La región Vela/Puppis, desde IRAS
viernes, 31 de mayo de 2019
domingo, 19 de mayo de 2019
Artemis: ¿Luna en el 2024? Veremos
En mayo de 1961, el entonces Presidente Kennedy, en su famoso discurso, urgió a la NASA a llevar astronautas a la Luna antes de acabar la década. La NASA lo consiguió, gracias a una gigantesca inversión de dinero y usando una organización prácticamente militar. En nueve años se desarrolló el cohete Saturno V y las naves Apollo de órbita y de superficie. En ese tiempo se seleccionaron y adiestraron astronautas. Y en ese tiempo, se lanzaron sondas espaciales cuyo objetivo era preparar el primer alunizaje tripulado. Aunque el programa Apollo es más conocido por su éxito de ingeniería, también ha retornado ciencia importante, en forma de experimentos dejados en la superficie de la Luna, datos obtenidos desde la órbita, y los más de 300 kg. de rocas y regolito lunar que regresaron con los astronautas, que gran parte de ello sigue sin investigar. Recientemente, el actual Vicepresidente, además de abroncar a la fuerza de trabajo de la agencia, ordenó, a instancias de su superior, acelerar los esfuerzos para retornar al ser humano a la superficie selenita. Antes de esta orden, el plan era el de enviar astronautas a nuestro satélite en el 2028, ahora, hay que hacerlo en el 2024, a cualquier precio. ¿Sensato? No. ¿Realista? Ya veremos.
La NASA cerró Apollo a la Luna en 1972, en vista de los inmensos costes que supuso el desarrollo del programa, y desde entonces, mucho se ha hablado de cuándo volver, y para qué. Una cosa estaba clara: si se volvía, era para quedarse, y eso implicaba la construcción de una base en la propia superficie lunar. Ha habido varios intentos, y tal vez el más serio es que que arrancó con ese programa Constellation de la década del 2000. De todo lo previsto para ese programa, lo único que ha sobrevivido es la nave tripulada Orion, el resto no pasó del papel, o de hardware de prototipo. Otra pata de este programa era un nuevo esfuerzo de caracterización de nuestro satélite. Lo que puede decirse es que, desde que la última misión soviética, Luna 24, concluyera su misión en 1976, no se volvió a la Luna, Primero la sonda japonesa Hiten (1993), y luego la misión Clementine (1994), reiniciaron el retorno a nuestro satélite, y esta segunda dio información nueva que ha atraído la atención de todos: la posibilidad de hielo en la Luna. Posteriormente, sondas como Lunar Prospector, Chandrayaan-1 o LCROSS han confirmado su existencia, y la sonda más longeva en órbita lunar, LRO, está ampliando los estudios de cuánta agua existe en su superficie. El agua es básico, porque no solo servirá para los astronautas, también puede servir para elaborar combustible de cohetes para misiones futuras. Cuando cambió la Administración tras las elecciones del 2008, este programa cayo, y a su vez se propuso una aproximación más lenta y sosegada, lejos de la agresividad anterior. Al conservar Orion, y empezando el desarrollo del gigantesco cohete que lo lanzará, el SLS, lo que se ideó para el futuro era el de explorar, antes que nada, asteroides. Para ello, se desarrollaría un vehículo no tripulado cuya misión sería la de coger un asteroide, o el fragmento de un asteroide, y traerlo a la órbita lunar, donde los astronautas lo estarían esperando, y estudiarlo. Al tiempo, los socios de la ISS (Estados Unidos, Rusia, la ESA, Japón, y otros) empezaron las conversaciones de una posible estación espacial en lo que ellos llaman el espacio cis-lunar. En el 2016, nuevo cambio en la Administración, y con ello, otro cambio en la forma de ver el futuro de los vuelos espaciales tripulados. Lamentablemente, en vez de un programa coherente y sin prisas, ahora vuelve la agresividad, envuelta en un cierto nacionalismo. Es innegable que la NASA ha sido la única en hacer llegar seres humanos al suelo selenita, pero tal y como van las cosas, que un país decida, prácticamente por su cuenta, el volver, es una locura. Uno de esos objetivos es "demostrar la superioridad de la tecnología estadounidense". En algunos casos es cierto, en otros, otras agencias espaciales pueden tener un mejor dominio de la tecnología.
Antes de la llegada de la nueva Administración, el programa tripulado de la NASA progresaba, si bien con lentitud. El nuevo SLS es un cohete enorme: mide casi lo que un Saturn V, consta con dos etapas y dos aceleradores de combustible sólido, y con capacidad de poner en órbita baja terrestre, así en seco, hasta 130 toneladas. En cuanto a Orion (o MPCV) es un vehículo en dos partes, siguiendo la filosofía de diseño de los módulos de mando y servicio del proyecto Apollo. En este caso, la NASA se encarga del vehículo habitable y de reentrada, y la ESA ha diseñado y construido el módulo de servicio, derivado de sus naves de carga ATV a la ISS. Orion tiene capacidad para seis astronautas, y con
recursos para funcionar de manera independiente durante al menos tres semanas. Antes de meter astronautas en esta potente combinación, lo que se necesita es probarlos, y ese es el objetivo de la primera misión conjunta. Lo que molesta a algunos es el continuo retraso en el desarrollo de ambos vehículos, aunque deberían ser conscientes que se trata de nuevos diseños, que no se sacan de la noche a la mañana. Un cohete tan grande como el SLS es, por necesidad, complejo de construir y probar, y sin duda, cuando vuele por primera vez (tal vez para el verano del año que viene) aparecerán problemas, que habrá que resolver, lo que significará retrasar el segundo, este con tripulación. Una vez abandonada la idea de traerse asteroides, se ha vuelto a la idea del retorno a la Luna, bajo el lema de volver para quedarse. Una parte importante, o eso parecía, era el de la estación cis-lunar que, a lo largo de estos años desde su primer anuncio oficial, hacia noviembre del 2017, se veía como la parada intermedia desde la que realizar el alunizaje. Esta infraestructura, bajo el nombre de Gateway, no solo sería una versión a escala de la ISS (incluyendo un módulo de propulsión y energía, equipando motores iónicos), también sería lugar de parada de las naves con destino a alunizar. Asi, la tripulación encargada de la tarea de bajar a la superficie selenita atracaría primero en el Gateway, luego abordaría alguno de los lander acoplados a la estación, y descenderían. Cuando terminaran su misión, despegarían para retornar a este complejo orbital, antes de emprender el regreso a la Tierra. Lo primordial era, por ello, primero terminar Gateway, y luego empezar las misiones tripuladas a Selene. Además, la NASA está firmando acuerdos con empresas privadas para desarrollar vehículos que mandar a la superficie selenita con el propósito, primero, de situar instrumentación, y después, de hardware con el que empezar a instalar la base en el suelo lunar.
Lamentablemente, ahora llegan las prisas. No sabemos si será porque China ha posado su Chang'e 4 en la cara oculta lunar, en un cráter de la cuenca Aitken del polo sur, o por qué, pero el "macho alfa" que manda allí se ha encaprichado con demostrar su "superioridad", y ha mandado a la NASA a acortar el plazo, y hacer que la agencia ponga sobre la superficie lunar astronautas para el 2024, y el que pusieron para dirigir la NASA, como lacayo fiel, se ha entregado a la tarea. En 1961, la agencia tuvo nueve años, y recursos financieros casi ilimitados para conseguirlo. Ahora, tiene cinco años, pero los recursos financieros apenas han aumentado. Si se quieren resolver los problemas de desarrollo del SLS y de la nave Orion, hace falta más que una pequeña inyección de dinero, y para empeorarlo, no hay módulo lunar. Solo hace unos días, tras anunciar que el proyecto de este nuevo alunizaje ha sido bautizado como Artemis, se ha seleccionado a once empresas
privadas para que, en el menor plazo posible, desarrollar el diseño, ¡y prototipos! de módulos lunares, sin siquiera firmar contratos concretos, simplemente lanzan a esas once empresas la idea de que desarrollen sus diseños sin siquiera supervisión, y construyan prototipos en un plazo de seis meses. También en el anuncio del nombre para el programa, se anunció que en esta primera misión se mandaría una mujer a la Luna. Esta sería una noticia a celebrar, si no fuera propagandística. La dotación de una misión tripulada debe seleccionarse de acuerdo con sus requisitos, y escoger a los que están mejor preparados para la tarea. De momento, esta misión a la Luna para el 2024 solo tiene un propósito: volver, es decir, de propaganda. Si en el futuro se prepara un programa científico completo a realizar una vez en superficie, para ello habrá que escoger a los más preparados, no por su género, sino porque sean los idóneos. Si son mujeres, que vuelen, si son hombres, que vuelen, si es mixta, que vuele, pero que no se haga solo porque sea políticamente correcto.
Cada año, el gobierno estadounidense solicita presupuestos para todas sus agencias anualmente, y son las dos cámaras (de Representantes y el Senado) las que los autorizan. Para el próximo año, se ha solicitado para la NASA un presupuesto de 22.6 billones de dólares, que supone un aumento del 5% con respecto al de este año, pero para iniciar este programa acelerado, se ha entregado una petición suplementaria de 1.6 billones. Sin embargo, para la gente que conoce la industria espacial, si se quiere conseguir, se debería gastar un mínimo de entre 4 y 5 billones cada año para conseguirlo, y de acuerdo con algunas estimaciones internas de la NASA, el gasto total debería rondar algo más de los 40 billones al final de estos cinco años. Con elecciones a la vista el año que viene, todo podría volver a caer de nuevo, o no, depende del resultado.
Hay algo que tener en cuenta: el desarrollo privado de los módulos lunares (entre otros vehículos). Las dos naves que las firmas SpaceX y Boeing han diseñado y construido para el transporte de astronautas a y desde la ISS ha llevado un mínimo de ocho años, principalmente por los exigentes requisitos de seguridad para astronautas esbozados por la NASA, y aunque ya se están construyendo las naves diseñadas para ir allí arriba (la de SpaceX ya ha volado), para llegar a este punto han tenido que pasar pruebas y revisiones extremadamente rigurosas antes de recibir las debidas certificaciones, y todavía deben conseguirlas. Por ello, la idea de que las empresas diseñen y construyan en seis meses prototipos de módulos lunares es poco menos que una locura.
Ya os habéis dado cuenta: No nos gusta el tipo que manda allí, y estos planes son una estupidez. Son planes de ir a la Luna porque sí. No se ha dado cuenta de que los vuelos al espacio, cuando las cosas se hacen mal, acaban en catástrofe. La realidad suele ser despiadada, y cualquier mínimo error puede resultar fatal. Que pregunten a las tripulaciones de los transbordadores Challenger y Columbia. Ahora, ¿nos oponemos a que se regrese a la Luna? No, hay que hacerlo, pero así no. Lo que hay que hacer es replicar el modelo de cooperación que se ha conseguido con la ISS, o en su defecto, una agencia espacial mundial, sin que ningún estado tenga preferencia sobre otro. Si algo enseñan los documentales acerca de los futuros viajes al espacio es que debe ser un esfuerzo conjunto, no de uno solo. El programa Apollo dejó a la NASA tiritando, en cuanto a recursos monetarios se refiere, y esta idea puede provocar el mismo efecto si no se para a tiempo. Estamos de acuerdo en que hay que establecerse en la Luna como paso previo para intentar el viaje a Marte, pero no de esta forma. No debe ser una competición, ha de ser una cooperación. Sin eso, no se llegará a ningún sitio. ¿Volver? Si. ¿Así? No.
Esta es nuestra opinión, ya nos comunicaréis la vuestra.
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