Al igual que con la Luna y Marte, también hubo carrera parra alcanzar Venus. Y como en el caso de Marte, también fueron los americanos los primeros que consiguieron resultados desde las cercanías del nuboso planeta, con Mariner 2 en 1962. La URSS, desde 1961 hasta 1966 llegó a lanzar hasta 12 misiones, tanto de sobrevuelo como de impacto con la superficie y de aterrizaje suave en el planeta. Finalmente, en octubre de 1967, dos días después del sobrevuelo de la Mariner 5, la soviética Venera 4 consiguió traspasar la atmósfera venusiana y realizó el primer análisis in situ de una atmósfera no terrestre, además de ser el primer artefacto humano en contactar con la superficie de otro planeta. Eso si, ya había dejado de transmitir a causa de los rigores del planeta. Una vez se tuvo éxito, la URSS siguió lanzando más misiones. Muchas de ellas transmitieron datos muy importantes sobre el planeta, y también para futuras misiones. Además, con Venera 7, se enviaron los primeros datos desde la superficie de un planeta, en 1970, alguno de ellos necesario para los próximos intentos de alcanzar las tierras venusianas.
Antes de llegar a donde nos interesa, una última sonda, Venera 8 alcanzó la superficie de Venus, confirmando que los índices de luminosidad eran más que suficientes como para hacer posible la realización de fotografías. Esto fue en 1972. Para 1975, la siguiente generación de sondas de superficie soviéticas estuvieron listas.
Para la siguiente expedición soviética, se elevaron las apuestas: un vehículo orbital y una sonda de superficie. Fueron construídos dos (como acostumbraban) por si uno de ellos se perdía. El orbitador era un cilindro, con los paneles solares a los lados, con el instrumental en la parte baja y la cápsula de reentrada en la parte superior. Unida al cilindro estaba la antena de alta ganancia. Además, portaba 18 experimentos, entre ellos dos cámaras (una visible y otra ultravioleta), el primer ejemplar de un radar cartográfico, tres espectrómetros ultravioleta e infrarrojos, y otros dedicados para el estudio de la atmósfera, acabando con un magnetómetro. Fue el diseño básico que fue utilizado tanto para misiones a Venus como a Marte. El aterrizador era una esfera de unos 80 centímetros de díametro construido a base de planchas de titanio super resistente, para conceder a la sonda la posibilidad de funcionar durante cierto tiempo en la superficie venusiana. Entre las capas de titanio fue colocado un aislante térmico de unos 12 centímetros de espesor. Dentro contaba con el ordenador de a bordo y los experimentos, y un complejo sistema de refrigeración fue montado, incluyendo una especie de chimeneas gemelas a un lado del vehículo. Por encima, tenía un freno aerodinámico de dos metros, que incluía los paracaídas, las antenas hacia sus vehículos orbitales, y varios sensores atmosféricos. Para soportar el aterrizaje se colocó un tren de aterrizaje cilíndrico apoyado con amortiguadores para hacer lo más suave posible la toma de Venus. Entre los 11 experimentos portaba 2 cámaras, fotómetros, espectrómetros de masa, de rayos Gamma y un anemómetro. Las cámaras estaban montadas para proporcionar vistas en blanco y negro y de 360º del área de aterrizaje de las sondas. Los vehículos de superficie tenían un peso en báscula de 660 kg, y la esfera de reentrada, de 2'4 metros de diámetro, 1560 kg. En el momento del lanzamiento, el conjunto de Venera 9 pesaba 4936 Kg., y Venera 10, a plena carga, desplazaba una masa de 5033 Kg.
Venera 9 fue elevada desde Baikonur el 8 de junio de 1975 mediante un cohete Proton. Venera 10 lo hizo el día 14. Tras un viaje sin incidencias Venera 9 alcanzó la órbita de Venus el 22 de octubre (fue la primera en hacerlo en la historia). La cápsula de aterrizaje fue soltada dos días antes. Antes de la reentrada el aterrizador fue enfriado a 10º C bajo cero, para garantizar el funcionamiento en la superficie. Tras un descenso de libro, aterrizó en algún lugar cerca de las coordenadas venusianas 31º01'N 291º38'E, en una área cercana a la región ahora conocida como Beta Regio. Se encontró una temperatura de 455º C y una presión atmosférica de unas 90 atmósferas (la que hay en los fondos marinos a una profundidad de 2500 metros). Se encontró menor radiación residual que la encontrada por la Venera 8. La misión tuvo una pega: la tapa de una de las cámaras no se retiró, por lo que solo tuvimos una panorámica de 174º alrededor de la sonda a través de varios barridos. Una vez que la sonda orbital quedó fuera del alcance de la de superficie, tras 53 minutos, se dio la tarea por concluida en lo concerniente al vehículo posado en Venus.
Venera 10 alcanzó Venus el día 25, y dos días antes había soltado su cápsula de aterrizaje, que finalmente se posó en un radio de 150 km. de las coordenadas 15º25'N 291º31' E, a unos 2200 km. de su sonda hermana. Midió una temperatura de 464ºC y una presión de 91 atmósferas. Cayó cerca de una placa de lava, detectada posteriormente con el uso de radar. Al igual que con su hermana, una de las dos cámaras quedó sin uso ya que la tapa que lo cubría no se retiró, por lo que se obtuvo una panorámica de 184º del área de aterrizaje. Quedó fuera del alcance de los receptores de su sonda orbital tras 65 minutos, y su misión se dio por finalizada.
En general las sondas operaron estupendamente, recolectando información de las capas de la atmósfera, de la superficie, y de la radiación. Estaban equipadas con lámparas de luces halógenas, aunque no hicieron falta: la luz era más que suficiente, como la calificaron sus controladores, había la misma claridad que en un día nuboso de verano en Moscú. Es posible que las sondas duraran más tiempo en la superficie, ya que cuando sus transmisiones perdieron la señal todavía enviaban información. Fueron las primeras sondas de superficie que transmitieron imágenes claras de otro mundo (quedaban todavía 9 meses antes que las Viking alcanzaran la superficie marciana) y fueron exhibidas en todo el mundo. Las de Venera 9 mostraban un paisaje plagado de rocas planas de un tamaño importante. Las de Venera 10 mostraron una planicie sin apenas rocas, plana, como si fuera una enorme extensión de lava. Se veía perfectamente el horizonte, y a pesar de las nubes, existía una enorme claridad. Además, los análisis de los instrumentos de a bordo mostraban que las rocas eran de origen basáltico, muestra de que por allí hubo vulcanismo durante largo tiempo.
En cuanto a los orbitadores, llevaron a cabo sus misiones sin contratiempos. Fotografiaron la atmósfera venusiana en ultravioleta (como Mariner 10 hizo un año y pico antes), estudiaron la atmósfera en cuestiones de dinámica, absorción de luz, brillo de aire, e incluso detectaron en el lado nocturno como flashes, probables indicaciones de que allí había relámpagos. Poco más se ha sabido de los resultados, ya que solo unas pocas imágenes han salido a la luz, y en cuanto a resultados, tampoco es que hayan entregado mucho las autoridades. La Venera 9 orbital terminó su misión el 22 de marzo de 1976. Es de suponer que la Venera 10 orbital también finalizara la misión por esos días.
El simple hecho de aterrizar y fotografiar desde la superficie venusiana ya fue un triunfo en sí, y después enviaron otras 6 hasta 1986, de las que destacamos las Venera 13 y 14, que enviaron fotos en color desde la superficie venusina. Desde entonces, ya nunca volvieron a Venus.
Lo mejor es que, recientemente, un entusiasta de la exploración espacial recogió la señal digital de las emisiones de las dos Venera de superficie, y ha conseguido mejorar enormemente la calidad de las imágenes, revelándonos detalles hasta ahora imposibles de ver. Un trabajo excepcional.
Para la siguiente expedición soviética, se elevaron las apuestas: un vehículo orbital y una sonda de superficie. Fueron construídos dos (como acostumbraban) por si uno de ellos se perdía. El orbitador era un cilindro, con los paneles solares a los lados, con el instrumental en la parte baja y la cápsula de reentrada en la parte superior. Unida al cilindro estaba la antena de alta ganancia. Además, portaba 18 experimentos, entre ellos dos cámaras (una visible y otra ultravioleta), el primer ejemplar de un radar cartográfico, tres espectrómetros ultravioleta e infrarrojos, y otros dedicados para el estudio de la atmósfera, acabando con un magnetómetro. Fue el diseño básico que fue utilizado tanto para misiones a Venus como a Marte. El aterrizador era una esfera de unos 80 centímetros de díametro construido a base de planchas de titanio super resistente, para conceder a la sonda la posibilidad de funcionar durante cierto tiempo en la superficie venusiana. Entre las capas de titanio fue colocado un aislante térmico de unos 12 centímetros de espesor. Dentro contaba con el ordenador de a bordo y los experimentos, y un complejo sistema de refrigeración fue montado, incluyendo una especie de chimeneas gemelas a un lado del vehículo. Por encima, tenía un freno aerodinámico de dos metros, que incluía los paracaídas, las antenas hacia sus vehículos orbitales, y varios sensores atmosféricos. Para soportar el aterrizaje se colocó un tren de aterrizaje cilíndrico apoyado con amortiguadores para hacer lo más suave posible la toma de Venus. Entre los 11 experimentos portaba 2 cámaras, fotómetros, espectrómetros de masa, de rayos Gamma y un anemómetro. Las cámaras estaban montadas para proporcionar vistas en blanco y negro y de 360º del área de aterrizaje de las sondas. Los vehículos de superficie tenían un peso en báscula de 660 kg, y la esfera de reentrada, de 2'4 metros de diámetro, 1560 kg. En el momento del lanzamiento, el conjunto de Venera 9 pesaba 4936 Kg., y Venera 10, a plena carga, desplazaba una masa de 5033 Kg.
Venera 9 fue elevada desde Baikonur el 8 de junio de 1975 mediante un cohete Proton. Venera 10 lo hizo el día 14. Tras un viaje sin incidencias Venera 9 alcanzó la órbita de Venus el 22 de octubre (fue la primera en hacerlo en la historia). La cápsula de aterrizaje fue soltada dos días antes. Antes de la reentrada el aterrizador fue enfriado a 10º C bajo cero, para garantizar el funcionamiento en la superficie. Tras un descenso de libro, aterrizó en algún lugar cerca de las coordenadas venusianas 31º01'N 291º38'E, en una área cercana a la región ahora conocida como Beta Regio. Se encontró una temperatura de 455º C y una presión atmosférica de unas 90 atmósferas (la que hay en los fondos marinos a una profundidad de 2500 metros). Se encontró menor radiación residual que la encontrada por la Venera 8. La misión tuvo una pega: la tapa de una de las cámaras no se retiró, por lo que solo tuvimos una panorámica de 174º alrededor de la sonda a través de varios barridos. Una vez que la sonda orbital quedó fuera del alcance de la de superficie, tras 53 minutos, se dio la tarea por concluida en lo concerniente al vehículo posado en Venus.
Venera 10 alcanzó Venus el día 25, y dos días antes había soltado su cápsula de aterrizaje, que finalmente se posó en un radio de 150 km. de las coordenadas 15º25'N 291º31' E, a unos 2200 km. de su sonda hermana. Midió una temperatura de 464ºC y una presión de 91 atmósferas. Cayó cerca de una placa de lava, detectada posteriormente con el uso de radar. Al igual que con su hermana, una de las dos cámaras quedó sin uso ya que la tapa que lo cubría no se retiró, por lo que se obtuvo una panorámica de 184º del área de aterrizaje. Quedó fuera del alcance de los receptores de su sonda orbital tras 65 minutos, y su misión se dio por finalizada.
En general las sondas operaron estupendamente, recolectando información de las capas de la atmósfera, de la superficie, y de la radiación. Estaban equipadas con lámparas de luces halógenas, aunque no hicieron falta: la luz era más que suficiente, como la calificaron sus controladores, había la misma claridad que en un día nuboso de verano en Moscú. Es posible que las sondas duraran más tiempo en la superficie, ya que cuando sus transmisiones perdieron la señal todavía enviaban información. Fueron las primeras sondas de superficie que transmitieron imágenes claras de otro mundo (quedaban todavía 9 meses antes que las Viking alcanzaran la superficie marciana) y fueron exhibidas en todo el mundo. Las de Venera 9 mostraban un paisaje plagado de rocas planas de un tamaño importante. Las de Venera 10 mostraron una planicie sin apenas rocas, plana, como si fuera una enorme extensión de lava. Se veía perfectamente el horizonte, y a pesar de las nubes, existía una enorme claridad. Además, los análisis de los instrumentos de a bordo mostraban que las rocas eran de origen basáltico, muestra de que por allí hubo vulcanismo durante largo tiempo.
En cuanto a los orbitadores, llevaron a cabo sus misiones sin contratiempos. Fotografiaron la atmósfera venusiana en ultravioleta (como Mariner 10 hizo un año y pico antes), estudiaron la atmósfera en cuestiones de dinámica, absorción de luz, brillo de aire, e incluso detectaron en el lado nocturno como flashes, probables indicaciones de que allí había relámpagos. Poco más se ha sabido de los resultados, ya que solo unas pocas imágenes han salido a la luz, y en cuanto a resultados, tampoco es que hayan entregado mucho las autoridades. La Venera 9 orbital terminó su misión el 22 de marzo de 1976. Es de suponer que la Venera 10 orbital también finalizara la misión por esos días.
El simple hecho de aterrizar y fotografiar desde la superficie venusiana ya fue un triunfo en sí, y después enviaron otras 6 hasta 1986, de las que destacamos las Venera 13 y 14, que enviaron fotos en color desde la superficie venusina. Desde entonces, ya nunca volvieron a Venus.
Lo mejor es que, recientemente, un entusiasta de la exploración espacial recogió la señal digital de las emisiones de las dos Venera de superficie, y ha conseguido mejorar enormemente la calidad de las imágenes, revelándonos detalles hasta ahora imposibles de ver. Un trabajo excepcional.
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