Y ahora llega el esperado resúmen. Este 2009 por desgracia no ha sido especialmente fértil en noticias, a pesar de ser el año internacional de la astronomía. Básicamente este ha sido el año clave para la ISS, ya que se le han añadido nuevas e importantes estructuras, y sobre todo porque por fin las tripulaciones de la estación han dejado de ser de 3 para ser de 5 o 6. Desde la estructura S6 en el mes de marzo hasta el módulo ruso Poisk, mucho se ha avanzado, además de varias infraestructuras para los astronautas. En cuanto a las sondas, viajando planeta por planeta, MESSENGER realizó el tercer y último sobrevuelo al primer planeta, y solo le queda entrar en órbita, evento que se producirá en el 2011. Y gracias a esto ya tenemos un mapa casi global (faltan los polos por ser observados) del planeta, si juntamos además lo que observó Mariner 10. En Venus se ha dejado escuchar poco la tímida pero resultona Venus Express, pero algún apunte curioso nos ha dejado, como el asunto de haber encontrado granitos en su superficie. Sobre la tarea de buscar volcanes activos, por el momento, nada. Sobre nosotros solo Rosetta nos ha visitado, el mes pasado, realizando su última visita a la Tierra y la principal asistencia gravitatoria para poder alcanzar el 67P. Y por la Luna cosas malas y buenas han ocurrido. El año pasado mencionábamos que tres sondas estaban funcionando, y ninguna de ellas americana. Pues en este momento solo la americana es la que está funcionando. La china Chang'e, la colosal japonesa Kaguya (por finalización de misión) y la hindú Chandrayaan (por una avería) terminaron sus tareas por Selene, dejando al tándem LRO/LCROSS camino a la Luna, y mientras LRO se ponía en órbita para revisar todo lo revisable, LCROSS se estrellaba en el cráter Cabeus, encontrando rastros de agua (la suficiente para bañarse o más, dicen sus investigadores) en el lugar. Por Marte el séquito del planeta ha estado investigando dentro de sus posibilidades. Por desgracia son pocos los titulares que nos han dado. Las de órbita por los problemas que han tenido (MRO ya recuperada y Mars Odyssey en plena recuperación), y las de superficie haciendo lo posible. Mars Express ha sido la más callada, pero nos ha dejado también cosillas interesantes como el dúo Fobos-Deimos en una sola postal. Volviendo a los MER, Spirit ha vivido este año un calvario, ya que tras salir del Home Plate ha acabado atrapado en la ubicación Troy, en la que lleva desde el mes de mayo con todo el lado izquierdo enterrado en el blando suelo del cráter Gusev, y mientras Opportunity, una vez fuera del cráter Victoria el año pasado, ha estado todo este año en la ruta hacia el cráter Endeavour, aunque también ha tenido algunos problemas en el motor a una de sus ruedas. Pero lo que importa es que sigue en la ruta, y ambos MER cumplirán nada menos que 6 años, y si siguen alcanzarán y sobrepasarán la marca de Viking 1, y ese día sera digno de celebrarse. Puede que suene repetitivo, pero fueron diseñados para tres meses, y llevan allí desde el 2004. Parecen estar vinculados a esta crónica. Alcanzando Saturno, el planeta ha pasado el equinoccio de su órbita por el mes de julio, y la poderosa Cassini estuvo allí para relatarlo. Además, el hexágono del polo norte ha vuelto a ser visible porque la luz del Sol le vuelve a dar directamente, los grandes lagos de Titán contienen líquido (tal vez helado), algo que se ha confirmado gracias a una imagen de oportunidad, cuando la luz de Helios incidía directamente sobre ellos, en Encélado puede haber una gran concentración de agua líquida que sale a presión. A pesar de las apariencias, es poco lo que nos ha llegado desde tan lejano y hermoso lugar. En cuanto a otros temas, la aventurera Dawn pasó por Marte para ganar velocidad rumbo a los asteroides Vesta y Ceres, New Horizons ya se encuentra más cerca de Plutón que de nosotros (aún le quedan 5 años de travesía), la ilustrísima sonda Ulysses ha concluido su extraordinaria misión, y otras cosas de las que no nos acordamos. Por otra parte, este ha sido también el año de los telescopios. Tres nuevos se han lanzado, y por supuesto, el veteranísimo Hubble ha recibido su última puesta al día, para que nos dure unos pocos años más, hasta que se lance su sustituto. Para empezar, el telescopio interferómetro Kepler, cuya misión de búsqueda de planetas tipo Tierra ha sido retrasada hasta solucionar unos problemas en los sistemas de transmisión, fue lanzado en marzo, y pese a los problemas ya nos dio unos resultados prometedores, aunque no haya encontrado nada todavía. Y por su parte, el tándem Herschel/Planck, lanzado a través del mismo Ariane 5 ECA en el mes de mayo, también han comenzado sus labores, el primero contemplando el universo a través del infrarrojo, y el segundo explorando el fondo cósmico, también con interesantísimos datos. Y además en este año también han sido muchos planetas extrasolares, y alguno de ellos rocosos, y quién sabe, con características suficientes para abrigar vida. Y todo lo que nos espera en el 2010: El fin de las obras en la ISS, Cassini y su nueva misión extendida, los MER "dando la brasa" por Marte, las de órbita igual, nueva compañía (esperamos) para el planeta rojo, New Horizons observando a Plutón y Caronte por fin por separado, y nuevos proyectos que se lanzarán a lo largo del 2010. Por nuestra parte, desde luego, poco más, ya que ha habido una escasez de resultados notables. Esperemos que cambie en el 2010.
jueves, 31 de diciembre de 2009
domingo, 27 de diciembre de 2009
Sopa de satélites (I)
Salvo Mercurio y Venus, todos los planetas tienen satélites. Ya sean más grandes, o más pequeños, están presentes, dando compañía a sus planetas, influyéndolos de alguna forma. Más cerca, más lejos, qué más da, siempre están allí, aunque en algunos casos no los veamos. Esta disertación es para hablar de quizás los más importantes, y seguramente los más curiosos.
La Luna (o Selene, como prefiráis), es importante para nosotros porque es nuestro único satélite. Lo es porque es el primero que hemos estado explorando habitualmente, y el único que hemos podido pisar. Lo que llama la atención es su tamaño: el diámetro de la Luna es de 3.476 km., lo que la convierte en parte del "top ten" de los satélites del sistema solar. Lo curioso es que tanto su rotación como su órbita alrededor nuestro es idéntico, es decir, 28'7 días, por lo que siempre ofrece la misma cara hacia la Tierra. Tuvimos que esperar hasta 1959 para ver (o algo) la cara oculta, cuando la sonda soviética Luna 3 obtuvo las primeras instantáneas del desconocido lugar. No eran precisamente esclarecedoras, pero nos dejaron adivinar algo de cómo era esa zona lunar. También tuvieron el don de hacer que los americanos se tiraran de los pelos, sobre todo cuando el comité de nomenclaturas de la Unión Astronómica Internacional dio permiso a la Unión Soviética a nombrar las estructuras recientemente encontradas. La Luna es un erial, un mundo completamente seco, cubierto en muchas zonas de su superficie de polvo, el llamado regolito. Muchos de los "mares" de la cara que vemos desde Tierra no son más que vastas acumulaciones del regolito, tal vez formado por erupciones volcánicas en los primeros tiempos de nuestro satélite, o los restos pulverizados de los impactos que generaron los cráteres. Además, la Luna nos influye más de lo que parece. Las mareas que hay en los mares terrestres son causados por la Luna y sus movimientos alrededor nuestro. Y hay una cosa más que comentar sobre la Luna. Selene actualmente está a 384.000 km. de media de altura sobre nosotros, y gracias a los sensores láser dejados por las misiones Apollo, sabemos que se aleja de nosotros, muy lentamente, pero lo hace. Llegará un día en que los eclipses solares no serán totales, solo anulares, motivado por esa causa. Ahora mismo se me viene a la mente una imagen poética. Imaginaos en la época, digamos, que cuando el hombre no era más que un cazador-recolector. En esa época nuestro satélite estaba mucho más cerca, y probablemente cuando estaba en fase llena, debía iluminar tanto la noche, que para aquella gente debía ser algo absolutamente fascinante. Actualmente hay muchos planes, y desde que la última misión del Apollo regresó de su superficie, mucho se ha soñado con instalar allí bases, laboratorios, y más allá, colonias en las que poder liberar el exceso de población. Los proyectos actuales son para colocar allí estaciones de abastecimiento para posteriormente enviar naves tripuladas a Marte. A nadie se le escapa la idea que la Luna será nuestro trampolín hacia el sistema solar, aunque hay que decir que los proyectos para instalar bases en suelo lunar llevan al menos 9 años de retraso, básicamente porque no hay financiación suficiente para ello. Si hubiera una agencia espacial mundial...
Seguimos avanzando por el sistema solar, alejándonos hacia los confines de él, cuando llegamos a Marte, para hablar de Miedo y Terror. Los dos satélites del planeta rojo, Fobos y Deimos, encontrados laboriosamente, como ya contamos, son dos objetos más parecidos a asteroides que a otra cosa. Baja densidad, escaso tamaño, forma irregular, todos los ingredientes para afirmar que fueron capturados hace miles de años cuando Marte poseía mucha más atmósfera. Fobos, de la forma de una patata, posee unas dimensiones de 28x20 km., y está plagado de cráteres, cuyo mayor de ellos, el Stickney, tiene unas raras estructuras radiales por todo su borde exterior. Su órbita es de 7 horas y 30 minutos, por lo que gira alrededor de Marte tres veces al día. Y lo más extraño: su órbita se va acercando a Marte, y llegará un día en que caiga al planeta por los efectos gravitatorios que Marte le provoca. Actualmente hay una misión casi preparada para ser enviada a investigarle: la rusa Phobos-Grunt, heredera de las dos que intentaron llegar en 1988, ya está en la base de lanzamientos, a la espera (no sabemos a qué) de ser enviada allí. Esperemos que tenga una buena y productiva misión. Por su parte, Deimos es más pequeño (12x10) y con forma de haba. Orbita Marte cada 30 horas y 14 minutos, y tiene varios cráteres. Es singular por ser uno de los satélites menos craterizados del sistema solar, y abundan en él los terrenos llanos. Se conoce menos este satélite, ya que solo se le ha visto desde lejos, la última la potentísima Mars Reconnaissance Orbiter y sus extremadamente sensibles instrumentos y cámaras. Ambos satélites, para redondear en sus rarezas, tienen unas órbitas perfectamente circulares, los únicos del sistema solar, y orbitan el planeta al revés que otros muchos objetos: salen por el este, circulan por el cielo y se ponen por el oeste. Allí los eclipses son frecuentes, y han sido vistos tanto por sondas de superficie como por las de órbita, éstas cuando han captado la sombra de Fobos en la superficie marciana. Puede que no sean los más grandes o los que más afecten a su planeta, pero son bastante dignos de mención por estar donde están y cómo están.
Avanzando hacia los exteriores del sistema solar, alcanzamos al hermano
mayor del sistema: Júpiter. Gracias al primer telescopio que fabricó, Galileo encontró alrededor de Júpiter cuatro puntos que estaban rodeándole por el ecuador. Corría el año 1610, y acababa de descubrir a sus cuatro "obedientes soldados": Io, Europa, Ganímedes y Calixto. Io es el satélite galileano más cercano a Júpiter, y aunque es apenas doscientos kilómetros mayor que la Luna, es quizás el objeto celeste más activo del sistema solar. Tiene un diámetro de 3.630 km., y causó sensación cuando en 1979 Voyager 1 lo observó por vez primera: por toda su superficie había numerosos volcanes, la inmensa mayoría en actividad. Y durante el acercamiento de Voyager 2 incluso uno de ellos hizo erupción (algo que Galileo y Cassini volvieron a contamplar 21 años después), por lo que tras la Tierra era el segundo objeto del sistema solar con semejante actividad actualmente. Al estar dentro del cinturón de radiación del planeta su exploración se antojaba (y aún lo hace) difícil, pero eso no fue impedimento para que Galileo, sobre todo en sus últimos meses de misión, se acercara incluso a 300 km. de él. Por desgracia sus ordenadores se reiniciaban cuando alcanzaba cierta dosis de radiación, lo que provocó que muchos datos se perdieran, pero otros muchos por suerte llegaron a nosotros, e incluso imágenes de alta resolución, las mejores tomadas hasta la fecha. Lo más sorprendente, es que Io no tiene cráteres de impacto. Si los había ya no están, seguramente borrados por la incesante actividad volcánica provocada por las fuerzas de marea que provoca Júpiter al estar tan cerca, y que han destrozado su interior. Todo es azufre en su superficie, y toda plagada de volcanes, además la radiación reinante lo hace bastante inhabitable. Un lugar de lo más insólito. Todo lo contrario es Europa: es un satélite helado, con una gruesa capa de hielo que tal vez alcance los 100 km. de profundidad. Con diámetro de 3.121 km., podría encerrar bajo el hielo un océano de aguas cristalinas y chimeneas de vapor humeante proveniente de las profundidades del satélite. Todo esto casi se asegura gracias a los datos de las Voyager, de Galileo y de New Horizons. Un primer apunte lo dejó Voyager 2. El índice de luz que reflejaba Europa era mayor que el de muchos otros del sistema joviano, y al contemplar las líneas que recorren el satélite, se dieron cuenta de que era hielo toda su superficie. Años más tarde Galileo, que mucho nos enseñó por allá, al pasar más cerca, observó muchas similitudes con las capas de hielo de los polos norte y sur de la Tierra: fracturas por desplazamiento, largas lenguas como si fueran glaciares, deriva... No cabía duda, ahí abajo hay agua. Si añadimos la deriva (confirmada por New Horizons) a que apenas tiene cráteres, hacen que la superficie de Europa sea muy dinámica, lenta pero dinámica. Y al hablar de océano bajo el hielo, chimeneas de vapor interno del satélite, especulan los científicos, que ahí abajo podría haber vida. No se sabe de que tipo, pero vida. Por ello se prepara una especie de submarino que pueda llegar a tal profundidad y confirmar (o no) que hay bichos por allá. Esa si que sería una grandísima noticia. Cerca de él se encuentra Ganímedes. El gigante del sistema solar, con 5.262 km. de diámetro, es el satélite más grande del sistema solar. Parecido a la Luna en un primer golpe de vista, no tiene nada que ver: Su capa externa está formada por hielo, y por debajo hay una corteza de silicatos, probablemente dividida por placas tectónicas como en la Tierra, aunque parece que no ha tenido actividad reciente de ellas en mucho tiempo. Muchos cráteres poblan su superficie, muchos de ellos parecidos a los de la Luna, pero con un fondo liso. Una región destacable es Regio Galileo, un antiguo y gran cráter de impacto, borrado por la actividad geológica, y lo que nos ha quedado es una zona oscura, con anillos concéntricos, de 10 km. de ancho y 100 de profundidad. Es de las más visibles. Si se le mira más adentro, es probable que se encuentre algo líquido o fluido por debajo de la corteza, quizás el responsable de la tectónica de placas que podría tener. Por su superficie también se ha detectado algún flujo volcánico recorriendo la superficie. Todo parece indicar una superficie bastante vieja, pero para redondear el espectáculo que nos ofrece Ganímedes, es el único satélite que posee su propio campo magnético, probablemente creado para protegerse del de Júpiter. Esta es una de las mayores joyas que nos brinda el sistema joviano. Y nos queda Calixto. El cuarto de los satélites galileanos es apenas más pequeño que Mercurio (4.878 km.) ya que su diámetro es de 4820 km. Si pensáramos en una atalaya para la exploración de Júpiter, esta sería la mejor. Su posición lejana al cinturón de radiación evitaría que nos envenenáramos por su causa, y desde luego, es uno de los satélites con superficie más vieja, aunque también es helada. Más que ningún otro, rebosa cráteres de impacto. Por todas partes, uno encima del otro, está saturado de ellos, y tiene la característica de que no tiene apenas relieves destacables. Sin embargo, tiene quizás una de las estructuras más impresionantes del sistema solar. El cráter Valhalla, una gigantesca estructura en anillos de hasta 2.748 km. de diámetro en su anillo más externo. Originada tal vez por un gigantesco impacto, es una de las estructuras más curiosas encontradas ahí fuera, pero que tampoco ha dejado de ser víctima de los impactos asteroidales. Su superficie, es una mezcla de hielo y roca, y da la casualidad de que mucho material de su superficie coincide con la de muchos asteroides del cinturón principal. Al igual que Europa, puede ser otro candidato a tener un océano subsuperficial, pero en Calixto es algo menos probable. En fin, es un satélite estable, sin nada de actividad geológica, por lo que lo dicho antes, que sirva como base para futuras exploraciones del sistema joviano es bastante factible, y con todo ese hielo en superficie, podría ser un punto de apoyo en el que parar a repostar y proseguir camino hacia el exterior del sistema solar.
Eso es lo que haremos en otra entrada, para seguir hablando sobre los satélites más curiosos e importantes del sistema solar. No sabemos cuántos satélites hay exactamente en total en nuestro vecindario, pero solo conocemos apenas una pequeña parte de ellos. Muchos de ellos son pequeños mundos de roca, tal vez asteroides enanos o cometas que perdieron su cola hace mucho tiempo. Por eso, desde Tierra o desde las sondas espaciales (Cassini en Saturno tiene una cuenta de satélites nuevos bastante importante) siguen apareciendo por los planetas. Nos queda Saturno (con muchos y muy variados), Urano (lo poco que sabemos de ellos), Neptuno (el helado Tritón), y por supuesto, Plutón y Caronte (siempre seguiremos considerando planeta a Plutón), un sistema que rota en armonía gracias a un punto de gravedad separado del centro del planeta. No desfallezcais, la continuación de esta disertación llegará pronto.
PD.: El día 31 resumiremos este año que ha sido por desgracia poco fértil en noticias sobre el espacio, tanto en nuestra crónica como en esta herramienta de apoyo. Un saludo.
martes, 15 de diciembre de 2009
Ventana al Espacio (VIII)
miércoles, 9 de diciembre de 2009
La cultura de Marte (I)
Desde la más remota historia se lleva mirando hacia el cielo, con curiosidad, con miedo algunas veces, pero siempre, había un punto rojo que llamaba la atención. Dependiendo de la región de la Tierra desde que se miraba, adoptaba un nombre: Simud, Tiu, Ares, Marte... Son muchos los que recibió, pero Marte fue la nomenclatura oficial con la que se quedó. Ares, en la mitología griega, y Marte, en la romana, hacían alusión al dios de la Guerra, y le venía que ni al pelo debido al color rojo sangre que transmite el planeta a la Tierra. Tuvo que llegar la época de los primeros telescopios cuando se recobró interés por el planeta. Fue Galileo Galilei en 1610 el que primero lo contempló, distinguiendo por primera vez una de sus estructuras, la famosa "V" de Syrtis Major. Desde entonces fue uno de los objetivos a observar, pero era difícil determinar la forma de sus estructuras superficiales, ya que parecía cambiar a cada observación. Todo cambió cuando, en 1882, el astrónomo titular del observatorio de Milán, Giovanni Schiaparelli, anunció al mundo que había observado una serie de líneas rectas, que se entrecruzaban, y circulaban por todo el planeta, anunció que había observado lo que el llamó los canali, y la prensa los popularizó como canales.
El fondo del asunto fue que que en Marte se pensaba que existía una civilización, avanzada, y socialista (según el concepto de socialismo de la época), que sacaban el agua de los helados polos para irrigar los desiertos. Más tarde, otro astrónomo, esta vez aficionado, Percival Lowell, realizó el mapa "más exacto" de los canales marcianos, asegurando que no eran los propios canales los que eran observados, sino el resultado de la irrigación de los terrenos colindantes a los canales. En simples palabras: vegetación. El pequeño problema era que cada observador contemplaba sus propios canales, incluso algunos de ellos durante la misma observación cambiaban, se ramificaban, etc. Total, cada mapa de los canales no se parecía a ningún otro. Sin embargo muchos mantuvieron su vigencia hasta justo antes de la época de las sondas espaciales.
Caso aparte fueron sus satélites. Por cálculos "matemáticos", y pese a no haberlos encontrado, se le adjudicaron a Marte dos satélites. El cálculo era este: Mercurio y Venus no tienen, la Tierra tiene uno y Júpiter tiene cuatro, entonces ¿cuántos le corresponden a Marte?: Pues dos. Pura matemática. En 1877, el observador Asaph Hall, usando el nuevo telescopio del observatorio de Washington, situado en un lugar llamado "la hondonada brumosa" (mal sitio para un telescopio), tras árduos días de paciente observación (y sobre todo gracias a los ánimos de su esposa, Angelina Stickney) pudo contemplar ambos objetos. Si, eran dos, y adoptaron los nombres de Fobos y Deimos. Lo que sucedió después fue un poquito vergonzoso: el anterior director del observatorio, Simon Neucomb, que le había cedido la titularidad del telescopio, ya que no había aprovechado de todo las posibilidades de su nueva herramienta, estalló en celos, y sacó una nota diciendo que Hall le llamó para decirle que había encontrado dos puntos alrededor de Marte y él, Neucomb, era el que había determinado que eran satélites. Naturalmente a Hall no le gustó esto, pero con el tiempo le comprendió, ya que estaba frustrado por no haber encontrado nada, y añadió que, cuando se hizo cargo del observatorio, echando un vistazo a los cajones del escritorio del despacho del observatorio, encontró fotos de Marte de 1875, y dijo que estuviera quien estuviera observando por aquellos días, tuvo los satélites de Marte delante de sus narices y no los identificó. No son esas las palabras utilizadas, pero es aproximado.
Entrando en el apartado de la literatura marciana, muchas novelas hay sobre el planeta rojo, pero son pocas las conocidas. "Los Viajes de Gulliver" no tratan sobre Marte, pero dieron una pincelada. Esta obra, escrita en 1726 por Jonathan Swift, cuenta que, cuando Gulliver visita la isla de Laputa, los observadores del lugar le hablan de dos satélites en Marte, aunque mucho tiempo antes, en la Ilíada de Homero, en el XV Libro también se mencionan. Curioso. Tiempo después, ya en el siglo XIX, a finales, se publicó una de las novelas de ciencia-ficción más famosas de la historia: La Guerra de los Mundos. En 1898 Herbert George Wells lanzó esta novela basada en la premisa de los canales de Marte, pero a diferencia de los postulados de Schiaparelli, en la historia los marcianos se rendían, y cogían sus naves y se dirigían a la Tierra, para conquistarla. Tuvo una buena acogida, y relataba lo que sucedía en Londres a finales del siglo XIX cuando llegaban los marcianos, y ningún medio existía para poder pararlos...
Ya en el siglo XX las quizás sagas marcianas más conocidas vieron la luz. En 1912 Edgar Rice Burroughs, el autor de las novelas de Tarzán, creó al héroe de capa y espada de sus aventuras por Barsom (Marte para los amigos): John Carter, un soldado de la américa confederada que, tras perder la guerra, se dedica al pillaje con un compañero. Tras ser perseguido por los indios se refugia en una cueva. Se echa a dormir, y antes de dormirse ve Marte en el cielo, a través de un agujero en el techo de la cueva. Entonces se desmaya, y cuando recobra el conocimiento, se encuentra en Marte... Este es el comienzo de "Una Princesa de Marte", el primero de una serie de libros de las aventuras de Carter por la árida superfice marciana, haciendo amigos, luchando con enemigos, y consiguiendo a la chica, claro está. En estos libros es un canto de la imaginación al poder, ya que Carter se encuentra en sus viajes a todas las razas de hombres que pisan el planeta, con criaturas inimáginables, naves fabulosas, etc. Desde luego son un buen entretenimiento. En 1950, Ray Bradbury, el autor de "Fahrenheit 451", publicó las "Crónicas Marcianas". Este libro trata sobre el contacto terrestre con una decadente pero rica sociedad marciana, y de lo que se genera a raíz de este contacto. Por desgracia este libro no ha pasado por nuestras manos, pero si está escrito solo la mitad de bien que el anteriormente mencionado, es motivo más que suficiente para embarcarse en su lectura. Para añadir al lote de libros míticos sobre Marte, está otro que tampoco ha pasado por nuestras manos, "Forastero en Tierra Extraña", de Robert A. Henlein (Premio Hugo por "Las Brigadas del Espacio", de la que posteriormente se realizó una entretenida película), la historia del único superviviente de la primera expedición humana a Marte, cuidado por los marcianos, y que posteriormente es devuelto a la Tierra, a una Tierra a la que se tiene que acostumbrar... Una premisa interesante.
En 1938, el 30 de octubre por más señas, desde las ondas, se emitió por radio en Estados Unidos el primer capítulo del serial titulado "La Guerra de los Mundos", dirigido por el genial Orson Welles, y basado en la novela de H.G, Wells. El que iba a ser un serial radiado más, como muchos otros de la época, se convirtió, sin serlo, en el quizás mayor experimento sociológico de la historia. Hay que hacer constar que la publicidad de este programa radiofónico se anunció antes, durante y después de la emisión como una historia, una adaptación de la novela en la que se basa, pero en vez de ser en Londres en 1898 ocurría en todo el mundo, pero centrado en Nueva York en el mismo año de emisión. Sin embargo, gracias al estupendo trabajo del Mercury Theatre, a la genialidad de Welles, o quizás al miedo y la preocupación por las noticias que llegaban de Europa (La alemania nazi tomaba los sudetes checos, la guerra civil española), más de un millón de personas se tomaron como ciertas las "noticias" que su receptor captaba. Hay que decir en favor de Welles que el trabajo de ambientación fue excelente, y el ritmo que le daba a la acción, vertiginoso, natural si tenían un horario que cumplir. El programa fue un éxito de audiencia, aunque parte de ello fuera a causa del miedo originado por lo que se emitía, y pasaba de boca en boca, gracias a las llamadas de los asustados ciudadanos, que llamaban a sus familiares, y éstos, a su vez, a otros, y así siguió la cadena. Esto no es más que un ejemplo del poder de persuasión de los medios de comunicación, y sobre todo, de lo crédula que es la gente. Muchos quisieron demandar a Welles por alarma social, pero el que el programa fuera debidamente anunciado evitó a la emisora a una multa gorda. Solo faltaban 11 meses para que otra guerra de los mundos arrasara la Tierra, y dejara el mayor balance de muertos de la historia.
Con la cultura actual, con el cine, llegaron nuevas historias, pero eso ya lo contaremos en otro momento.
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