Hace no tanto tiempo, Venus fue el planeta más visitado del sistema
solar, mucho más que Marte. Durante las décadas de los años 1960, 1970 y 1980,
entre la NASA y la URSS se lanzaron, o intentaron lanzarse, unas 34 misiones
hacia la diosa de la belleza, por las 24 lanzadas, o casi, al planeta rojo. Curiosamente,
desde la década de 1990 y hasta la actualidad, Marte ha visto, por decir algo, unos
25 proyectos consiguiendo, o intentándolo, llegar allí, y para los próximos
años al menos otros seis. En esta época, sin embargo, la sequía venusina es
desoladora, con solo dos misiones (Venus
Express y la actual Akatsuki) y
varios sobrevuelos. A pesar de la mucha información recogida por todas estas
misiones, todavía queda mucho por saber, y para los científicos y astrónomos
centrados en el segundo planeta, ver cómo las oportunidades de volar desaparecen
(principalmente, por escoger otros destinos) resulta bastante deprimente. Eso no
impide que sigan planteando propuestas de investigación, centradas en dos áreas
todavía desconocidas (de las muchas que hay) acerca de Venus.
Al echar un vistazo en los distintos atlas compilados por las imágenes
capturadas por sondas como Lunar
Reconnaissance Orbiter, Mars Global
Surveyor o Mars Reconnaissance
Orbiter, comprobamos que esos mapas tienen resoluciones asombrosas, de
apenas unos metros. De hecho, gracias a la cámara CTX de MRO, tenemos el 99% del planeta rojo cartografiado con una
homogénea resolución de seis metros. Otros mundos, más exteriores, también
tienen mapas con resoluciones notables, y algo parecido pasa con Mercurio. Con
Venus la cosa cambia. El mejor mapa compilado se generó gracias a los datos de
radar de la sonda Magallanes, con una
resolución homogénea de un km., y
con zonas escogidas con una resolución máxima
de 100 metros. Eso significa que todavía queda mucho que ver sobre su
superficie. Como ha ocurrido en la investigación marciana, cada vez que llegaba
una cámara mejor, se nos abría una ventana a un nuevo mundo asombroso. Esto es
lo que hace falta en el segundo planeta. Los sensores ópticos lo tienen completamente
imposible para cartografiar Venus desde la órbita, haciendo que los sensores de
SAR sean los únicos capaces de cumplir la tarea. En el tiempo que ha pasado
entre Magallanes y la actualidad, la
tecnología de los radares de apertura sintética ha avanzado enormemente, siendo
los que están equipados con ellos entre los más importantes, como los Sentinel-1 europeos o el japonés Daichi-2. Estos sistemas activos
funcionan emitiendo ondas de radio que rebotan en la superficie y luego reciben
esas señales, para luego ser procesadas generando una imagen de la zona
escaneada. En órbita terrestre hay sistemas SAR que trabajan en ciertas
frecuencias: los Sentinel-1 lo hacen
en la banda-C del espectro de radio, el de Daichi-2
lo hace en banda-L, y los de los satélites TerraSAR-X,
TandEM-X y Paz, en banda-X, cada uno con sus propias carencias y virtudes. Los
enviados a Venus, por su parte, lo hacían en banda-S. Sin importar la
frecuencia en la que funcionen, los actuales sistemas SAR pueden alcanzar
resoluciones
Montes Danus y Planicie de Lakshmi, Venus |
espectaculares en comparación con lo conseguido por Magallanes en Venus o Cassini en Titán, capturando detalles de
hasta tres metros en superficie, dependiendo del modo de funcionamiento. Un sistema
similar aplicado a Venus sería un salto gigantesco, permitiendo capturar
imágenes detalladas y asombrosas de lo que sucede bajo el velo nuboso del
planeta. Lo que sabemos de su superficie es que está dominada por planicies
volcánicas, el resultado de un evento global de reforma superficial que borró
prácticamente toda señal de lo que existía anteriormente, además de contar más
de 800 cráteres de impacto, una cifra escasa comparada con lugares como
Mercurio o Marte. Aunque las imágenes de Magallanes
fueron tremendas en su día, misiones actuales de SAR se centrarían en
detalles todavía más pequeños, lo que permitiría revelar formaciones totalmente
nuevas o detalles de cómo se formaron las distintas regiones de la
Monte Agung, isla de Bali (Daichi-2) |
superficie. En
general, ayudaría a los geólogos y cartógrafos a trazar con más exactitud la
historia de la formación de la superficie de Venus, una historia, por otra
parte, volcánica. Y en esto los nuevos sistemas de SAR ayudarían a desvelar si
Venus todavía es un lugar activo. Datos procedentes de Pioneer Venus Orbiter primero, y Venus Express más tarde, parecen indicar que lo es: en ambos casos,
se registraron aumentos repentinos de azufre en la atmósfera, que fueron
desvaneciéndose gradualmente. A esta pista se suma una imagen infrarroja tomada
por Venus Express en el que mostraba
una zona muchísimo más caliente que el terreno a su alrededor, lo que sugirió
una lengua de lava. Basándose en estos datos, la sugerencia es que sí, es un
planeta activo, pero gracias a los radares de los satélites, hay otra forma de
ver las consecuencias de eventos así. Se denomina SAR interferométrico, y
consiste en juntar dos imágenes de radar de un mismo lugar tomadas en distintos
días, semanas o meses. Al ser un sistema activo, los SAR capturan el relieve de
la superficie con sus ondas de radio y, si se ha producido un desplazamiento
del terreno (por un terremoto, un corrimiento de tierra, hundimiento del
terreno o un abombamiento del suelo) o si se ha añadido terreno adicional (como
una lengua de lava extendiéndose por la ladera de un volcán) esto se refleja en
una imagen que casi parece un arcoíris.
Interferograma tras un terremoto en el centro de Italia, 2016 (Sentinel-1) |
Actualmente se usa mucho en zonas
volcánicas o propensas a terremotos (sin olvidarnos de lo útil que es en la
planificación urbana), especialmente después de la ocurrencia del evento,
ayudando a las distintas agencias geológicas y de ayuda a la hora de estudiar
los efectos provocados o para recolocar a la gente fuera de las zonas en
peligro. La idea de usar la interferometría por SAR en Venus es lógica: si es
un lugar activo, el uso de esta técnica ayudará a saber qué pasa bajo la
superficie, o en ella misma. La suposición actualmente aceptada es que en Venus
no hay placas tectónicas, sin bien es seguro que se produzcan terremotos por el
simple hecho de que deben producirse erupciones volcánicas. Por lo general
antes de una erupción, llega el terremoto, y si un sistema así desde la órbita
lo capta, indicará que el planeta sigue vivo, geológicamente hablando. Otro motivo
de usar esta técnica es para ver cuándo material se inyecta en la superficie
tras una erupción volcánica, un evento que, sin duda, modifica la superficie. Con
la resolución adecuada, se podría llegar a saber cuánto material se ha posado,
el nivel de viscosidad de esa lava, y otros parámetros. En esencia, se podría
saber cuáles de los volcanes venusinos todavía están activos. En los últimos
tiempos, se han entregado diversas propuestas, tanto al programa Discovery como
al New Frontiers, y en la última selección del primero, una misión de SAR,
llamada VERITAS, llegó a la final,
pero todos sabemos ya que no fue seleccionada. Todavía hay esperanza, por
cierto, porque en la ESA se siguen seleccionando misiones. Como parte de su
programa global Cosmic Vision, se está realizando un concurso para seleccionar
entre uno de tres proyectos para volar no antes de la década del 2030, y entre
ellas está la propuesta EnVision, con
objetivos prácticamente calcados a los de VERITAS.
Curiosamente, ambas propuestas no solo transportarían sistemas de SAR
interferométricos, también un espectrómetro infrarrojo con un uso hasta ahora
no realizado globalmente en Venus: el estudio de la composición superficial. A lo
máximo que hemos llegado en esta categoría es que es un lugar en el que
predominan los basaltos, normal al ser un mundo principalmente volcánico. Esta información
fue entregada por las sondas de superficie Venera
13 y 14 usando espectrómetros de
rayos gamma. Como es obvio, esta información capturada en lugares muy pequeños
no puede extrapolarse a toda la superficie. Entonces, ¿Cómo estudiar su
composición desde la órbita? No queda otra que usar las técnicas ya conocidas. Usar
espectroscopia infrarroja en otros mundos es sencillo, pero en Venus sus nubes
complican las cosas. Aún así, gracias al extenso uso de esta longitud de onda,
especialmente por Venus Express,
sabemos que existen diversas ventanas atmosféricas que son transparentes al
infrarrojo, lo que nos permite ver la superficie. En un pequeño estudio
realizado hace ya unos años, se descubrió la existencia de granitos en la
superficie de Venus. ¿Eso es importante? Sí, porque esta es una pista que nos
lleva a pensar que, en algún momento de su historia, Venus tuvo masas de agua
en superficie. Esto es solo un pequeño detalle de lo que todavía oculta el
planeta. Aunque los estudios realizados muestran que la resolución de ese mapa
geológico sería relativamente baja, sería un buen punto de partida para seguir
entendiendo qué le sucedió al planeta.
Infografía de Pioneer Venus Multiprobes |
Otro aspecto clave para saber qué ocurrió en Venus es el estudio de su
atmósfera. A partir de las muchas mediciones compiladas en las últimas décadas
sabemos cuál es su composición: 96.5% de dióxido de carbono, 3.5% de nitrógeno,
0.015% de dióxido de azufre, 0.007% de argón, 0.002% de vapor de agua, 0.0017
de monóxido de carbono, 0.0012% de helio, 0.0007% de neón, y diversos gases
traza como cloruro de hidrógeno, fluoruro de hidrógeno, entre otros. Estas mediciones
fueron tomadas, como mucho, en la década de 1980. Los espectrómetros de masa
actuales son, evidentemente, mucho más sensibles, por lo que darían resultados
todavía más precisos. Pero, ¿por qué? ¿Para qué? En la atmósfera se ocultan
muchas pistas de la historia de la evolución del planeta, de cómo se originó,
de cómo evolucionó, hasta llegar a como lo es hoy. Especialmente intrigante es
el asunto del agua. Los datos de superficie confirman la existencia de agua,
pero actualmente existe muy poca en la atmósfera. En esencia se cree que fue
por un proceso similar al que ocurre actualmente en Marte, pero no es seguro. La
indagación más importante en ese sentido es el estudio isotópico de los
componentes atmosféricos. Los átomos disponen de distintos isótopos, cuanta
mayor sea la composición isotópica, más pesado es el
Concepto DAVINCI descenciendo en Venus |
átomo. Por lo tanto, un
átomo de bajo peso isotópico es más propenso a ser expulsado de una atmósfera
que uno más pesado. De ese modo, el estudio isotópico de la atmósfera de Venus
puede proporcionar información sobre lo que pasó en Venus desde que se formó
hasta la actualidad. Además, hay otro ingrediente que todos quieren conocer
pero que hasta la fecha no tienen ni idea cuál es. Fue gracias a Mariner 10 que vimos por primera vez la
dinámica de nubes de Venus, al observar el planeta en luz ultravioleta. Desde
entonces, se han hecho muchas mediciones, pero el elemento concreto que absorbe
luz ultravioleta en los 365 nm sigue sin identificarse. Una sonda atmosférica,
como las empleadas en los años 1960 y 1970, pero con tecnología actual, nos
proporcionaría mucha información al respecto, pero las propuestas esbozadas
para ello, como DAVINCI en el
programa Discovery, no han ido más allá.
Estos dos temas son solo dos de los muchos que la comunidad científica
enfocada en Venus quieren investigar, y de momento, solo tienen a Akatsuki para responder a alguno. Más allá
de las propuestas, puede decirse que, en movimiento, hay dos proyectos. Uno de
ellos sería la primera misión de la agencia espacial de la India, ISRO, a
Venus, que será un orbitador muy equipado científicamente, y con participación internacional,
el otro, que lleva, como poco, más de una década dando vueltas, es la misión
rusa Venera-D, que incluirá no solo
un orbitador, también un lander, diseñado para funcionar más tiempo de lo que
duraron todos los que se posaron allí. La pega es que ninguna tiene fecha de lanzamiento,
y desconocemos lo avanzadas que van. Es lo que toca.
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