo que poco se sabe: en los años 60, los primeros astronautas eran vistos como ejemplos por todos los americanos, sobre todo de como debería ser una familia típica americana. Y por eso si alguno tenía la ocurrencia de divorciarse de su pareja, era expulsado fulminantemente de la plantilla de astronautas.

Nadie sabe como es la vida del astronauta. Una vida dura. Por eso los astronautas no son, no serán, ni han sido nunca, ni supermanes, ni ángeles.

martes, 24 de noviembre de 2009

El infierno hecho planeta


Gracias a nuestra experiencia investigando nuestro sistema solar, sabemos que hay dos tipos de planetas: los rocosos y los gaseosos. También sabemos que pueden tener condiciones climáticas dispares: habitables como la Tierra, achicharrantes como Venus, sin atmósfera, como Mercurio, heladores, como Marte... Los gaseosos son caso aparte. Pero desde que se descubrió el primer exoplaneta, situado en Peg 51, llevamos encontrados 403, según el último recuento, y en general, la inmensa mayoría son enormes gigantes de gas, tremendamente próximos a sus estrellas. Naturalmente, según se han ido encontrando más exoplanetas, en algunos casos hemos encontrado sistemas solares casi enteros, y por supuesto, una gran variedad de mundos. Pero los que vamos a enumerar lo son por lo extremo de sus condiciones.

Los exoplanetas PSR B1257 +12 B, C y D fueron los primeros en ser descubiertos, y también resultan ser dos de los más extraños. El sistema entero es un cementerio, los restos de un sistema solar antes de que la estrella se convirtiera en una enorme supernova. La onda expansiva de la supernova arrasó por completo su sistema solar, eliminando todo rastro de la posible vida que pudiera existir, dejando atrás fantasmas, los restos rocosos de planetas que orbitan el cuerpo muerto de una estrella extinguida. Salvo que PSR B1257 +12 no está muerta del todo - el núcleo restante se ha convertido en un púlsar, o lo que es decir, el núcleo superdenso de una estrella, y que rota sobre sí mismo a gran velocidad. Literalmente, girando sobre su tumba, PSR B1257 +12 hace una rotación completa cada 6,22 milisegundos y emite un haz intenso de radiación que puede detectarse desde la Tierra. Son, por lo tanto, planetas desafortunados, ya que cada vez que la estrella rota uno de esos haces de radiación de la estrella alcanzan a estos planetas y son por lo tanto bañados por elevadas dosis de radiación mortal en períodos regulares, asegurándose de que este sistema solar siga siendo una tiera de nadie cósmica.

El planeta HD 209458 b tiene algunas cosas en común con la Tierra: vapor de agua, metano y dióxido de carbono en su atmósfera, ingredientes clave para la vida en nuestro planeta. No os engañéis, sin embargo, porque este planeta es un auténtico horno de casi un calor inimaginable. Ni siquiera en los días más calurosos de verano en la Tierra las condiciones son tan exacerbadamente peligrosas como las que reinan en HD 209458 b, un planeta que orbita tan cerca de su estrella que su atmósfera está, literalmente, en evaporación, siendo arrancada del planeta, ya que alrededor de su vertiginosa órbita de 3,5 días se forman colas de gases a lo largo de ella. El gas que se escapa de HD 209458 b forma una cola de aproximadamente 200.000 km. de largo. Los científicos han descubierto muchos planetas como HD 209458 b - grandes gigantes de gas que orbitan peligrosamente cerca de sus estrellas y que son tremendamente ardientes, con atmósferas envenenadas. A veces, los planetas como éstos pueden estar en peligro de ser tragados por sus estrellas, como puede ser el caso del WASP-18b, un mundo condenado. Cada vez que gira, WASP-18b está a las puertas de su destrucción. Existe una alta probabilidad de que sea destrozado completamente dentro de los próximos millones de años, cuando finalmente quede muy cerca de su estrella. Los científicos sabrán dentro de 10 años, o no, si WASP-18b se dirige haca su prematura desaparición.

Si hasta ahora la mayoría de los exoplanetas descubiertos son enormemente cálidos, OGLE-2005-BLG-390L b tiene la distinción de ser el exoplaneta más frío descubierto hasta la fecha. El planeta tarda unos 10 años terrestres en orbitar su estrella enana, y el viaje es muy frío, la temperatura media de OGLE-2005-BLG-390L b es de -220ºC. A pesar de su posición, su pequeña estrella es realmente incapaz de calentar en lo más mínimo al planeta, porque a pesar de que es sólo un par de veces más grande que la Tierra, OGLE-2005-BLG-390L b es una bola de hielo inhabitable atrapada en una edad de hielo perpétua. Incluso el día más frío en la Antártida es un paraíso tropical en comparación con este mundo helado.

Esto no es más que un botón de muestra de lo que esconde nuestra galaxia, eso sin mencionar los planetas errantes que fueron encontrados en la zona de Orión. Seguramente sean más los planetas que sean hostiles que los que son habitables. Aunque, ya se sabe, todo depende del punto de vista.

¿Quién se apunta a hacer turismo en alguno de estos planetas?

martes, 17 de noviembre de 2009

En la diana


Nos explicaremos: Recordareis, gracias a la primera entrada de esta Crónica, que LCROSS y la etapa Centaur del Atlas 401 que le envió a la Luna junto a LRO, tenían la misión de estrellarse en la superficie de Selene, más concretamente en el cráter Cabeus, un cráter en sombra perpetua, para examinar las capas subsuperficiales de la zona a impactar, más que nada para ver qué se encontraba. Pues ahora es el momento de relatar lo que ha encontrado. En una conferencia de prensa, con gran pompa y boato se ha anunciado que se ha encontrado agua en ese cráter, a resultas del impacto del Centaur. Lo que no nos han querido decir es la cantidad de agua que podría haber allí. Si unimos este descubrimiento junto con el lanzamiento semi-exitoso del Ares I-X, queda claro que es una medida de presión hacia la actual administración que dirige ese país para seguir adelante con el programa Constellation, que volvería a llevar al hombre a la Luna.

El asunto del agua en la Luna no viene de demasiado lejos. La fiebre acuática se inició cuando una sonda militar estadounidense, Clementine, en una serie de pruebas para comprobar su buen funcionamiento, fue acercada a Selene para fotografiar su superficie. Pero no solo usó su cámara, ya que usando uno de sus instrumentos encontró en el polo norte rastros de hidrógeno. Análisis posteriores daban una cantidad de agua tal que toda la prensa del mundo anunció tal hallazgo con gran repercusión. Por supuesto las posibilidades de montar una base en la Luna gracias a este hallazgo aumentaban, para fabricar oxígenos para los astronautas, agua para beber, y sobre todo, combustible para cohetes.

En medio de esta fiebre, se preparaban planes para usar la Luna como paso previo antes de enviar gente a Marte. Con la cantidad calculada, cualquier cosa era posible, pero había que concretar. Para ello, se fabricó una sonda especifica para encontrar ese agua, Lunar Prospector. Esta sonda lanzada en 1999 detectó enormes cantidades de hidrógeno no sólo en el polo norte, ya que también el sur parecía tener la misma huella de hidrógeno. Entonces la fiebre del agua regresó aún más, y con más pasión, ya que anunciaron que las cantidades encontradas eran mucho mayores que las estimadas por Clementine. Entonces prepararon el broche final: Estrellarían Lunar Prospector en una de esas zonas repletas de hidrógeno, en un cráter cuyo fondo está en perpetua oscuridad. A diferencia de lo que esperaban, se llevaron uno de los mayores chascos de la historia astronáutica, ya que no se detectó ni rastro de hidrógeno, de agua, o similar, y eso teniendo a todos los medios más potentes observando nuestro satélite.

Pero claro, muchos se agarraban a un clavo ardiendo (es decir, a los resultados), por ello se está montando ahora la que se está montando. Desde Lunar Prospector muchas sondas se acercaron a Selene, entre ellas la colosal Kaguya. Esta descomunal pieza de avanzada tecnología no ha encontrado nada de este hidrógeno, ni agua, y eso que también ha finalizado su misión tan rudamente como sus anteriores acompañantes. La única que es probable que lo encontrara fue la hindú Chandrayaan, otra sonda perdida, por distintas causas. Pero la prueba de contacto, a causa de la inmolación de LCROSS, no ha hecho más que volver a encender las ilusiones de todo el mundo. Pero lo dicho, llega en el momento en el que se debate si es rentable y sobre todo necesario regresar allí.

Los oportunismos son malos. Los dólares, peores.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

sábado, 7 de noviembre de 2009

Historias de cometas


Los cometas son uno de los espectáculos que nos brinda el cielo. Cada vez que uno cualquiera se acerca a la Tierra, miles de aficionados acuden a lugares libres de la luz de las ciudades para admirar ese fenómeno fabuloso. Ahora, en la época de las sondas espaciales, son ya pocos los secretos que nos ocultan. Hemos acercado varias sondas a algunos cometas, hemos enviado a uno a recoger muestras de cola de cometa (Stardust) y nos las trajo a la Tierra. Otra envió una sonda suicida hacia un cometa (Deep Impact-Epoxi) para estudiar internamente el objeto, tanto desde telescopios espaciales como los basados en Tierra. Ahora se ven los cometas como los posibles iniciadores de la vida aquí en nuestro planeta. Pero no siempre fue así.

Desde que la historia es historia, es decir, se documenta, los cometas han sido asociados a calamidades, desastres, caídas de imperios, y sobre todo, pánico, mucho pánico. Ya en el año 60 a.C. la aparición de un cometa coincidió con un terremoto en Macedonia. Tiempo después otro cometa apareció cuando Nerón era emperador de Roma. Este hecho le aterró tanto que ordenó asesinar a gran parte de las familias nobles de Roma. No es que estuviera muy bien de la cabeza, pero que aparezca un cometa solía ser un mal augurio. Pasados los años seguían apareciendo cometas, y cada vez que asomaban, nuevos malos presagios, que muchas veces no se cumplían, como el caso del Rey Luis I de Francia, que se murió tres años después de la aparición de un cometa. Otro que se volvió loco al ver un cometa fue el Rey portugués Alfonso VI, que cuando le anunciaron la aparición de otro cometa, ni corto ni perezoso se armó de una pistola, salió al balcón de su palacio y empezó a disparar hacia el cielo. Naturalmente cayó. Más víctimas de la estupidez humana: en 1453 Constantinopla cayó en poder de las hordas musulmanas, y dio la casualidad que otro cometa apareció al mismo tiempo. El resultado fue que el Papa por aquel entonces, Calixto III, lo excomulgó a causa de eso. Los hay que no tienen otra cosa mejor que hacer.

No solo había gente burra por aquellos días, ya que también había muchos científicos con gran curiosidad. Cada aparición de un cometa era para ellos una nueva oportunidad, sobre todo cuando aparecieron los primeros telescopios. El que más se interesó por esos objetos fue un astrónomo inglés, Edmund Halley (1656-1742), que afirmó que los cometas no eran más que fenómenos celestes, en la misma categoría que los planetas o las lunas ya encontradas en los planetas del sistema solar. Además, valiéndose de los archivos históricos, probó que había uno que nos visitaba periódicamente. Haciendo cálculos, se fijó que el cometa que visitó la Tierra en 1607 regresó en 1682. Echando la vista atrás se dio cuenta que no era la primera, ya que en 1531 también apareció, y en 1453 también dejó aparecer su brillante cola. Le calculó un período de entre 75 y 76 años, y pronosticó que en 1758 volvería a pasar. Su teoría se probó, pero falleció 14 años antes de que regresara. Viendo esto uno se da cuenta de que en muchas ocasiones era el mismo cometa el que volvía: el que pronosticó la muerte (fallida) de Luis I de Francia en el año 837, en 1453 (si, es el que fue excomulgado). En honor a su descubridor, el cometa fue bautizado como Halley; su última visita fue en 1986, por lo que regresará de nuevo en el 2061. Seguro que en el intervalo seremos testigos de nuevos cometas.

Muchos cometas se han hecho famosos desde que fueron catalogados como un objeto celeste más. Algunos por su duración, otros por su brillo. Y sobre esta última categoría destacó uno en el siglo XIX, el llamado Gran Cometa de Septiembre. Según cuentan las crónicas, en el mes de septiembre de 1882 empezó a iluminar la Tierra, y a medida que se acercaba a nosotros se iba haciendo más y más brillante. Hasta que un día, una mañana de ese mes de ese año el cometa pudo ser visto incluso ¡DE DÍA!. Se convirtió durante un tiempo en el segundo objeto más brillante del cielo tras el Sol, y naturalmente de noche era el que más. Aprovechando la circunstancia los telescopios del hemisferio Sur, los que mejor podían observarle, se fijaron en que debido a que se acercaba cada vez más al Sol se iba fragmentando, acabando por ser un tren de al menos 6 fragmentos. En junio de 1883 dejó de ser visible, y es probable que tarde cientos de años en regresar.

Según los cálculos, en 1910 el cometa Halley regresaría a la Tierra. Muchos estudios se habían realizado sobre su forma, sus órbitas, los componentes de sus colas, y por tanto de sus núcleos. Por suerte en aquella época no había Internet. Los astrónomos comunicaron que en febrero de ese año el cometa pasaría muy cerca de la Tierra, y añadieron que era probable que la cola del Halley rozaría la atmósfera. Nadie sabe ni como ni por qué, pero cuando se supo ese detalle, la histeria colectiva estalló peor que una bomba en medio de una ciudad. Mucha gente se suicidó, otros hicieron cenas de despedida, pensando en lo peor, ya que afirmaban que la cola del cometa se llevaría consigo la atmósfera. Incluso los hubo que se hicieron de oro vendiendo "pastillas contra el cometa", afirmando que la cola, al rozar la atmósfera dejaría en ella partículas tóxicas (originado porque cuando se estudió otro cometa se había descubierto en la cola había una especie de gas venenoso) y asfixiaría a todo el mundo. Huelga decir que no pasó absolutamente nada de lo que predijeron. Aún hoy en día hay sectas que cuando un cometa aparece lo ven como el augurio del fin del mundo, lo que provoca suicidios colectivos, como "paso a otra vida", acompañados de extraterrestres. Hay que aprender a mirar hacia arriba sin miedo.

Actualmente la ambición no tiene límites. Han sido poco los cometas a los que han llegado las sondas espaciales, la más célebre la Giotto europea, que en 1986 se internó en la misma cola del cometa Halley, para echar un vistazo (y que a causa de una partícula de la cola la cámara de la sonda quedó inutilizada). Y actualmente en el espacio está el siguiente paso, también de la ESA. La sonda Rosetta no es la clásica que se acercará a un cometa, lo examinará y se largará. No. Esta sonda ha sido diseñada para alcanzar un cometa, entrar en su órbita, investigarlo, y lo mejor de todo, liberar una sonda de aterrizaje, llamada Philae, para examinar in situ la superficie del cometa al que viaja, el 67P/Churyumov-Gerasimenko, al que llegará en mayo del 2014. Pero esta semana Rosetta visitará la Tierra para darse el último impulso, que le ponga en ruta casi definitiva hacia el 67P. Ya son dos las veces que nos ha visitado, y una vez a Marte, e incluso se ha acercado a un asteroide, el llamado 2867 Steins. También ayudó cuando Deep Impact lanzó a su impactador hacia el cometa Tempel 1, observando desde la lejanía la nube de escombros originada tras el impacto. En todos esos acontecimientos probó lo que vale, y el 13 de este mes lo volverá a comprobar.

La verdad es que son objetos fascinantes. Son bolas de nieve sucia, que cuando se aproximan al Sol se derrite, y así se forma la cola. Son más los que nos han hecho una visita que los que se acercan periódicamente. Desconocemos cuando llegará el siguiente, pero esperamos estar cerca para verlo en todo su esplendor, como cuando el Hale-Bopp se nos arrimó hace unos años. En definitiva, los cometas son algo que no hay que perderse, y a los que hay que perder el miedo. Son los que iniciaron, o casi, la vida aquí, así que hay que mirarles con respeto.