Phoenix, un tributo

domingo, 30 de enero de 2011

¡Tormenta!

Si hay algo que comparten los todos los planetas, es que poseen atmósfera. Aunque la de Mercurio se califica más como exosfera (es decir, es tan fina, tan débil, casi imperceptible), también la posee, formada por la combinación de las partículas del viento solar y de partículas que salen de la superficie. En el resto, sus atmósferas son lo suficientemente notorias como para influir en todo el planeta. En los planetas rocosos hay variedad. Aquí en la Tierra tenemos de todo: momentos de calma, lluvia, nieve, vientos, huracanes, etc. Venus es bastante turbulento, y es el único planeta de este tipo con superrotación en sus nubes, tardando cuatro días en rodear todo el planeta, a causa de los fuertes vientos. Lluvia de ácido sulfúrico, un calor infernal, rayos que caen sobre la superficie, y sobre todo, los vórtices de nubes en ambos polos. Gracias a Venus Express estamos entendiendo mucho mejor los fenómenos que se dan allí. Marte es un lugar frío, con poca atmósfera, y generalmente hay mucha calma, con un tiempo muy estable... hasta que cuando llega a su perihelio (también depende de cual) grandes nubes de polvo provenientes del sur se extienden por todo el planeta, llegando incluso a tapar todo el planeta, provocando incluso un fenómeno de calentamiento, que generalmente no se produce. En 1971, 1973, 1977, 1982, 2001, y en menor medida 2007 sucedieron probablemente las más notorias, aunque poco se sabe de las épocas telescópicas previas a la investigación con sondas espaciales. Algo probado es que si en la Tierra es complicado predecir el tiempo, en Marte es una pesadilla. Por suerte la potentísima MRO incorpora una cámara meteorológica, para hacer más "fácil" la tarea. Eso si, por otro lado están los planetas gaseosos.

Más allá del cinturón de asteroides se encuentran cuatro enormes bolas de gas, unas mayores, otras menores. Básicamente son casi todo atmósfera, hasta profundidades inimaginables. El hermano mayor del sistema, Júpiter, es el planeta más grande del sistema solar, y es el mejor lugar en el que poder observar una atmósfera en continuo movimiento. Desde que se usan telescopios, y éstos iban mejorando con los siglos, se pudieron distinguir sus bandas de nubes, más claras, más oscuras, con cientos de pequeños torbellinos recorriendo sus nubes. Estos torbellinos son anticiclones, con mayor o menor potencia, unas tormentas enormes de tamaños tremendamente respetables. Gracias a las misiones espaciales (las Voyager, Galileo e incluso el telescopio Hubble) se han podido seguir los recorridos de estas impresionantes formaciones rodeando los cinturones de nubes del planeta. Incluso se les ha visto fusionarse con el tiempo. Aunque el más notorio, por decir algo, es el que se conoce como Gran Mancha roja, un gigantesco ciclón mayor que la Tierra, con vientos de hasta 400 km/h. Observado por primera vez por Robert Hooke en el siglo XVII, lleva más de 300 años sin apenas variar de forma. Lo más enigmático es su color. Hasta la fecha no se sabe por qué tiene ese color rojo, a diferencia de las otras tormentas, con un claro color blanco. La Gran Mancha Roja era la única, hasta que una observación astronómica amateur desde Filipinas descubrió una segunda mancha roja. Gracias a los seguimientos del Hubble de años anteriores se determinó que esta nueva mancha, llamada cariñosamente "Red Junior", es la fusión de tres tormentas más pequeñas, durante unos cuatro años, al sur de su hermana mayor. Lo misterioso es por qué ésta también ha adoptado ese color rojo. Pero es que lo insólito es que en el año 2008 apareció una tercera mancha roja, a un lado de la Gran Mancha, y que a lo largo de ese verano fue engullida y posteriormente escupida, habiendo perdido su color rojo. Ahora mismo sigue habiendo dos manchas rojas, por la zona sur, la grande y la pequeña. Lo único que se sabe es que estas tormentas están por encima del resto de atmósfera, son tremendamente potentes, y en extremo misteriosas.

La única vez que hemos visto a Urano con los ojos de una sonda espacial fue el 24 de enero de 1986, cuando la ilustre Voyager 2 alcanzó tan lejano planeta. Lo que nos enseñó fue la quizás atmósfera más sosa entre los planetas del sistema solar, de ahí que nosotros lo califiquemos como inexpresivo. La verdad es que la curiosa inclinación de su eje de rotación provocó que la sonda observara el polo sur del planeta, que por aquellos días era el que ofrecía al Sol. Así, más que ver la clásica distribución de bandas meteorológicas de los planetas gaseosos, vio una inmensa nube que parecía cubrir el resto de capas atmosféricas de debajo. Y como no hemos mandado nuevas sondas allá (sondas al estilo de Galileo o Cassini) nos hemos tenido que encomendar, como no, al telescopio Hubble. En sus observaciones recientes, justo cuando el Sol da en el ecuador, además de contemplar sus anillos de perfil, y la sombra de su satélite Ariel sobre la atmósfera, pues han aparecido sus bandas atmosféricas, y también, una mancha oscura, es decir, su primera tormenta observada por nosotros. En fin, si nosotros no vamos a Urano, el planeta vendrá a nosotros. Lo se ha podido asegurar es que el planeta posee escaso, por no decir, nulo, calor interno, por lo que el único calor que posee es el que le llega del Sol, y tal vez esa sea una de las razones de por qué no han aparecido hasta ahora tanto las bandas atmosféricas como las tormentas solares. Ahora que el ecuador recibe casi toda la luz solar, parece ser que el calor que llegaba al polo sur en 1986 se ha ido desplazando al ecuador, mientras que el frío del polo norte ha realizado el mismo trayecto. Es probable que eso haya originado la tormenta vista en el 2006 por el Hubble. En fin, al ser escaso el calor que le acaba llegando, su meteorología es más bien calmada.

Tras la "decepción" provocada por Urano, se esperaba que Neptuno fuera similar, pero todo lo contrario. El 25 de agosto de 1989 Voyager 2 se acercó a este planeta, para descubrir un planeta lo más parecido a Júpiter, pero más pequeño y de color azul a causa del metano atmosférico, y tal vez por una algo más alta concentración de helio. A pesar de que, como Urano, recibe escaso calor del Sol (todavía menos), posee una atmósfera turbulenta al extremo, con vientos colosales, que superan los 2000 km/h., convirtiéndoles en los más potentes del sistema solar. Neptuno tiene una fuente bastante potente de calor interna, que parece mover la atmósfera de la forma ya vista. Y además, también poseía una tormenta brutal, del tamaño aproximado de la Tierra, que a diferencia de las tormentas de Júpiter, era una depresión en vez de un anticiclón. Al tiempo que se observaba esa gran mancha oscura, otra más pequeña, llamada "el patinete", el "ojo del mago", estaba situada al sur. Con el tiempo éstas han desaparecido, y parece que otra ha asomado, esta vez en el polo norte. Y como en el caso de Urano, Neptuno tampoco ha recibido visita posterior tras la Voyager 2, y ha tenido que ser el Hubble el que nos ha permitido cierto seguimiento a lo que acontece en uno de los lugares más hermosos del sistema solar.

Pero la actualidad está en Saturno. Aunque en apariencia la atmósfera del señor de los anillos parezca más plácida, un vistazo por debajo nos descubre una atmósfera muy viva, con vientos interesantes, rayos que caen por doquier, y tormentas. En 1933 el astrónomo inglés Will Hay observó lo que calificó como el homólogo saturniano de la Gran Mancha Roja de Júpiter. Sin embargo observaciones posteriores y de mejor calidad pudieron seguir cómo se fue difuminando y acabó desapareciendo en apenas unos meses. Tras las visitas de las Pioneer 11 y Voyager 1 y 2, en las que no se observaron tormentas apreciables, se tenía la esperanza de poder verlas con la misión Cassini, tras haber aparecido dos en 1990 y 1994. Y la suerte ha querido que hayan sido dos, la última desde hace unas semanas, tras recibir ondas de radio emitidas desde los mismos puntos en los que se han formado. La primera de ellas fue observada en el 2007, detectada gracias a las ondas de radio emitidas, a la vez que observaciones aficionadas contemplaban una mancha blanca en el hemisferio sur. Y en diciembre del año pasado una mancha alargada, clara y bastante extensa se observó, y sigue allí, aunque de momento desconocemos si ésta se ha reducido o aumentado. El largo tiempo que lleva Cassini por Saturno nos ha permitido ver más cosas curiosas de su tormentosa atmósfera. Para empezar, ha podido observar los primeros rayos extraterrestres que emite una tormenta, liberando una energía diez mil veces más potentes que los terrestres. Pero quizás lo que mejor defina la atmósfera de Saturno son los huracanes que existen en ambos polos. Primero en el 2006 se notificó que en el polo sur había un huracán que giraba en el sentido de las agujas del reloj a 550 km/h, y luego dos años después en el polo norte, a una velocidad similar. Lo curioso es que en el polo norte existe una acumulación de nubes que posee una misteriosa forma de hexágono, ya vista desde las Voyager, pero mejor definida por Cassini. La verdad es que, bajo su apariencia calmada, hay un mundo tumultuoso y particular.

Aún tenemos mucho que averiguar cosas sobre las atmósferas de estos gigantes de gas, cuyos fenómenos, irónicamente también los posee la Tierra. Las cosas que tiene el sistema solar.

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