Los cometas son uno de los espectáculos que nos brinda el cielo. Cada vez que uno cualquiera se acerca a la Tierra, miles de aficionados acuden a lugares libres de la luz de las ciudades para admirar ese fenómeno fabuloso. Ahora, en la época de las sondas espaciales, son ya pocos los secretos que nos ocultan. Hemos acercado varias sondas a algunos cometas, hemos enviado a uno a recoger muestras de cola de cometa (Stardust) y nos las trajo a la Tierra. Otra envió una sonda suicida hacia un cometa (Deep Impact-Epoxi) para estudiar internamente el objeto, tanto desde telescopios espaciales como los basados en Tierra. Ahora se ven los cometas como los posibles iniciadores de la vida aquí en nuestro planeta. Pero no siempre fue así.
Desde que la historia es historia, es decir, se documenta, los cometas han sido asociados a calamidades, desastres, caídas de imperios, y sobre todo, pánico, mucho pánico. Ya en el año 60 a.C. la aparición de un cometa coincidió con un terremoto en Macedonia. Tiempo después otro cometa apareció cuando Nerón era emperador de Roma. Este hecho le aterró tanto que ordenó asesinar a gran parte de las familias nobles de Roma. No es que estuviera muy bien de la cabeza, pero que aparezca un cometa solía ser un mal augurio. Pasados los años seguían apareciendo cometas, y cada vez que asomaban, nuevos malos presagios, que muchas veces no se cumplían, como el caso del Rey Luis I de Francia, que se murió tres años después de la aparición de un cometa. Otro que se volvió loco al ver un cometa fue el Rey portugués Alfonso VI, que cuando le anunciaron la aparición de otro cometa, ni corto ni perezoso se armó de una pistola, salió al balcón de su palacio y empezó a disparar hacia el cielo. Naturalmente cayó. Más víctimas de la estupidez humana: en 1453 Constantinopla cayó en poder de las hordas musulmanas, y dio la casualidad que otro cometa apareció al mismo tiempo. El resultado fue que el Papa por aquel entonces, Calixto III, lo excomulgó a causa de eso. Los hay que no tienen otra cosa mejor que hacer.
No solo había gente burra por aquellos días, ya que también había muchos científicos con gran curiosidad. Cada aparición de un cometa era para ellos una nueva oportunidad, sobre todo cuando aparecieron los primeros telescopios. El que más se interesó por esos objetos fue un astrónomo inglés, Edmund Halley (1656-1742), que afirmó que los cometas no eran más que fenómenos celestes, en la misma categoría que los planetas o las lunas ya encontradas en los planetas del sistema solar. Además, valiéndose de los archivos históricos, probó que había uno que nos visitaba periódicamente. Haciendo cálculos, se fijó que el cometa que visitó la Tierra en 1607 regresó en 1682. Echando la vista atrás se dio cuenta que no era la primera, ya que en 1531 también apareció, y en 1453 también dejó aparecer su brillante cola. Le calculó un período de entre 75 y 76 años, y pronosticó que en 1758 volvería a pasar. Su teoría se probó, pero falleció 14 años antes de que regresara. Viendo esto uno se da cuenta de que en muchas ocasiones era el mismo cometa el que volvía: el que pronosticó la muerte (fallida) de Luis I de Francia en el año 837, en 1453 (si, es el que fue excomulgado). En honor a su descubridor, el cometa fue bautizado como Halley; su última visita fue en 1986, por lo que regresará de nuevo en el 2061. Seguro que en el intervalo seremos testigos de nuevos cometas.
Muchos cometas se han hecho famosos desde que fueron catalogados como un objeto celeste más. Algunos por su duración, otros por su brillo. Y sobre esta última categoría destacó uno en el siglo XIX, el llamado Gran Cometa de Septiembre. Según cuentan las crónicas, en el mes de septiembre de 1882 empezó a iluminar la Tierra, y a medida que se acercaba a nosotros se iba haciendo más y más brillante. Hasta que un día, una mañana de ese mes de ese año el cometa pudo ser visto incluso ¡DE DÍA!. Se convirtió durante un tiempo en el segundo objeto más brillante del cielo tras el Sol, y naturalmente de noche era el que más. Aprovechando la circunstancia los telescopios del hemisferio Sur, los que mejor podían observarle, se fijaron en que debido a que se acercaba cada vez más al Sol se iba fragmentando, acabando por ser un tren de al menos 6 fragmentos. En junio de 1883 dejó de ser visible, y es probable que tarde cientos de años en regresar.
Según los cálculos, en 1910 el cometa Halley regresaría a la Tierra. Muchos estudios se habían realizado sobre su forma, sus órbitas, los componentes de sus colas, y por tanto de sus núcleos. Por suerte en aquella época no había Internet. Los astrónomos comunicaron que en febrero de ese año el cometa pasaría muy cerca de la Tierra, y añadieron que era probable que la cola del Halley rozaría la atmósfera. Nadie sabe ni como ni por qué, pero cuando se supo ese detalle, la histeria colectiva estalló peor que una bomba en medio de una ciudad. Mucha gente se suicidó, otros hicieron cenas de despedida, pensando en lo peor, ya que afirmaban que la cola del cometa se llevaría consigo la atmósfera. Incluso los hubo que se hicieron de oro vendiendo "pastillas contra el cometa", afirmando que la cola, al rozar la atmósfera dejaría en ella partículas tóxicas (originado porque cuando se estudió otro cometa se había descubierto en la cola había una especie de gas venenoso) y asfixiaría a todo el mundo. Huelga decir que no pasó absolutamente nada de lo que predijeron. Aún hoy en día hay sectas que cuando un cometa aparece lo ven como el augurio del fin del mundo, lo que provoca suicidios colectivos, como "paso a otra vida", acompañados de extraterrestres. Hay que aprender a mirar hacia arriba sin miedo.
Actualmente la ambición no tiene límites. Han sido poco los cometas a los que han llegado las sondas espaciales, la más célebre la Giotto europea, que en 1986 se internó en la misma cola del cometa Halley, para echar un vistazo (y que a causa de una partícula de la cola la cámara de la sonda quedó inutilizada). Y actualmente en el espacio está el siguiente paso, también de la ESA. La sonda Rosetta no es la clásica que se acercará a un cometa, lo examinará y se largará. No. Esta sonda ha sido diseñada para alcanzar un cometa, entrar en su órbita, investigarlo, y lo mejor de todo, liberar una sonda de aterrizaje, llamada Philae, para examinar in situ la superficie del cometa al que viaja, el 67P/Churyumov-Gerasimenko, al que llegará en mayo del 2014. Pero esta semana Rosetta visitará la Tierra para darse el último impulso, que le ponga en ruta casi definitiva hacia el 67P. Ya son dos las veces que nos ha visitado, y una vez a Marte, e incluso se ha acercado a un asteroide, el llamado 2867 Steins. También ayudó cuando Deep Impact lanzó a su impactador hacia el cometa Tempel 1, observando desde la lejanía la nube de escombros originada tras el impacto. En todos esos acontecimientos probó lo que vale, y el 13 de este mes lo volverá a comprobar.
La verdad es que son objetos fascinantes. Son bolas de nieve sucia, que cuando se aproximan al Sol se derrite, y así se forma la cola. Son más los que nos han hecho una visita que los que se acercan periódicamente. Desconocemos cuando llegará el siguiente, pero esperamos estar cerca para verlo en todo su esplendor, como cuando el Hale-Bopp se nos arrimó hace unos años. En definitiva, los cometas son algo que no hay que perderse, y a los que hay que perder el miedo. Son los que iniciaron, o casi, la vida aquí, así que hay que mirarles con respeto.
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