
El Sistema Solar, visto desde MESSENGER.
iámetro), posee un sistema de anillos y 27 satélites conocidos hasta la fecha. Tarda 84 años en orbitar el Sol, y como ya comentamos en anteriores entradas, su eje de inclinación está a 98º, y su rotación es de al menos 17 horas. Su atmósfera está compuesta básicamente de Hidrógeno y Hélio en un 98%, casi un 2% metano y el resto otros gases. Aunque lo más curioso es lo de su campo magnético, ya que no sólo posee una inclinación diferente a la del planeta (está 60º más inclinado) sino que además está desplazado del centro del planeta. Por otra parte, los materiales de sus anillos son quizás el material más oscuro visto en el sistema solar. Ahora, si tuviéramos una sonda de similares características a las de Cassini, ¿qué investigaría? Para empezar, por qué posee el planeta esa rotación tan curiosa, la causa (o no) de la diferente inclinación del eje magnético. Otra cosa en la que profundizar es la de la falta de calor interno que proporciona cierta estabilidad atmosférico. Investigar en profundidad el sistema de anillos nos ayudaría a averiguar qué ma
teriales lo conforman exactamente. También una investigación en profundidad de las capas atmosféricas nos proporcionaría valiosos datos sobre la formación este diferente tipo de planetas gaseosos. Y luego tendría que examinar los satélites. Sobre éstos, averiguar varias cosas: la causa de que acompañen la inclinación de 98º del planeta, su estructura interna, y sobre todo, conseguir los mapas globales de los principales satélites, ya que de ellos solo conocemos sus polos sur (como ya contamos en la segunda parte de Sopa de Satélites). Y por supuesto otras cosas que a nosotros se nos ocurrirían pero que los científicos seguramente plantean.
s y 288 días, su atmósfera es casi idéntica que la de Urano, aunque con una pizca más de Metano. Su eje de rotación es de 29'6º, y como Urano, su eje magnético está incilinado otros 50º respecto al eje de rotación, y además también se encuentra desplazado del centro del planeta. Se sabe que tiene una fuente tremendamente potente de calor interno, que provoca, como ya contamos en una anterior entrada, los vientos más potentes del sistema solar, y una atmósfera turbulenta. También posee sus anillos, como todo planeta gaseoso que se precie. En cuanto a satélites, oficialmente son 13 los que posee, aunque es probable que la cifra pueda aumentar a 18. Y entre ellos, el centro de atención es indiscutiblemente Tritón, cuyas
características ya relatamos. Otros satélites interesantes son Nereida, que posee la órbita más excéntrica de todos los satélites conocidos en el sistema solar; Proteo, un escombro de unos 436 km. en su diáme
tro mayor (el mayor satélite irregular del sistema solar, y el segundo de Neptuno); en fin, todos ellos. ¿Qué nos aportaría una sonda al estilo de Galileo? Para empezar, buscar las razones de esa fuente interna de calor, estudiar las capas atmosféricas, su magnetosfera, echar un vistazo serio a los anillos, y después, centrarse en los satélites, sobre todo en Tritón, para averiguar el por qué de su rara órbita, los géiseres de nitrógeno, los criovolcanes, el resto de su geografía (solo conocemos parte del polo sur). El caso es que hace tiempo se habló de un proyecto de ir para allá, con un módulo principal y otro para descender a Tritón, pero no pasó de los tableros de diseño.
mbustible y sus correspondientes motores. Y si encima le añadimos un vehículo de aterrizaje para Tritón en la que vaya a Neptuno, pues aún lo jorobamos más. Además, por mucho que se tenga de cohetes muy potentes, es casi imposible que semejantes colosos puedan ser puestos en ruta casi directa. Quizás exageramos un poco, tal vez esas sondas acabaran en el espacio, solo que para alcanzar su destino necesitaría muchas asistencias gravitatiorias. Ésto se podría resolver con los nuevos sistemas de motores, uno ya probado, como el motor iónico, otro por probar, el motor de plasma, que promete ser más potente y eficiente, y luego una variante de estos dos pero alimentado por reactores nucleares. Con la asistencia de estos propulsores seguramente se acortaría bastante el tiempo de viaje. Recordemos que el tándem Cassini-Huygens, a plena carga en el momento del lanzamiento daba un peso en báscula de más de 8 toneladas, y eso que Huygens "solo" pesaba algo más de 300 kg., así que si se diseña y construye alguna sonda hacia alguno de esos dos planetas, es posible que pesara aún más, aunque con los motores iónicos la cantidad del combustible que se almacena es menor, aunque necesitaría el apoyo de un reactor nuclear para poner en marcha el motor (los actuales necesitan la energía que genera el Sol para calentar el gas y expulsarlo por la tobera del motor). Sin embargo, la entrada en órbita no supondría un problema. En resumen, los inconvenientes son tres: tiempo, peso, y desarrollo de tecnología. Aunque creemos que la espera, a fin de cuentas, merecería la pena.
ticular de cuerpos celestes. La pega es que tras el impacto no se pudo observar la cicatriz provocada por tan colosal impacto. Aún así, gracias a la cámara del Impactor, es decir, esa sonda suicida que portaba Deep Impact, se obtuvieron primeros planos antes de que ese cilindro de cobre de 250 kg. de masa colisionara con el cometa. Pero vamos, salvo por el hecho de que el cráter no se observó, la misión se considera un éxito, y muchos de los medios de observación que tenemos (Hubble, XMM-Newton, Rosetta, los telescopios Keck de Hawaii, etc.) proporcionaron otras interesantes perspectivas, extremadamente útiles.
r para ver el cráter. Se pensó en lo que se podia hacer. Fabricar una sonda de la nada hubiera sido muy caro. Hacer regresar a la Deep Impact, comprometida en la misión Epoxi (visitar el cometa Hartley 2 y observar el espacio profundo) era imposible. Solo quedaba una alternativa: Stardust. Esta sonda lanzada en 1999, diseñada para recoger muestras de la cola del cometa Wild 2 (una misión realizada exitosamente) se encontraba en órbita solar esperando nuevos cometidos. Entonces los que deseaban volver al Tempel 1 se fijaron en ella. Al final la propuesta se aprobó, y Stardust ha vuelto a cumplir sus cometidos impecablemente.






, diseñado y construido por la oficina de diseño de Korolyov. El conjunto completo desplazaba una masa de 1580 kg. en el momento del despegue, que incluía la sonda de aterrizaje unida a una pesasa etapa de crucero. La sonda en sí era una esfera de unos 100 kg. de masa y 58 centímetros de diámetro, el único instrumental que portaba era un medidor de radiación y una cámara de fotos. Fue lanzada, como
habitualmente, desde el cosmódromo de Baikonur, el 31 de enero de 1966, y tras una fase de crucero sin incidentes, fue liberada para su aterrizaje, a unos 15 metros de la superficie, y para amortiguar el aterrizaje usó una forma primitiva de airbag para suavizar el impacto. Tras la toma de Luna, el contenedor hermético se abría, sus pétalos se extendían y sus antenas y cámara se desplegaba. La cámara que portaba equipaba un sistema que rotaba un espejo, lo que le confería una visión de 360º. Finalmente se posó el 3 de febrero en el Oceanus Procellarum, en las coordenadas 7,08ºN-64,4ºW, y funcionó hasta el día 6.
bservatorio de Jodrell Bank, en Inglaterra, cuyos trabajadores comprobaron que el formato de la transmisión era idéntico al sistema internacional de transmisión de imágenes para la prensa. Aprovechando esto, el diario británico Daily Express, consiguió un receptor apropiado para recibir del observatorio las imágenes y consiguió publicarlas, y desde ahí viajaron a todo el mundo. Con ésto se especuló que lo ocurrido había sido una maniobra de la URSS, ya que se pensaba que se había instalado un transmisor estándar que cualquiera podría seguir, aunque específicamente apropiado para Jodrell Bank.
el horizonte hasta 1.4 km. del vehículo. Lo más importante fue que se comprobó que el regolito lunar era lo suficientemente compacto como para resistir el peso de las sondas y, por lo tanto, abrió la puerta a sondas de aterrizaje más pesadas, e incluso los Lander de los Apollo. Éstas fueron las primeras imágenes superficiales de un mundo extraterrestre, y el comienzo de una nueva fase de la carrera espacial, que acabaría con el primer hombre el la Luna.