Phoenix, un tributo

viernes, 27 de noviembre de 2009

Ni supermanes ni ángeles

Si quisiéramos escribiríamos sobre todas las hazañas de los astronautas, desde 1961 hasta ahora, a saber: El primer hombre en el espacio, Yuri Gagarin, que tuvo la valentía de subirse en ese objeto rudimentario llamado Vostok 1, y que acabó su viaje aterrizando a 600 km. del lugar previsto (algo que las autoridades de la URSS omitieron convenientemente); de cómo el astronauta Grissom, tras su vuelo suborbital y posterior amerizaje en el océano atlántico, tuvo que salir de su cápsula Mercury buceando porque se estaba hundiendo; la primera valiente mujer, Valentina Tereshkova, en otra Vostok, orbitando varias veces la Tierra; el primer paseo espacial, realizado por el mítico Alexei Leonov, y emulado tiempo después por Ed White (de ahí su famosa frase de: "Me siendo como un millón de dólares"); la inmensa valentía ante la tragedia de Vladimir Komarov, que durante el primer vuelo de la Soyuz, un vuelo desastroso, en el que prácticamente falló todo en la cápsula, consiguió arreglárselas para conseguir un control parcial para descender a la Tierra (previa despedida para su mujer), entró en la atmósfera y llegó a Tierra... pero fallaron los paracaídas y acabó cayendo a una velocidad balística, falleciendo Komarov en el impacto; del coraje de los tres astronautas del Apollo XIII, que tras la explosión de un tanque de oxígeno en el módulo de servicio Odyssey, se refugiaron en el módulo lunar Aquarius, consiguieron dar la vuelta a la Luna y regresar sanos y salvos (el fracaso más exitoso, lo llamaron); y más recientemente el valor de la dotación de la gran estación Mir, el 24 de junio de 1997, cuando Vasili Tsibliyev, Alexandr Lazutkin y Michael Foale, en pleno ensayo de acoplamiento manual de una Progress de carga, se perdió el control de ésta, acabando estrellándose contra uno de los módulos de la estación rusa, originando una microscópica brecha en el casco por donde la atmósfera se perdía, y consiguieron, tras mucho sufrimiento, tensión, y por supuesto, miedo, cerrar el módulo dañado y así salvar el complejo; y por supuesto el valor de John Glenn, que tras su viaje al espacio en 1962, regresó en 1998 a bordo del transbordador Discovery, cuando contaba con 77 años (acompañado por el primer astronauta español Pedro Duque). Hay muchos más actos valerosos, aunque el verdadero acto de valor es el de colocarse dentro de lo podría convertirse en una bomba en potencia...

Sin embargo, en diciembre del 2006, un suceso llenó los telediarios. Una astronauta de la NASA, Lisa Nowak, que en julio de ese año había participado en una misión a la ISS, había agredido a una oficial del ejército. El suceso ocurrió en Florida. Cada cierto tiempo se conocían nuevas sobre el suceso. La astronauta Nowak había conducido sin parar desde Houston hasta Orlando para atacarla. El por qué se conoció al poco: La astronauta, enamorada de un compañero de profesión, cegada por un ataque de celos, al ver a su compañero del brazo de la militar, se le cruzaron los cables, y pensando en la gran puñalada trapera que le había dado, quiso acabar con la vida de la militar. El suceso quedó en agresión, gracias a los reflejos de la agredida, y la astronauta fue detenida al poco. Las consecuencias llegaron pronto: Nowak fue expulsada del cuerpo de astronautas, y su compañero William Ofelein, también, al tiempo que desde la NASA se lanzaba un comunicado diciendo que a partir de ese momento se iba a ser más riguroso a la hora de seleccionar astronautas.

Esto lo contamos ahora porque hace unos días se ha conocido el veredicto, y se le ha condenado a Nowak a un poco tiempo de cárcel y a trabajos en beneficio de la comunidad. Por cierto, Ofelein y su pareja siguen siéndolo. Podría ser mal de amores, un caso aislado, pero no es el caso. Muchos sucesos en los que astronautas son protagonistas los hay. Un año antes del culebrón Nowak, un astronauta recién jubilado, quizás con depresión, fue encontrado muerto en su casa en California, al parecer se suicidó. Otro caso nos lleva a una base aérea, donde los pilotos de los transbordadores hacían pruebas con aviones supersónicos, y uno de ellos se puso a realizar maniobras muy arriesgadas. Tras eso fue suspendido temporalmente de sus funciones. Al poco se supo que había tenido problemas con su pareja. Hace poco se supo, aunque el director de la NASA por aquel entonces lo negara, que ha habido casos en los que astronautas han ido al espacio con síntomas claros de embriaguez. Quizás el caso más conocido de autodestrucción es el de Edwin Aldrin, uno de los héroes del 20 de julio de 1969. Tras regresar de la Luna, después de los desfiles, de los reconocimientos, los viajes por todo el mundo, cayó en una enorme depresión, de ahí al alcoholismo, y de ahí al borde del suicidio. Con el tiempo, y tras casarse por segunda vez, consiguió recuperarse de todo. Queda claro que la presión que tienen los astronautas es asfixiante. Y como muestra, algo que poco se sabe: en los años 60, los primeros astronautas eran vistos como ejemplos por todos los americanos, sobre todo de como debería ser una familia típica americana. Y por eso si alguno tenía la ocurrencia de divorciarse de su pareja, era expulsado fulminantemente de la plantilla de astronautas.

Nadie sabe como es la vida del astronauta. Una vida dura. Por eso los astronautas no son, no serán, ni han sido nunca, ni supermanes, ni ángeles.

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