No solo este es el año en el que los míticos transbordadores de la NASA dejarán de volar, sino que (para algunos queja, para otros tristeza, para nosotros alegría, y de las grandes) el programa Constellation para regresar (propagandísticamente) a la Luna ha sido cancelado, más que nada porque los gastos que genera son completamente inasumibles. Ni la prueba del Ares I-X ha convencido a los nuevos jefes de que este proyecto debería continuar. Es mucho el dinero que se ha desperdiciado (generalmente dinero robado a otros proyectos más importantes) en unos cohetes que estaban dando muchos problemas. Aunque lo peor era el apretadísimo calendario que se hubiera seguido hasta el 2020, fecha en que estaba programado el desembarco lunar. Al final ha predominado la razón, al menos en parte.
Para muchos el sueño de volver a ver un hombre (o una mujer, no discriminemos) pisando nuestro satélite era mucho más importante que buscar una razón lógica para regresar. Los hay que pensaban que el dinero gastado no importaba si se volvía a poner cápsulas tripuladas sobre el regolito lunar. Pero como detalle, el programa Apollo estaba programado para llegar al número 21, y debido al gigantesco gasto de dinero que dejó a la NASA casi arruinada el último fue el 17. Solo es de imaginar todo lo se podrían haber gastado ahora, ya que los vuelos dependían no de un cohete, sino de dos. En fin, ahora la NASA ha cambiado de rumbo, lo malo es que durante unos años carecerán de vehículo propio mediante el cual enviar a sus astronautas a la órbita, dependiendo de las veteranas Soyuz rusas. Ahora os preguntaréis: ¿Qué nuevo rumbo?. Muy sencillo: el diseño y construcción de los nuevos vehículos tripulados recaerá en empresas privadas. Con esto no solo se ahorra mucho dinero, sino que ese dinero podrá regresar a los programas de investigación robótica, como el marciano, como la misión de Cassini (prolongada hasta el 2017), y también a la ISS, que extenderá su vida útil hasta el 2020. Antes estaba programado su fin para el 2015, demasiado poco. Teniendo en cuenta que la estación debería haberse finalizado en el 2004, se ha perdido mucho tiempo. Programas de investigación que se habían previsto para hace más de 5 años se han iniciado en este año pasado, cuando los módulos europeo y japonés por fin llegaron al complejo. Todo originado por la tragedia del Columbia en el 2003, que esperemos que aún recordéis. Volviendo al tema (aunque no nos hemos separado mucho de él) han aparecido voces críticas con este programa nuevo, acusando que lo que busca la actual administración es que la NASA nunca vuelva a enviar astronautas al espacio. Una soberana estupidez. Lo que ocurre es que se cortó una inercia cuando los transbordadores empezaron a lanzarse.
Todo comenzó con la carrera espacial: El Sputnik se lanzó, luego los americanos lanzaron su satélite, luego las primeras sondas a la Luna, y después el primer vuelo tripulado. Los rusos tenían su cápsula, y los americanos aún estaban diseñando la suya: la Mercury. Los primeros vuelos fueron por debajo de los 200 km. de altitud, por lo que se les considera suborbitales, ya que no entraron en órbita, sino que las lanzaron, llegaba a cierta altura y bajaban. Las últimas si que alcanzaron la órbita, recorriendo varias veces la órbita. Pero a la vez se preparaba la siguiente generación: las Gemini, ya con capacidad para dos astronautas y posibilidad de paseos espaciales. Con ellas se hicieron las pruebas que más tarde se utilizarían en las misiones lunares. Y mientras las Gemini eran lanzadas, la siguiente generación estaba en preparación: las archifamosas Apollo, ya preparadas parra tres tripulantes, aunque con el mismo espacio habitable que una cabina de teléfonos. Y a medida que las Apollo eran lanzadas, incluso después del desembarco lunar (a la estación Skylab, la primera misión conjunta EE.UU-URSS Apollo-Soyuz) sus sustitutos estaban en plena fase de desarrollo: el ya mítico transbordador. Sus primeras pruebas en California, utilizando el primer ejemplar de ellos, el Enterprise, fueron para probar sus capacidades de planeo en el cielo, y fueron satisfactorias. Y entonces en 1981 se lanzó la primera misión oficial del Columbia, al cual le siguieron el Challenger, el Atlantis, el Discovery y el Endeavour. A partir de ahí se cortó la inercia. Pensando en el vehículo del futuro, creían que con los transbordadores iban a ser el vehículo definitivo, que con ellos se iniciaría el primer servicio Tierra-espacio contínuo, como si fuera una aerolíea, con lanzamientos cada mes. Pero la realidad chocó con ellos cuando el Challenger explotó en 1986 a los 73 segundos del lanzamiento. A partir de ese suceso se olvidaron de su idea de lanzamientos mes a mes, ya que son unos vehículos realmente complejos y que necesitan frecuente mantenimiento. Y en todos estos años han estado más preocupados del mantenimiento de estos vehículos que en preparar la nueva generación. Si a esto le sumamos algunos dirigentes de pensamientos más bien caducos, que tramaban la vuelta a las cápsulas, pues aún menos se ha podido pensar en la siguiente evolución del transbordador, que si bien no ha salido todo lo rentable que se esperaba, indudablemente es el camino a seguir para una exploración tripulada del sistema solar.
Pero lo privado pide paso: Al igual que la aviación a principios del siglo XX, empezó en manos de pioneros, y posteriormente acabó en manos privadas, compañías aéreas, y otros organismos, las empresas privadas del sector espacial llevan años luchando para que se les permita poder lanzar sus ingenios allí arriba. Al final fue en el 2005, cuando el SpaceShip One alcanzó los 100 km. de altitud, convirtiéndose en el primer vehículo privado que alcanzo el espacio. Mientras, a la par, están surgiendo los proyectos de los primeros hoteles espaciales, mediante módulos hinchables. Obviamente los billetes no serían precisamente baratos, pero puede ser el comienzo de la popularización del espacio. Y un nuevo paso para ello lo inició la empresa Virgin Galactic, el año pasado, cuando presentó su vehículo espacial, para tres personas, el VSS Enterprise, mediante el cual enviará a gente al espacio durante un tiempo. Esta es la primera empresa que explotará comercialmente los vuelos espaciales. Y esto es solo el comienzo.
Volviendo al tema del cambio de rumbo en la NASA, y en concreto con aquellos que vociferan que hay que volver a la Luna cueste lo que cueste (literalmente hablando), hay que recordar una cosa muy importante: el costo de mandar vehículos al espacio es enorme, y a cada kilo de más que mandas allí arriba suma a la cuenta, sobre todo cuando utilizas cohetes. Al tener que fabricar un cohete cada vez que vas a lanzar algo, está el costo de la construcción del satélite, más el costo de la fabricación del cohete que, dependiendo de lo que tenga que lanzar, será más capaz o menos. Por eso se hicieron los transbordadores: Si en vez de construir un cohete cada vez que tengas que lanzar satélites, lo haces con un vehículo que esté disponible para diez, veinte, o más vuelos naturalmente el costo es mucho menor, aunque el caso es que no tuvieron en cuenta el mantenimiento de ellos, que cada uno, por ejemplo, equipaba la mareante cifra de ¡300 kilómetros de cables!. Imagináos el tener que buscar uno solo que esté pelado. Pero que el programa no haya sido exitoso no quiere decir que tengamos que tirar esta experiencia a la basura.
Rebuscando en el baúl de los recuerdos, los de la NASA no fueron los únicos transbordadores. Ya sea físicos o en los tableros de diseño, tanto la URSS como la ESA se plantearon este sistema para enviar a su gente al espacio. El que llegó a avanzar, e incluso volar, fue el Buran soviético, lo que ocurrió fue que cuando se derrumbó la URSS todo el dinero, todos los proyectos, se hundieron, y el transbordador ruso ha quedado como un residuo exótico su programa tripulado. Si se viera uno y otro, se comprobaría que en diseño eran idénticos, casi gemelos, aunque un pelín más grande el Buran, pero a diferencia de los de la NASA, el ruso era capaz de volar en piloto automático, que fue como voló en su único lanzamiento al espacio en 1988. Dejando volar la imaginación, vemos como la estación espacial estaría siendo construida utilizando ambos transbordadores, el americano y el ruso, instalando módulos, cambiando las tripulaciones de la ISS... Pero en fin, solo es imaginación. Ahora sobrevive como pieza de museo. Y por otro lado Europa planeó su propio sistema, aprovechando la excelente base del cohete Ariane 5. Este transbordador ligero, el Hermes, fue una de las propuestas ganadoras para preparar un vehículo propio sin tener que recurrir a ambas potencias. Con capacidad para tres tripulantes, hubiera sido una eficaz ayuda en los tiempos que corren ahora en la ISS, pero a al hora de la verdad los paises miembros decidieron seguir como antes.
En los últimos años, sobre todo cuando la ISS estaba en preparación, tímidos esfuerzos se realizaron para diseñar y preparar nuevas naves que usar aprovechando esta instalación. El primero fue el denominado CRV, un vehículo de forma aerodinámica, a modo de vehículo salvavidas, que estaría acoplado permanentemente a la ISS, con capacidad para siete astronautas, que sería capaz de aterrizar como el transbordador, y así no depender de las Soyuz, con capacidad para tres personas. Pero con el cambio de administración, se hicieron varios recortes en el proyecto, incluyendo este minitransbordador salvavidas, que fue probado solo en modo de planeo lanzado por un B-52 especialmente modificado. Y por otro lado, existía el proyecto X-43, que en realidad era un motor experimental que utilizaba el oxígeno de la atmósfera para alimentarse, en conjunción con otro combustible previamente almacenado en el motor. Si bien la prueba que se realizó fue un éxito, el programa se olvidó. Si hubieran continuado, ese motor sería la clave para lanzar transbordadores al espacio sin necesitar un conjunto como necesita la lanzadera actualmente. Hablando claramente: este vehículo despegaría como un avión, utilizando una pista, y al alcanzar cierta altura, encendía ese motor del que hemos hablado y el vehículo así alcanzaría el espacio. La clave es que al equipar al menos la mitad del combustible que necesita, posibilitaría enviar más cargas y más pesadas, a la órbita. Pero esto es utopía.
Al tiempo, nuevas tecnologías de propulsión espacial se están desarrollando, unas ya vuelan, otras están casi listas para hacerlo. Nos referimos al motor iónico y al motor de plasma. El iónico, que equipan entre otras la sonda Dawn que se dirige hacia dos grandes asteroides del cinturón principal, utiliza gas xenon, en una cantidad realmente pequeña, que a veces no llega a los 20 kg. Este tipo de motor utiliza electricidad para calentar y así movilizar los átomos de xenon, que antes de ser expulsados por la tobera son acelerados por una serie de imanes. Si bien el primer impulso que da es pequeño, al ser capaces de estar encendidos durante meses ese pequeño impulso acumulado durante tanto tiempo le da una increíble velocidad. Y por otro lado, está el motor de plasma. Los principios son similares, pero en vez de usar gases ionizados como el xenon, se utilizan gases neutros, que calentados a cierta temperatura, acaba formando el plasma, y entonces se lleva a una especie de cámara de combustión, donde los átomos del plasma son concentrados alrededor de un arco eléctrico calentado a temperaturas muy elevadas, y entonces gracias a un campo eléctrico estos átomos de plasma son acelerados y expulsados. Se cree que los motores de plasma serán más eficientes que los iónicos, por lo que pueden ser la clave para los viajes por todo nuestro sistema solar.
Esta es una época de buenas y malas noticias, y la primera de las últimas misiones del transbordador, la última que ha despegado por la noche, fue lanzada este lunes, en una de las últimas misiones para finalizar la construcción de la ISS. Es el fin de una era. Y desde aquí lanzamos un llamamiento para que se forme una agencia espacial mundial. Es nuestro mayor deseo.
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