Sí, vamos con algo de retraso respecto lo anunciado, pero en nada volará rumbo al espacio. Nos referimos al segundo satélite de la serie Meteosat Third Generation, que al fin está listo para volar.
MTG-I1, ya operativo, se encuentra un poco solo en su percha geoestacionaria, obteniendo desde allí imágenes de altísima calidad que benefician a los pronósticos meteorológicos de toda Europa. Pero hace falta la otra mitad de la ecuación en los satélites meteorológicos geoestacionarios: la capacidad de sondeo atmosférico. ¿Por qué es tan importante? Porque nos informará sobre temperatura atmosférica, niveles de humedad, circulación de nubes... Y además, otro instrumento de a bordo proporcionará información sobre gases de efecto invernadero y otros, productos similares a los que ya vemos en otros instrumentos geoestacionarios.
¿Tiene sentido hablar de las tripas de MTG-S1? Bueno, depende de si queréis que repitamos o no. Es cierto que el bus es común a ambos tipos de satélites, si bien este ofrece unas medidas distintas: 2.4 x 3.0 x 5.2 metros en configuración de lanzamiento, es decir, es algo mayor. En su interior, casi nada cambia: su ordenador de vuelo gestionará todas las funciones de a bordo mediante la Unidad de Administración del Satélite, también cuenta con el PDD (descarga de datos de la carga útil) cuya función es acumular la información generada por los elementos de observación de a bordo y su transmisión; equipa un sistema de frecuencia dual, usando banda-S para recepción de comandos y transmisión de telemetría del hardware de a bordo, y banda-Ka para la descarga de toda la información acumulada por su carga útil, empleando una antena desplegable. Estabilizado en sus tres ejes como forma de control de actitud, cuenta con unidades de referencia inercial, sensores solares, escáneres estelares, cinco ruedas de reacción, y sus propulsores que conforman el módulo de propulsión llamado UPS, Sistema de Propulsión Unificado, con dieciséis propulsores pequeños para maniobras y control de actitud, y el potente motor LAE (Motor de Apogeo Líquido), empleando un sistema bipropelente, es decir, usa combustible y oxidante (hidracina y tetróxido de nitrógeno, concretamente) para crear la propulsión. LAE sólo se usará una vez, para la inserción en órbita geoestacionaria. Para su generación de energía, dos paneles solares, uno por lateral, plenamente rotatorios que producen suficiente cantidad como para alimentar los sistemas de a bordo y cargar las baterías del satélite. En cuanto a su protección termal, recurre a lo básico, como mantas multicapa, radiadores, calentadores eléctricos, mientras que cada instrumento cuenta con su propio sistema de refrigeración. A todo esto se añade la Unidad de Monitorización de Radiación, o RMU, que tomará datos del nivel de radiación que experimentará el satélite en órbita geoestacionaria, sistema de adquisición y retransmisión de datos (DCU, con su antena asociada) para plataformas meteorológicas situadas en lugares remotos, y el receptor GEOSAR de retransmisión de señales emitidas por las balizas de Búsqueda y Rescate, como parte del sistema COSPAS/SARSAT. Igual que su hermano de imágenes, MTG-S1 equipa dos instrumentos. El principal es el Sondeador Infrarrojo IRS. Se trata de un complejo sensor interferométrico hiperespectral que no es nada ligero, con una masa de casi 500 kg. Para ello, emplea lo que se conoce como espectrómetro de transformación Fourier, el cual tiene en su corazón un interferómetro tipo Michelson con un ensamblaje de escaneo móvil y una parte fija. El telescopio, con un gran bafle de entrada también cuenta con un propio ensamblaje de escaneo para observar todo el disco terrestre desde órbita geoestacionaria en un patrón plenamente programable. Cuenta con dos conjuntos de sensores de mercurio-cadmio-telurio, registrando bandas espectrales (en las secciones del infrarrojo de onda media e infrarrojo de onda larga) mediante interferogramas generados en el instrumento. Será capaz de registrar zonas de la Tierra con una resolución de 4 x 4 km, cubriendo todo el globo una vez cada sesenta minutos, y cubriendo áreas locales cada quince. Una vez los datos en Tierra, generará productos de temperatura, humedad, viento y gases traza para así formar mapas tridimensionales de la atmósfera. El segundo instrumento se llama Sentinel-4. Forma parte del programa Copernicus, y es la tercera pata de la constelación de sensores geoestacionarios dedicados al estudio de los gases de efecto invernadero, tras el GEMS surcoreano, y el TEMPO de la NASA. Desde órbita geoestacionaria, complementará la información que recaba Sentinel-5P desde órbita baja, y el futuro Sentinel-5 en los satélites MetOp-SG. Con unas dimensiones de 1.1 x 0.7 x 1.4 metros y una masa de 200 kg. sólo el módulo óptico, se trata de un espectrómetro de imágenes que observará en luz ultravioleta, visible (305-500 nm) e infrarrojo cercano (750-775 nm). Cuenta con un telescopio equipado con un bafle potente, una estrecha abertura que define el campo de visión, rejillas de transmisión y otros elementos, hasta entregar la luz a un par de sensores CCD, uno para las longitudes de onda de ultravioleta y visible, el otro para el infrarrojo cercano. Como IRS, es un sensor hiperespectral, registrando multitud de longitudes de onda de manera simultánea con una resolución de 8 x 8 km. Gracias a su sensibilidad, será capaz de detectar gases traza como dióxido de nitrógeno, ozono, dióxido de azufre, formaldehído, entre otros, más partículas de aerosol, midiendo no sólo cantidad, sino también distribución vertical para aerosoloes, azufre y dióxido de azufre. Su vida de servicio será también de ocho años y medio, pero tendrá consumibles para superar los diez. Una vez a plena carga, declarará un peso en báscula de 3800 kg.
Cualquiera podría esperar que este satélite fuera lanzado desde Kourou usando el novísimo Ariane 6. Y esa era la idea. Sin embargo, los retrasos en su desarrollo, y el pequeño problema en su vuelo inaugural empujaron a la ESA y a EUMETSAT, su operador final, a cambiar a una opción más fiable: el Falcon 9 de SpaceX. El 1 de julio, despegará desde Cabo Cañaveral, y en este vuelo no habrá recuperación de la primera etapa, porque el lanzador necesitará de toda su potencia para entregar semejante satélite a su trayectoria de transferencia a órbita geoestacionaria. Una vez se separe de la etapa superior, MTG-S1 recurrirá a sus propios medios para establecerse en su posición, casi pegado a su hermano MTG-I1, ya Meteosat-12, en latitud 0º.
Una vez establecido en su posición, y tras la verificación, el nuevo satélite, que será Meteosat-13, comenzará su misión entregando información complementaria a la de su hermano de imágenes, fusionando lo que genera el primero, las imágenes, con los datos de sondeo que producirá el segundo. Y no nos olvidamos que a esta constelación debe unirse un segundo satélite de imágenes de la constelación, pero esa será otra historia.
En estos tiempos en que los datos meteorológicos están en cuestión, y a la vez son más importantes que nunca, satélites como MTG-S1 resultan imprescindibles. A por ello.
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