Phoenix, un tributo

domingo, 18 de octubre de 2009

Recordando a una gigante


Tal día como hoy hace 20 años una de las más grandes y potentes sondas espaciales iniciaba su singladura de 6 años hacia el hermano mayor del sistema. Era Galileo, un vehículo de enormes proporciones, destinado a la exploración de Júpiter y su sistema de satélites. Fue elevado dentro de la bodega del transbordador Atlantis, ya que no había un lanzador preparado para lanzar semejante sonda.
Ésta no era la primera que viajaba e investigaba tan tremendo planeta, ya que cuatro sondas anteriores en la década de 1970 (las Pioneer 10 y 11 y las ya míticas Voyager 1 y 2) se acercaron tras algo más de un año de trayecto. Pero la Galileo era diferente. Era más grande, más potente, mejor equipada, pero al no disponer un lanzador que sea capaz de enviar tanta masa en órbita y en trayectoria directa hacia Júpiter, sus diseñadores tuvieron que planear una ruta alternativa para ganar la velocidad suficiente para enviarla hacia su destino. Para ello se planearon tres acercamientos a cuerpos del sistema solar para que utilicen la gravedad de estos planetas para ir acumulando la velocidad necesaria. Un acercamiento a Venus y dos a la Tierra fueron suficientes para que al fin se pusiera en marcha. El 10 de febrero de 1990 se acercó a Venus, ganando velocidad e investigando un poco sus nubes. Luego cogió camino hacia la Tierra, que la alcanzó el 8 de octubre de ese mismo año. Siguiendo la trayectoria se adentró en el cinturón de asteroides por vez primera, y alcanzó su primer hito: observar por primera ocasión un asteroide. Se trataba de Gaspra, de forma alargada y circulando en solitario. Este evento se produjo el 28 de octubre del 1991. Tras este encuentro siguió su camino de vuelta hacia la Tierra, por la que pasó el 8 de diciembre de 1992, cogiendo más velocidad y observando de paso nuestro satélite, para probar sus instrumentos. Entonces cogió rumbo hacia Júpiter, y en el camino hacia el planeta, y otra vez por el cinturón de asteroides, se volvió a encontrar con otro asteroide, Ida, el 28 de marzo de 1993, más pequeño que Gaspra y con forma puntiaguda. Pero lo sorprendente fue que alrededor de Ida había otro pequeño asteroide que le orbitaba, una "china" de un kilómetro y medio de diámetro, bautizado como Dactyl. El primer satélite de un asteroide.

Aquí hacemos un inciso, porque no todo fueron sorpresas, descubrimientos y maravillas. Un suceso que marcó la misión para siempre fue que la antena principal, que comprendía dos secciones, una fija, y otra plegable, que lo estuvo durante el lanzamiento y liberación al espacio, falló. La sección plegable no pudo extenderse por completo debido que el lubricante del motor que debía extenderlo se congeló, y eso provocó que la antena principal quedase fuera de servicio. Entonces utilizó el sistema secundario, utilizando una antena que enviaba los datos a una velocidad mucho menor a la que estaba prevista con la principal, y decidieron el sistema de almacenamiento en un dispositivo de estado sólido (similar a una cinta de VHS), ir almacenando la información y enviarla gradualmente al centro de control. Ese sistema no fue diseñado para funcionar de esa manera, como sistema de almacenamiento masivo, y dio no pocos problemas al control de la misión, más que nada a causa de la radiación reinante en Júpiter. Pero salvando estos detalles, la misión es calificada con un grandísimo éxito.

Mientras Galileo continuaba camino de Júpiter, un astrónomo experto en observaciones de cometas y asteroides, Eugene Shoemaker, junto a un amigo suyo, anunció que en 1994 un asteroide, el bautizado en honor de ambos observadores Shoemaker-Levy 9, colisionaría con el planeta. Entonces el revuelo que se organizó a raíz de esto fue enorme, y todos querían contemplar el momento: desde telescopios en tierra, desde el recién arreglado telescopio Hubble, pero quienes mejor asiento tuvieron fueron los científicos adscritos a la misión de la Galileo, que desde su privilegiada posición pudo contemplar, quizás mejor que nadie la colisión de los 21 fragmentos en los que se descompuso el cometa debido a la fuerte gravedad de Júpiter. Incluso pudo observar algunos de los trozos tiempo antes de la colisión. La energía provocada por los impactos impresionó a todos, y los restos de las explosiones duraron más de un año.

1995 era el año clave: Galileo entraría en órbita del planeta y soltaría la sonda suicida que portaba hacia la atmósfera del gigante gaseoso. Esta sonda suicida, construida por la agencia espacial alemana, fue diseñada para penetrar en la atmósfera de Júpiter y transmitir datos de las condiciones reinantes y para analizar la atmósfera joviana. Separada de Galileo, el 13 de junio, se introdujo en las capas superiores el mismo día que la sonda principal entraba en órbita. Gracias a su escudo térmico comenzó a frenar, y a atravesar la atmósfera. Entonces comenzó a analizar la composición de la atmósfera, en la que encontró menos vapor de agua de la que se esperaba. También se estudiaron los vientos, y se midieron las presiones atmosféricas. Tras 50 minutos de descenso y alcanzando 150 km. de profundidad, esa presión atmosférica acabó con la sonda, que es la única que se ha atrevido a aventurarse en tan hostil elemento.

La propia Galileo entró en órbita del hermano mayor del sistema ya la célebre fecha del 7 de diciembre de 1995, comenzando su misión de dos años, prorrogable según los intereses que encuentren. Y durante esos dos años de completo estudio, lo más interesante que encontraron fue el satélite Europa. Tras varios acercamientos al satélite, se afirmó, (y aún se afirma, por supuesto) que bajo su superficie, de hielo, hay un océano de agua, tal vez salada. Entonces se prolongó dos años más para seguir estudiando este interesante astro. Con energía de sobra y combustible suficiente se volvió a prolongar la misión, para hacerla coincidir con la visita de otra gran señora del espacio: la poderosa Cassini. Siguiendo una ruta similar a la seguida por Galileo, esta enorme sonda se acercó a Júpiter para ganar la velocidad final para alcanzar Saturno, su destino. Y aprovechando la cercanía, durante los meses de octubre del 2000 y marzo del 2001 este insigne vehículo estudió todo el sistema joviano, realizando su máximo acercamiento a 10 millones de kilómetros de la atmósfera del planeta. Los mejores momentos fueron en el mes de diciembre, un período que se bautizó "Jupiter Millennium Mission", o misión del milenio de Júpiter, con dos sondas de conceptos muy similares (obviamente Cassini porta modernas versiones de los instrumentos de Galileo) examinando al gigante gaseoso a dúo, consiguiendo resultados impresionantes. Tras esto, Galileo se quedó sola, esperando su destino.

Tras esta época excepcional, la última extensión le destinaba el satélite galileano más interior, y el objeto más activo del sistema solar. El satélite Io, famoso por sus enormes volcanes y su ausencia de cráteres, es difícil de explorar al estar en el interior del cinturón de radiación del planeta. Hasta esas fechas, los acercamientos habían sido relativamente lejanos. Entonces los controladores de Galileo decidieron zambullir la sonda dentro del cinturón de radiación para investigar más de cerca el satélite, y así observar zonas de Io que llevaban sin ver desde las Voyager. Muchos reiniciados del ordenador después a causa de la radiación, se obtuvieron datos muy importantes para entender lo que ocurre allí.

Poco más le quedaba por hacer, aún tenía energía de sobra, pero estaba casi sin combustible, por lo que sus controladores tomaron la decisión de finalizar la exitosa misión, acabando el 21 de septiembre del 2003 estrellándose contra la atmósfera de Júpiter. Así acabaron 14 años de excelente misión.

En lo tocante a la misión, consta de muchos descubrimientos interesantes, entre ellos el ya mencionado océano de Europa, el campo magnético propio para Ganímedes (El mayor satélite del sistema solar), el cálculo exacto de la cantidad de hidrógeno de la atmósfera joviana, la aparición de nubes de amoniaco, el estudio de los anillos del planeta... A pesar de los problemas, a saber, múltiples reiniciados del ordenador, los ya mencionados de la antena principal y el almacenador de estado sólido, y sobre todo la radiación reinante en el lugar provocó que muchos datos se perdieran. Aún así, fue capaz de soportar el triple de radiación para lo que fue diseñada sin que sus instrumentos y electrónica se averiaran gravemente, y consiguió cumplir el 80% de los objetivos previstos antes del lanzamiento de la misión.

Desde que Galileo se perdió, solo se ha vuelto una vez. El 28 de febrero del 2007 la sonda New Horizons, con destino a Plutón y Caronte, se acercó al hermano mayor del sistema, para ganar velocidad, y estudiar parte de lo que dejó de observar Galileo. Y en un futuro no muy cercano pero no muy lejano una sonda se prepara para estudiar aún más en profundidad a Júpiter, y nada más que Júpiter. Se trata de Juno, que se colocará en una órbita polar diseñada para observar el planeta, su atmósfera, su magnetosfera y para encontrar el posible núcleo de roca del planeta. Pero esa, es otra historia.

Mucho es lo que nos ha dejado Galileo, pero sobre todo misterios que aún hay que resolver. Hay que decir una cosa: Puede que la sonda esté destruida, pero su alma continúa viva. Sus resultados continúan siendo objeto de minucioso estudio, y el año pasado una nueva perla de lo que observó nos llegó a las manos. Si hay un modelo de misión, una misión que resolvió sus propios problemas, superó adversidades, y nos maravilló a cada paso que dio, esa fue Galileo. Su hermana y heredera, Cassini sigue por Saturno, y lo que seguirá, continuando lo que inició Galileo. Mucho aprendimos con Galileo, y ella nos lo enseñó. Esperemos que no caiga en el olvido. Nosotros no pensamos olvidarla.

PD.: Si os habéis quedado con ganas de más, o de ver las imágenes que ilustrarían lo contado aquí, ya que no se pueden poner todas, no dudeis en entrar en la página de su legado.

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